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Una negativa


Ni bien abandonaron la fiscalía, la madre de Amelia alzó la voz para decirles que le había dado hambre; apenas Carol y Amelia se subieron a la camioneta, aquella mujer arrancó el motor y condujo hacia el periférico, lista para dar una larga vuelta antes de llegar a su destino, un lujoso centro comercial del otro lado de La Ciudad, que colindaba entre los distritos Espejo y Titán.

Como cuando fueron en el camino de ida, las chicas se sentaron en los asientos de pasajeros; aunque no hablaban, parecía desbordarse en el espacio entre ambas una emotiva conversación. La madre de Amelia, pese a darse cuenta, decidió ni mencionarlo, ni voltearlas a ver, dispuesta a darles algo de privacidad.

A los pocos minutos de recorrido, la madre de Amelia entró al estacionamiento de la plaza y le puso seguro al coche en cuanto las tres se bajaron. Inmediatamente, se dirigieron al segundo piso del centro comercial, subiendo por las escaleras eléctricas para llegar al área de comidas. Sin embargo, Carol tenía que seguirles el paso, pues, por increíble que pareciera (teniendo en cuenta que su vieja casa quedaba cerca de aquella plaza), nunca había ido ahí.

— En realidad no es la gran cosa - Reconoció Amelia mientras le tomaba la mano para guiarla sin que se separaran - Pero aquí viene la gente a fingir que tiene dinero.

La madre de Amelia, menos entusiasta con el recorrido, se retrasó unos cuantos segundos, por lo que tardó un rato más en llegar al área de comida del centro comercial; una vez ahí, ella y Amelia empezaron a discutir lo que querían comer. Terminaron decidiéndose por una orden de tacos para cada una, a lo que Carol en realidad no pudo discutir; comería porque comería.

Con su uniforme negro y rojo todavía puesto, Amelia se sentó en una mesa, quedando de frente a Carol mientras su madre volvía del mostrador.

— No estoy acostumbrada a nada de esto - Se explicó Carol, como si no fuese bastante obvio - Les pagaré lo que cueste mi plato, lo prometo.

Amelia levantó una mano y poniendo el índice sobre los labios de Carol, la hizo callar.

— No. Te estamos invitando, no tienes que pagar nada.

— Pero...

— Shhhh. Déjame hacer algo bonito por ti, ¿quieres?

La madre de Amelia tomó asiento. Pronto les traerían de comer, lo que anuló cualquier oportunidad que tuvo Carol para quejarse. No es que no le gustase el trato que Amelia le daba, al contrario, le parecía de lo más bonito que existe pero aún le costaba mucho pensar en recibir algo sin tener que retribuirlo.

Sonaba estúpido, pero incluso mucho antes de que Ryus la tuviese encerrada, casi tenía que pagar por vivir en la casa, ir a la escuela y todo lo que técnicamente era un derecho básico. Aún así, pese a saber que estaba bien aceptar ayuda de vez en cuando sin tener que devolver el favor o pagar por ella, se sentía incapaz, como si después de comer, Amelia y su madre fuesen a encerrarla en el sótano hasta que pudiese pagarles por aquella comida.

Traumas aparte, los tacos estaban deliciosos; ni bien llegaron, Carol se llevó uno tras otro a la boca hasta acabarse los primeros tres; justo después, sintió cómo su estómago se llenaba rápidamente. Aún no podía comer cantidades "normales" de comida, pero era un avance, mucho mejor que comer un sólo taco y sentir que iba a vomitar. Según la madre de Amelia, se estaba recuperando demasiado rápido para el poco tiempo que llevaba en su casa.

— ¿Les parece si vuelvo en un rato, chicas? - Preguntó la madre de Amelia justo al acabarse su plato - Es que vi unos zapatos en oferta y...

Ni siquiera alcanzó a explicarse antes de haberse alejado a toda velocidad; si bien podría ser cierto lo de los zapatos, para Amelia era más que claro que su madre estaba intentando dejarlas a solas un buen rato (cosa que era casi del todo imposible estando en casa). No sabía exactamente por qué, pero siendo su madre a como era e intentando siempre que Amelia socializase, no le extrañó en lo más mínimo.

— ¿Crees que no le caiga bien a tu madre? - Preguntó Carol de la nada.

— ¿Por qué lo dices?

— Siempre intenta alejarse de mí, como si no quisiese tenerme cerca.

— ¿Qué? ¡No! - Se sorprendió Amelia, dejando salir emociones como pocas veces lo hacía - Creo que... bueno, supongo que intenta darte tu espacio. Quizá no sabe cómo tratarte o si te sentirás incómoda con ella siendo... bueno, siendo ella.

Eso hacía perfecto sentido pero, ¿entonces por qué Amelia no hacía lo mismo? Incluso le permitía dormir con ella. Sin embargo, antes de poder preguntarle, Amelia le ofreció una respuesta.

— Yo... a veces no sé si algo te va a incomodar, si te incomoda que me quede o lo hará el que te deje sola. Casi nunca sé qué hacer y no es como que...

Le costaba hablar de esa parte en específico; según sabía Carol, justo después del asedio a La Ciudad del que todos hablaban, Amelia había empezado a ir a sesiones de terapia. ¿Los resultados y diagnóstico de dichas sesiones? Un total secreto, pero los botecitos de medicina guardados en la parte alta de la alacena le hacían pensar todo tipo de cosas.

— Descuida. Si no te incomoda a ti, prefiero que te quedes cerca de mí - Admitió Carol - Me hace sentir muy desprotegida si, ya sabes, de repente me despierto y estoy sola. Es... no lo soporto.

— Es bonito - Respondió Amelia, visiblemente halagada y desviando la vista - Pero algún día tendrás que ser independiente y no será necesario que esté pegada contigo todo el tiempo.

Ese era el momento, pensó Carol. Era ahora o nunca.

— No es necesario que tenga miedo para que te quedes a mi lado, ¿sabes? - Añadió Carol, nerviosa y esperando no haber arruinado el momento.

Amelia lo pensó un par de segundos y tras comer de su último taco, decidió contestar con una sonrisa que, al ser vista por Carol, provocó que ella se sonrojase; parecía una buena señal, asumió Carol, tranquilizándose un poco.

La carta sobre la mesa era bastante explícita; un tal Dante había metido una demanda contra Amelia y su madre por mantener secuestrada a Carol al interior de la casa. Ni bien llegaron del centro comercial hacía media hora, el hermanito menor de Amelia les entregó el sobre, totalmente cerrado y con lo que parecía ser un citatorio a los juzgados de parte de algún miembro administrativo.

— Ryus debe haber... - Empezó a suponer Amelia.

— Sí.

Fue todo lo que dijo Carol.

Pese a que Amelia ya había contactado con Ezra y los de Base 1, incluido el equipo legal, tendrían que estarse con cuidado. Lo que menos quería Amelia es que aquella frágil y temerosa chica que estaba más o menos a su cuidado fuese devuelta al infierno que representaba su viejo hogar.

Carol se encontraba visiblemente alterada; Amelia no se sentía capaz de tranquilizarla o hacerla sentir mejor, pues ella compartía la inquietud de su compañera. El silencio, elemento tan poco habitual en la casa de Amelia, había inundado toda la planta baja desde hacía casi media hora; aunque le constaba que nada pasaría, no podía dejar de preocuparse.

Por eso, cuando empezaron a aporrear la puerta, ni siquiera perdió la calma. No podía perder algo que ya no tenía.

— ¿Quién es? - Preguntó la hermana de en medio, a punto de asomarse por una ventana, cuando Amelia se apresuró a decirle que se apartase.

— Llévate a tu hermano y váyanse al piso de arriba - Ordenó Amelia, quien lamentó haberse quitado ya el traje de Alba Dorada. 

— ¡Sé que tienen aquí a Carol! - Gritó un hombre joven del otro lado de la puerta, en el callejón desde el que se accedía a la casa de Amelia.

— Lando - Murmuró Amelia, corriendo a la cocina para rebuscar algo al interior de un cajón. Carol se quedó paralizada en donde estaba, sin saber si correr a abrazarlo, esconderse o echar a llorar.

Una mano se asomó por la ventana junto a la puerta y rápidamente tanteó la manija interior para abrirse la puerta. Una vez lo consiguió, Carol ya tenía a Amelia interponiéndose entre ambos, con los brazos extendidos, las piernas un poco separadas y una expresión casi felina, esperando a que Lando diese un paso más en dirección a ellas para atacarlo.

— ¿Qué haces aquí?

— Dejen ir a Carol - Fue lo primero que se le ocurrió decir - Si la dejan ir desde ahora, los cargos no podrán proceder. Carol... podemos huir juntos si quieres - Ofreció Lando, sonriéndole de una manera que casi la convencía por sí misma.

No lo recordaba distinto a como se veía ahora; de tez morena y con nariz un poco alargada, cabello lacio aunque corto y sin vello facial en absoluto. Aunque antes se esforzó en ocultarlo, ahora ni siquiera lo escondía; tenía al cuello un colmillo pintado totalmente de blanco. Amelia se dio cuenta enseguida: Era un malasangre.

— Estás invadiendo propiedad privada. Si no te largas de una vez, el que acabará en prisión serás tú.

Lejos de amedrentarse, Lando dio un paso más antes de que sorpresivamente, Amelia se sacase un picahielo de la manga, tan bien oculto que Carol ni siquiera había reparado en que lo tenía ahí guardado.

— Lárgate.

— No sin Carol.

— Corre. Ve por mamá, está en la azotea - Ordenó Amelia. Pese a que Carol tardó un segundo más de lo necesario en registrar el significado de esas palabras, no le fue imposible. Corrió tan rápido como pudo hacia las escaleras y cuando Lando intentó seguirla, Amelia le cortó el paso blandiendo aquella pequeña y letal arma que tenía en las manos.

— En serio. Lárgate.

— ¿Qué vas a hacer? ¿Amarrarme y encerrarme en el cuarto de debajo de las escaleras?

Amelia había intentado mantenerse calmada, pero Lando era cada vez más insufrible; sin tener tiempo para pensárselo mejor, lanzó el picahielo hacia Lando, quien no vio venir el arma punzante sino hasta que le rajó la punta del dedo, trazando un arco sangriento hasta quedar clavado en la pared.

Lando contempló su índice derecho, cortado de modo que un pequeño pedazo de carne le colgaba del resto del dedo.

— Atrévete a denunciarnos por esto y te irás fichado por entrar en propiedad privada y amenazar un hogar donde había menores de edad - Sentenció Amelia - Y dile a tus dueños que pueden meterse su demanda por el culo.

Lando se quedó parado ahí mismo, sin atreverse a mover ni siquiera el dedo que le había cortado Amelia, procesando lo que acababa de ocurrir mientras el suelo empezaba a salpicarse con el constante goteo de sangre que caía de su mano.

— Vas a pagar por esto... perra.

— No puede ser, me siento muy ofendida - Exclamó sarcásticamente Amelia, viéndolo fijamente mientras retrocedía, sin darle la espalda ni por un segundo. En cuanto puso un pie afuera de la casa, Amelia gritó algo como "asesino". Enseguida, la gente del callejón empezó a asomarse y al ver a Lando en la puerta de Amelia, empezaron a acercarse tanto del fondo del callejón como desde la entrada, en el puesto de antojitos de alguna tía suya.

Carol pudo asomarse desde la segunda planta; entre varias personas, entre ellas varias de las mujeres del puesto de antojitos, entre otras, golpeaban y jaloneaban a Lando mientras lo echaban de cara a la calle. Una pequeña sonrisa de satisfacción se dibujó en las facciones de la chica, emocionada por el simple hecho de que Amelia fuese a llegar a tales extremos tan sólo para defenderla.

Se sentía eufórica, inexplicablemente feliz, pensaba ella. No era una felicidad como la había experimentado nunca antes y para ser sincera, ni siquiera sabía cómo describir aquella sensación.

Ya había caído la noche.

Carol y Amelia se habían quedado hablando hasta tarde de nuevo; en la habitación de al lado, los hermanos y madre de Amelia dormían plácidamente, pero ellas dos... ellas no podían conciliar el sueño.

— Perdona - Dijo Amelia al sentir su pierna rozándose con la de su compañera por debajo de las sábanas.

— No me incomoda - Se apresuró a decir Carol, algo nerviosa - No tienes que quitarla si no quieres.

Amelia se lo pensó por un segundo, pero al final, devolvió su pierna a donde estaba. Ambas tenían una almohada debajo de la espalda cada una, estando en una posición entre sentadas y acostadas, viendo una pared de la habitación en lugar del techo; habían dejado sus teléfonos cargando hacía un rato apenas.

— Yo ni siquiera sé por qué no me gusta tanto el contacto físico. Mi mejor amigo siempre está en "modo abrazo" y yo... bueno, obviamente no.

— Contigo no me siento incómoda. No sé por qué razón específica sea, pero... realmente me gusta sentirte junto a mí.

Carol movió una de sus manos por debajo de las sábanas para coger la de Amelia y, rígidamente, pero sin dudarlo ni un segundo, Amelia extendió también la suya para alcanzar la de Carol; al inicio se sintió demasiado artificial, pero conforme pasaban los segundos, la incomodidad que sentía Amelia fue disminuyendo hasta volver el contacto físico con Carol algo totalmente tolerable, por no decir que empezaba a ser agradable. Esto solo le había pasado con una persona antes y estaba irremediablemente lejos en ese momento.

— En casa de Ryus... ya lo sabes, ¿no? Los extraños me manoseaban seguido. No recuerdo sus caras pero sí recuerdo cómo se sentía. También lo recuerdo a él, a Ryus.

Hubo un largo silencio.

— Pero me gusta cuando lo haces tú. Es lindo.

Amelia dudó en si acercarse más a Carol; por más que le dijese que no había problema alguno, algo muy adentro de ella no paraba de murmurar que, efectivamente, había algo malo con ello.

Sin embargo, se atrevió a corresponderle a Carol, recordando brevemente que había dejado de sentirse incómoda tras varios segundos de darle la mano. No fue una decisión consciente, solo se acercó a ella y dándose media vuelta sobre la cama, quedó recostada con la cabeza sobre el pecho de Carol, quien dejó de respirar un par de segundos, probablemente sorprendida por aquél repentino acto.

Amelia empezaba a sentirse mucho más invasiva e incómoda ahí, pero  poco a poco empezó a habituarse; lo empezó a comprender mejor: No era tanto incomodidad, sino nerviosismo. 

Y aún así, cada segundo que pasaba recostada junto a Carol, con playeras sumamente holgadas para la estatura que tenían y sin luz alguna que iluminase la estancia, la hacía sentir más segura que desprotegida.

— Por favor, tócame - Pidió Carol en voz baja.

Amelia no supo qué decir; quizás porque no era necesario decir nada. Simplemente llevó una de sus manos a la mejilla de Carol y la acarició. Por primera vez, no pareció un movimiento robótico. Como lejos de incomodar a Carol, parecía gustarle, Amelia se acomodó, poniendo sus labios a la altura de la mejilla de su compañera y mientras de ofrecía sus caricias en el hombro al abrazarla, decidió besar su mejilla tímidamente, rezando para que Carol no voltease a verla después.

Afortunadamente, no lo hizo; solamente llevó su mano al cabello de Amelia y empezó a rascar suavemente, siendo tan delicadas sus caricias que Amelia no tardaría en dormirse si continuaba, aún cuando la reacción inicial que tuvo fue intentar apartarse, pero logró dominarse sin que fuese notorio. Una vez se acostumbró a ello, la sensación podría calificarse incluso como placentera.

— Esta vez no te vayas antes de que me despierte, ¿sí? - Pidió Carol, besando la cabeza de la chica - Me asusta bastante.

Amelia balbuceó algo parecido a "está bien".

Para Carol, eso era más que suficiente.

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