| Punto bomba |
Sus malditos pies se arrastraban con cansancio a través de los pasillos de un edificio.
Sacó las llaves de su bolsillo cansado y en menos de tres segundos, ya estaba quitando sus zapatos con desgano.
Su ceño fruncido permanecía intacto.
Estaba cansado mentalmente, agotado.
Había sido su maldito peor día libre.
¿Por qué demonios había sido tan imbécil?
En primer lugar, nunca debió salir de su jodido apartamento.
La estúpida salida del imbécil de su amigo solo provocó que le doliera la jodida cabeza.
Y no suficiente con escuchar sus malditas palabras y gritos, había tenido que coincidir con los idiotas de sus nuevos alumnos.
Como si no tuviera suficiente con verlos en la academia.
Sus escarlatas se clavaron en el techo.
Tendido sobre la cama, dejaba que su mente vagara entre la nada.
Una maldita nada peliverde con pecas.
Frunció el ceño, molesto.
"- ¡Sí! Bakugou-sensei es un genio y un muy buen profesor de matemáticas.
-Me desagradas. -gruñó Bakugou, recordando las palabras de su alumno.
-Y... Bakugou-sensei, gra-gracias por las lecciones de ayer."
-Me enfermas.
La maldita y extraña actitud de aquel chico de cabellos verdes le molestaba.
Su optimismo, alegría y su facilidad de hablarle como si fuese su maldito amigo a pesar de ser un jodido demonio, le molestaba.
¿Por qué demonios debía dirigirse así hacia él?
¿Qué acaso no se daba cuenta que su jodido temperamento era una maldita puta mierda?
Era casi como si lo conociese de antes. Como si lo conociese de toda la vida.
Cuando claramente no era así.
Se levantó rápidamente de una manera brusca.
No podía permitir que una mierda como él llegara y se acercara tanto a su persona solo porque sí.
Clavó sus escarlatas molestas en la pared y entonces la golpeó.
En su rostro tenía grabada una enorme mueca de desagrado, mientras hacía crujir sus dientes de una manera incesante.
-Como me molesta ese infeliz... -gruñó, recordando a su alumno que solía sonreírle con aquellos ojos jades tan característicos.
Una mueca de dolor y al mismo tiempo nació desde lo más profundo de su ser.
-Que intenten entrar a mi vida de esa manera es una mierda, no pienso aceptar a nadie más luego de ese pequeño inútil de años atrás... -soltó de manera desgarradora, apretando sus puños.
-Maldición...
Se mordió el labio con rudeza, mientras observaba su patético reflejo en el espejo.
- ¿Por qué tenías que hacerme esto?
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05:30
Izuku Midoriya se levantó con energía, estirándose con motivación.
¡Era un nuevo día lleno de oportunidades nuevas!
Tendió su cama rápidamente y vistió su ropa deportiva.
Entonces salió con notorio entusiasmo y decisión de su casa.
La fría brisa de la mañana chocó contra sus verdosos ojos apenas abrió la puerta de su vivienda.
Sonrió, entusiasmado y comenzó a correo hacia el parque contento.
En el transcurso del camino saludó a cada vecino que veía caminar por las calles.
Pero entonces, su mirada se volvió confusa y sus pasos que mantenían vivo y activo su trote fueron deteniéndose lentamente.
Se detuvo en su lugar un momento, curioso.
Podía observar una espalda ancha y tonificada hacer flexiones de brazos frente a él.
Se giró lentamente, sintiendo como el vapor que generaba su boca con el ambiente se desvanecía frente a sus ojos.
Esa silueta le resultaba conocida, muy conocida.
Sobre todo cuando notó ese cabello rubio cenizo y ojos carmines serios, concentrados en el ejercicio.
Su mirada se iluminó automáticamente.
- ¡Ah, es Bakugou-sensei!
Y sonriente avanzó casi tan veloz como el rayo hacia aquel hombre que habia logrado detener su trote matutino.
- ¡Buenos días, sensei! -exclamó con alegría trotando en su lugar, observando a su profesor.
Katsuki escuchó su voz con sorpresa y apretó sus puños desde el suelo.
Clavó sus escarlatas con molestia sobre él.
- ¿Y tú qué mierda haces aquí? -preguntó mientras se levantaba con pesadez golpeando sus manos para quitar el exceso de polvo.
No entendía porque se lo tenía que topar cada puto día.
Definitivamente le cabreaba más de lo normal.
Aunque en rigor solo habían sido dos días seguidos, pero hablando de Katsuki Bakugou, para él era como verlo cada jodido día de su vida.
Izuku parpadeó un par de veces, entonces reaccionó.
- ¡Ah! -exclamó sonriente. -Yo suelo hacer ejercicio a diario a estas horas. -sonrió el menor, estirando sus brazos con ánimo.
Noto como Bakugou le miró fijamente, clavando sus escarlatas sobre él detenidamente.
-Hmpf.
Fue lo único que soltó mientras se daba la vuelta y continuaba con su camino, ignorando completamente a su alumno.
Izuku le miró confundido, pero entonces sonrió y le siguió.
- ¿Vive por aquí cerca?
Preguntó, tratando de entablar conversación con el mayor, emocionado.
Pero se arrepintió apenas notó a esos ojos rubíes fulminar su silueta con la mirada en menos de un segundo.
-Eso no es asunto tuyo. -respondió molesto, retirándose.
Izuku cesó su caminata instantáneamente y solo se limitó a reír nervioso mientras se rascaba una de sus mejillas con su dedo índice.
Se había sentido avergonzado por ello.
-Creo que no estuvo bien preguntar eso. -murmuró para sí, mientras negaba con la cabeza y seguía con su rutina, intentando evitar pensamientos negativos.
Bakugou le observó de reojo mientras notaba como su nuevo alumno se alejaba de él rápidamente.
Estaba cabreado, joder.
Él solo quería un puto minuto de paz y lo que obtenía era ver a ese tipo de nuevo, maldición.
Frunció el ceño rápidamente, mientras notó como éste comenzaba con su trote alrededor del parque.
Continuó su camino pateando las piedras que se cruzaban, soltando un chasquido de lengua.
Levantó la vista y divisó un columpio y se sentó con molestia en el sin pensarlo dos veces.
Se quitó el poleron deportivo negro que traía consigo con rudeza y se quedó viendo los autos pasar.
Y no, no vivía cerca maldición.
Además, ¿qué mierda le importaba si lo hiciera? No era asunto suyo, joder.
Si no hubiera sido por la vieja bruja de su madre, estaría entrenando en un lugar diferente, no en ese jodido parque.
Pero ella le insistió en que pasara la maldita noche en familia con ellos.
Y a mala gana, había acabado accediendo.
Observó al peliverde de reojo, aún cuando él se había dicho a sí mismo que lo ignoraría por completo.
Notó como su alumno continuaba con su carrera.
Ya no le hablaba, ni siquiera le miraba.
Qué bien.
Decía para sí Bakugou siguiéndolo con la vista.
Al fin el maldito había entendido su jodido mensaje.
Simplemente no debía hacerlo, no con él.
Aún si con ello, sus ojos escarlatas no detenían el seguimiento de Izuku frente a él.
Pero era simple.
Katsuki Bakugou no quería amigos.
No quería que nadie entrara a su vida, él estaba bien así, solo.
━─━────༺༻────━─━
Pasaron las horas y los alumnos de a poco entraban a sus respectivos salones de clases.
- ¡Buenos días a todo el mundo! -exclamó Kaminari, entrando con sus brazos extendidos lleno de energía junto a sus auriculares con el máximo nivel de volumen, haciendo gestos con su rostro imitando al cantante.
-Buenos días, idiota. -Lo golpeó en la cabeza un ojeroso Kirishima, quitándole con el golpe los auriculares.
-Uff si que dormiste bien, hermano. -Se burló el rubio tomando asiento a su lado.
-Gracias, dormí como la mierda. -respondió. -Más te vale que me despiertes cuando llegue Yakuza-sensei. -ordenó mientras acomodaba la cabeza en su mochila para dormir un poco.
Uraraka clavó sus chocolates sobre uno de sus amigos con curiosidad apenas entró al aula sonriente.
-Izuku-kun, ¿por qué ese rostro? -preguntó tocando el hombro del peliverde preocupada, provocando que este detuviera su escritura llena de garabatos para mirarla.
-No es nada Uraraka-san... Sólo me siento algo avergonzado el día de hoy. -respondió Izuku, rascándose la nuca con una sonrisa nerviosa.
Izuku Midoriya era muy vergonzoso y algo tímido, por lo que cuando pasaba por situaciones incómodas no dejaba de pensar en ello por horas.
Aún si se trataba de algo insignificante.
- ¡Cuéntame! Somos amigos, confía en mí. -Se aproximó la chica, hablándole con ánimo.
Izuku desvío sus esmeraldas con vergüenza hacia el suelo.
-Es que... -murmuró. -H-hoy cuando fui a entrenar vi a Bakugou-sensei y bueno, lo saludé pero creo que no le agradó mucho... -respondió desanimado, mirando al suelo.
- ¡E-es decir, c-creo que hice algo que no estuvo bien! -exclamó moviendo sus manos de un lado a otro nervioso. -Creo que me vi como un acosador o algo así, pues sin querer le pregunté si vivía por ahí y le seguí apenas lo note cera del parque. -comenzó a murmurar con su mano en el mentón. -Quizá si hubiese dicho otra cosa Bakugou-sensei no se habría-
-Izuku-kun, cálmate. -respondió Uraraka moviendole los hombros, sacándolo de aquella lluvia de murmullos.
Izuku suspiro y pego su cabeza contra el pupitre. -Es solo que no quisiera tener una mala relación con el nuevo profesor de matemáticas otra vez... -Terminó de relatar con pánico.
Uraraka le sonrió.
-Eres valiente. -dijo con admiración la castaña.
- ¿Eh? ¿Por qué? -preguntó, alzando su mirada confundida rápidamente.
Uraraka llevó su mano en el mentón, pensando en qué decir.
Entonces le señaló con su dedo decidida.
- ¡Bakugou-sensei da miedo! -exclamó.
Izuku parpadeó ante ello.
-Si yo le viera por las calles, -continuó. -me escondería y creo que la mayoría haría lo mismo, es como... mmm. -dijo pensativa. - ¡Un dinosaurio Rex, sí! -exclamó sonriente.
Izuku pestañeo varias veces más y soltó una pequeña risita.
-Bueno, supongo que sí fui valiente. -murmuró sonriente. -Gracias Uraraka-san. -dijo un poco más tranquilo por las palabras de su amiga.
Apretándole el hombro derecho con ánimo y una enorme sonrisa en sus labios la castaña se retiró a su pupitre, no sin antes decirle un:
-No te preocupes, está todo bien. -con su dedo pulgar arriba.
Izuku sonrió de manera amable, mientras arrancaba aquella hoja llena de garabatos para botarla.
"No debo acercarme mucho a Bakugou-sensei."
Era una de las tantas cosas que había escrito hace unos instantes en su momento de vergüenza.
Se había sentido un real estúpido.
Se levantó con pesadez hacia el basurero luego de arrugar aquella hoja, decido a botarla.
-Bien, buenos días. -dijo de pronto una voz ronca, entrando con pasos sólidos a la clase. -A sus asientos. -ordenó mientras dejaba sus libros en su escritorio.
Izuku alzó sus esmeraldas rápidamente, notando la llegada de su profesor.
Katsuki esperó a que todos sus alumnos regresaran a sus pupitres cruzado de brazos apoyado en el pizarrón.
Vestía su camisa blanca con sus mangas arremangadas a medio brazo y pantalones negros sueltos.
Entonces clavó sus escarlatas profundas en un pecoso que se devolvía veloz a su pupitre, luego de botar aquel papel a la basura.
Inevitablemente frunció su ceño, apretando sus labios con molestia.
Cálmate, cabron. Se reprendió mientras expulsaba aire pesado por su nariz.
Suspiró, mientras intentaba ignorar su maldito carácter de los mil demonios.
-Antes que nada, deben saber que los días martes y viernes habrá reforzamiento conmigo, en el aula 15 a las 14:30 hrs, anotenlo en algún lugar de sus jodidos útiles, porque el que tenga reiteradas faltas no será recibido en mi taller. -habló, caminando lentamente a lo largo del pizarrón.
Paró en seco al notar a uno de sus alumnos prácticamente acostado en su pupitre.
Le quedó viendo con confusión. -Tú, el de los pelos pichudos. -señaló Katsuki cuando vio que el chico tenía hundida su cabeza en la mochila casi como un ñandú lo hace bajo tierra.
Frunció el ceño al notar el silencio como respuesta.
Kaminari palideció.
Por estar escuchando música se olvidó completamente de Kirishima y ahora veía como Bakugou tenía su mirada clavada en él.
Era definitivo, su amigo era la siguiente presa.
¡Piensa, piensa, piensa!
Exclamó Kaminari a sus adentros entrando en pánico con sus ambarinos sobre el cabello pelirrojo de Kirishima.
¡AGHHH! ¡Actúa rápido!
Entonces se escuchó un golpe en todo el salón.
Todos giraron sorprendidos hacia Kaminari, quien exclamó:
- ¡Ahh, que tonto, se me cayó la mochila! -exclamó, mientras recogía su mochila del suelo pálido.
Segundos antes, su mochila se aplastó con rudeza contra la espalda y cabeza del pelirrojo. Su maldita estrategia para despertar a puerco espín resultó sin éxito alguno pues ni con eso dió señales de vida.
Tragó saliva duramente.
¿Qué demonios podía hacer? Se preguntó, sintiendo como Bakugou comenzaba a mirarle de una manera asesina.
¡SOLO ACTÚA RÁPIDO!
Segundo intento: Kaminari fingió que se le caía la goma esta vez y se levantó a recogerla, quedando a los pies de un dormido Kirishima.
Una vez abajo con desesperación, comenzó a pellizcar sus piernas con rudeza hasta que sintió una presencia detrás de él.
Mierda.
Mierda.
Y más mierda.
Estaba muerto.
- ¿Crees que soy imbécil? -habló Katsuki cogiendo al rubio del cuello de la camisa, arrastrándolo a su pupitre a la fuerza.
Kaminari solo se quedó quieto y al borde del desmayo. Con el encuentro de ayer ya no quería más.
Había tenido suficiente.
Entonces Katsuki se dirigió al pupitre de Kirishima.
Todos sus alumnos estaban expectantes y nerviosos ante la situación que se estaba desarrollando durante su hora de clase.
Katsuki preparó las palmas de sus manos, calentándolas con una sombría sonrisa, separó sus brazos con brusquedad y con su ceño más fruncido que nunca las juntó con fuerza, provocando un sonido enorme dentro del salón.
La mayoría de sus alumnos saltó de su propio pupitre al escuchar el estruendo de sus palmas, pero Kirishima fue quien saltó más alto de éste.
- ¡Deja de joder, Kenjirou de mierda! -exclamó con su ceño fruncido, molesto junto a un leve hilo de saliva que caía por su lado izquierdo del labio, observando con somnolencia a Kaminari, quien se encontraba pálido observando hacia arriba.
Abrió los ojos de par en par y con notorio cuidado giró su cabeza lentamente hacia arriba notando así a su profesor mirarle con un tic en su ojo izquierdo, sus labios presionados con furia y sus brazos cruzados de manera firme.
Por un segundo pensó que estaría muerto.
-Te crees la puta bella durmiente, ¿eh? -habló el rubio, acercándose a su alumno.
- ¡L-lo siento, Bakugou-sensei! -apresuró a exclamar en pánico. - ¡No se volverá a repetir, lo primero!
Bakugou le miró con seriedad.
-Que no se vuelva a repetir, o puedes comenzar a despedirte de esos malditos pelos pinchudos que tienes, imbécil. Agradece que hoy estoy de buen humor. -amenazó dándose la vuelta, pasando de él.
Kirishima se giró como piedra viendo a un Kaminari susurrando:
Lo siento, intenté despertarte.
Negó con la cabeza y con pesadez se apoyó en la pared.
-Sensei. -levantó la mano Yaoyorozu de manera tímida ante semejante acto.
-Habla. -ordenó mientras se acomodaba en su asiento abriendo su libro.
- ¿Dará algún punto extra por asistir a sus talleres? -preguntó la chica.
Katsuki alzó sus escarlatas sobre ella y aclaró su garganta.
-Quien tenga problemas con matemáticas debe asistir de manera obligatoria, como la maldita bella durmiente y pikachu emo. -dijo observando a sus alumnos con molestia.
Kaminari miró hacia todos los lados confundido.
-Sí, tú. -señaló Katsuki. -El del estuche de estúpidos pikachus emos. -respondió.
Kaminari se sonrojó al instante, clavando su mirada en su estuche.
¿Qué tenía de malo? Su estuche era genial...
Y un leve puchero nació de sus labios mientras su mirada se clavó en Bakugou con molestia ante aquel comentario.
Entonces las escarlatas observaron al frente. -Y no creas que me olvido de ti, mocoso. -Mencionó esto último mirando amenazante a Izuku, quien solo asintió nervioso. -Los puntos extras los doy en cada clase, quien logre resolver un ejercicio del pizarrón sin equivocaciones. -aclaró mientras posicionaba sus manos en los bolsillos. -En los talleres entregaré guías para quienes quieran reforzar un poco, ¿alguna duda? -agregó con pesadez.
-No, Bakugou-sensei. -respondió Momo.
Katsuki cerró sus ojos por un par de segundos, entonces aclaró su garganta.
-Bien, comenzaré con la clase, tengan sus libros a mano. -dijo levantándose con su libro y con su otra mano jugueteando con el marcador.
Comenzó con su clase ya preparada con anterioridad y todos quedaron sorprendidos ante ello.
Su temperamento había cambiado rotundamente.
Bakugou de manera calmada comenzó a explicar y cada diez minutos preguntaba si entendían. Además, escribía con mucha importancia fórmulas claves en el pizarrón para que sus alumnos las escribieran, recalcando que era muy importante que aprendieran ello. Comenzó a caminar a lo largo del salón viendo con cuidado si sus alumnos resolvían sus ejercicios de la manera correcta.
Era como otro Katsuki.
Un Katsuki Bakugou totalmente profesional.
-Vas muy bien. -habló de pronto tocando el hombro de Tenya, quien saltó en su asiento asustado, ya que no se esperaba aquello.
- ¡S-sí! -exclamó mientras observaba a Bakugou alejándose, con evidente tensión sobre sus hombros.
- ¿Cuántas veces tengo que repetirte la regla de signos? -reprendió Bakugou mientras le quitaba la goma y borraba todo su ejercicio.
A Izuku le invadió un escalofrío, con inseguridad.
Aún recordaba la mirada de odio puro que le dirigió esta mañana en el parque.
Comenzó a temblar levemente y le quedó mirando afligido sin saber qué hacer o decir.
Entonces notó como su profesor le miraba de manera neutral.
-Quiero verte hacerlo de nuevo, ahora. -ordenó el mayor señalando con su dedo índice sobre la superficie de su cuaderno, mientras el peliverde lo observaba acuclillarse a su lado del pupitre para quedar a su nivel.
Podía observar a Izuku con sus leves temblores.
Es un chihuahua.
Pensó, estudiando el comportamiento de su alumno.
-Lo siento, sensei. -respondió Izuku mientras cogía el lápiz y comenzaba a resolver el ejercicio de manera lenta.
~~~
Bakugou respiró de manera pesada ante ello.
-No te disculpes y resuélvelo, maldición.
Su estúpida actitud le colocaba de malhumor.
Tanto ahora como en la mañana.
Algo tenía ese estúpido mocoso que le causaba tanto estrés e irritación tan solo con su presencia.
Pero debía calmarse, ahora mismo estaba trabajando.
Sé malditamente profesional, maldición.
-Midoriya, ¿quieres que te ayude?
La intervención de aquel idiota era algo que sin duda no esperaba.
Todoroki observó a ambos de manera neutral desde su pupitre, notando a su amigo considerablemente nervioso.
Bakugou al escucharle se giró con cara de pocos amigos, observándolo.
-No sabía que también eras profesor, dos caras. -habló con molestia y obvio sarcasmo.
-Midoriya está nervioso, sensei.
- ¿Y eso qué? -preguntó el rubio ceniza levantándose de golpe, enfrentando a su alumno. - ¿Me estás dando lecciones de cómo tratar a mis propios alumnos, mocoso? -agregó, cruzándose de brazos de manera amenazante.
-No, solo que conozco lo suficiente a Midoriya como para saber que así no podrá concentrarse. -agregó con seriedad sin quitarle la vista de encima.
Bakugou alzó una ceja. - ¿Ohh?
-Te crees muy listo, ¿eh? -respondió, frunciendo el ceño y con su sonrisa torcida. - ¿Siquiera terminaste tus ejercicios que te atreves a intervenir en mi lección con el chihuahua? -preguntó de manera amenazante.
Todoroki de inmediato abrió el libro y le enseñó todos sus ejercicios, correctamente resueltos.
Bakugou no se esperó eso, había superado sus expectativas pues pocas personas lograban resolver tantos ejercicios en tan poco tiempo de manera correcta.
Cerró los ojos, ya no estaba en la universidad, no podía ponerse a discutir con ese imbécil.
Entonces sonrió.
-Con que sí sabes algo, me parece bien. -dijo dándose la vuelta y caminando hacia el pizarrón.
Entonces comenzó a escribir un ejercicio nuevo.
-Resuélvelo. -Exigió el de ojos escarlatas mirándole con frialdad. -Si logras resolver este ejercicio podrás ayudar al chihuahua sin que yo me entrometa. -agregó.
Si lograba resolverlo significaba que sí sabía y tendría tiempo suficiente para ver los ejercicios de sus otros alumnos, mataba dos pájaros de un tiro.
- ¿Chihuahua? -murmuró para sí un confundido Izuku por su extraño sobrenombre.
Realmente no entendía la actitud de su profesor, le confundía, era tan impredecible.
Hoy en la mañana podría haber jurado que le odiaba, pero ahora ya no sabía qué pensar.
O quizá simplemente lo estaba pensando demasiado...
Todoroki se levantó, cogió el marcador y comenzó a resolver el ejercicio sin problema alguno con una de sus manos en su bolsillo, concentrado.
Cuando acabó quedó mirando a Bakugou sin expresión alguna, extendiendole la mano con el marcador.
-Reviselo, sensei.
Bakugou ante esto sonrió amenazante, no entendía del todo la actitud de su alumno tan neutral y sin emociones.
-Bien, el chihuahua es tuyo, felicidades. -dijo con sarcasmo mientras proseguía observando a sus estudiantes. Todoroki se acuclilló al lado del pupitre de Izuku y comenzó a enseñarle.
-Entonces, en este tipo de casos debes de recordar la fórmula y aplicarla de esta manera. -hablaba con paciencia y suavidad mientras escribía de manera calmada en el cuaderno de Izuku, quien no despegaba la vista de los números recientemente escritos.
-Gracias Todoroki-kun, ya estoy entendiendo un poco. -agradeció de manera calmada mientras sonreía feliz.
Bakugou escuchó todo... Y no lo entendía. ¿Por qué ese mocoso se ponía tan nervioso ante su presencia? Ah, pero con el dos caras todo era diferente, ese par de imbéciles.
Gruñó enseñando sus colmillos de manera inconsciente mientras desviaba la vista.
Suspiró, no había estudiado tantos años para que un alumno hiciera su trabajo. Negó con su cabeza, cansado.
Entonces se enfocó en sus alumnos restantes.
-Entonces los divides todos juntos porque por algo estan juntos. -explicaba Kirishima sonriente y totalmente seguro de sus enseñanzas.
- ¡Ahhh! Eres genial hermano. -habló Kaminari, mientras seguía con el fatídico ejercicio que más que ejercicio parecía un pobre y triste garabato.
Un enorme dolor en el pecho de Bakugou se hizo presente apenas escuchó semejante monstruosidad. - ¿Pero qué mierda estás haciendo? -preguntó, viendo a Kirishima enseñárle a Kaminari de la manera más fatal posible. Le quitó el cuaderno al pelirrojo de manera malhumorada y brusca, observando semejante barbaridad.
Instantáneamente se rascó la cabeza con desesperación al observar aquel cuaderno de hojas arrugadas.
-Ustedes dos, deberán ir mañana quieran o no al taller, me da náuseas ver cómo resuelven esto. -habló Bakugou con su ceño fruncido y manos en sus bolsillos, lanzando el cuaderno hacia el pupitre a mala gana.
-Pero sensei, está bien resuelto, Kenjiro-senpai le da clases a Kirishima y sabe mucho. -dijo Kaminari emocionado, enseñándole su desordenado cuaderno con sus ejercicios mal resueltos.
-Kenjiro es un imbécil que con suerte sabe aplicar la regla de tres, mocoso. Además, ¿cuando mierda has visto que signos iguales se restan? -dijo, mirando su cuaderno.
- ¿¡15+6=23!? -Casi le da un paro cardíaco.
-Ahh... -soltó cansado, observando con preocupación a aquel rubio sonriente. - ¿Me puedes decir tu edad? -agregó con sus dedos en su cien buscando paciencia.
-Dieciséis, sensei. -dijo Kaminari algo asustado.
El de ojos escarlatas soltó un enorme suspiro. -Los quiero a ustedes dos mañana en mi taller sin falta o ya verán las malditas consecuencias. -amenazó mientras negaba con su cabeza.
Ese idiota le daba clases a su propio hermano sin saber una mierda.
×××××××
El rubio ceniza, dirigiéndose hacia su escritorio junto las palmas de sus manos de manera brusca y fuerte una sola vez para que sus alumnos le prestaran atención.
-Bien, ya va acabando la clase. -Se dirigió al pizarrón y comenzó a escribir cuatro ejercicios diferentes. -Quien quiera puntos extra que levante la mano y tendrá la posibilidad de escoger cualquiera de estos ejercicios, solo dos podrán venir de manera voluntaria, si no son capaces de resolverlos bien a la primera no tendrán puntos extra. -explicó con sus manos en los bolsillos. -Ahora bien, los dos ejercicios restantes lo resolverá quien se me de la maldita gana, puede ser cualquiera de ustedes. -sonrió amenazante, haciendo estremecer a la mayoría del salón. -Comencemos por quien quiere puntos extras. -agregó esperando algún voluntario.
Momo y Tokoyami levantaron la mano al mismo tiempo.
-Bien. -murmuró, pensando en quien escoger. -Tú, resuelve el que gustes. -habló señalando a Momo, quien pasó y escogió el ejercicio número tres, que resolvió sin problemas. -Perfecto, tu cuaderno. -ordenó Bakugou mientras ella se lo entregaba, revisó si tenía sus ejercicios resueltos y dibujó una bomba al final de la hoja. -Ahí tienes tu punto, felicidades. -dijo frívolo. Momo sonriente se dirigió a su pupitre.
-Ven tú, chico emo. -habló de nuevo Bakugou.
Tokoyami le quedó mirando perplejo. ¿Acaso le decía así por su cabello largo? Pensaba con sus ojos carmínes confundidos.
No se atrevió a decir nada, más bien, avanzó en silencio hacia el pizarrón.
Tokoyami escogió el ejercicio número uno, lo resolvió sin problemas mientras Bakugou revisaba si tenía sus ejercicios resueltos, le agregó otra bomba a su cuaderno.
-Felicidades. -mencionó mientras le entregaba su cuaderno.
Entonces, dirigió su vista al resto de sus alumnos que al parecer, no tenían interés en el pizarrón.
Su mirada vago por todo el salón, pensativo. Pasó de un tembloroso Izuku a una distraída Ashido que tenía oculto su celular en el estuche. Esta cree que soy estúpido. Pensó.
-Ahora quiero que vengas tú con tu cuaderno, niñita. -señaló Bakugou a Ashido, quien se sorprendió y fue con notorio temor a la pizarra, el de mirada carmín abrió su cuaderno, tres ejercicios resueltos de manera asquerosa y muchos corazones.
Me esperaba este tipo de mierdas. Gruñó a sus adentros. -No sabía que los ejercicios se resolvían con corazones. -reprendió, mientras se giraba para ver a la chica que le sonreía con nerviosismo. -Comienza. -ordenó mientras que Ashido asentía.
Y comenzó, Bakugou a cada momento le borraba el ejercicio mal resuelto hasta que lo hiciera bien, luego de largos quince minutos Ashido agobiada se fue a sentar.
-Es tu turno, bella durmiente. -dijo Katsuki, clavando su vista en él.
Kirishima se estremeció. -Veamos si tu hermanito te enseña tan bien matemáticas. -agregó de cierta manera amenazante, sonriéndole de lado.
Kirishima se levantó tragando duramente saliva, pues no tenía puta idea de cómo resolver eso. Cogió el marcador y comenzó lento, cada cinco segundos miraba al profesor y atrás, para ver si le soplaban algo.
-Pobre del imbécil que hable y le ayude a resolverlo. -dijo Katsuki mirando amenazante al resto de sus alumnos. -Y tú deja de mirar atrás, estás perdido si crees que te dirán la respuesta, resuélvelo. -ordenó, golpeando con su puño el pizarrón.
Es difícil hacerlo cuando tienes a tu profesor con complejo de yakuza a tu lado. Respondió a sus adentros el pelirrojo con molestia.
- ¿Cómo se comenzaba? -preguntó entonces junto a una risa nerviosa, a veces, la única salida era ser simpático, pensaba Kirishima.
-Paréntesis, potencias, multiplicación. -habló Katsuki con pesadez.
Katsuki se preguntaba que clase de profesor habían tenido antes que él. El que algunos de sus alumnos no supieran las reglas básicas de las matemáticas le daba mucho que pensar.
-Ah, cierto -respondió escribiendo.
-Malo. -borró su desarrollo, Kirishima cabizbajo solo observaba el suelo.
- ¿Crees que todo se aprende a la primera, bella durmiente? En vez de mirar al suelo concéntrate aquí. -exigió malhumorado con su ceño fruncido.
Y comenzó de nuevo, y de nuevo, mientras Katsuki borraba una y otra vez.
De vez en cuando le daba pistas.
-Es por eso que te digo que deben ir a mi taller, su nivel matemático está bajísimo. Yo no puedo permitir semejante monstruosidad, mis alumnos deben ser excelentes. -gruñó Katsuki malhumorado. -Tu cuaderno. -exigió, Kirishima se lo entrego con casi todos sus ejercicios resueltos pero mal hechos, negó con la cabeza. Finalmente, le dibujó una llamita pequeña. -A tu pupitre y más te vale no volver a dormir en mi clase. -amenazó entregándole el cuaderno, Kirishima sonrió pues no esperaba eso. Era medio punto, creyéndolo o no Katsuki valoraba el esfuerzo de sus estúpidos estudiantes aunque sus ejercicios no estuvieran bien del todo, lo que detestaba más que nunca era la pereza.
-Pueden retirarse por hoy. -dijo viendo a cada uno de sus alumnos retirarse.
Observó entonces a Izuku, quien se había quedado de los últimos, como siempre, guardando sus cuadernos y libros.
Suspiró con pesadez sentado en su escritorio, con su mano apoyada en el mentón sin quitarle la vista de encima.
Esperó a que su alumno guardara todo y entonces sonrió.
-Midoriya.
Un sobresalto invadió el cuerpo del pecoso que a medio agarrar una de las orejas de su mochila casi se le cae al suelo. - ¡Sí! -exclamó de inmediato avanzando hacia su profesor.
-Tu cuaderno. -exigió estirando su mano, esperando al chico sentado en su escritorio. Izuku algo asustado abrió su mochila nuevamente y le entrego con leves temblores su cuaderno.
Bakugou le quedó mirando por un par de segundos, no lo entendía.
¿Por qué rayos tanto temor hacia su persona?
¿Tan duro era con él? Pues se lo merecía por intentar ser tan agradable con él. Negó con su cabeza, no estaba bien, él era así y ya, al fin y al cabo era su alumno.
Abrió su cuaderno, vio muchos borrones pero la mayoría de sus ejercicios resueltos de manera correcta, mientras que el resto estaban malos aún, seguro el dos caras no había alcanzado a enseñarle bien, él lo sabía.
El único apto para enseñarle era él y nadie más.
Al fin y al cabo, él era su profesor.
-Yo valoro los esfuerzos de mis estudiantes. -dijo de pronto con su cabeza apoyada en su mano izquierda. -Esto conseguiste por ser el primero en asistir a mi taller. -agregó mientras tickeaba los ejercicios buenos y los malos los rayaba con su lápiz tinta rojo y los resolvía de la manera correcta a un lado para que el chico aprendiera. -No tienes que temerme tanto, soy tu profesor, no un monstruo. -agregó mientras le dibujaba dos bombitas al final de la hoja, cerraba su cuaderno y se lo entregaba. Sonrió mostrándole los colmillos. -Te dije que si eras buen alumno te iria bien conmigo, pequeño idiota. -dijo levantándose.
Izuku sintió que todo su temperamento amenazador hoy en la mañana había cambiado, sonrió extremadamente feliz. No pudo evitar hacer una reverencia frente al rubio ceniza, con sus mejillas sonrojadas.
- ¡Muchas gracias Bakugou-sensei, e-esto significa mucho para mí! -dijo abrazando su cuaderno con fuerza.
-Más te vale que te presentes mañana en mi taller, o tendrás que asumir las consecuencias. -dijo amenazante. -Puedes retirarte. -ordenó.
- ¡Sin duda estaré ahí! Que tenga un buen día. -dijo despidiéndose al mismo tiempo que Katsuki se quedaba en la puerta viendo como el resto de los pocos alumnos se había quedado a las afueras del salón.
De pronto uno detuvo su paso, pues Bakugou lo agarró del hombro.
- ¿Me quieres ver la cara de imbécil? -gruñó. -La clase anterior te escapaste, pequeña sabandija. -dijo con sonrisa amenazadora. -Pero hoy no será así. -Le susurró a Mineta quien temblaba con una sonrisa.
-S-Sensei eso ya es parte del pasado... -respondió en su defensa tratando de zafarse del rubio.
-Si no se cumple lo que yo digo será parte de mi presente y futuro si es necesario, a ver si aprendes tu lección, idiota. -dijo jalandolo a la fuerza hacia la dirección.
Y... bueno, Mineta salió tres horas tarde, se quedó haciendo aseo en los baños tal como había dicho Bakugou, haciendo arcadas cada diez segundos.
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Bakugou salía de la dirección con sus manos en los bolsillos. Luego de haber resuelto ese pequeño problema, no se podía sentir más satisfecho.
De pronto divisó al tipo emo de espaldas, ese que se suponía que era su colega, pasó de largo sin importarle en absoluto, hasta que vio unos ojos jade alegres, sonreírle.
-Tú eres muy inteligente y lo sabes, Izuku. -Le sonreía Shinsou mientras le revolvía sus verdes cabellos y le dedicaba una amable sonrisa. Izuku asentía con alegría con un leve tono carmín en sus mejillas. -Ve a casa pronto. -mencionó de nuevo rompiendo el tacto con el menor, tocándole la punta de la nariz.
-Si, gracias sensei. -respondió el menor, retirándose alegre.
Bakugou se quedó viendo la escena algo extrañado, sin evitar escucharlos hablar y sin darse cuenta comenzó a sentir sus manos excesivamente calientes. Tan calientes como si de fuego se tratase.
Se sentía confundido, no sabía porqué su cuerpo estaba reaccionando de esa manera, pero aún con ello... Había tenido sus puños fuertemente presionados en sus bolsillos en todo ese largo momento.
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¡Buenas mis corazones!
Lamento tanto la demora, he entrado a la universidad y casi no tengo tiempo, además de añadir una cucharadita de problemas personales :c
¡Pero he vuelto! No saben cuánto extrañaba publicar, enserio.
Gracias a todas las personitas que aún asi siguen apoyándome!
Les deseo una linda semanita! Nos leemos.
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