Si pasaba otra noche en vela yo ya no nada más me iba a sentir sino también a ver como de 40, después del sueñito que tuve con Oliver me desperté al día siguiente con la canción de María José titulada "Un nuevo amor" lo cual me dio ánimo, su melodía te daba ese punch decisivo para dejar atrás a una persona y darte la oportunidad con alguien más.
Con esa actitud me levanté temprano pese a sentirme cansado, me metí a bañar, me rasuré, aunque lo que me salía de barba parecía más embarrada de mole, y me puse a escoger mi ropa. Aunque no era una cita oficialmente, quería verme bien. Una vez que me sentí que podía conquistar al mundo fui por algo que desayunar, había estado tan concentrado que no puse reparo en si Marck estaba o no, la puerta de su cuarto estaba abierta por lo que significaba que ya se había ido.
Aun con María José en la cabeza me preparé un cereal y me senté a comerlo, desde el comedor pude ver la ofrenda que no estaba ni cerca de serlo, miré mi celular habíamos quedado de vernos a la una, por lo que me daba tiempo de ir a buscar, aunque sea unas flores para que se viera más decente, quizás no podía ponerles comida, pero al menos si hacer que pareciera lo que era.
Me apresuré a terminar mi cereal y me fui al mercado, me encantaba la ubicación del departamento por que todo estaba cerca, disfruté la caminata hacia mi destino, escuchando música y con la idea de que hoy sería un buen día, cuando llegué al mercado busqué cempasúchil, pero acabé aprendiendo algo, nunca buscarlas el mero día, ya no había. Apenas y conseguí un mísero ramito que apenas tenías tres flores más despelucadas que yo por la mañana.
Debí suponerlo, el mercado estaba lleno de gente pese a ser temprano todos estaban buscando de último momento lo que les faltaba para sus ofrendas, aunque me recorrí toda la zona de florerías fracasé en mi búsqueda.
Me resigné y me fui hacia la salida cuando en una florería apartada de las demás vi un ramo de Alhelíes. Recordé que Marck había mencionado que eran las favoritas de su madre por lo que las compré, la difunta señora, que en gloria este, no tenía la culpa de lo que había hecho su hijo. Al menos tendría algo de color y aroma la ofrenda, no creía que les disgustara a mis parientes.
Regresé a la casa, entre distraído cantando entre dientes aun la misma canción de la mañana, no noté la presencia de nadie hasta que "nadie" me llamó.
—Alan
Miré entre las ramas de las flores, me sorprendió un poco ver a Marck frente a la ofrenda.
—Pensé que te habías ido a trabajar. —respondí acercándome.
—Hasta la noche. —respondió, asentí con la cabeza, aunque dudaba que ese gesto se viera.
—Ten—dije extendiéndole el ramo, pude tener más visibilidad una vez que las tomó, noté que me miraba asombrado y se le estaba poniendo la nariz roja, en el pasado me gustaba cuando pasaba eso, parecía un tierno reno avergonzado, sin embargo, en este momento me irritó—son para tu madre—aclaré antes de que su mente divagara más.
—Ah gracias, muchas gracias. —respondió con un poco de desánimo,
—No pude conseguir Cempasúchil ni ninguna otra flor.
—Traje una maceta—señaló tras de si— y también conseguí algo de fruta, y los cigarros de tu tía, no quiero que nos visite—bromeó.
Apenas y pude hacer una mueca cercana a lo que podría ser una sonrisa.
Sin decirle nada comenzamos a arreglar la ofrenda, en pocos minutos conseguimos que se viera más decente, para mi suerte justo cuando terminamos Braulio me habló por teléfono.
—Me desocupe antes ¿Estas listo? —me preguntó.
No había mejor oportunidad que esta.
—Claro—exclamé quizás con un excesivo entusiasmo. Sentí que Marck me miraba de manera disimulada—Si quieres recógeme en la Alameda.
—En un momento estoy ahí—exclamó, en su voz pude notar una sonrisa que no pude evitar imitar, colgamos la llamada.
—¿Vas a salir? —preguntó Marck con timidez.
—Si, gracias por lo que trajiste, con permiso—dije con una formalidad con la que hacía mucho no le hablaba, hice una inclinación con mi cabeza como agradecimiento y salí del departamento, había sido un momento demasiado incómodo.
Aunque no sabía cuánto tiempo tardaría en llegar prefería esperar en el lugar acordado que en mi casa.
Me fui a sentar debajo de un árbol y me entretuve mirando a las familias pasar, algunos llevaban flores probablemente iban camino al panteón, otros traían a sus hijos disfrazados hasta pasaron varios perritos también con disfraz disfrutaba estos días, ver toda las tradiciones y las combinaciones qué se hacían. Braulio llego 10 minutos después casi corriendo.
—¿Llevas mucho tiempo esperando? —preguntó resoplando, negué con la cabeza sonriendo.
—Realmente no.
—Bueno aquí tengo el saco—dijo mostrando un porta trajes.
—¿Lo mandaste a lavar?
—Era mi intención, pero no encontré ningún lugar abierto.
Lo tomé
—Gracias, no te preocupes no tenías por qué molestarte.
Ambos nos quedamos viéndonos de frente sin saber que más hacer o decir.
—¿Qué quieres hacer? —preguntó
—Podemos ir a ver las ofrendas—sugerí señalando hacia el centro qué estaba cruzando la calle.
—La verdad es que no me gustan los tumultos, además siempre ponen lo mismo.
—Ah—solté, a mí era algo que me encantaba a hacer, pero lo acepté, ya que estaba en la disposición de probar cosas nuevas.
—¿Porque no vamos a comer?
—Claro —acepté de inmediato ya qué solo tenía en el estómago el cereal y ya comenzaba a pedir algo más—Podríamos ir a comer... —estaba a punto de sugerir algo cuando me atajo.
—Conozco un restaurante que seguro te va a encantar.
—Ah bueno vamos—acepté manteniendo mi mentalidad de total apertura. —¿Cómo llegaste?
—Vine en mi moto, no está muy lejos de aquí. Dame el saco, lo llevo por ti.
—Gracias.
Tenía mis dudas respecto a su medio de transporte hasta el momento jamás me había subido a una y era algo que no estaba en mis planes, tras unos cuantos pasos llegamos al vehículo. No sabía mucho de motos, pero se veía genial y no dudaba qué se viera mejor con Braulio en ella.
—Solo traigo el casco de mi hermana, pero está un poco decorado—me dijo mostrándomelo al parecer sus hijos se habían encargado de decorarlo, tenía manchas de pintura, flores, mariposas y cosas que no tenían una forma específica.
—No me importa—respondí tomándolo en mis manos.
—Déjame ayudarte—dejó el porta trajes sobre la moto, se acercó a mí y tomó el casco—Estas temblando —observó
—A decir verdad, es la primera vez que me subo a una moto—confesé mientras me lo ponía.
—Tranquilo manejare despacio—me dijo dándome una sonrisa tranquilizadora. —si tienes miedo de caer puedes abrazarme, con confianza. ¿Estas listo?
No lo estaba realmente, pero asentí con la cabeza y me subí una vez que él lo hizo, arrancó y se unió al tráfico, cumplió en manejar lento pese a eso me fue inevitable agarrarme de él, no sabía si una vez abajo quisiera repetir la experiencia. Tras algunos pocos minutos llegamos a un restaurante que pasaba desapercibido, oculto en una de esas casonas que seguían en pie. Nos estacionamos cerca de ahí y nos dirigimos a la entrada, por el anuncio que tenían no parecía incluir nada que soliera comer.
—¡Hoy es día de garbanzo! —exclamó con emoción, yo no sentí el mismo entusiasmo, de hecho, la sola palabra me desagradaba.
—Sinceramente, no es que me encanten—mascullé, pero no me escuchó, entramos y nos sentamos cerca de la ventana, un mesero nos trajo el menú. Tal como lo supuse parecía ser un restaurante vegano, vegetariano o como fuera el término—¿Sueles venir aquí? —pregunté.
—Si, me encanta que la comida es deliciosa y novedosa.
Tenía mis dudas sobre que elegir, la opción era una hamburguesa de lenteja, aunque no sonaba muy apetecible, quien nos trajo la carta se acercó de nuevo.
—¿Desean ordenar?
—¿Hoy la especialidad es el garbanzo? —preguntó Braulio.
—Así es, todo incluye esta maravillosa legumbre. Cerveza de garbanzo, sopa de garbanzo, guisado con garbanzo y la corona del día, dulce de garbanzo.
Deseaba dejar de oír esa palabra.
—Entonces, tráiganos eso, por favor.
—No, yo quisiera algo más, es que no...
—Vamos Alan arriésgate un poco—me invitó, y como dice mi padre el que calla otorga así que acabé orillado a aceptar—dos menús de garbanzo por favor—terminó diciendo.
La última vez que comí esa cosa del demonio acabé haciéndome mejor amigo del escusado, y aún tenía traumas con eso. Fue en una ocasión en que el pediatra le hizo la observación a mi madre que Leo estaba subiendo de peso, entonces se le ocurrió la brillante idea de hacer en su cumpleaños un pastel de garbanzo, a ninguno de mis hermanos le gustó, pero yo me lleve la peor parte, por fortuna no volvió a realizar ningún intento del estilo y mejor lo metió a jugar futbol.
—Seguro que te encantará, sabes desde que empecé a comer este tipo de alimentos me siento más sano y fuerte.
—¿Tiene mucho de eso? —le seguí la plática, aunque comenzaba a sentirme indispuesto aun cuando ni siquiera había llegado la comida.
—Como un año, tuve mis dudas, pero alguien me fue enseñando y va más allá de lo que comemos.
Empezó a explicar un poco acerca del tema lo cual se me hizo interesante, aunque no sabía si yo podría dejar de comer carne o el delicioso quesito, seguimos platicando un rato más hasta que llegó la comida, quizás si no tuviera traumas infantiles me hubiera parecido sabroso. Al menos la conversación que manteníamos me hacía comer sin prestar demasiada atención, cuando menos vi había logrado llegar al postre.
Braulio era el tipo de persona que tenían distintos tipos de intereses que hasta te hacía preguntarte por qué no se dedicaba a eso si le gustaba tanto, como por ejemplo la criminología.
—¿No te estoy aburriendo? —preguntó con cierto temor, le sonreí.
—No, me es interesante escuchar lo que sabes. —me correspondió la sonrisa.
—Suelo marear a las personas o al menos es lo que me han dicho, cuando un tema me entusiasma se me suelta la lengua.
—A mí me gusta escuchar acerca de algo que no se y más si me lo cuentan con el entusiasmo con que lo haces—noté que se sonrojaba ligeramente—¿Por qué no estudiaste algo relacionado con ello?
—Supongo que me deje llevar por la opinión de mis padres, les dio miedo que estudiara algo tan sórdido y luego el campo laboral en el que me desarrollaría, al final no logré encontrar otra cosa que me interesara, me apareció la oportunidad de las clases y eme aquí.
—Supongo que es difícil no escuchar la opinión de las personas que más te importan—se alzó de hombros.
—En su momento me sentía frustrado con mi decisión, pero con el paso del tiempo me adapté a la vida que elegí y no me desagrada, además me dio la oportunidad de conocerte.
Esta vez fui yo quien sentí que me sonrojaba, seguimos platicando de temas más triviales en lo que terminábamos nuestro postre, pago por los dos y empezamos a caminar para bajar la comida, para mi suerte hasta el momento parecía ser que el garbanzo se había asentado bien en mi estómago.
Sabía que este momento era la oportunidad para preguntas un poco más serias, necesitaba tener las cosas claras, algo que me diera seguridad de para donde iba esto, quería saber dónde me encontraba parado por lo que sin más comencé a soltarlas
—¿Por qué de repente mostraste interés en mí? —pregunté, ladeo la cabeza y sonrió, me agradó que no mostrara sorpresa
—Sinceramente, me has interesado desde que te conocí.
Tragué saliva, sintiendo un vacío en mi estómago algo parecido a lo que llamarían ¿mariposas?
—¿Como?
—Desde que te conocí me gustaste—soltó sin pena alguna—pero según me dijo tu hermano estabas perdido en tus problemas y creo que nunca lo notaste.
Sonreí un poco apenado, en efecto, en aquel tiempo en lo último que me hubiera dado cuenta es que había llamado la atención a Braulio.
—Vivía un poco ensimismado—admití.
—Lo sé, por eso tampoco me atreví a dar el paso, luego te lesionaste y al parecer tus problemas se solucionaron y no volviste.
—Lo siento por haberme desaparecido sin decirte nada, al fin y al cabo, fuiste mi jefe.
Braulio se río.
—Gustavo me explicó las cosas, no tenía nada que reprocharte sabía que solo era un trabajo temporal.
—Pero lo disfruté mucho.
—Lo sé, tanto como yo verte dando clases— sentí que me sonrojaba de nuevo —me dio gusto volverte a ver Alan.
—Me hubiera gustado ir antes, pero pasaron muchas cosas.
—Lo importante es que estamos aquí.
Sentía que era este el momento justo para aclarar cómo iba a ser nuestra situación, estuve a punto de plantear el asunto cuando me ganó la palabra.
—Alan, quiero serte franco, no hace mucho estuve en una relación en donde llegué hasta comprometerme.
—¿Comprometerte? —pregunté asombrado, Braulio asintió con la cabeza.
—Pero pasaron muchas cosas que al final llevaron a separarnos, pese a eso no quiero cerrarme a una nueva posibilidad, y me gustaría conocerte mejor.
Sentía mis manos sudorosas, sin pensarlo me había detenido.
—Pero no sé si estoy listo para empezar una relación seria—añadió, agradecí su sinceridad era lo que más necesitaba.
—Ya que estamos siendo honestos, también me interesas Braulio, y quizás también desde hace tiempo—ni yo mismo creía que estuviera diciendo semejante confesión— pero como bien dijiste tenía muchos problemas como para prestar atención a algo más y aunque muchos de ellos se han resuelto o al menos mejorado, tampoco me siento en la capacidad de tener algo serio.
Cuando terminé de hablar pareció realmente aliviado.
—Entonces... ¿Te parece bien si salimos y vemos hasta donde llegamos?
Me tomó un momento en responder, pero finalmente agarré valor.
—Me parece una excelente idea—respondí con una sonrisa—¿Seguimos caminando?
Aceptó y retomamos el paso, la conversación fluyó de buena manera lo que me dio una buena señal de que sea lo que saliera de ahí sería algo bueno. Cuando nos habíamos alejado bastante de la moto decidimos regresar a ella. Hubo un momento en que nuestras manos se rosaron y sujetó mi dedo meñique con el suyo y siguió conversando como si nada, yo traté de hacer lo mismo, aunque ese pequeño movimiento me descoloco un poco, no podía distinguir si era algo agradable o no.
Llegamos a donde estaba su moto
—¿Quieres pasar a mi departamento? —me preguntó, no esperaba que me propusiera algo así de buenas a primeras.
—No, no. Debo regresar a mi casa, tengo unos archivos pendientes que mandar— me excuse.
—Bueno, será en otra ocasión. ¿Puedo llevarte a tu casa?
—Claro, si no te molesta.
—Por supuesto que no—respondió con una amplia sonrisa, el viaje de regreso fue peor porque me sacudió la comida, rogaba por que permaneciera dentro de mi odiaba vomitar. Llegamos afuera de mi edificio. Bajé agradeciendo volver a tener los dos pies en la tierra y traté de quitarme el casco.
—Te ayudo—se ofreció acercándose a mi—Ya está, quedaste todo despeinado—dijo riendo, pasó su mano por mi cabeza de manera instantánea me hice para atrás—Ay perdón.
—No, no te preocupes, es que no estoy acostumbrado al contacto físico.
—Perdona por invadir tu espacio.
Nos quedamos de nuevo en silencio uno frente al otro.
Me extendió el porta traje y nuestras manos nuevamente se rosaron
—¿Nos estamos mandando mensajes? —pregunté.
—Claro, tengamos una cita sin un pendiente previo—respondió sonriéndome.
—Estaría encantado.
—Bueno...—se quedó como sopesando como despedirse, me atreví a darle un beso en la mejilla que me correspondió.
—Vete con cuidado—le dije una vez que se subió a la moto.
—Claro, cuídate. —se despidió con la mano y arrancó.
Me metí al edificio y una vez dentro de mi departamento, puse el porta traje en el respaldo del sillón y me dejé caer en la silla del comedor, ya sentado y en el silencio comencé a procesar lo que acababa de suceder, no podía creer que acabara de aceptar casi una relación. Después de años era la primera vez que empezaba algo con alguien de manera clara, sabiendo para donde podía ir la cuestión. Comencé a sentir malestar en el estómago, al principio creí que era por los nervios, pero una vez que acabé sobre el escusado sacando todo lo que había comido concluí que habían sido los malditos garbanzos, tuve varias arcadas, era una imagen desagradable.
Cuando me detuve pedí a mi celular que llamara a la primera persona que podía ir en mi auxilio de manera inmediata.
—Llama a Oscar—pedí.
—Llamando—agradecí que no se azonzara como solía pasar, tras sonar unos segundos tomó la llamada.
—¿Que hay? ¿Quién es? ¿Qué quiere?
—Podrías hacerme un favor.
—¿Hablas desde el purgatorio? Parece que estás hablando por todas las almas perdidas.
—Oscar —exclamé
—A ver dime para que soy bueno.
—Necesito suero, algo para el vómito y por si las dudas para la diarrea.
—¿Pos que te pasó?
—Ven y te cuento—sin decir más terminé la llamada y me dediqué nuevamente a seguir vaciando el estómago, tras un rato que se me hizo eterno, Oscar a apareció en la puerta de mi baño.
—¿A dónde fuiste que no me llevaste? —cuestionó al verme tirado.
—¿Por qué estas escurriendo? —observé.
—Empezó a llover cuando venía para acá.
—¿Entraste así?
—¡Pues claro!
—Encuérate—ordené.
—Ay Alan no te ves como que con tanta energía...
—¡No seas baboso! Quítate la ropa para que dejes de estar haciendo un batidillo.
—¿Enserio me vas a hacer quitarme todo? —mi respuesta fue una dura mirada—En serio me vas a hacerme quitar todo—concluyó. Comenzó a quitarse toda la ropa que traía encima.
—¡No te quites el calzón! —exclamé al notar que estaba a punto de hacerlo
—Tu dijiste todo.
—¡Todo lo mojado!
—Está bien está bien—dijo riendo—Pero a ver cuéntame ¿A qué se debe tu deplorable estado?
—Garbanzos—es lo único que pude responder por que me dio otra arcada y comencé la segunda ronda o quizás ya iba por la tercera, Oscar huyó en cuanto me incliné hacia el escusado, parecía que ya no podía sacar más—valiente ayuda—exclamé con un hilo de voz.
—Lo siento hermano, pero no creo que quieras que te haga compañía—respondió desde lejos. —¿Acabaste?
—Espero—mi amigo se acercó con precaución bajo la tapa y jaló la palanca—Ayúdame a pararme—me tomó de las axilas y me incorporó—siento que me pasó el tren encima.
—Pero de la vida hermano, vamos al sillón—me sostuvo hasta que estuve sentado, Oscar fue por agua que bebi con cierta prisa, se quedó parado frente a mi observándome.
—Salí con Braulio—confesé.
—¡Saliste con Míster Músculos! ¡No que no! Dejamos de hablar un día y ya tuviste una cita, eres rápido.
—Fueron las circunstancias, olvidé el saco y él se ofreció a traérmelo y aproveché la oportunidad.
—Pero a ver, hace semanas atrás negabas que le gustaras, apenas antier volvieron a hablar, bailaron una noche ¿y luego tuvieron una cita? —resumió lo acontecido sin comprender.
—Y acepté empezar a salir con el haber que pasa—añadí dejándolo más desconcertado.
—No entiendo absolutamente nada, nadita de nada.
—Te explico, pero antes quítame la camisa—supliqué— siento que huele a vómito.
—Está bien, a ver—se acercó a mí y comenzó a desabrochar los botones—de buenas que no es playera.
—Apúrate.
—Es la primera vez que alguien me apremia para que lo encuere—dijo con una sonrisita, ya tenía un brazo fuera cuando de repente escuchamos una voz desde la entrada.
—¡Perdón! Lo siento, no quería interrumpir, perdón, perdón—Oscar volteó a ver dejándome la visión libre, no nos enteramos en qué momento Marck acababa de entrar—lo siento—se disculpó una vez más, tomo con torpeza las llaves que recién había colgado tirando las demás—perdón—y en lo que seguía disculpándose salió del departamento.
Nos miramos entre nosotros tratando de entender.
—Creo que se vio muy mal esto—comentó.
Tardé un momento en analizar la situación, empecé a caer en cuenta que, así como nos encontró se podría pensar muchas cosas.
—¡Vístete! —exclamé.
—Te estaba ayudando, pero bueno voy a buscar algo porque si ya me está dando un airecito ¿Quieres ir a la cama?
—¡Atrevido! dije intentando aligerar un poco el ambiente, que se había tornado un tanto extraño —Por favor—Oscar me ayudó a levantarme y me llevo a mi cuarto, lo que más odiaba de devolver el estómago era la sensación como de hormigueo de las piernas y el dolor de cabeza que se detonaba por el esfuerzo, me sentí mejor una vez estando en mi cama.
—Vamos a cambiarte, no dudo que te viste muy bonito el día de hoy, pero necesitas algo más cómodo para que hagas la muricion a gusto—mi amigo se acercó al closet y saco ropa para mí y para él, una vez que se vistió y me cambió se fue a la cocina a saber a hacer qué.
Abracé mi llama más grande, hacía mucho no me sentía tan mal, después de un rato regresó con una taza.
—Tómate esto—indicó sentándose en la orilla de la cama.
—¿Qué es esto? —cuestioné tomando la taza notando su extraño aroma y color.
—No preguntes solo tómatelo, entre más caliente mejor—me sostuvo la taza obligándome a sorberlo, el sabor era amargo.
—¿Qué es esto? —volví a preguntar.
—El remedio de la abuela, con esto te vas a sentir mejor, bueno ya te dejé cambiado, en la cama y con medicina.
—No te vayas—supliqué, enroscándome en su brazo.
—No quiero encontrarme al sujeto ¡Qué pena como es que me encontró! —exclamó—no voy a poder volverle a ver la cara ¿Acaso eres una boa? —me preguntó al notar que me había aferrado más.
—Quédate—cuando me sentía mal solía ponerme un poco chípil
—Está bien pues, pero solo en lo que te duermes. Y me debes un chisme no creas que con la vergüenza se me olvidó.
Apenas y si lo escuché, aunque sabía que una vez recuperado, tendría que dar más contexto acerca de Braulio.
Se acomodó a un lado mío y dejó que me acostara sobre de él, comenzó a sobarme la cabeza, aunque tenía malestar, tardé en quedarme dormido, tenía muchas cosas en la mente.
Vaya manera de terminar la primera cita, pero fuera de los garbanzos realmente me agradó la salida, si lo pensaba era la primera vez que tenía este tipo de encuentros con alguien, generalmente las cosas se daban después de una noche juntos, sin conocernos previamente, tenía fe en que las cosas con Braulio fueran diferentes y mejores a lo que ya había hecho, comenzaba a sentir las ganas de asentarme, encontrar a alguien que pudiera llamar mi compañero de vida y quizás él podía serlo, pero como dice Tita: "el tiempo dirá", solo pedía algo de estabilidad y para variar algo más certero.
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