Chris lo agarra desprevenido, empapado y con solamente una toalla del hotel alrededor de la cintura.

—¿Te gusta Phil, cierto?—pregunta, y Dan brinca, pero asiente de todos modos.

—Lo amo más que al mundo entero—responde sin vacilar, dejando que Chris entre a su habitación y acompañándolo al pequeño balcón que tienen.

—Bien—el chico empieza a escudriñar el minibar, sacando y moviendo cosas hasta que encuentra una bolsa de pasteles y una botella de cerveza.

—¿Venías por eso?—pregunta Dan, desacomodando la maleta de Phil en busca de una playera y ropa interior.

—Venía a decirte que me gusta tu novio, de hecho—dice el pelinegro, y Dan suspira, se muerde el labio.

—Está bien—hay una pausa, siente cómo se le revuelve el estómago—. ¿Algo más? Me tengo que vestir.

  Chris parpadea, niega y desaparece por la puerta, llevándose los pastelitos y la cerveza consigo.

  Dan saca su teléfono y no piensa mucho antes de mandarle a Phil un mensaje subido de tono.

  El pelinegro está de vuelta en su cuarto en cuestión de minutos.