Moscas en la casa
Aunque el año pasado tampoco había sido de los mejores y menos en estas fechas, al menos en ese entonces saber que seguía teniendo el calor de mi hogar no me había desanimado tanto como ahora.
Faltaba pocos días para Navidad, diciembre siempre había sido mi mes favorito, si bien lo importante era pasarlo en familia eso se podía hacer el resto del año, en cambio solo una vez cada 12 meses todo se llenaba de luces y colores, el clima era agradable, aunque hiciera frio, los villancicos se escuchaban a donde fueras hasta en el camión. El ambiente cambiaba, se sentía más alegría en el entorno, sin embargo, me sentía todo menos feliz.
A principios de este año pensé que todo sería mejor, creyendo que ya me había desecho de ese imbécil, pero acabó siendo el detonante para que este fuera de los peores años de mi vida, aunque tuve algunos meses de paz, mi corazón hizo que todo se jodiera de nuevo.
Al menos lo más rescatable que aún me quedaba eran mis hermanos, eso pude notarlo el día que nos vimos por mi cumpleaños.
Creía que nuestra relación ya no volvería a ser la misma, en los últimos años habíamos estado bastante distantes a mi punto de vista.
Siempre creí que había sido porque ellos crecieron, aunque Andrés era dos años mayor que yo, era con el que menos me llevaba.
Sin embargo, desde el día en que Mariana nos reunió, me di cuenta de que la convivencia se dio como si el tiempo nunca hubiera pasado, como si siguiéramos tan unidos como cuando éramos niños aun pese a la diferencia de edad y personalidades, en realidad el que se mantenía alejado era yo.
Había estado tan perdido en mí mismo que me aparté de todos, aunque ellos siempre estuvieron ahí.
Mariana era nuestro pegamento, después de mi cumpleaños se aseguró hacer lo mismo por el de Andrés y el de Leo, nunca había pasado ni uno solo en el que no lo pasáramos los cinco juntos aun pese a la escuela, trabajo o amigos, ella hizo posible que este año no fuera la excepción.
También fue quien nos reunió para celebrar Navidad, yo ya les había dicho que no pensaba pasarlo en casa con nuestros padres por la situación, era evidente que eso iba a acabar mal y no quería que tuviéramos malos recuerdos de ese día.
El día de Nochebuena fui a almorzar con mis hermanos, y aunque mi ánimo estaba casi en cero fingí el entusiasmo y felicidad que me caracterizaba en esas fechas.
Éramos los más ruidosos del lugar, platicábamos de forma desordenada y muchas veces las conversaciones se cruzaban, a decir verdad, no sentía mucho cambio, quizá el único que había cambiado era yo.
—¿Mamá hizo la limpieza anual? —preguntó Leo de manera general haciendo que dejáramos de hablar.
—Si, como cada año, pero siento que esta vez exageró, hasta con papá se metió— le respondió Mariana.
—¿Con papá? — Cuestioné extrañado, si bien mi madre nunca había estado de acuerdo con aquello de la carpintería, respetaba su espacio.
—Le hizo deshacerse de un montón de tablas que tenía acumuladas.
—Oye Boo y entre las cosas que saco ¿no había un morral naranja? — Andrés puso los ojos en blanco al escuchar a Leo preguntar eso.
—¿Sigues con eso? Ya te había dicho que no.
—Bueno quería asegurarme con otros ojos.
—Llevas todo el santo mes preguntando lo mismo —le reprochó.
—Si, ya te sueño con la misma pregunta Leo— se quejó también mi hermana, no tenía mucho contexto acerca del asunto ya que apenas y me mantenía comunicado, Mariana continúo haciendo un recuento de lo que había salido— Lo único que encontró mamá fueron unos trabajos de la escuela de Gus, cachos de maquetas y libretas viejas de Alan —al escuchar mi nombre me quedé con la cuchara suspendida.
—¿Libretas viejas? —quise saber.
—Llenas de corazoncitos con iniciales dentro—se burló, yo sentí que me sonrojaba— había una A, una V, una C, una D... creo que hasta una Z—recordó mi hermana.
—Vaya vaya, casi medio abecedario—comentó Gustavo fingiendo cierta sorpresa, el era quien mas al corriente estaba de ese asunto, lo observé en un intento de suplicarle de forma silenciosa que no dijera nada, aunque no logré que nuestras miradas se cruzaran, estaba más entretenido tratando de terminar su mollete, al menos el tendría la boca ocupada, quien debía preocuparme era Leo, que parecía estar mordiéndose la lengua.
—Pensé que solo Leo era así.—señaló Andrés
El mencionado me vio con cierta malicia, no sabía que tanto conocimiento tenía de mi historial, pero a juzgar por su cara era más del que deseaba.
—¡Si supieras!—exclamó Leo con una sonrisita. yo no sabía en dónde meterme. Por fortuna, antes de que comenzara a hablar llegó mi salvación en el momento más oportuno.
—Ya llegaron los postres—anuncié al ver al mesero acercarse.
Fue suficiente para desviar la atención, todos teníamos la particularidad de ser muy tragones en especial con cosas dulces por lo tanto y para mi fortuna el tema quedo olvidado, no deseaba que ni Andrés ni Mariana supieran acerca de mis relaciones.
Leo comenzó a gruñir de forma repentina en un intento de comunicarse aun masticando.
—Leo, traga antes de hablar—le reprendió Mariana.
—Te pones como nuestra madre—se quejó de manera más clara una vez pasado el bocado—pero, regresando al punto importante ¿No te llevaste tú el morral naranja, enano? —insistió.
—¿Yo? No lo creo.
—Quizás cuando agarraste tus cosas se fue entre ellas—sugirió.
—Mariana fue quien me ayudó a sacarlas después que me fui.
—Es cierto, no recuerdo nada naranja. —corroboró la aludida.
—Revisa en tu departamento Alan, cuando se vive con alguien, a veces las cosas se revuelven.
—Es cierto, tu roomie debe saber—expresó mi hermana, algo que odiaba de Leo es que podía ser demasiado chismoso y por lo tanto ya los había puesto al corriente de con quien vivía, aunque al menos parecía que no les había dicho lo que suponía de nosotros.
—Casi no nos has platicado de él. —comentó Andrés, francamente no tenía muchas ganas de hablar sobre ese tema en ese preciso momento.
—Seguro que ya les debió haber dicho— dije intentando evadir el tema—y respecto a tu morral, Leo, en serio que no lo tengo —repetí con firmeza
—Oh vamos, por favor, Alan, te diría que lavo los trastes el resto del año, pero ya no aplica anda por favor— me suplicó, aunque había logrado evitar hablar de Marck no pude conseguir que Leo dejara de insistir.
—Alan ¿Qué te cuesta buscar? — intervino Gus.
—Nunca lo había visto rogar por algo— añadió Andrés, me estaban haciendo sentir presionado, si bien tenía razón, no entendía tanta insistencia con el dichoso morral.
—Para empezar ¿Qué tiene de importante el morral?
—Es de la suerte, además ahí están mis tacos—dijo por toda respuesta.
—¿Tacos? — Pregunté confundido.
—Los tenis de fútbol, pues —explicó.
—¿En serio eso es lo que estás buscando? — Preguntó extrañada Mariana
—Con esos gané muchos torneos, son especiales— se excusó.
—Seguramente ya están viejos, podemos regalarte otros —le dijo de forma condescendiente Gustavo.
—¡No! Quiero esos en específico no necesito otros, solo esos—chilló como niño emberrinchado. Nunca lo había visto de esa forma, en general todo parecía resbalársele, ni siquiera de más chico se comportó así cuando extraviaba sus juguetes. podía ser molesto y a veces caerme mal, pero al fin y al cabo era mi hermano.
—¡Esta bien! Lo buscaré —grité resignándome, Leo se levantó de golpe y me plantó un beso en la mejilla.
—Eres el mejor hermanito.
—¡Tampoco exageres! —Regresó a su asiento con una actitud más tranquila, el resto de la comida fue una plática de lo más casual, recordando un poco de la infancia y contando anécdotas de Boo.
Aunque disfruté pasar tiempo con ellos, me quedé intranquilo, estaba casi seguro de que me había llevado todo del departamento de Marck, pero teniendo en cuenta la manera en que me fui, había una probabilidad de que algo hubiera dejado, no quería regresar, sin embargo, a veces uno hace sacrificios por los hermanos.
La Navidad la pasé con Pablo, había decidido quedarse conmigo, aunque una parte de mi se alegraba, no me agradaba la idea ya que consideraba que estas fechas eran para pasarlo en familia, sobre todo cuando te encuentras lejos de ellos, son las vacaciones idóneas donde todos o al menos la mayoría coinciden, pero insistió y no hice mucho esfuerzo en persuadirlo.
Fue la primera vez que lo festejé lejos de casa y si bien Pablo podía ser reconfortante, no me sentía a gusto, tenía demasiadas razones para no estarlo. Tuvimos una cena tranquila mientras veíamos películas, en específico musicales. No es que no me agradaran, pero a decir verdad prefería ver otras cosas, sin embargo, fui complaciente con él, se lo merecía.
Tardé algunos días en tomar valor en regresar al departamento, planee detalle por detalle cada minuto para evitar encontrarme con Marck, agradecía que el departamento fuera pequeño y que él hubiera hecho limpieza meses antes, ahora que lo pensaba después del exorcismo que había hecho hubiera ya salido el mentado morral, aunque debajo de la cama apenas y revisamos, siquiera mi búsqueda parecía que podría realizarla de manera breve.
Como si Pablo algo intuyera insistió en acompañarme, quedándose abajo esperándome.
El tiempo que viví aquí a veces se me llegaba a hacer pesado subir los cinco pisos, sobre todo después del trabajo, pero ahora sentía como si fuera toda una hazaña subir hasta el departamento de Marck, como si estuviera subiendo un cerro o algo por el estilo, no quería estar ahí, sentía la boca seca, como cuando me ponía nervioso o me estresaba.
Cuando llegué al departamento en apariencia no había nadie, me metí corriendo a la habitación, me tiré al piso para ver debajo de la cama, en efecto parecía que ese espacio no había sido revisado con profundidad, podía ver demasiadas bolsas y cajas, el espacio era suficiente para poder meterme, revolviendo un poco acabé encontrando el bendito morral naranja.
Al final si había acabado conmigo a saber cómo, conseguido mi objetivo salí de debajo de la cama, me sacudí un poco y observé el objeto que tenía en mis manos, pude notar que en la esquina tenía bordadas dos iniciales entrelazadas, una L y una J. Se me hizo algo peculiar, un leve ruido me hizo recordar que debía salir lo más pronto posible, me dirigí a hacia la puerta, justo a medio camino me detuve a mirar el departamento, quizás sería la última vez que estaría ahí.
Estaba a punto de girarme a la salida cuando pude notar un bulto tirado en la sala que no estaba cuando llegué, la sorpresa y nervios me hicieron tirar las llaves y el morral, sentí que el alma se me iba al subsuelo, la persona del sillón se incorporó y se levantó confundido.
Hasta me llamó por el nombre de su hermano, eso era despertar realmente perdido, recogí de prisa las cosas que había dejado caer dispuesto a irme, pero de nuevo acabo acorralándome y otra vez acabé diciendo algo de lo que me arrepentí apenas abrí la boca.
Yo no había querido que Marck se sintiera entre la espada y la pared, ni orillarlo a elegir y sin embargo se lo plantee como si fuera posible imaginar un futuro a su lado, la respuesta es la que esperaba, pero aun así dolía, me hacía sentir enojado con él, porque por un segundo me había ilusionado de que dejaría todo por mí, pero eso no pasa en la vida real.
Cada vez que me encontraba un diente de león o soplaba las velas del pastel deseaba vivir un amor de película, se me olvidó especificar que no fuera un drama como el que vi con Marck, Entre los escombros. Claire acabó regresando a los brazos de su esposo dejando de lado al pobre Oliver, queda de mas decir que papel acabé haciendo en "nuestra historia".
Bajé corriendo de nuevo llorando, pero esta vez apenas saliendo del edificio me topé con Pablo, quien me sostuvo entre sus brazos consolándome, fue la mejor sensación, quise quedarme ahí, pero escuché pasos apresurados detrás de mí por lo tanto lo mejor era irnos, tampoco es que quisiera usarlo como mi pañuelo de lágrimas. Me alejé de él y comencé a caminar sin decirle nada, me siguió y tomó mi mano, aunque quise soltarme no me lo permitió en todo el camino de regreso a su casa.
Ese último suceso con Marck había sido suficiente para terminar de quebrarme, al menos lo que me consolaba es que ya no iba a tener que verlo de nuevo, ya había conseguido quien se encargara de su boda, ya no tenía que involucrarme más en su vida, o eso creía.
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