
Capítulo 42
|Jueves, maldito jueves|
Día jueves, por la mañana.
—Buenos días, mocosos.
Bakugou Katsuki entraba al aula de manera decidida, dando cada pisada de manera firme, haciendo acto de presencia.
Todos sus alumnos que hablaban animadamente, cerraron la boca y se dirigieron en calma y orden hacia sus respectivos pupitres.
Un nuevo día comenzaba... un nuevo y especial día.
Izuku sonrió de manera automática apenas notó a su profesor de matemáticas entrar.
Lo estaba esperando con ansias.
Bakugou clavó sus escarlatas al frente y aquellas esmeraldas brillantes se clavaron en él como si se tratasen de dos agujas imposibles de sacar de su ser.
El rubio ceniza inhalo, observando como su alumno le observaba con amabilidad mientras acomodaba sus propios lápices sobre su pupitre.
—Buenos días, Bakugou-sensei. —respondió, al instante en que todos sus compañeros le daban la bienvenida.
Tragó saliva duramente.
Quizá solo era un mal presentimiento o alguna mierda por el estilo, pero algo en su interior le decía que esta clase no sería precisamente agradable para él.
. . .
—Bakugou, tendrás que decirle la verdad. —insistía Kenjirou, sentado en el sofá. —Las cosas a partir de ahora se pondrán muy difíciles y si no hablas esto con él, puede que te metas en problemas. —añadió, observandole con seriedad.
Bakugou estaba sentado en el suelo, en la alfombra, rendido.
Su mano pasaba por su cabellera de manera incesante mientras que sus ojos estaban de manera fija clavados en aquel peluche que estaba sentado sobre uno de sus sofás.
Aquel conejo verde que Izuku le había obsequiado en el parque de diversiones.
—No lo entiendes. —respondió, girando su rostro hacia un lado, frustrado. —No entiendes una puta mierda.
Kenjirou rodó los ojos y soltó un suspiro. —Sé que tu maldito orgullo es tan grande que no puedes ni siquiera balbucear un maldito perdón. —respondió, acomodándose en el sofá. —Pero tendrás que enfrentar esto. —añadió, observando cómo el rubio de pronto observaba hacia la ventana.
Kenjirou frunció el ceño. —Sé lo que estás pensando, Bakugou. —habló serio.
— ¿Hah? —soltó Bakugou, clavando sus escarlatas sobre Kenjirou, desviando su vista de las nubes. — ¿Según tú qué?
Kenjirou le sonrió con molestia. —Tú quieres huir como una maldita sabandija. —respondió. —Si se trata de un problema que no puedes solucionar con golpes y lanzando maldiciones, entonces tú huyes. —añadió. —Todo por tu maldito orgullo que no te deja asumir tus errores. —dijo, atravesando la mente de Bakugou en menos de un segundo, desnudandolo.
Dejándolo sin la maldita coraza.
Bakugou frunció el ceño y le miró con odio puro. —Largo. —respondió molesto, levantándose. —No necesito tu maldita ayuda en esto ni tampoco pedí tu maldita opinión. —gruñó molesto. — ¡LARGO!
Kenjirou le sonrió. —Lo estas haciendo ahora mismo, escúchate. —añadió relajado, acomodando sus cabellos rojizos que estaban sobre su rostro.
Entonces notó como Katsuki se aproximó hacia él, colérico.
Kenjirou lanzó un suspiro. —Me iré, pero volveré. —respondió neutral, levantándose del sofá. —Piensa en lo que te he dicho y hazlo rápido. —añadió, con sus manos en los bolsillos, mirándole seriamante.
Bakugou le miró con su ceño fruncido.
—Bakugou... No sabemos cómo reaccionará ese chico ante esta situación, más vale controles esto pronto. —añadió, saliendo del apartamento.
. . .
Bakugou Katsuki tragó saliva duramente mientras aquellas últimas palabras de Kenjirou pasaron por su mente, al instante en que sentía a Izuku observarle sin descanso alguno.
Aquellas esmeraldas le devoraban tal y como si fuese una bestia hambrienta, no le darían tregua alguna.
Se sentó rápidamente en el escritorio, notando cómo Izuku abría rápidamente el bloc y comenzaba a escribir.
Alzó una ceja y negó rápidamente.
Se estaba volviendo loco, la maldita ansiedad le estaba obligando a pensar estupideces.
Aclaró su garganta y se preparó para dar su clase.
E Izuku preparado, dejó de escribir lanzando un suspiro agotador.
Había llegado el día en el que sus últimas conclusiones se completarían.
—Cálmate, cálmate Izuku.
Había estado toda la noche uniendo sucesos y relacionando respuestas y gestos de Katsuki.
—Cálmate, cálmate Izuku.
Aún no lograba entender el porqué estaba sucediendo todo esto, pero estaba decidido a descubrir la razón.
—Cálmate, cálmate Izuku.
Aún si aquello significaba enfrentarse a Katsuki.
—Cálmate, cálmate Izuku.
Por eso, era necesario analizarlo en profundidad durante esta hora de clase.
Pero estaba nervioso, muy nervioso, sentía que su respiración se entrecortaba y su corazón palpitaba a mil por hora.
—Cálmate, cálmate Izuku.
Los ojos escarlatas de su profesor le observaban de tal manera que le costaba mantenerse al margen.
Pero lo haría.
Lo haría por mucho que le costase.
Bakugou sacó su libro y hojeo un par de páginas, observando detenidamente una en concreto.
Alzó su mirada que hace unos segundos atrás estaba concentrada en aquel libro y observó a cada uno de sus alumnos. —Bien, hoy veremos funciones. —habló con voz ronca. —Página 175.
Todos sus alumnos rápidamente abrieron su libro en aquella página.
—Vean aquel gráfico. —dijo levantándose con sus dos marcadores en sus manos, comenzando a pasearse por el salón. —Es un plano cartesiano. —añadió, caminando lentamente a lo largo del aula con sus manos en los bolsillos, clavando su mirada en cada uno de sus alumnos. — ¿Por qué creen que es necesario graficar las funciones?
Iida Tenya levantó su mano.
—Adelante.
—Es necesario graficar una función para observar de manera exacta los puntos a los que pertenecen las curvas además de sus intersecciones. —respondió, acomodándose sus lentes.
—Buen punto. —respondió Bakugou, asintiendo en silencio. —Es por eso que lo principal es aprender a graficar. —añadió, comenzando a graficar en la pizarra.
Había comenzado su clase, al fin.
Se sentía nervioso, aquel día sería una real mierda.
Si tenía suerte, podría pasar desapercibido por hoy.
Solo debería intentar no hacer contacto visual y huir apenas sonase la campana.
Pero algo en su maldita cabeza se lo negó automáticamente apenas observó a Izuku mirarle con aquella sonrisa.
Esa sonrisa... Esa maldita sonrisa.
Conocía lo suficiente a Deku como para saber interpretar aquella maldita sonrisa de excesiva amabilidad hacia su persona.
Estaba muerto.
Estaba jodido.
Ya no podría huir, ya había sido cazado.
Sus manos sudaban mientras hacía aquellas líneas rectas en la pizarra, sintiendo como las esmeraldas atravesaban su espalda como dos dagas afiladas.
Le ponía de muy mal humor pensar en todo lo que ese maldito pecoso estaba provocando en él.
Ahora mismo, lo único que quería hacer era estallar y mandarlos a todos a la mierda.
Suspiró disimuladamente frente al enorme pizarrón, buscando la calma.
Joder...
Debía conservar la puta calma.
Sé profesional, maldición.
—Bakugou-sensei.
Bakugou cesó con su línea y su respiración al instante en que sintió su espalda estremecer.
¿Ya había comenzando la maldita pesadilla?
Negó rápidamente, eran putas ideas locas que tenía.
Seguramente Izuku estaba normal y simplemente era él quien estaba imaginando cosas donde no las había.
—Dime. —respondió, sin desviar sus escarlatas del pizarrón.
Expectante, rígido.
La voz de Izuku había sido muy diferente esta vez.
—El lado izquierdo le ha quedado irregular. —habló Izuku con sus esmeraldas clavadas en Bakugou. —Ah, y ahora lo está haciendo en la línea superior. —añadió, entonces le sonrió. —Usted está tembloroso, ¿se siente bien?
Bakugou trago saliva y observó de reojo a Izuku, quien le miraba con neutralidad.
¿Esperas que te diga que estoy malditamente cabreado y que estoy intentando mantener la calma, mocoso?
Gruñó a sus adentros, notando cómo Izuku aumentaba su sonrisa y le entregaba una mirada burlona.
Chihuahua de mier—
—Es verdad. —respondió Kaminari. —A sensei le tiembla la muñeca.
— ¿Usted puede escribir, sensei? —preguntó Kouda de manera inocente.
Mierda, ahora todos estaban preguntando lo mismo.
¿Era lo que querías lograr, no?
Observar hasta el más mínimo error para restregarmelo en la puta cara.
—A-ahh... —soltó Bakugou, sonriente. — ¿Esto? Solo he tenido un leve golpe en la muñeca, por eso me tiembla así. —respondió de manera segura y neutral. —No es nada fuera de lo común. —añadió.
—Ohh... —soltó Izuku, interesado. —Ya veo, ya veo. —continuó. —Si gusta, le ayudo a acabar el gráfico.
Bakugou le miró perplejo, mientras observaba como Izuku se levantaba e iba a su lado sin siquiera esperar su autorización.
—No es necesario, mocoso. —respondió, frunciendo el ceño.
—No se preocupe, está bien.
Tranquilizó Izuku, cogiendo el marcador de sus propias manos.
—Después de todo... Le debe ser muy incómodo trazar líneas rectas con la muñeca así, —dijo levemente, girando sus esmeraldas con lentitud, clavandolas sobre Katsuki con seriedad absoluta. — ¿verdad?
Bakugou abrió los ojos de par en par.
No, estas no eran malditas imaginaciones suyas.
El maldito mocoso se estaba rebelando contra él y en plena clase.
— ¡Ese es el espíritu! —exclamó Iida Tenya desde su pupitre. — ¡Siempre debemos ofrecernos a ayudar cuando los profesores así lo necesiten! —exclamó emocionado, moviendo sus brazos de manera tiesa de un lado a otro. — ¡Forma parte de nuestra responsabilidad como sus alumnos!
La mayoría de los alumnos asentían.
— ¡Usted puede contar con nosotros, Bakugou-sensei! —exclamó Kaminari sonriente. —No debe preocuparse por eso. —añadió.
—Cierren la boca. —gruñó.
—Sensei es muy tímido. —sonrió Eijirou. —Seguro le da vergüenza pedir ayuda. —añadió. — ¡Pero no se preocupe, nosotros somos sus alumnos pero también somos sus compañeros! —exclamó de manera amigable.
—Tch. —soltó Bakugou de manera inaudible, pero que Izuku noto sin duda alguna.
Bakugou aclaró su garganta, pasando de aquello para comenzar la clase.
Ignoró completamente a Izuku y acomodo su camisa.
—Bueno, como les decía...
Aunque evidentemente... La clase sería muy difícil.
Izuku Midoriya ya se había encargado de acorralarlo de una manera tan sutil que sólo él podría darse cuenta de ello.
Bakugou le miró con sus escarlatas molestas, observando como Izuku le sonreía de manera incesante mientras continuaba con su clase.
Eres un maldito demonio.
...
—Honestamente, para mi esta maldita fórmula se me hace estúpidamente fácil de memorizar. —indicaba Bakugou, en el pizarrón. —Si tienen problemas, simplemente hagan un pequeño papel con aquella fórmula y llevenla hacia todos lados consigo. —aconsejaba. —Incluso pueden ponerla de fondo de pantalla en su propio teléfono, yo que sé. —añadía.
— ¡Podría dormir con ella! —exclamó Eijirou.
— ¡Sí, sí! —exclamó Kaminari. —Pegar una hoja en el techo, entonces apenas despiertas, la verás.
— ¡Oh, esa es una muy buena idea! —exclamó Hagakure.
—O en las recetas de los pasteles. —añadió Sato.
—Como les sea más fácil. —aclaró Bakugou, observando a cada uno de sus alumnos. —Comenzaré con el ejercicio, presten atención.
La ecuación se basaba con despejes y aplicación de la fórmula.
Escribió los números y aplicó el desarrollo adecuado, notando como cada uno de sus alumnos le observaban con atención.
—Bien, ¿alguna duda? —dijo girándose para observar a sus alumnos una vez había acabado con el desarrollo.
Esperó un par de segundos, hasta que una única mano se levantó.
Mierda.
Era él otra vez.
Bakugou soltó un suspiro de manera disimulada. —Midoriya. —respondió con pesadez.
— ¿Por qué lo hizo, sensei?
Bakugou se quedó en blanco por un par de segundos hasta procesar la información.
—... ¿Hah?
Entonces, su ceño se frunció de manera extrema.
Dame un maldito descanso.
¡¡DAME UN MALDITO DESCANSO!!
Exclamaba a sus adentros, batallando con su cuerpo en aquellos instantes para evitar ponerse pálido y lanzar maldiciones en plena clase.
Maldita sea...
Había dicho que desde ahora en adelante se calmaria, bajaría el puto temperamento de mierda y entonces... ¡¿Tú vienes a desafiarme?!
— ¿Hah? —soltó, cruzándose de brazos.
La paciencia se le estaba acabando. Cuando se ponía nervioso, simplemente estallaba.
Evidentemente, si esto seguía así mandaría todo a la mierda.
— ¿A qué mierda te refieres? —preguntó tajante, con sus escarlatas clavados en él con demanda.
Izuku le sonrió y elevó su mano. —Ahí, —señaló. —no entendí cómo fue que dio 17x.
Bakugou le miró y le sonrió.
Eres un maldito hijo de—
—Es porque aplique raíz. El número pasó hacia el otro lado como un número negativo. —respondió con neutralidad.
—Oh, ya veo. —respondió Izuku, asintiendo. —Gracias, Bakugou-sensei.
Bakugou cerró sus ojos, en serio, necesitaba un maldito descanso.
Sabía perfectamente que Izuku no tenía duda alguna con un despeje de ecuacion. Él mismo se había encargado de enseñarle aquello en su casa.
Izuku manejaba al revés y al derecho el despeje.
Izuku solo estaba jodiendo.
Solo estaba putamente jodiendo de manera olímpica.
Aclaró su garganta y pasó su mano por su cabellera ceniza, avanzando hacia su escritorio.
—Bueno, ya que saben qué procedimiento utilizar y no hay más dudas, realicen los diez ejercicios de esa página. —habló, sentándose.
Agradecía infinitamente al maldito tiempo, al fin podría descansar.
El estar hablando frente a aquel maldito pecoso solo le provocaba un maldito dolor de cabeza.
Tomó su teléfono y clickeó la primera mierda que se le ocurrió para distraer su mente.
Pero entonces, notaba cómo de reojo Izuku le observaba de manera detenida, mientras escribía un par de cosas en su bloc de notas sonriente.
¿En serio?
¿Aún sin hacer nada no me dejarás descansar?
¿Qué tan molesto estás conmigo ahora mismo?
Sonrió, encendido.
Me vale una puta mierda, tú y tus jueguitos de mierda no me derrumbaran.
Nada lo hará, soy Katsuki Bakugou, mocoso.
Y tú más que nadie, debería saberlo.
...
Clavó sus escarlatas en Izuku, quien mantenía su mirada incesante, firme y desafiante.
Como si supiera perfectamente cómo enfrentarlo en aquellos instantes.
Como si Izuku Midoriya en esos momentos... le estuviese leyendo la puta mente.
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¡Hola!
¿Cómo están? Espero que súper.
Primera interacción y ha salido algo bastante duro por ambos lados.
Sigo editando los malditos guiones... Me tiene harta xD se cambiaron los guiones de tooooodos los episodios, así que aquí he estado editandolos uno por uno ;n;
Gracias por el apoyo que me han entregado mis bellezas 🖤
¡Que tengan un buen día!
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