Mi sacrificio
Mis pensamientos siguieron rondando por mi cabeza hasta el amanecer, momento en que Leo llegó, escuché como se arrastró hasta dejarse caer en la cama.
—Te la aventaste larga—comenté.
Él se incorporó al escucharme despierto.
—Me abandonaron enano—reprochó.
—Te estuvimos buscando. —me justifiqué—No te vimos en el lugar.
Al oír eso sonrió.
—Me fui con alguien que conocí —comenzó a contarme, pero de repente la sonrisa se le desapareció —no quiero hablar de eso, voy a dormirme—anunció mientras volvía a hundirse en la cama.
—¿No tienes que ir a trabajar?
—Entro hasta las nueve tengo dos horas de gracia.
Y sin decir más se puso a roncar con una sorprendente rapidez.
Me quedé un rato más acostado intentando dormir, pero cuando el sol comenzó a entrar más por la ventana desistí, tampoco ayudaba estar escuchando a mi hermano cual oso en plena hibernación así que me levanté.
Preparé la bebida levanta muertos para mis hermanos, su desayuno y su lunch.
Casi cuando acabé comenzaron a revivir, eso parecía desfile de día de muertos.
Ambos iban de un lado a otro arrastrando sus pies con una cara de estar odiando su existencia.
Cuando lograron estar bañados y vestidos se dejaron caer en el comedor donde su comida ya los esperaba.
—Me extraña tu falta de ánimo —expresó Gus hacia Leo mientras bostezaba—no es usual que estés así.
—Es la edad—se excusó.
—Que rápido envejeces en menos de un mes. —observó.
—No quiero hablar al respecto— volvió a eludir Leo— Y tú que enano—me preguntó de repente.
—¿Yo que?
—¿Te divertiste?
—Me la pasé bien con Gus—respondí provocando que Leo pusiera los ojos en blanco.
—¿Solo con Gus? Pero si pude ver que al menos dos o tres personas te comían con los ojos.
—No quiero volver a cometer la misma estupidez.
—Ay Alan, no por hablar con alguien en un antro significa casa a parte. Eso fue producto de la desesperación.
De cierta manera tenía un buen punto.
—Ya déjalo en paz —intervino Gus que se había mantenido muy callado dado que estaba perdido en su café —mejor que se esté quieto.
—Lo que necesita es dejar de esperar al príncipe azul y empezar a divertirse.
—Hay otras maneras de disfrutar la vida—le reprendió Gus que comenzaba a ponerse como lo que era, el hermano mayor.
—Ni Andrés se pone tan santo—bufó.
—Bueno quizás sea porque el sí necesita disfrutar un poco más de la vida—musité.
—No hay que negar que tiene un punto —aprobó Leo.
Gus no comentó nada, pero pude notar una ligera sonrisa detrás de su taza en que bebía.
Después de esa conversación cada uno se fue a su respectivo trabajo mientras yo me quedé a ocuparme de las labores del hogar, fue bastante relajante limpiar y lavar.
Muchos lo veían como algo tedioso, pero para mí era terapéutico, no había mejor momento para pensar y ver las cosas en retrospectiva que con una esponja en las manos, además si había un sentimiento negativo invadiéndome una buena cumbia y la escoba era suficiente para olvidarlo.
Ese día no fue la excepción, el lavar la ropa y los trastes, sacudir y limpiar minuciosamente cada rincón de la casa, me ayudó a hallar algo de claridad, quizás Leo tenia razón. Debía comenzar a disfrutar un poco mas de la vida, todo el tiempo había esperado encontrar a la persona ideal, siempre esperaba que la persona en turno, aunque era claro que solo era algo superficial fuera con quien pasara el resto de mis días. Quería hacer las cosas diferentes, es por esta razón que Leo logro sonsacarme en los días siguientes.
En el tiempo que llevaba viviendo con ellos no recordaba que saliera tanto, pero últimamente había estado queriendo salir mucho de fiesta. Gustavo de inmediato se negó a acompañarlo en sus aventuras, pero por mi parte con mi nueva perspectiva accedí a cada una de sus salidas.
No entendía como podía llevar esa vida y a la vez el trabajo, aunque si lo pensaba siempre había salido bien librado también de la escuela, solo una vez tuvo problemas que hasta mi padre intervino de manera severa, algo sumamente extraño en él.
Al principio, me mantenía sentado solo observando porque Leo en algún momento dado se desaparecía, pero conforme más fui saliendo más confianza agarré y comencé a seguir mi propósito, disfrutar la vida.
Me fui abriendo más a bailar con desconocidos, cuando mi hermano desaparecía, no me quedaba de otra que unirme algún grupito que estuviera cerca.
En algunas salidas llegué hasta besarme con alguien y me pareció increíble que no tuviera la expectativa de que fuera más allá de eso, ni siquiera que me importara quien era.
Me creí en la misma capacidad que Leo quien solía acabar con alguien al final de la noche y no ser más que eso.
Al fin me arriesgué y me dejé llevar un poco más, deje de preocuparme que bebía y me permití probar uno que otro coctel, aunque ya supiera como podía resultar eso.
Lo único que recuerdo de la última noche de mis andadas es la tercera copita con una bonita sombrilla amarilla.
De ahí no supe de mi hasta el día siguiente.
Desperté confundido, con un severo dolor de cabeza. Cuando pude reconectar mejor mi cerebro caí en cuenta que no estaba en ningún lugar que conociera y a lado mío estaba alguien que tampoco conocía.
Sentí pánico, jamás había hecho algo así, bueno al menos cuando amanecía sabía quién era quien estaba a mi lado.
La persona empezó a despabilar y se dio la vuelta hacia mí.
—Vaya, a la luz del sol te ves mejor —comentó somnolienta.
Se me fue el alma a los pies, era una chica completamente desconocida para mí.
—¿Quién eres? —pregunté de inmediato, ella me sonrió.
—Anoche dijiste que no importaba el nombre. Pero ya que preguntas soy Ale, un gusto—respondió sacando su mano debajo de la sábana haciendo notar que no traía nada más encima.
Por educación le estreché la suya.
—Supongo que es mutuo, yo soy Alan.
—Cuanta timidez de tu parte—comentó mientras se desperezaba incorporándose—muy diferente al de anoche.
—Lo que haya dicho o hecho fue producto del alcohol—me justifiqué, conforme más despertaba el raciocinio más se apoderaba de mí. Caí en cuenta de otra cuestión miré alrededor de la habitación donde había ropa tirada por todos lados, no quería ni saber que había pasado.
Sentí un alivio al ver un empaque plateado tirado en el piso, al menos no había sido tan grande mi estupidez.
—¿Quieres café? —preguntó la chica quien ya se había levantado y comenzado a vestirse.
—Lo mejor es que me vaya—contesté poniéndome de pie y empezando a vestirme, solo faltaba mi calcetín, lo busqué con la mirada intentando ubicarlo
—Ten, casi cae en la pecera—me dijo con una sonrisa mientras me pasaba la prenda, yo la tomé y miré de donde la había tomado.
En efecto, en la habitación sobre una repisa se encontraba una pecera mediana, tampoco quería saber cómo carambas acabo ahí mi calcetín.
—Bueno, fue un gusto. Me voy
Ella rio
—Nunca me habían hablado con tanta formalidad. Si quieres saber cómo están mis peces, anoté mi número en tu celular—me dijo guiñándome un ojo, no entendí si era algo con doble intensión, pero solo asentí tomé mis cosas y salí corriendo.
Por instinto intuí donde estaba la puerta y salí del departamento. No tengo la menor idea de cómo logré subir más de 5 pisos en el estado que me supongo que estaba.
Bajé todas las escaleras a una velocidad impresionante, cuando salí a la calle no supe mi dónde estaba.
Saqué mi celular para ver el maps, pero para mí mala suerte estaba completamente muerto.
Comencé a caminar hacia donde percibía más gente en busca de civilización.
Tenía la esperanza que un taxi pasara por ahí pero no había ni un alma.
Caminé no sé cuántas calles hasta que al fin encontré una tienda abierta.
El que atendía parecía que le dio cierta gracia mi extrañeza de no saber ni donde estaba, pero fue amable y me indicó como llegar a la avenida.
Fue una larga caminata y lo que la empeoraba era la cruda tanto física como moral.
Juré no volver a tomar sin conciencia después de lo que pasó con Marck y de lo que de nuevo hice, acabar con una completa desconocida con riesgo a dejar hijos desperdigados por el mundo. Cómo se me pudo ocurrir semejante locura.
Pasé el resto del camino recriminándome por mis acciones hasta que al fin divisé camiones, carros y gente.
Encontrar civilización me dio cierta tranquilidad, tomé un camión y me dirigí a casa, aunque tuve que tomar dos más para finalmente llegar.
Lo que me encontré cuando llegué no ayudó a mi dolor de cabeza que sentía que me taladraba, Gustavo ya me esperaba sentado en el comedor observando fijamente la puerta.
—¿Qué fue lo primero que te dije Alan? —me cuestionó apenas y entré.
—Se murió mi teléfono, lo siento en verdad. —respondí de inmediato.
—De Leo ya se como se las gasta y que desaparece por días, pero la última vez que tu desapareciste casi te encuentro tirado en el centro.
—Perdona, no quería preocuparte. —el suspiró, no dudaba que notaba la angustia en todo mi rostro.
—¿Quieres café? —me ofreció finalmente, accedí agradecido, me fui a sentar con él mientras me servía una taza—¿Qué pasó? —quiso saber.
Me fue inevitable soltarme a contarle lo que sucedió o al menos lo que más recordaba.
—No entiendo cómo es que Leo puede hacerlo, yo traigo una mezcla de sentimientos que ni puedo describir—concluí.
—Ay Alan, Alan, Alan. De todos tus hermanos ¿tuviste que seguir el ejemplo de él?
—Solo quise disfrutar un poco mas de la vida—respondí mientras tomaba un sorbo de café que me cayó de perlas.
—Hay otras maneras de hacerlo Al, por que no pruebas con retomar tus hobbies, bailar o cocinar yo qué sé.
—Creo que mejor debería enfocarme en encontrar un trabajo,
—¿Desde hace cuánto que trabajas? Realmente ¿Cuándo fue la última vez que descansaste?
Su cuestión era interesante, ni yo tenía respuesta, desde que cumplí la edad suficiente para entrar a trabajar en algo que fue a los 14 había estado trabajando, de empacador, cajero, mesero, chambelán y alguna vez hasta llegué a ser ayudante del cocinero.
—Pero ¿Cómo voy a descansar Gus? Es el peor momento para hacerlo, no puedo simplemente detenerme.
—Ay Alan que más te tiene que pasar para que te des cuenta de que necesitas un descanso, para ver las cosas desde otra perspectiva—suspiró, no le respondí.
No sentí que fuera necesario, como le dije no podía pararme a observar las cosas, debía seguir adelante.
Él no menciono nada más, me dejó preparada su bebida para bajarme la cruda y se fue a trabajar.
Después de conectar mi celular me puse a revisar si había fotos o videos, encontré algunos, pero ninguno pudo darme una idea de lo que pasó anoche, finalmente entré a mis notas donde en efecto la chica había anotado su número, me vi tentado en mandarle mensaje solo para disculparme, pero pensándolo era algo tonto así que lo dejé pasar.
Mi plan era que en los siguientes días descansaría lo suficiente para tener las fuerzas necesarias para empezar la búsqueda de un buen empleo.
Leo se apareció por la tarde y le acabé platicando sobre mis aventuras nocturnas, extrañamente no reaccionó como hubiera esperado, pero lo dejé pasar, al fin y al cabo, últimamente había estado actuando un tanto extraño, no supe la razón hasta dos días después.
Iba saliendo tranquilamente de bañarme cuando una voz clamó mi nombre, sentí que la piel se me erizaba, que recordara no había nadie en casa.
Me amarré la toalla a la cintura y traté de salir con valentía, aunque las piernas me temblaban.
Resultó ser que no era algún espíritu maligno sino Leo o al menos eso creí hasta que vi su cara, parecía que había sido poseído.
—¿Necesitas un exorcismo? —Cuestioné examinándolo.
—¡Necesito respuestas! —exigió.
—¿De qué? — Aun no entendía que estaba pasando.
—¡De cierta llamada de cierto sujeto! — vociferó, pocas veces lo había visto tan alterado.
Empezaba a captar de que me hablaba, estaba cayendo en cuenta que se había tardado demasiado tiempo Joaquín en llamar.
—¿Ya te llamó? —respondí con una voz débil.
—¡Alan! —me gritó. Yo me fui con prisa al cuarto, para enfrentarlo primero necesitaba vestirme— Alan ven acá— me exigió siguiéndome —¿Cómo por qué...? ¡dime cuando! ¡dame una respuesta!
—Deja me pongo algo— pedí.
—¡Habla! —Gritó ignorando por completo mi petición
Me resigné a quedarme a si, comencé a decirle lo que quería saber.
—Me lo encontré a principios de año, estuvimos platicando y cuando nos despedimos me pidió mi número, pero creí prudente que primero hablara contigo y...
Al escuchar lo último se me abalanzó y yo salí huyendo hacia la sala.
—Alan García Castro— pronunció con una voz amenazadora.
No podía recordar si alguna vez se había puesto de tal forma, acabé trepándome al sillón en un intento de estar lejos de su alcance.
—¿¡Como se te ocurre semejante cosa!? ¡Eso es traición!
—Oh vamos Leo cuando te ha importado tanto una chica ¿no vale más tu amistad con él? —Eso contrario de calmarlo lo alteró más, estaba por agarrarme cuando la puerta de la entrada se abrió.
Desde mi posición pude observar que se trataban de Gus y Mariana, quien tenía una cara de espanto.
—¡Madre de dios! —-expresó mi hermana—¡Alan! ¡no quería volver a ver eso! —Gritó
—¡Ten decencia! —dijo Gus mientras le tapaba los ojos a Bu con las manos.
No entendí su escándalo hasta que caí en cuenta que Leo al momento de querer alcanzarme había jalado la toalla misma que era lo único que me cubría.
La tomé de nuevo y volví a taparme.
—¡Acabas de traumarme más! —chilló Mariana que sacudÍa la cabeza de un lado a otro—¿¡porque nunca te pones, aunque sea un chon!?
—¿Ya había pasado algo así? — Quiso saber Gus que ya la había soltado.
—Alguna vez que salió del baño se le atoró la toalla con la puerta, fue horrible— contestó sacudiéndose con brusquedad.
—Y a todo esto ¿Qué haces ahí? —cuestionó.
—Huía—respondí.
—Es cierto ¡Yo quería hacerte carnitas! —gritó Leo recuperando su ímpetu, se acercó de nuevo a mí, pero Mariana lo jalo.
—¡Deja que se vista! Va a volver a pasar otra desgracia que no quiero ver—suplicó.
—¿Por qué estas tan alterado Leo? —mi hermano estaba completamente extrañado
—¡Este imbécil le dio mi número a Joaquín! —respondió sin bajar el tono de voz.
—Ay Alan te lo dije—exclamó suspirando.
—¿Te lo dije? —esta vez Leo puso su atención hacia mi otro hermano—¿Acaso sabías?
—Bueno, si algo me dijo cuando llegó, pero...—dijo con cierto temor dada su ferocidad.
—¡Que hermanos tengo!
—¿Alguien puede explicarme de que demonios hablan? —exigió Mariana.
—Alan se encontró con Pato a principios de año—le contó Gus.
—¿Pato? ¿Nuestro Pato? —preguntó emocionada.
—Si, ese Pato—le confirmé aprovechando la distracción para bajarme por fin.
—¡Han pasado años! Nunca supe que pasó.
—Joaquín besó a la novia de Leo en una fiesta y por eso se pelearon—Gustavo la puso al fin al corriente.
—No era mi novia—dijo el aludido.
—Bueno, la que te gustaba.
—Tampoco. ¡No puedo con esta familia! —sin decir más salió de la casa dando un portazo dejándonos a todos con más preguntas que respuestas.
—Ves Alan tenía razón—habló Gus hacia mí.
—¿Estas concluyendo que Joaquín lo engañó? —concluí, pero entonces caí en cuenta— ¿¡O sea que si estaban saliendo!? —pregunté estupefacto.
—¿Joaquín y Leo? —de nuevo preguntó Mariana que parecía aún más confundida que nosotros.
—¿No te lo había dicho? —nuestra conversación prosiguió ignorando a nuestra hermana.
—Pero...
—Por favor, Alan, él mismo lo dijo. No era ni su novia ni le gustaba ¿Entonces por qué se molestó tanto con él? —mis engranajes parecía que se habían oxidado un poco con el baño que me acababa de dar.
—Vaya, ahora que lo pienso...—esta vez le prestamos atención a Bu.
—¿Qué niña? —le preguntó Gustavo.
—Bueno, no se. Cuando llegué a salir con ellos me daban una sensación extraña, como si fuera con mis padres ¿Me entienden? así como cuando estás de mal tercio.
—¡Hasta Mariana lo notó y era una niña! —exclamó triunfante.
Me senté en el sillón analizando la informacion, por un momento me sentí realmente mal hermano, acababa de regresar a su vida una persona que le había lastimado.
—Soy un pésimo hermano—me lamenté, Gus se sentó a mi lado.
—Tu no sabías Alan—intentó consolarme, en eso tenía razón después me di cuenta de algo que hizo que el sentimiento se disparara
—Bueno compruebo que el karma existe.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Mariana que estaba parada observándonos
—Por él tuve que regresar a ese maldito departamento—respondí.
—Él tampoco sabía Alan. —me recordó—eso les pasa por no sincerarse con sus hermanos.
—¿Ahora de que están hablando? —nos cuestionó mi hermana.
Gus me miró como preguntándome si podía contarle, yo mismo me encargué de contarle a grandes rasgos.
—Digamos que con la persona con quien vivía tuve algunos problemas y me salí, pero por Leo tuve que regresar a su departamento y me lo tuve que topar de nuevo.
—¿Es entonces cuando viniste con Gus?
—Eh si, algo así—no quería contarle todas mis aventuras después de eso, me bastaba con que supiera lo que acababa de contarle.
—¿Y por qué nadie me cuenta nada? —se lamentó mi hermana, Gus y yo nos miramos tratando de encontrar una respuesta sino razonable al menos justificable, cuando la tranquilidad que había recuperado la casa de nuevo se extinguió dado que entró Andrés empujando la puerta como si entrara a una cantina.
—¿¡En que carajos pensabas Alan!? —me gritó apenas y puso un pie en la casa.
Los tres lo miramos confundidos, nuestras discusiones solían ir subiendo de nivel y no empezaban directo al punto.
—¿De que estas hablando? —pregunté levantándome para encararlo.
—¡No puedo creer que seas capaz de hacerle algo así a tu propio hermano! —me recriminó sin responderme...
—¡Yo solo actué creyendo lo que era correcto! —contesté al comprender a que iba su reclamo.
—¡Es que tú no te enteras!
—¡Si hubiera sabido no habría hecho nada!
—¡Entonces si no sabes mejor no metas tu cucharota!
—Está bien ya basta—intervino Gus al notar que esa discusión iba subiendo de tono—Andrés te calmas, esto es un tema que tiene que hablar con Leo, y tu Alan vete a vestir que se te va a encoger algo o te vas a volver a enfermar.
—Vámonos Mariana—dijo Andrés casi gritándole.
—¿No puedo quedarme? —suplicó.
—Mañana tienes escuela y no tienes todos tus libros—le recordó Gus.
—Pero está hecho una fiera ¡me va a comer viva! —exclamó Mariana abrazándose a su hermano.
—Andrés, quiero íntegra a Mariana—le exigió Gus, el aludido le bufó y a Bu no le quedo de otra que ir tras él.
Una vez que se fueron yo me fui a vestir, acababan de pasar demasiadas cosas en muy poco tiempo. Intenté hacer memoria de todas las veces que vi a Leo con Joaquín, pero ningún recuerdo me hizo darme cuenta de alguna señal.
Se me vino a la mente el costal por el que me mandó, entonces recordé las letras bordadas. Tenía sentido que fueran las de ellos, también tenía sentido que Leo estuviera tan desesperado por encontrarlo, todo comenzaba a encajar. Entonces, el verdadero motivo por el cual se pelearon no fue por una chica sino por una traición, me fue inevitable sentir cierto coraje hacia Joaquín, por mucho que me cayera bien y lo considerara como de la familia, Leo seguía siendo mi verdadero hermano y no me gustaba saber que alguien le había hecho daño.
En los días siguientes Leo no se apareció por la casa, lo cual me hizo sentir peor, porque me hacía pensar que me estaba evitando, era comprensible. No me sentí en la capacidad de mandarle mensaje y dudaba que respondiera ya que en el grupo donde estábamos los 5 nunca llegó a contestar siquiera con algún sticker.
Dejé de lado la preocupación de mi hermano por una más, el diez de mayo. El año pasado no me había puesto siquiera a pensar en ese día porque estaba muy fresca mi discusión con mi madre, pero ahora las cosas eran de alguna manera distintas, aunque no había cruzado palabra con ella en todo ese tiempo mi perspectiva de la situación había cambiado ligeramente.
Como accedí por fin a reunirme con todos, Gus pensó que lo más sensato era que la primera reunión después de semejante problema se diera en una zona neutra por lo tanto el festejo se dio en un restaurante, Andrés llegó ahí con mis padres y mi hermana, mientras que Gus y yo llegamos por nuestra parte, temía que esta vez el que se ausentara y de nuevo por mi culpa fuera Leo, pero para mí tranquilidad llegó poco después.
La comida fue bastante tranquila contrario a lo que me esperaba, aunque quizás ayudaba que estuviéramos rodeados de personas, la conversación se dio principalmente entre mi padre y mis hermanos, mi mamá apenas y habló al igual que yo, algo que me dio aún más calma es que el ánimo de Leo estaba como siempre.
Cuando terminamos de comer salimos del restaurante y fuimos a un jardín cercano donde nos tomamos algunas fotos, yo mantuve cierta distancia con mi madre pese a ser su día, finalmente cuando ya se hacía noche empezamos a despedirnos, fue el momento en que no pude seguir evitándola, sin saber cómo actuar la abracé, fue un abrazo un tanto tieso, pero extrañamente no incómodo, me reconfortó bastante y me hizo recordar los momentos buenos que tuvimos pese a todo.
—Feliz día—le dije, ella me palmeo.
—Gracias.
Y esas fueron todas las palabras que cruzamos después de tanto tiempo, los demás siguieron despidiéndose y yo aproveché el momento para hablar con Leo.
—¿Dónde has estado? —quise saber, él me sonrió.
—He estado por aquí y por allá—me respondió con su tono habitual.
—Lo siento, en verdad no creí que fuera algo malo.
Leo me sonrió y luego me abrazó.
—Tranquilo enano, debí contarles las cosas.
—Entonces...Tú y él ¿Si fueron? —me fue inevitable querer confirmar, no me respondió solo se alzó de hombros, después fuimos interrumpidos por que Andrés casi se lo lleva de la oreja, a veces me hacía preguntarme quien era el mayor de ellos.
Leo se fue con Andrés, mis padres y Mariana mientras que Gus y yo tomamos nuestro camino a su casa por la cuestión de trabajo, aunque por mi parte solo había sido para disimular la falta de él.
Por la noche me quedé pensando en que algo cambió en la actitud de mi madre, no dudaba que se debía a que había tenido alguna charla con mi padre que la estaba haciendo cambiar un poco, a fin de cuentas, él era quien siempre abogaba por nosotros con ella.
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