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Renacer


El estrés continuó en los siguientes días, me hubiera gustado que el día de la bendita boda al fin pudiera tener un respiro, pero no fue así, todo salió mal, tuvimos que multiplicarnos en 10 para que lográramos que funcionara, sin embargo, al fin y al cabo, sucedió lo que esperaba, el evento acabó casi en funeral.

Se evitó gracias a que el salón tenia una excelente respuesta ante las emergencias, que si no eso hubiera sido una tragedia. Para nuestra suerte se demostró que no fue responsabilidad de la agencia, ya que el accidente fue provocado por un escuincle que por andar jugando tiró unas velas que adornaban el lugar. Se había especificado que era un evento sin niños y algún irresponsable hizo caso omiso.

Después de ese caótico día no volví a saber que era una boda, seguí tras el escritorio revisando cosas que muchas veces sentía que ya ni siquiera se relacionaban con mi área, renunciar comenzaba a ser tentador, aunque no podía ser una opción.

Pocas semanas después un problema mas se presentó, ese día la jornada se me hizo aun mas pesada de lo que últimamente se me hacían, me dolía la cabeza y el cuerpo, no podía estar enfermándome ya era demasiado, llegué como jerga y caí en el lugar mas cercano que tuve que fue el sillón. Ni siquiera me importó saber si ya había alguien en la casa.

—Enano—escuché una voz que me llamaba, pero la oía lejana—Gus te va a matar si te ve con los zapatos en el sillón—no reaccioné, sentí que mis zapatos dejaban mis pies—¿Estas muerto? —preguntó

—Creo que si— respondí con un hilo de voz, Leo se acercó a mi cabeza y puso su mano en mi frente.

—Ya sabía que habías estado muy saludable—dijo con ironía— tienes fiebre

—¿Qué? ¿En serio? — Dije exaltado, puse mi mano sobre la frente, y pensé que en verdad traía el santo de espaldas, solo esto me faltaba.

—Casi puedo confirmar que sí, bueno tus ojos están rojos como cuando te enfermas así que...

—No puede ser— me lamenté.

Escuchamos la puerta de la calle abrirse, yo seguí acostado sin querer averiguar quién era.

—Ya llegué—oí la voz de Gus anunciarse—¿Qué pasa? —cuestionó de manera inmediata, supuse que el verme tirado con Leo a un lado le alertó.

—Ya le dio—respondió Leo.

—Ya se había tardado—resopló.

No supe mucho de lo que hicieron a continuación, solo oía sus pasos y puertas y cajones abrirse y cerrarse. En poco tiempo tuve un termómetro debajo de la axila y un trapo húmedo en mi frente.

Sintiéndome un poco más fresco me quedé dormido, desperté algunas horas después en un lugar obscuro, medio me incorporé intentando averiguar dónde estaba ya que no era la sala.

—¿Has revivido? —preguntó una voz que estaba en el suelo.

—¿Leo? ¿Estoy en el cuarto?

—Aja, te arrastramos como un costal de papas—no sabía que tan cierto era eso, me dolía todo el cuerpo, pero eso podía ser por el mismo resfriado—Come y tómate la medicina—me indicó, se puso de pie y salió del cuarto, poco después regresó con Gus y una bandeja con comida.

—No tengo hambre.

—Si eso ya me lo sé, pero también ya se métodos para hacerte comer—ya sabía que diría eso, por alguna razón cuando me enfermaba me daba náuseas y perdía el apetito, pero ya mi familia se las había apañado para hacerme comer en cada ocasión.

—Bueno te toca velar al muerto—dijo Leo y salió del cuarto.

—Andrés me dijo que te tomaras esto cada 8 horas—indicó Gus enseñando unas cajas de medicamentos que estaban también en la bandeja.

—¿Le hablaste? —cuestioné sin poder evitar cierto tono molesto.

—Entre nosotros y él, Andrés tiene más conocimientos de medicina ¿No crees? —no respondí ante ese argumento, era la primera vez que me enfermaba sin mi madre cerca, era de esperarse que mis hermanos no supieran que darme.

Gus me ayudó a comer y me dio las pastillas.

—Deberías descansar, mañana te llevaremos al seguro.

—¿Para qué?

—Para que puedas justificar tu falta.

—¿Falta? ¿Qué falta? —temía que me hubiera dormido como la bella durmiente.

—La de mañana, estas loco si piensas ir a trabajar.

—Pero estoy bien—dije intentando convencerlo.

—Aja, bien—se acercó mas a mi y con un simple empujoncito me acostó en la cama—la mar de bien, abundas en salud—dijo de manera sarcástica.

—No puedo faltar

—Tenias casi 39 de fiebre y no ha cedido mucho que digamos, así que te vas a quedar —exclamó con autoridad, me hizo hundirme en la cama, cuando se ponía de esa manera no podía reprochar nada—Descansa por ahora Alan, no pienses en el trabajo y duerme.

Salió llevándose la charola con la comida que dejé. Aunque quise hacerle caso me fue imposible dormirme, no podía evitar pensar en la ocasión en que también me enfermé, pero con Marck. No recordaba mucho, pero algo que tenia muy presente es que lo usé de almohada y fue lo mas reconfortante que pude haber experimentado. En parte le atribuía a eso el que me hubiera aliviado tan pronto, usualmente me tiraba al menos 3 días hasta una semana, sin embargo, con él salí rápido, volví a sentirme sano prácticamente al día siguiente. En ese momento en que estaba enfermo de nuevo, me hizo falta, aunque tenia mis hermanos era diferente, no sabía en qué manera, aparté esa idea de mi cabeza y atribuí a que mi malestar físico repercutía en mi ánimo, me hice un ovillo abrazándome a la almohada y de a poco el sueño me venció.

Al día siguiente supuse que Gus salió antes porque para la 1 de la tarde ya me estaba llevando al seguro, aun me sentía de la patada y no ayudó en nada estar sentado durante casi dos horas en sus sillas incómodas esperando pasar, finalmente lo único que obtuve fue paracetamol y un justificante para el trabajo.

El resto del día me lo pase durmiendo, aun con fiebre, eso me hacía tener sueños extraños en los cuales estaba yo con Marck y un gato, no sabía que era más extraño el hecho de estar cerca de esa cosa peluda del infierno o el que viera la escena como desde lejos, ósea era yo quien estaba ahí pero también era yo quien veía la escena como espectador, me daba una sensación angustiante impidiéndome descansar.

Al tercer día al fin me sentí menos mal pero aun así no me dejaron ir de nuevo al trabajo, yo ya estaba desesperado, después de mi falta de responsabilidad no quería hacer nada mal, aunque había considerado renunciar realmente deseaba mantenerme ahí el mayor tiempo posible, pocos tenían la suerte que tuve de poder trabajar en una buena empresa poco después de graduarnos, muchos de mis compañeros seguían buscando empleo o rodando de un lugar a otro. No podía renunciar a lo único estable que me quedaba.

Cuando finalmente me dejaron ir a trabajar fui de inmediato a justificar mi falta, se supone que teníamos hasta 3 días si no era un accidente, cual fue mi sorpresa que aun con el bendito papel del seguro me iban a descontar los dos días que falté.

Llegué a la casa al final de la jornada sintiendo que en cualquier momento explotaría con quien menos debía hacerlo, estaba intentando calmarme cuando Leo apareció saliendo del baño.

—Hello Enano—saludó con alegría, misma que me irritó aún más, intenté respirar no podía desquitarme con el ni menos con Gus. —¿Seguro que ya estas bien? —me cuestionó mirándome preocupado.

—Si—respondí de manera hosca.

—Estas pálido ¿Comiste? —quiso saber.

—Poco.

Escuchamos las llaves de la puerta, justo en ese momento Gus entró.

—Traje tamales—anunció, no bien entró y Leo apenas si lo saludó, se abalanzó hacia la bolsa, arrebatándosela

—No es que tu comida no se vea apetitosa Alan, pero es que quien se niega a un tamalito—me dijo mientras caminaba a la cocina oliendo la bolsa.

—¿Estas bien? —preguntó esta vez Gus cuando se acercó a mí y me observó.

—Si—volví a responder de la misma forma.

—¿Qué pasó? Se nota que estas muy molesto—Gus era mas observador que Leo ya que supiera que había dos personas más viviendo con él ya era bastante.

—Me van a descontar los dos días que falté—le conté.

—¿Qué? —exclamó muy sorprendido.

—¿No diste el justificante? —preguntó Leo que ya estaba comiéndose un tamal.

—Si.

—¿Y entonces? —cuestionó Gus, yo me alcé de hombros.

—¿Eso es legal? —quiso saber Leo.

—¡Por supuesto que no! Si cuenta con seguro social —y comenzó su discurso de abogado, llego un punto en que me perdí y dejé de escucharlo—Alan—me llamó aterrizándome—eso amerita una demanda.

—No voy a armar más escandalo—suspiré—además saldría perdiendo, que más da dos días.

—¿En serio Alan? No eres un esclavo, eres un trabajador con derechos y esos derechos.... —y volvió a soltarme un discurso del cual dejé de oír cuando puse toda mi atención al tamal que Leo ya había puesto frente a mí.

—Cometí una falta, debería agradecer que no me corrieron—lo calle finalmente—Intenté deslindarme de mi responsabilidad.

—Entonces te vas a poner de mártir, bueno allá tu Alan, y tu Leonardo deja de estar como piraña y pásame uno.

—Tengo hambre—se justificó con la boca llena, mientras discutíamos él había aprovechado para comer, a su alrededor ya había al menos 3 hojas vacías.

Intenté sobrellevar el trabajo, pero cada vez era más complicado, parecía que me estaban orillando a acabar renunciando sin embargo quería soportar, el trabajo era lo único que me quedaba que me hacía sentir menos miserable.

Pasaron al menos dos semanas en las que me fue muy difícil controlarme tanto en el trabajo como en la casa, ya que no podía mencionar nada frente a Gus sin que me acabara dando un largo discurso.

Creí que podría llegar a cumplir otro año mas en la agencia, pero sucedió lo que me temía, la gota que derramó el vaso.

Me mandaron a una reunión con un salón para no sé qué asunto, ese no fue el problema, el problema fue que estaba en otro municipio y que no me dieron el chance de llevarme un carro de la empresa, tuve que valerme por mis propios medios llegar hasta allá para que finalmente me diera cuenta de que se pudo haber resuelto con una simple llamada, llegue trinando, mis hermanos ya estaban casi acabando de cenar cuando al fin pude regresar a casa.

Ni siquiera saludé solo me dejé caer en una silla del comedor, ambos me miraron.

—¿Estas bien? —cuestionó Gus.

—Necesito comida y agua —respondí, ninguno dijo nada, Leo fue por lo que pedí mientras Gustavo seguía viéndome fijamente.

—¿Ahora que paso? —quiso saber, yo no le quería contar porque se ponía en modo abogado y era lo que menos quería escuchar en este momento.

—Nada—dije de forma escueta, Leo llegó con mi pedido y de un trago me acabé el agua.

—¿De dónde vienes? —preguntó Leo sorprendido al verme beber con tanta premura

No respondí de forma inmediata porque proseguí a atacar la torta que tenía frente a mí, después de algunos bocados me acabé resignando a contarles lo que pasó.

Cuando terminé de hablar Gustavo tomó la actitud que ya esperaba.

—Alan ya eso fue mucho, como trabajador tienes derechos—comenzó a decir.

—Y también obligaciones —lo atajé—mismas que incumplí.

—Pero esto ya es un abuso, deja de hacerte el mártir por favor.

—Creo que deberías renunciar —sugirió Leo que se había mantenido bastante callado cada que discutíamos lo mismo.

—¿Como que renunciar? —le cuestionó mi hermano.

—En mi experiencia, así son. Están orillándote a que cometas un error gordo para que te despidan deslindándose de darte siquiera las gracias.

—Tendría que ser una falta grave para que hagan algo así—le discutió Gus.

—Por Dios Gustavo ¿Cuántos años llevas trabajando y aun no te sales de tu burbuja? —cuestionó Leo—Lamentablemente así es esto. —hizo una pausa y después me miró—enano, es mejor que renuncies a que no puedas ni mencionar donde trabajaste con anterioridad.

Extrañamente el punto de Leo era mas razonable, una de las razones por las cuales me había mantenido ahí era para obtener experiencia, era un buen lugar además de reconocido. Si lo ponía en mi curriculum podría ayudarme al momento de buscar otro trabajo.

—Sigo diciendo que podría ganar más si hiciera las cosas como deben ser—insistió Gustavo.

Los días siguientes continué sopesando que decisión tomar, hasta que finalmente decidí renunciar, Leo tenía razón, no quería tener más problemas y parecía que me estaban queriendo orillar a eso.

Me presenté frente a mi jefe sintiendo un repentino valor, le expuse mis razones sin darle las verdaderas, aunque por un momento me miró un tanto sorprendido, acabó aceptando.

Sali por última vez de la oficina, era una sensación extraña, no es como si fuera la primera vez que renunciaba, pero era diferente, me sentía perdido, no tenía la menor idea que sería lo siguiente y una desesperación agobiante comenzaba a inundarme.

Me fui con una caja con mis cosas en las manos como lo presentan en las películas.

Llegué sintiéndome peor que nunca, completamente abatido y con una incertidumbre sobre mi futuro que me hacía sentir una presión en el pecho.

Mis hermanos aun no habían vuelto, era lógico no pasaban de la una de la tarde.

Dejé mi caja en el suelo, me había aferrado a ella durante todo el camino con tal fuerza que ya sentía engarrotados los dedos.

Me dejé caer en el sillón y me permití quedarme dormido por un momento, me dolía la cabeza y el estómago, síntomas de que mi cuerpo ya no podía más con el estrés.

Recuerdo que así me estuve sintiendo durante todo el tiempo que me preparé para tomar mi examen para titularme.

Pensé que había dormido poco tiempo, pero me di cuenta de que no fue así dado que desperté gracias al ruido que hizo Leo al llegar.

Cuando entró y me vio tirado me contempló un momento y después se acercó a mí.

—¿Otra vez enano? —me cuestionó.

—Solo estoy cansado y recién despertando.

Por un momento puso un gesto de confusión, después fue atando cabos.

—Renunciaste—concluyó.

Moví mi cabeza asintiendo.

No dijo nada ni yo dije algo, ambos nos dirigimos a la cocina a buscar comida.

Mientras comíamos Leo intentó animarme, pude notarlo porque se estaba esforzando más de lo normal en contarme anécdotas graciosas con sus respectivos comentarios para darle un plus, le agradecía sus esfuerzos, pero no estaban causando ningún efecto.

Cuando estábamos por acabar llegó Gus, él llegó más pronto a la conclusión de lo que había pasado.

Temí que me echara un choro de los que últimamente me decía cada vez que salía el tema, pero para mi suerte tomo más su papel de hermano que de abogado se sentó con nosotros a la mesa y de igual forma que Leo trató de distraerme platicando de cualquier tema banal.

Aunque intenté sonreír por agradecimiento no tuve mucho éxito lo cual notaron mis hermanos y poco a poco se empezaron a apagar sus voces.

Estaba por anunciar que me iría a dormir cuando Leo golpeó de manera abrupta la mesa con su mano.

—¡Tengo una idea! —expresó emocionado.

—¿Ir a buscar mi pobre corazón? —le cuestionó Gus que tenía una mano en el pecho.

—Sonó a canción. No rompas más mi pobre corazón —comenzó a cantar a la par que bailaba—¡es lo que necesita el enano!

—¿El qué?

Yo solo escuchaba la conversación.

—Vamos a algún lado, a tomar, bailar, ¡disfrutar la vida! —chilló con emoción mientras se ponía detrás de mí, me tomó de los hombros y comenzó a sacudirme.

—Es entre semana, mañana hay que ir al trabajo ¿Vamos a ir todos crudos?

—Es una buena causa, además ahora te vas a poner muy santo ¿No te acuerdas en qué estado fuiste a presentar tu examen de ingreso para la uni?

Eso causó mi interés.

—¿Gustavo? —pregunte hablando al fin.

—Se puso una de señor dios padre nuestro. Casi ni llega.

—No deberías contarle eso—le reprendió el aludido.

—No creo que te tenga en un altar ¿o si enano?

—Digamos que no es que no lo crea capaz pero tampoco me lo imagino.

Gus era alguien tranquilo, pocas veces les dio problemas a mis padres que recordara, rara vez salía y que supiera solo tomaba hasta embriagarse con nosotros y eso fue hasta cuando yo ya fui mayor de edad.

Contrario a Leo que su única ventaja y por la cual no tuvo muchos problemas como yo con nuestra madre era que nunca le llevó la contraria, desmadroso, pero cumplió con sus expectativas.

Me di cuenta de que me había desconectado dado que conforme aterricé a la realidad comencé a escuchar el debate de mis hermanos como si fueran subiendo el volumen a la radio.

—Ya está bien, vamos pues. —accedió finalmente Gus.

Leo aplaudió en señal de victoria.

—Ya está, cámbiense ese aburrido traje ¡y vayámonos! —gritó emocionado.

Ni yo ni Gustavo teníamos el mismo entusiasmo que él, pero lo seguimos.

Cuando estuvimos listos a consideración de Leo tomamos un taxi y nos dirigimos a algún lugar a elección del incitador.

No recordaba cuando fue la última vez que salí así con mis hermanos, quizás cuando tuve el permiso al menos legal de ir a un antro.

Aunque en un principio me volví parte del inmobiliario Leo logró animarme y comencé a retomar el entusiasmo que me caracterizaba en ese ambiente.

Poco a poco me dejé llevar y disfrutar, hasta hice que Gus me acompañara a bailar.

Ya pasada la 1 a mi hermano le entró la urgencia de irse no me opuse ya que la poca energía que me había invadido comenzaba a disiparse.

Ni siquiera supimos en qué momento Leo se desapareció, intentamos buscarlo, lo llamamos, pero sin éxito.

Como sabíamos como era finalmente decidimos dejarlo, ya llegaría por la mañana.

Tomamos un taxi para irnos a la casa, en cuanto llegamos Gus se fue a acostar, aunque hice lo propio no pude conciliar el sueño.

Después de lamentar mi miseria, escuchar a Leo hablar y distraerme por un momento, en medio del silencio ahora podía escuchar mejor mis pensamientos y el sentimiento de incertidumbre se acrecentó.

Siempre actué siguiendo un plan, sabiendo cual era el siguiente paso.

Estaba cayendo en cuenta que nunca pensé en más opciones una vez lográndome salir de mi casa.

Mi plan desde antes de entrar a la universidad era independizarme.

Trabajé para tratar de ahorrar mientras estudiaba, pero mis gastos consumían casi todo lo que ganaba.

Para cuando terminé la universidad mi siguiente objetivo fue encontrar un buen trabajo que no le diera nada de qué hablar a mi madre, uno que demostrará que no me había equivocado con la carrera que elegí y lo logré.

Todo salió perfecto y creí que cada vez estaba más cerca irme de mi casa.

Lamentablemente una vez que sales de la universidad te topas con la realidad y aunque era un buen lugar no podía decir lo mismo del sueldo.

Muchas veces noté que llegué a ganar más como simple vendedor que como profesionista y mi principal objetivo comenzó a verse mermado.

Empecé a vivir sin tener muy claro que es lo que haría a continuación y no me ocupé demasiado en encontrarlo porque al menos una parte de mi plan se estaba cumpliendo.

Todo colapsó cuando fue la discusión con mi madre y acabé con Marck.

Dejé de tener algo claro y empecé a dejarme llevar como tortuga en el mar.

Y así fue mi último año ahora que finalmente había llegado a la orilla no tenía ni la menor idea de que proseguía.

Mi único plan era dejar de ser una carga para mis hermanos, aunque aun seguía sin ver las fallas de mi fabuloso plan, eventualmente iría dándome cuenta por qué seguía sin funcionarme las cosas.

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