Estés en donde estés
Esa primera noche sin la lámpara de lava encendida fue inquietante aunque pude dormir tenía la sensación de que algo me faltaba, tampoco ayudó a mi descanso el hecho de que Ikki estuviera como alma en pena toda la noche, usualmente daba algunas vueltas entre nuestros respectivos cuartos , iba a tomar agua y finalmente se echaba a mi lado pero en esta ocasión estuvo muy intranquilo, se acostó conmigo y tras un rato se volvió a ir y a si estuvo toda la noche hasta que en una de sus vueltas tardó en regresar.
No le di importancia ni siquiera tenía la intención de pararme averiguar a donde había quedado, pero mi celular volvió a vibrar, ya tenía un buen rato que había estado vibrando el mismo que traté de ignorarlo.
El sol ya entraba por la ventana por lo que empecé a despabilar, finalmente tomé mi celular y vi la pantalla, tenia varios mensajes del grupo con mis hermanos, aunque no se comparaba a los de mi hermana ni menos a las llamadas perdidas de Oscar, no eran ni las nueve de la mañana.
Me puse de pie despacio estirando cada parte de mi cuerpo hasta finalmente quedar erguido.
—Ikki —llamé al perro, pero no hubo respuesta, sentía su ausencia, salí de la habitación y noté que la de enfrente estaba abierta de par en par por lo que significaba que Marck no estaba—¿Dónde estás perro loco? —volví a llamarlo sin respuesta empecé a preocuparme.
Dando trompicones caminé hacia la cocina y luego a la zotehuela ni huella del canino, regresé al comedor justo cuando la puerta se abrió y un perro enorme se fue sobre de mí.
Solo veía y sentía un bulto peludo que me lengüeteaba.
—Cálmate tu, ni chance le diste de nada—exclamó la voz de Marck quien supuse estaba tratando de agarrarlo, finalmente lo logró. Me incorporé topándome de frente con él, evadí su mirada y me levanté rápidamente, notando su buena intención de ayudarme a pararme
—¿Lo sacaste? —cuestioné sacudiéndome la ropa, el can tras su efusivo saludo se fue a tomar agua.
—Si, me fue a buscar—explicó, cuando aquel apareció y frotó su hocico en su mano
—Me hubieras hablado—me sentaba mal el hecho de que se encargara de Ikki quien era mi responsabilidad, Marck se alzó de hombros.
—Supuse que debías estar cansado, ayer llegaste noche—respondió, por un momento su mirada volvió a ir hacia mi cuello—además es su último día de Ikki, voy a echarlo de menos.
Marck parecía haberse encariñado bastante con el perrito.
—Le compré algo —dijo sacando una bolsa de su sudadera, me mostró un suéter azul con dibujos con renos, copos de nieve y arbolitos—Está empezando a hacer frio.
—No te hubieras molestado—dije asombrado por el detalle, Marck de nuevo se alzó de hombros restándole importancia.
—¿Se lo ponemos?
—Si, esta bien
No hubo mucho problema en ponérselo, Ikki se quedó quietecito, eso era porque ya estaba costumbrado a que Oscar le comprara cada cosa que yo solo pensaba pobre perro, alguna vez a saber de donde se la consiguió le plantificó una chaqueta negra al estilo de vaselina.
Una vez que quedó vestido nos quedamos parados en medio de la estancia entre el comedor y la sala, por alguna razón me sentía más incómodo que ocasiones anteriores, quizás se debía a lo que había escuchado anoche, el saber que pensaba y sentía cambiaba mucho las cosas.
—¿Quieres café? —me ofreció rompiendo el silencio.
—Pensé que lo habías dejado—respondí. Era su bendita costumbre de todas las mañanas cuando vivía con él, me sorprendía como su cuerpo se mantenía tan sano.
—Llega una edad que ya es inevitable—respondió.
—Aceptaré una taza—accedí, necesitaba resucitar, Marck fue hacia la cocina y después de algunos minutos regresó con dos tazas, me dio la que era mi favorita. Ni siquiera supe como sabía ese detalle.
—Gracias—musité.
—Ya tiene azúcar, solo una para que no se endulce mucho, también le eché canela y un poco de leche.
El hecho de que siguiera recordando esos detalles me ponía de nervios, agradecí de nuevo haciendo un gesto con la mano, escuché a lo lejos mi celular vibrar por enésima vez, no podía seguir escapando.
—Tengo que responder—dije, Marck asintió.
—¿A que hora hay que salir? —cuestionó antes de que me fuera.
—A mas tardar a las dos, por si hay tráfico—volvió a asentir imité el gesto y fui hacia mi habitación con Ikki detrás de mí.
—¿No quieres hablar con tu dueño por mi? —le pedí, el can ladró con entusiasmo, bueno fuera que pudiera decir algo mas que guau.
Tomé mi celular que dejé en la cama, el montón de llamadas ya superaba a treinta, estaba a punto de regresar la llamada cuando volvió a vibrar, contesté.
—¡Finalmente! Pensé que ya te habías muerto, pareces uno de hecho —añadió viéndome desde el otro lado de la pantalla.
—Lechugo como fresco—exclamé.
—A ver, Alancito—en todos esos años de amistad muy pocas veces me decía así.
—¿A que se debe ese Alancito? —cuestioné.
—Explica eso que subiste, pero antes espera—alguien se conectó a la llamada
—¡Ali! —gritó mi hermana apenas apareció su cara—¡Exijo detalles! —gritó con entusiasmo.
No esperaba que Boo se uniera, pero lo agradecí así me evitaba una doble explicación, trate de contarles como fue la situación y en que términos seguía con Braulio antes de que llegaran a una conclusión, pero con ese par fue imposible, para Oscar el año siguiente iba a acabar amarrado y por parte de Mariana ya no escuchaba razones, le entusiasmaba que por fin me arriesgara a intentar algo nuevo. Fue una larga conversación con poco sentido donde los dos acabaron divagando de todo y nada, por eso se llevaban tan bien. Al final la conclusión a la que llegamos fue que se alegraban por mi y que estarían conmigo en cualquier momento.
Cuando colgamos, me quedé acostado mirando el techo con el celular en la panza e Ikki sentado en el piso con su cabeza recargada en la cama mirándome, parecía saber que necesitaba compañía, no solía quedarse tan quieto.
—No quisiera dejarte—le dije mientras rascaba sus orejas—Pero aquí apenas y puedes moverte—dudaba que pudiera entender, para el solo sería que de nuevo lo abandonaron. Llevarlo a mi casa con mis padres sería caótico, entre tantas personas y un niño apenas cabíamos nosotros, no quedaba de otra.
Alguien tocó la puerta haciendo que Ikki alzara la cabeza.
—Hice el desayuno—musitó una voz del otro lado, eso fue música para los oídos del can por que perdió la quietud, comenzó a ladrar y empujar la puerta.
—Voy—respondí, me levanté y abrí la puerta, Marck ya se estaba sentando, mi compañero peludo corrió disparado hacia él y le puso dos patas en la pierna.
—Oliste el tocino ¿Verdad? Por ser tu ultimo día te daré—le dijo acercándole una tira, el perro lo tomó casi con todo y mano.
—No te hubieras molestado —exclamé sentándome frente a él.
—Alguien alguna vez me dijo que no era nada sano solo desayunar café.
No dije nada, solo observé el plato frente a mi dónde había dos huevos estrellados, justo en el punto que mas me gustaban, comencé a comer. Marck hizo lo propio una vez que se pudo quitar a Ikki de encima, fue un desayuno silencioso, yo apenas y pude tragar, sentía un nudo en la garganta que me impedía pasar cada bocado.
Cada bocado tenia un saborcito a recuerdos y comprendí el porque de sus lagrimas cuando le hice los chilaquiles, aunque las circunstancias eran diferentes, el sentimiento era el mismo, era algo preparado por sus manos, hacia tanto tiempo que no probaba algo hecho por él.
El silencio era algo tan incómodo que hice algo que no me gustaba hacer cuando comía con otras personas, me puse a revisar mi celular aun tenia pendiente los mensajes de mis demás hermanos, me parecía increíble la cantidad de notificaciones que tenia del grupo.
La conversación la empezó Leo dando aviso de lo que acababa de subir, Gustavo fue el que siguió respondiendo bastante sorprendido y sin comprender en qué momento me acerqué a su compañero, Andrés no parecía agradarle la idea mientras que Mariana exigía contexto, al final la conversación acabó desviándose, terminando con Leo preguntando que haría mamá de cena para este año, suspiré, el día que fuera ayudarla me esperaba un largo interrogatorio.
Cuando terminamos, alzamos los trastes y aun sin pronunciar palabra nos dividimos las tareas, terminó de guardar las cosas que ocupamos mientras yo lavaba los platos, había cosas como estás que estábamos ya tan acostumbrados que ya no era necesario organizarnos verbalmente.
Una vez que quedó limpio me dediqué a preparar las cosas de Ikki, cada vez parecía presentir lo que iba a pasar porque fue detrás de mi siguiendo cada paso que daba y cuando me distraía escondía algo suyo, hasta lo cache queriéndose llevar su plato.
—Yo también quisiera que te quedaras mi estimado amigo peludo—dije tratando de quitárselo de entre los dientes—pero vas a estar mas cómodo allá y tendrás compañía perruna.
Su respuesta fue un intento de ladrido, pero como tenía el hocico ocupado salió más como gruñido.
—Perro loco suelta el plato—pedí batallando, solo logré convencerlo con un tocino que quedó, todavía lo pensó si valía la pena soltar su plato por ese pedazo de embutido, finalmente lo soltó para poder comerlo.
—Estoy listo—anunció Marck entrando a la cocina, mientras estaba batallando con Ikki se metió a bañar dado que de ahí se iría al trabajo según me dijo.
—El Uber llega en diez minutos—respondí, fue un verdadero milagro hallar un carro con las dimensiones necesarias para trasladar a un perrote, la persona frente a mi asintió con la cabeza, después llamó a Ikki y fueron a la sala donde se pusieron a jugar, saqué mi celular y me atreví a tomar un video corto.
Se veía como una escena muy hogareña, Ikki jugando con Marck con su suéter Navideño con la casa decorada adoc a la época, solo en ese momento pude apreciar una sonrisa sincera, casi como la que recordaba, parecía ser el mismo Marck que conocía.
Tuve que interrumpir el momento porque nuestro conductor llegó, tomé la mochila de Ikki y su correa.
—Vamos tu—pedí intentado moverlo, pero parecía que se había clavado al piso.
—Ikki—llamó Marck tratando de ayudar a convencerlo.
—¿Que estoy moviendo un elefante? —cuestioné. —No debió comer tocino—dije jalándolo.
—Tengo una idea—dejo de intentar y fue hacia la cocina, regresó trayendo un tocino en la mano.
—Ven Ikki—lo llamo poniéndose en la entrada, el perro olfateó y miró hacia Marck, parecía tentado, pero aún no convencido—¿Te vas a resistir? —le quitó un pedacito que se comió—Mmm tocino—exclamó.
El rabo de Ikki parecía que estaba a punto de sucumbir, Marck se comió otro trocito.
—Y es el último—exclamó, el perro no resistió y ladró como exigiendo que parara esa tortura.
—¿Entonces vienes? —cuestioné, finalmente con resignación se puso a cuatro patas y comenzó a caminar mientras Marck iba enseñándole el tocino hasta que llegamos fuera del edificio, Ikki se lo arrebató, pensamos que ya solo era cuestión de subirlo pero en los tres segundos que busqué a nuestro conductor y que me aseguré que fuera él, Ikki se jaló conmigo incluido, tardé en procesar que me traía de cometa, reaccioné justo a tiempo antes de que se aventara a la avenida, me clave en el piso tratando de detenerlo.
—¡Ikki! —exclamé jalándolo hacia la calle, jalé de la correa en un vano intento de contenerlo—Perro loco te tenia que dar lo fugitivo—seguí batallando hasta que sentí que alguien me abrazaba por detrás y que sujetaba la correa. Ya con mas manos, logramos regresar al can a la banqueta lejos de los carros, Marck que fue quien ayudó se alejó de inmediato, no sabía si tenía el pulso acelerado porque casi se me escapa Ikki, o casi muero atropellado o Marck se había acercado demasiado, o todo ello.
El perro se quedó sentado a un lado nuestro desistiendo de su plan fuga, parecía que entendía que estuvo mal lo que acababa de hacer porque se quedó como si fuera de piedra.
—Perro loco, casi nos matan, si te vas con San Pedro menos vas a ver a Oscar—exclamé viendo mis manos que estaban rojas del esfuerzo de jalar la correa, Ikki no expreso nada, siguió como estatua.
Recuperados del susto regresamos con el conductor que por fortuna se tomo con humor la situación, nos hizo la plática o más bien me la hizo a mí porque Marck que iba detrás con Ikki apenas y dijo buenas tardes, agradecí que fuera una persona sociable por que no hubo oportunidad de mencionar lo que acababa de pasar, el tenerlo tan cerca me había erizado hasta la médula.
Por fortuna, la entrega de Ikki fue más sencilla después de su intento de fuga, mansito bajo del carro, aunque aplicó la técnica de cachorro, mirándonos suplicante de que no lo abandonáramos, nos agachamos a acariciarlo y hablarle bonito para que se sintiera seguro, finalmente se convenció al ver un amigo can que al parecer ya conocía, como buena cría corrió hacia el olvidándose de nosotros.
—Va a estar bien—nos aseguró la encargada.
—Si, no es la primera vez que viene—respondí sonriendo.
—Ay ya sé, Ikki es un amor de perro—exclamó.
—Excepto cuando le da lo Chapo—mascullé.
—¿Complicaciones? —preguntó divertida.
—Como no tiene idea, bueno estas son sus cosas—dije recordando la mochila.
—Perfecto, por cierto, que lindo suéter—añadió con una sonrisa amable, nos despidió y se fue hacia adentro del establecimiento
Nos quedamos un momento de pie sin saber exactamente que hacer o decir.
—¿Vas hacia la casa? —su pregunta me erizo la nunca, asentí con la cabeza—Pues vamos a tomar el camión— sugirió, de nuevo no di respuesta con palabras simplemente empecé a caminar—Yo voy hacia el trabajo, pero la misma ruta me encamina—me contó como tratando de mantener una conversación casual, yo seguí mudo, comunicándome solamente con la cabeza por lo que acabó desistiendo. Caminamos en silencio unas cinco calles de donde estábamos hasta la parada, una vez ahí nos sentamos en la banquita que había, éramos los únicos en el lugar lo que me ocasionaba sentirme incómodo.
De nuevo me evadí en mi celular de todas maneras debía avisarle a Oscar.
«Misión cumplida» escribí, me respondió de inmediato.
«Lo sé» insertó una carita llorando y una foto de Ikki muy feliz con otros perros.
«Casi me mata» añadí
«Ya sabes que es bien complicado llevarlo» respondió
«No había sentido peligrar mi vida» repuse
«Es que no estaba Tita, solo a ella le hace caso, con esa miradita que tiene hasta a mí me amenaza» puso una carita riendo «Por cierto, que bonito suéter, no esperaba que Navidañearas a mi perro.»
«No fui yo, fue mi inquilino»
«Uy ¿Está queriendo hacer méritos con el sobrino?» Cuestionó poniendo una carita incitadora
Mi respuesta fue un gif de un gato enojado.
—Qué energía tiene—exclamó quien estaba a un lado de mí, quería seguir ignorándolo, pero mi educación me lo impidió, dejé de lado mi celular
—Sorprendente para su edad—reconocí —eso me preocupa—solté sin poder evitarlo.
—¿Qué cosa? —quiso saber Marck.
—Qué sea tan enérgico cuando ya tiene más de diez años, siento que no ayuda a hacerse a la idea de que más temprano que tarde algo le pase y para Oscar, Ikki es su vida.
Marck me sonrió con comprensión.
—Si tiene tanta energía es que aun vivirá muchos años—me aseguró —y cuando parta podrá superarlo porque te tiene a ti como amigo.
Lo miré sin comprender lo que decía.
—¿Qué quieres decir?
—Tienes magia para sanar corazones—su respuesta me dejo perplejo, no pude seguir mirándolo de frente, Marck no solía dar ese tipo de respuesta—Fuiste una parte clave para que pudiera salir adelante después de años de que mi mamá falleciera, por lo que si él te tiene es seguro que eventualmente podrá ir superándolo.
Mis manos sudaron, y el pulso se me aceleró más, no pude dar una respuesta ante tal declaración, agradecí que el sistema de transporte fuera extrañamente eficiente y por fin llegara nuestra ruta.
Una vez arriba nos separamos porque estaba lleno, yo quedé en medio mientras que Marck acabó hasta al final, poco antes de llegar se despidió de mi con la mano, indicándome que bajaba ahí, fue cuando pude volver a respirar.
Llegué al departamento con una mezcla de emociones, por un lado, el lugar se sentía realmente vacío, habían sido pocos días, pero ya estaba acostumbrado a Ikki, volví a sentirme un poco solo como cuando el y su dueño dejaron la casa, por el otro lado estaba de nervios después de la convivencia con mi inquilino, parecía que entre menos quería relacionarme con él, más la vida decidía ponerlo en mi camino, al menos esperaba que ahora sin Ikki podría volver mantener la distancia
No pude seguir rumeando mis pensamientos porque Braulio me marcó. Sonaba entusiasmado con los preparativos que estaba haciendo para su viaje el cual se daría el viernes, en algún momento intervinieron sus sobrinos en la llamada pidiéndome que los visitara un día de estos, era increíble que con una sola tarde conviviendo ellos ya me hubieran adoptado como su tío, aunque no me desagradaba.
Conversamos otro rato y finalmente dimos por terminada la llamada, aunque tardamos en despedirnos de no ser porque a su celular se le acabo la pila hubiéramos seguido otro rato más.
El silencio de nuevo reino en mi departamento, aunque era relativo, arriba podía oír a una señora yendo y viniendo por su sala, en algún otro piso parecía que discutían y sabrá que vecino escuchaba unos corridos, sin embargo, mis pensamientos eran más fuertes que el ruido ambiental.
Me quedé un momento viendo el techo, pero antes de que volviera a ser abrumado por mi mente me levanté con decisión, fui hacia mi habitación, busqué una caja debajo de la cama y guardé mi lámpara de lava, no encontraba modo de deshacerme de ella por lo que lo mejor para mi salud mental era quitarla de mi campo visual.
Lo único que quedaba cerca de mi relacionado a Marck, era el mismo, no tenía la menor idea de cómo iba su situación, pero en verdad deseaba que para el próximo año pudiera salir adelante, no solo por su propio bienestar sino por el mío también.
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