Nuestros rostros demuestran lo mucho que aún nos queremos,
pero nuestro cerebro sabe el mal que nos hacemos.

Nuestro destino estaba escrito en un final y no en una segunda oportunidad.

Tus manos y las mías ya no encajan,
pues están hechas para alguien más.

Fuimos el amor de nuestras vidas,
pero jamás fuimos almas gemelas.

Estuvimos viviendo pasiones ajenas que se sentían tan nuestras.

Estuvimos enfocándonos en otras cosas pero menos en el arte del verdadero amar.