|Búsqueda|
El olor a cigarrillos, marihuana, charcos de alcohol, orina y vómito inundaba en esos callejones completamente oscuros, llenos de borrachos y drogadictos.
— ¡Oye! ¿Ya viste? —Se escuchó entre la oscuridad. —Es el bomba.
— ¡No jodas, de verdad es él!
—Y viene junto al tiburón rojo... ¿debería llamar al jefe? —preguntó preocupado uno de los cuantos drogadictos, observando desde la lejanía como Bakugou y Kenjirou bajaban de las motocicletas y sacaban sus cadenas de acero entre sus manos.
Bakugou bajó de la motocicleta y avanzó rápidamente hacia la oscuridad de aquel sector, preparando su cadena. — ¡YA SÉ QUE ESTÁN AHÍ, INÚTILES DE MIERDA! —exclamó, azotando la enorme y gruesa cadena de acero contra el pavimento con furia, provocando un enorme sonido y eco en todo el lugar.
Los saltos de todos los presentes pasaron desapercibidos en medio de la oscuridad, pero algunos gritos de sorpresa, evidentemente no.
— ¡SI NO QUIEREN QUE LES CORTE ALGUNA EXTREMIDAD, SALGAN AHORA HIJOS DE PUTA! —bramó con sus manos fuertemente presionadas.
El silencio se hizo presente y el ambiente cada vez se volvía más y más tenso.
— ¿Qué es lo que te trae por aquí, Bomba? —Se escuchó de pronto una voz grave y sombría salir de la oscuridad. Era un hombre enorme, de cabello corto negro y facciones gruesas, vestido completamente de negro con mirada amenazante. —Creí que no vendrían más por aquí, ustedes dos. —agregó, cruzándose de brazos.
— ¡¿Pero qué dices, Teach?! —exclamó Kenjirou abalanzándose sobre él, totalmente animado.
—Solo hemos venido de visita hombre, no te preocupes. —susurró con su antebrazo aprisionando el cuello del mayor, fingiendo un abrazo. — ¿Seguro nos extrañaste no? —preguntó amenazante.
— ¿Qué mierda quieren? —escupió con molestia.
—Mira, no estamos aquí para pelear, eso ya quedó en el pasado no te preocupes. —respondió seriamente. —Pero si no nos ayudas, supongo que tienes claras las consecuencias. —amenazó aprisionando aún más fuerte su antebrazo en contra de su cuello.
El jefe de aquella área, Teach, suspiró con molestia y desgano.
Observó la inestabilidad del rubio en aquel momento y de inmediato supuso que no era buena idea negarse. Por mucho que le costara reconocerlo, esos dos eran de temer.
—Bien... síganme. —dijo, entrando a un departamento vacío y completamente sombrío.
—Oiga jefe, ¿acaso esto está bien? —habló preocupado uno de los suyos, que apenas divisó su entrada con esos dos hombres se preocupó.
El sonido de las cadenas hizo acto de presencia provocando el detener de su palabrería. —Esto no es de tú incumbencia, bastardo. —gruñó Katsuki con obvia molestia, observando cómo el hombre totalmente intimidado aceptaba y se mantenía en silencio.
—Bien, ¿qué es lo que buscan? —habló, sentado en un cómodo sofá negro con un whisky en su mano derecha, observando a ambos que yacían de pie frente a él.
—Sé que eres quién lidera en casi la totalidad del área. —habló Katsuki, serio. —Necesito que me des los datos de la ubicación exacta de este bastardo. —señaló, sacando de sus bolsillos una fotografía de Shigaraki Tomura que robó de la academia apenas comenzó todo el problema.
—Yo sé que este cobarde debe estar escondido en algún lugar de aquí, la justicia acá es nula y los únicos dominantes aquí son ustedes, no me pueden hacer imbécil. —gruñó, observando con rudeza al hombre, quién le escuchaba con mucha atención. —Alguno de tus hombres lo debe haber visto, si me facilitas la información, podremos dejar en el pasado la deuda que le debes a mi ex líder y así tener paz, siendo tú el único líder de esta mierda. —Finalizó, señalando su tatuaje del lobo. —Ya no me interesa este mundo.
El hombre meditó por un par de segundos todo lo que había hablado Katsuki, y luego de beber un poco de whisky, hizo una seña con sus dedos de la mano derecha. Al instante llegó uno de sus hombres, observando a su jefe con obediencia.
—Búscalo y dinos su paradero exacto. —ordenó Teach, entregando la fotografía.
Ahora, era solo cuestión de tiempo para que su paradero fuera hallado. Generalmente toda persona que infringía las leyes o se encontraba amenazada por esta huía a éste lugar, ya que era un área abandonada por la ciudad y que nunca se hacía acto de presencia de la justicia. Los únicos que dominaban el área eran los más fuertes y los más codiciosos de poder en el bajo mundo y por ello, tenían mucha información útil.
Un leve carraspeo de garganta se escuchó en el lugar. —Entonces... ¿qué fue lo que hizo exactamente ese chico? —preguntó Kenjirou, sentado en la barra abandonada junto a Bakugou fumando con paciencia.
—Ese hijo de puta intentó matar a Izuku. —habló Bakugou con su mirada llena de odio, mientras se terminaba de beber el ron que le acababan de servir. —Si hubieras visto el estado en el que lo encontré. —agregó con sus puños fuertemente presionados.
— ¿Izuku? —preguntó, mirando hacia el techo. —Ese era tu alumno, ¿verdad? —insistió el pelirrojo con su mano en el mentón, tratando de recordar al chico. — ¡El de cabellos verdes! —terminó exclamando apenas recordó quién era.
—Sí, de ese inútil estoy hablando. —habló con molestia.
—Pero hombre, ese niño se ve muy inocente, ¿por qué tendría un problema tan grave? —preguntó dudoso, aplastando la colilla del cigarrillo contra el cenicero.
—Precisamente por eso se aprovechan de él, es tan jodidamente inocente que creen que tienen el derecho de hacerle lo que se les dé la puta gana. —dijo impaciente. —Y lo que no me perdono es que no es la primera vez, es la segunda. La primera vez la sabandija se me escapó por estar golpeándolo en la academia. —El crujir de sus dientes hacía sintonía con el crujir de los huesos de sus dedos en ese instante. —No sabes como me caga que abusen de los débiles.
—Bien, ahora que sé la situación podré ayudarte hermano, encontraremos a ese hijo de puta antes de que te lo esperes. —murmuró Kenjirou observando la espalda del rubio ceniza de reojo.
—Área norte, edificio 54, entre piso tres y cuatro. —informó el hombre a Teach quien se levantó con desgano, acomodando su chaqueta.
—Bien, ya oyeron. —Se limitó a decir para luego retirarse del lugar. —Más vale que la deuda haya quedado saldada, Bakugou Katsuki. —murmuró amenazante, antes de salir del lugar.
Katsuki apenas supo su ubicación, cogió la pesada cadena ubicándola en uno de los bolsillos de su chaqueta.
Colérico, abandonó el lugar lo más rápido que pudo.
El ruido del motor fue lo único que se escuchó en aquel lugar, confirmando que la acelerada búsqueda por fin, había comenzado.
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—Me pregunto a dónde fue Bakugou-sensei tan tarde. —murmuraba para sí un preocupado Izuku, sentado en la esquina de la cama. —Él realmente no se veía nada bien. —agregó, exhalando un suspiro realmente pesado. —Además ni siquiera puedo salir. —dijo resignado.
Entonces comenzó a mirar los alrededores de aquella habitación. Pesas a un lado, un enorme espejo en una esquina, la alfombra suave a sus pies y una fotografía de él con aparentemente un niño, ambos sonrientes, aunque éste no se lograba divisar bien, pues la imagen estaba borrosa y se notaba que era muy antigua.
Estaba apoyada en su mesita de noche en un marco muy bonito color negro.
No pudo evitar sonreír con ternura ante esto, pues nunca se imaginó que la habitación de su profesor fuese tan acogedora y ordenada.
—Más bien, me esperaba ver cosas oscuras, he sido un tonto en pensar así de Bakugou-sensei. —Se reprendió el pecoso mientras se lanzaba a la cama y se envolvía con calidez en sus enormes mantas.
Se quedó en silencio unos largos minutos, escuchando el leve sonido del reloj que se hallaba en la pared del frente.
—Bakugou-sensei... —murmuró, observando el techo de manera repentina.
—Bakugou... san. —dijo con sus ojos jades deprimidos y algo confundidos.
—Si que se parecen ellos dos. —murmuró, pensativo en sus memorias pasadas.
Sus ojos se congelaron de pronto.
— ¿Y si?... —dijo, sentándose lentamente en la cama otra vez.
Sacudió su cabeza de pronto, de manera negativa. — ¡Es imposible, no pueden ser la misma persona! —exclamó de pronto, lanzándose contra la cama con cansancio.
Suspiró de manera deprimida, intentando olvidar a aquella persona que solía invadir a veces sus sueños.
—En fin... Bakugou-sensei definitivamente es una buena persona, nunca debemos juzgar un libro por su portada. —habló bajito, mientras dejaba que el sueño le venciese de nuevo.
—Hace ya años que no he sabido de él... —susurró, girándose con cuidado en la cama. —Me pregunto... cómo estará. —dijo esta vez, cayendo dormido.
A pesar de estar mejor, no quitaba el hecho de que horas atrás había estado grave y por ello su cuerpo lo único que le pedía era descansar, por muy preocupado que se encontrase en esos momentos.
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El pisar aquellos charcos de agua en aquel edificio solo le daba señales de la enorme probabilidad de encontrar a ese hijo de puta.
Debían ser extremadamente silenciosos. Pisaban cada uno de los húmedos y abandonados escalones con extremo cuidado para evitar el leve chirrido que el metal contra la suela de sus botas provocaba.
Esto solo aumentaba la exagerada ansiedad que sentía Katsuki para tener a Shigaraki entre sus manos y estrangularlo con toda la fuerza posible.
Quería estrangularlo tan fuerte y tan lento que necesitaba observar como su puto rostro se deformaba, quería sentir cada una de sus venas presionadas contra sus propias palmas y dedos para así, romperle la tráquea y acabar con su estúpida y patética vida de una buena vez por todas, de una manera agónica.
No se la llevaría fácil el cabron.
Cada puerta que se abría en medio de la oscuridad provocaba el leve crujido de la madera podrida y húmeda de aquellas puertas rasguñadas, en mal estado con algunas manchas de sangre y quién sabe qué más.
Y el suave respirar del rubio con pesadez al abrirlas solo significaba algo: en esa habitación no había nadie.
Pero con paciencia y una enorme sonrisa, continuaba victorioso. Cada vez estaban más y más cerca de su objetivo, y eso le alegraba.
Y su sonrisa aumentó con exageración al escuchar lo que había estado esperando desde que habían entrado en aquel edificio abandonado... Una jodida pista de la ubicación del bastardo.
Una leve, casi inaudible pisada en un pequeño charco a sus espaldas.
Se detuvo en seco al instante.
Retuvo con su mano izquierda de manera abrupta el caminar del pelirrojo delante de él, que al parecer, no había escuchado nada.
Su compañero se giró de inmediato y le observó con duda, notando sus ojos carmines serios envueltos por una leve luz lunar.
Obedeció al instante, siguiendo los pasos del rubio con rapidez. Entonces Kirishima estuvo seguro, Bakugou había encontrado a su objetivo.
El rubio ceniza rápidamente llegó a dónde sabía que estaba el bastardo, lo habían arrinconado.
Con rapidez, sacó su enorme y pesada cadena de su bolsillo y con brutalidad, la lanzó contra el frío cemento, desde las paredes hasta el suelo, era una largo y angosto pasillo en el que sólo quedaban dos puertas por revisar.
Y en las que no había salida.
El enorme eco de los cadenazos golpeando aquella pequeña área frívola se hizo presente en todo el edificio y en las afueras de éste, debido al extremo abandono en el que se encontraba la estructura.
—¡YO SÉ QUE ESTÁS AQUÍ, HIJO DE LA GRAN PUTA! —exclamó con furia avanzando con pasos sólidos, golpeando cada cosa que se le cruzaba con la cadena de acero manteniendo aquella melodía incesante en aquel lugar. Pero no había respuesta del bastardo. —¿¡ES AHORA CUANDO TE HACES EL MARICA, HAH!? —exclamó de nuevo, abriendo la única puerta que quedaba con su pie izquierdo furico, con tal fuerza que provocó que la madera ya podrida cediera y volara en pedazos.
Lanzó con furia la cadena hacia la oscuridad, provocando así un grito de dolor reconocible.
No pudo evitar sonreír con satisfacción, lo había encontrado al fin.
Pero el ceño fruncido se hizo presente apenas fue interrumpido por una mano en su hombro izquierdo.
—Espera hermano, no sabemos si realmente es él. —intervino el pelirrojo preocupado, activando la linterna de su móvil dejando así descubierto a Shigaraki Tomura, sentado en una de las esquinas de aquella habitación con sus manos tocando su tobillo enrojecido, que al parecer había sido herido por la cadena de Katsuki.
El rubio sonrió, y se quedó estático observando la figura que se hallaba frente a él. —No desactives la linterna. —ordenó, arremangando con fiereza sus mangas de la chaqueta, mientras sacaba el bate que tenía escondido en su espalda.
Avanzó con lentitud, apoyando el bate contra su espalda. —Creo que te advertí que conmigo nadie se metía. —susurró con seriedad mientras avanzaba hacia el temeroso Tomura que sin poder huir, se hallaba arrinconado. —Y aún así... —gruñó, suavemente. —Y aún así seguiste con tu juego de mierda. —agregó moviendo su hombro izquierdo, preparándose para lo que haría.
—¡CONMIGO NADIE SE METE JODIDA MIERDA, MUERE! —exclamó pegándole en la cabeza con el bate, sintiendo como leves gotas de sangre chocaban contra su mejilla y nariz, además de las que acababan de manchar la pared.
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¡Hola!
Que gusto estar aquí de nuevo, espero y estén muy bien 🖤
Yo sigo intentando salvar el semestre de mierda que ya me tiene sin cabello hahaha
Por ello la demora, lo siento mucho :c
Bueno esto ya se descontrolo, este Katsuki va a desordenar todo. Pero está bien, macho que se respeta defiende a su uke sjdj
¡GRACIAS POR EL APOYO QUE ME ENTREGAN!
Espero y les haya gustado 🖤
Y espero estén super bien. Les deseo una linda semana y ya vayan enviándole las cartas a Papa Noel o mejor dicho, al viejito pascuero djdj 🖤
Besos! Un abrazo enorme! Nos leemossss
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