
Capítulo 57
|Cita académica inevitable|
Bakugou agudizó sus ojos y de sus narices escapó aire pesado.
— ¿El director... Dijo? —soltó con un aura desagradable, levantándose rápidamente y perdiéndose por los pasillos en menos de un pestañeo.
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El sonido de la máquina expendedora hizo que desviara su mirada de aquellos expedientes.
Se estiró levemente y masajeo su cuello, levantándose con pereza en dirección a su taza de café ya lista.
Eijirou Kirishima, Denki Kaminari.
Aquellos expedientes sobresalían de los demás por sobre su escritorio.
Bebió un poco de café y se sentó nuevamente, observando que ya eran las tres de la tarde en punto.
El teléfono de oficina sonó al instante.
—Aizawa-sensei, los apoderados que citó ya están aquí.
—Que pasen. —respondió Aizawa en calma, colgando la llamada al instante.
En unos minutos, leves golpes sonaron con suavidad sobre su puerta.
Alzó su mirada oscura, notando que sus visitantes ya habían llegado.
—Adelante. —dijo dejando la taza a un lado y levantándose de inmediato.
Un hombre de cabello corto y rojizo entró, y a su lado una mujer de cabellos largos y negros con ojos escarlatas le observaba de manera seria.
Y no demoró en entrar una mujer rubia y de hermosos ojos zafiros, con una clara mirada angustiada.
—No seas tan impaciente. —regañó un hombre a su lado tomándola del brazo. —No estamos en casa, Akiko.
La mujer giró sus zafiros con preocupación sobre aquel hombre de cabellos negros y mirada ambarina. — ¡Pero cariño, es sobre nuestro bebé! —exclamó.
El hombre de cabellos negros soltó un suspiro con impaciencia, mientras deslizaba su propio dedo índice por sobre su sien.
Aizawa alzó una ceja y les observó con calma.
—Buenas tardes, familia Kirishima y Kaminari. —saludó cordialmente. —Gracias por venir. —añadió observando a cada uno de ellos.
Notó como la mujer rubia se observaba ansiosa sobre su lugar, muy diferente a la otra de cabellos negros que realmente se veía paciente.
Aclaró su garganta. —Por favor, tomen asiento. —indicó, mientras observaba cuatro cómodos sillones en la pequeña sala que tenía en su oficina.
No demoró mucho para cuando tenía a los padres de sus alumnos sentados frente a él.
— ¿¡Qué sucedió con mi Denki!? —exclamó la señora Kaminari desde su lugar.
Notó como su esposo le miró de forma reprobatoria al instante y se acercó a su oído.
—Cálmate por favor. —Le susurró.
Ésta se giró y le observó con molestia.
Aizawa soltó un suspiro, intentando apaciguar el ambiente. —Nada grave señora. —respondió sentándose. —Los cité aquí porque sus hijos no están teniendo un buen rendimiento escolar. —agregó con sus expedientes en mano.
— ¿Qué? —inquirió el padre de Kirishima, frunciendo el ceño. — ¿Cómo así? Mi hijo me dijo que le estaba yendo muy bien en la escuela. —agregó.
—Así es. —agregó la mujer de cabellos negros con seriedad, cruzándose de brazos al instante. —Eijirou ha sido bastante repetitivo con eso.
Aizawa empatizo con ellos y les observó en calma. —La realidad es muy diferente. —respondió. —Mi deber como docente es hacerle saber a los apoderados como va el progreso de sus hijos y por sobre todo, citar a los que estén arriesgando perder su año escolar.
— ¿¡QUÉ!? —exclamó la mujer de cabellos negros abriendo sus ojos de par en par.
—Cariño, calma, no te altares. —murmuró Daiki Kirishima.
Aizawa le miró con serenidad. —Bueno… Eijirou Kirishima y Denki Kaminari son muy buenos amigos. —continuó Aizawa. —Es por eso que los cité en conjunto.
—Sí, mi Denki se lleva muy bien con Kirishima-kun. —soltó Akiko. — ¿No es así, Fumiko-san? —inquirió observando a la pelinegra con simpatía.
Ésta asintió en calma a su lado.
—Bueno, ¿entonces? —preguntó el de ojos ambarinos con neutralidad.
—Sus hijos se distraen fácilmente, no prestan atención en clases y no cumplen con sus deberes, ambos por igual. —respondió Aizawa, observando cómo la mirada de los padres se deformaba al instante. —Además, —continuó levantándose de su asiento, para entregar el historial de calificaciones de cada uno. —sus notas se mantienen bajas, a excepción de matemáticas que están un poco más altas, pero no lo suficiente. —añadió, notando cómo las manos del pelirrojo temblaban al observar aquella hoja entre sus manos. —Lamento informarles esto, pero si sus hijos continúan con este tipo de calificaciones, perderán su año escolar. —sentenció regresando a su asiento.
— ¡Lo mataré! —exclamó el de ojos ambarinos con su ceño fruncido. — ¿¡Cómo puede ser posible que ese estúpido tenga un uno en artes!? —añadió con impacto.
— ¡Cariño, cálmate un poco! —exclamó la señora Kaminari. —Seguro y nuestro bebé podrá explicarlo. —agregó de manera positiva.
— ¡Lo tratas como un bebé! —exclamó este preocupado. —Y lo consientes en todo. —respondió tocando su sien con frustración. —Y aquí tenemos el resultado, ese idiota…
—No puedo creer que nos haya mentido así. —gruñó la pelinegra con evidente enojo. —Ese estúpido se las verá en cuanto lleguemos a casa. —añadió observando al pelirrojo, quien asentía a su lado incesantemente.
—Mentir no es de hombres. —agregó el pelirrojo cruzándose de brazos. —Tendremos que darle una lección. —añadió observando a Aizawa con el ceño fruncido.
Entonces observó al de ojos ambarinos, empatizando con él. —Tú tienes razón, Norio-san. —añadió. —Los consentimos demasiado. —agregó Daiki Kirishima. —Dejamos que ellos jueguen hasta tarde, consigan sus juegos apenas salen al mercado y que salgan cuando quieran. —murmuró observando las vergonzosas calificaciones de su hijo. —Y he aquí el resultado. —agregó frunciendo su ceño. —Además, no sabía que tenía un hijo mentiroso. —respondió molesto.
—Vamos a castigarlo. —sentenció la mujer de cabellos negros. —Esto es inaceptable.
—Sí, esto no es de hombres.
La de cabellos rubios se movió impaciente sobre su asiento. —U-uh, Fumiko-san, y-yo creo que lo mejor es hablar con ellos en calma. —Le dijo observándola con preocupación. — ¡Estoy segura que no lo hacen con intención, ellos son muy buenos chicos!
Norio, el padre de Kaminari con sus cabellos negros y mirada ambarina le miró alzando una ceja. — ¿Tú crees que nuestro hijo no es perezoso, Akiko? —inquirió cruzándose de brazos. — ¿En serio dices eso luego de que tú misma debes ordenarle su mochila y hacerle limpieza a su propia habitación?
La rubia le miró frunciendo el ceño al instante. — ¡Deberías apoyarme! —exclamó frustrada.
—Sabes que te apoyaré siempre y cuando tengas razón, y esta vez soy consciente de que Denki es un perezoso. —respondió éste con molestia.
El ambiente se volvía cada vez más tenso, algo nada agradable para Aizawa.
—Yo solo cumplo con decirles, es preocupante. —intervino Aizawa. —Es como si ellos realmente estuvieran despreocupados. Entiendo que están en la edad, pero es mi deber hacerles saber su situación actual. —añadió.
La madre de Kaminari le miró con preocupación y se levantó al instante.
— ¡A mi hijo le gusta la música, ese es su sueño, Aizawa-sensei! —exclamó apoyando sus manos sobre su escritorio.
Aizawa parpadeó al instante sorprendido ante ello.
Y la de ojos zafiros miró hacia un lado con tristeza y ansiedad. —Quizá y solo quizá a él no le guste este tipo de enseñanza… —susurró.
—Aún con ello, debe rendir bien. —respondió el padre de Kaminari, levantándose al instante. —No por eso será un vago que sólo se la pasará bien, lo sabes. Hay tiempo para todo. —agregó tomándola del brazo. —Y vamos, no te acerques tanto a Aizawa-sensei, invades su espacio personal, Akiko.
— ¡P-pero!
—Comprendemos perfectamente la situación, sensei. —respondió la madre de Kirishima con su mirada escarlata encendida. —Y me comprometo con que mi hijo subirá sus calificaciones, gracias por hacernos saber su situación. —agregó con una reverencia.
— ¡¡EIJIROUUU!! —exclamó el pelirrojo perdiendo la paciencia, alzando su puño al cielo. — ¡¡YA VERÁS CUANDO LLEGUEMOS A CASA!!
—Cállate, nos vamos. —murmuró la de cabellos negros, jalandolo de la oreja para salir de la sala.
— ¡Ay, ay! —chilló este en respuesta, siendo arrastrado hacia la salida.
— ¡Aizawa-sensei, por favor dígame qué mi bebé es un buen alumno! —chilló la rubia con sus ojos llorosos, ensimismandose aún más sobre su escritorio, provocando que Aizawa alejara su silla de éste sutilmente. — ¡MI BEBÉ ES UN BUEN CHICOO!
El de mirada ambarina le miró con cansancio, cargando a la mujer por sobre sus hombros en menos de un segundo. —Lo siento sensei, nos haremos cargo de ese idiota. —Le respondió con la mujer golpeando por sobre su espalda para que la soltara. —Gracias por hacérnoslo saber.
— ¡¡AIZAWA-SENSEEEEEI!! —chillaba la madre de Kaminari siendo cargada por su esposo.
— ¿¡Quieres dejar de hacer berrinches solo por un segundo, Akiko!? —exclamó el padre de Kaminari, cerrando la puerta de la oficina de Aizawa en menos de un segundo.
Aizawa observó a la nada durante cinco minutos.
Entonces parpadeó con sus ojos irritados debido al largo tiempo que había mantenido su mirada perdida, y lanzó un largo suspiro.
Luego, dejó caer su cabeza, golpeando su frente en contra su escritorio. —Eso fue horrible… —murmuró con cansancio.
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— ¡Kenjirou!
El rostro preocupado de Kenjirou estaba pegado en el suelo, observando sus propias zapatillas verdes junto a diseños lineales azules.
Había querido acompañar a sus padres luego de la repentina cita, mas solo se le había permitido esperar a las afueras en unos pequeños asientos de oficina.
Su rostro se alzó al instante.
— ¡Mic-sensei! —exclamó éste sonriendo al instante. — ¡Tiempo sin verlo! —Sus ojos carmines ahora sí que se veían emocionados.
Su rubio maestro se sentó a su lado con plena confianza. —Vaya, no esperaba verte por aquí. —respondió contento.
Y Kenjirou soltó un suspiro. —Mi hermanito pequeño ha hecho de las suyas de nuevo, supongo. —respondió, ya sabiendo de qué se trataba todo esto.
El rubio le miró divertido. —Eso me recuerda a un diablillo en particular. —respondió sonriente y con cierta nostalgia, revolviendo los cabellos rojizos con gracia.
Kenjirou le miró con cariño. —En ese entonces era diferente. —respondió recordando. —En esa escuela podíamos hacer lo que queríamos, es por eso que todos los que salimos de ahí actualmente somos unos cabeza hueca.
Hizashi miró hacia el techo. —Ni que lo digas. —respondió inclinándose de hombros. Y entonces sonrió. — ¿Recuerdas cuando íbamos a fumar a los baños?
Kenjirou sonrió emocionado. — ¡O cuando nos encontramos en una fiesta y bebimos tanto que acabamos en los basureros del callejón de la discoteca!
—Ahhh… Hombre, esos sí que eran buenos tiempos. —respondió el rubio recordando aquellas y unas cuantas más anécdotas.
Entonces se acomodó en su asiento y le miró interesado.
—Pero cuéntame de ti, ¿cómo has estado?
Y Kenjirou sonrió nerviosamente.
— ¡Muy bien, como siempre! —exclamó.
Su maestro frunció levemente el entrecejo.
— ¿Seguro? —preguntó cruzándose de brazos. —Sabes que no me gustan las mentiras, Kenjirou. —dijo esta vez observándolo de manera severa.
El pelirrojo se rió nerviosamente y bajó nuevamente su mirada hacia sus zapatillas. —En serio, estoy muy bien. —respondió neutral.
Le observó por unos segundos. —Hmmm… —soltó analizando su rostro de cerca. Y luego, se inclinó de hombros. —Como sea, ¿cómo va tu banda?
Kenjirou le sonrió. —Aún trabajamos duro, últimamente no nos han llamado para eventos... —susurró preocupado. — ¡Pero estoy seguro que muy pronto alcanzaremos la cima! —exclamó esta vez emocionado. — ¡Los chicos realmente son talentosos y cada vez que componemos lo hacemos con mucho amor y dedicación! —añadió. Entonces le sonrió levemente. —Incluso si nunca nos hacemos famosos, yo me sentiré satisfecho.
Hizashi respiró profundo y dejó caer su mano por sobre su nuca pelirroja.
—Ten paciencia. —respondió acariciando sus cabellos rojizos con suavidad. —Ustedes tienen talento. —agregó. Entonces observó hacia el ventanal con nostalgia. —De alguna u otra forma, tú me recuerdas a mi cuando yo era joven.
Kenjirou le sonrió dulcemente ante aquello.
— ¿Y el trabajo? —inquirió el mayor con interés. — ¿Cómo te ha ido con eso, sensei?
Kenjirou lanzó un suspiro cansado. —Bueno, estoy encargado de los baños de un restaurante. —soltó sonriente, mientras se rascaba la nuca con nerviosismo.
Y el rostro de Hizashi se congeló.
Segundos después, pareció reaccionar.
— ¿¡QUÉ!? —exclamó infartante. — ¿¡QUÉ DEMONIOS!? —continuó, tocando de sus hombros con brusquedad, zamarreandolo inevitablemente. — ¡PERO HOMBRE, Y TU CLASE!
Kenjirou desvió sus escarlatas hacia un lado. —Ah... —respondió éste sonriente. —Bueno, tuve un par de problemas ahí así que... Decidí irme. —murmuró bajando su mirada al suelo.
El rubio tragó saliva y alzó sus cejas de manera preocupada.
— ¿Qué tipo de problemas? —preguntó. — ¿Los niños eran conflictivos?
— ¡Oh, no! —exclamó éste al instante. —Pero bueno, un par de problemas con unos colegas, nada fuera de lo normal. —añadió neutral.
Hizashi alzó una ceja.
— ¿Cómo es eso?
Y el pelirrojo pareció tensar sus hombros y su cuello.
—N-no quisiera hablar sobre eso ahora la verdad, sensei... —respondió con sus ojos tristes. —Supongo que aún no lo supero del todo. —añadió esta vez riendo para sí mismo.
Pero su maestro se quedó en silencio, observandole detenidamente por un par de largos minutos.
Y respiraba de manera concentrada, soltando de vez en cuando unos cuantos: —Hmmm…
Kenjirou le miró confundido. — ¿Sensei?
E Hizashi se levantó de manera brusca, con sus manos en sus caderas.
Kenjirou alzó su vista de manera rápida y repitió nuevamente, esta vez con sorpresa: — ¡¿S-sensei?!
El rubio reunió aire en sus pulmones, le señaló con su dedo índice y le observó de manera decidida y sonriente.
—Ve preparando tu carta de renuncia, porque tú trabajaras aquí.
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Las puertas se abrieron con fuerza, escuchándose al instante pasos furiosos y rápidos llegar hacia la entrada.
— ¿¡Qué demonios es lo que está sucediendo!? —exclamó Bakugou, abriendo la puerta de la oficina del director de una patada.
— ¡D-director, yo intenté detenerlo pero! —chilló la secretaria corriendo tras Bakugou totalmente desesperada.
Y Nedzu se atragantó con un pedazo de queso al instante en que notó la puerta abrirse de esa manera, sumando los gritos.
— ¡A-a-a! —soltó Nedzu con el queso en la garganta y moviendo las manos de un lado a otro.
— ¡¡S-se está ahogando, el director se está ahogando!! —exclamó la secretaria más que asustada desde su lugar.
Y Bakugou dejó la ira a un lado, dándole a Nedzu una mirada totalmente patética.
— ¿Es en serio? —soltó con una ceja alzada.
— ¡ALGUIEN AYUDE AL—
— ¡¡Cierra la boca, joder!! —exclamó Bakugou mirando a la chica con molestia. —Me desesperas. —gruñó.
— ¡A-A-A!
— ¡¡YA ESTÁ AZUL, YA ESTÁ AZUL!!
Bakugou pasó su mano por la sien en busca de la nula paciencia que le quedaba.
Lamentablemente tuvo que fingir que le quedaba.
—Ahhh… —soltó con pesadez, avanzando hacia Nedzu.
Rápidamente lo levantó entre sus brazos y presionó su puño en una posición estratégica de su estómago, dando a conocer una maniobra que había aprendido durante la universidad.
El queso voló y chocó en los pies de la chica, y Nedzu pareció respirar de manera aliviada.
Con dificultad y con alivio alzó su mirada aún en los brazos de Bakugou.
—Bakugou-kun, eres un ángel. —respondió agradecido y con sus ojos llorosos.
El rubio ceniza rodó sus ojos y dejó caer al director sobre su gran asiento con brusquedad.
—Por nada. —gruñó a regañadientes sentándose con plena confianza en sus enormes asientos frente a su escritorio.
Nedzu aclaró su garganta y acomodo sus ropajes.
—Y bien, Bakugou-kun, ¿qué es lo que te trae por acá? —preguntó. —Ah, Naomi-chan, trae bocadillos a nuestro héroe. —ordenó a la chica quien asintió al instante.
Entonces se acomodó en su gran asiento y le sonrió. —Soy todo oídos, joven.
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¡Holu! ¿Qué tal?
En un ratito subo la siguiente, estaré dándole los toques finales, nos leemos muy pronto bellezas.
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