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Trae a tus amigos


Carol gimoteó, sufriendo los espasmos que últimamente le indicaban que era de madrugada; hacía frío y la delgada frazada que usaba para taparse en las noches no la ayudaba a conservar el mínimo calor posible.

Temblando, pudo sentir el lento paso del tiempo, las variaciones de temperatura e incluso una luz más orgánica por debajo de la puerta, en aquella rendija de menos de un centímetro que le ayudaba a no volverse loca y poder contar el tiempo que había transcurrido.

Tenía miedo. No creía que Ryus fuese a mentirle; iban a llevarla a las partes más asquerosas de la Zona 2 para rentarla al mejor postor. Su peor pesadilla estaba por cumplirse y todo porque Ryus había descubierto su comunicador.

Varios de sus moretones más feos habían empezado a sanar, pero muchos otros, la mayoría en lugares difíciles de ver con ropa puesta, se veían en una amplia gama de verdes, amarillos y morados, casi rozando con el negro. Carol además no había dormido en toda la noche. ¿Cómo se supone que lo haría después de esa amenaza?

¡Era su hija! ¿Por qué se esforzaba en ser tan inhumano con ella? ¿Qué le había hecho ella a Ryus para que la odiase tanto?

Tan sólo escuchó a Ryus gritándole que cuando volviese a casa, se la iban a llevar. Después de eso, cerró de un portazo antes de largarse a donde sea que fuese cuando se ausentaba de casa.

Sin haber comido desde el día anterior, Carol se levantó discretamente de la cama pese a que nadie la observaba, como si el más mínimo sonido, el menor paso en falso fuesen a alertar a Ryus que ella se había levantado de la cama. Aún sabiendo que era algo irracional, Carol lo hacía por el enorme miedo que le daba ser descubierta, mismo que empeoró desde el día anterior.

Al tantear abajo de su ropero, encontró las galletas con un poco de moho que había guardado para después. Eran solo tres, pero eran mucho mejor que nada. Cuidando de no soltar migajas, Carol se las comió para no pasar (tanta) hambre.

Solo le quedaban unas horas antes de que su vida empeorase aún más.

Los tres se agazaparon detrás de un arbusto medio reseco, esperando a que el padre de Carol hiciese arrancar su camioneta y se fuese.

— ¿Seguro de que no hay nadie en casa? - Preguntó Valka, mirando fijamente a Lando, quien venía vestido tan informal como había podido; traía una playera con un par de agujeros pequeños enfrente y unos shorts de mezclilla que en algún momento fueron pantalones, eso sí, con zapatillas deportivas nuevas.

— Miren, estoy seguro - Repitió Lando - Solo Carol y... bueno, ¿Qué es lo que esperamos exactamente?

Amelia abrió una pequeña tapa sobre su antebrazo antes de levantarse de su escondite.

— ¿Qué es eso? - Preguntó Lando, inseguro al ver a sus dos acompañantes con varias armas y trajes con protección, teniendo él nada más que un cuchillo.

— Mi lanzadardos. Por si las cosas se ponen feas - Añadió Amelia.

Valka cogió su bastón de punta eléctrica y le pidió a Lando que avanzase primero, a lo que el chico no pudo negarse. Los tres cruzaron la calle y Lando se encargó de abrirles la puerta.

— Sujeta esto un momento - Pidió Lando, dándole a cualquiera de ellas su cuchillo mientras sacaba un par de sujetadores de aluminio para abrir la cerradura de la puerta.

— ¿Sueles llevar esas cosas contigo a todos lados? - Preguntó Valka, viendo lo bien que sabía abrir puertas Lando.

— ¿De dónde crees que salieron los tenis? - Preguntó Amelia, conociendo muy bien a ese tipo de chicos.

Lando no se dio por aludido y cuando el mecanismo al interior de la cerradura saltó, Lando sacó sus ganchitos para volver a doblarlos a como estaban originalmente; justo después, empujó la puerta para dejar pasar a sus compañeras.

Valka le devolvió su cuchillo, arma que Lando se guardó en un bolsillo como si de su teléfono se tratase; Amelia y Valka voltearon a ver a todos lados, como si Carol fuese a estar cómodamente instalada en el sofá comiendo palomitas de maíz o algo por el estilo. Claramente no era así.

Cuando Amelia estaba por subir las escaleras, Lando negó con la cabeza.

— ¿Crees que le darían un cuarto para ella sola? Si lo que te dijo es cierto, debe estar viviendo como una alimaña.

Valka no quería confiar del todo en lo que decía, pero tampoco pensaba dejar solo a Lando.

— Subiré a dar un vistazo de todos modos. Ustedes, quédense aquí por si acaso.

Valka subió las escaleras rápidamente con su bastón eléctrico en la mano. En el piso de abajo había un absoluto silencio; ella abrió las puertas entrecerradas de la planta alta, que conducían a dos cuartos distintos y a un baño, pero eso era todo, no había más, no había rastro de Carol.

Por si acaso, a Valka se le ocurrió mirar debajo de las camas, donde solamente encontró condones usados y botellas rotas. Nada de nada.

— ¡Arriba está vacío! - Gritó ella, sin obtener respuesta - ¿Chicos?

Valka bajó empuñando su bastón eléctrico a ambas manos solo para ver a Lando con la punta de su cuchillo apuntándole directamente al cuello de Amelia, quien tenía una expresión sorprendentemente tranquila para estar siendo amenazada de muerte.

— ¿Qué estás haciendo? - Preguntó Valka, siendo bastante obvio lo que Lando estaba haciendo.

— Ryus me va a recompensar bien si las entrego - Sonrió Lando.

— ¡Eres su novio, maldito imbécil! - Reclamó Valka.

— Miren, no me malinterpreten - Se explicó Lando - Carol no está mal, pero no es el último refresco en el desierto. Cuando se fue, más culitos vinieron a ocupar su lugar, ¿entiendes? Además... Ryus me prometió un ascenso entre los malasangres si le entrego a los primeros que vengan a buscar a Carol.

— Desgraciado hijo de perra - Lo insultó Valka, quien ya habría arremetido contra él de no ser porque tenía a Amelia como rehén.

— Tira el arma o tu amiga se muere.

— No la tires - Lo contradijo Amelia - Si me muero no importa. Algún día iba a pasar, ¿no?

Tanto Lando como Valka se desubicaron al escuchar el comentario de Amelia. Valka nunca había sabido si su amiga tenía pensamientos suicidas, por lo que esa declaración la tomó tan desprevenida como a Lando, a cuya rehén no parecía importarle si vivía o no.

Sin embargo, de último momento, del antebrazo de Amelia salió la voz de una mujer de mediana edad insultando a Lando y ordenándole que soltase a Amelia si no quería perder un brazo.

— ¿Qué es esto? - Preguntó Lando, distrayéndose lo suficiente como para no darse cuenta de que había una cuarta persona en la sala de aquella casa.

Sin previo aviso, una mujer con ropa deportiva le asestó un único golpe a Lando en la cabeza, noqueándolo al instante, dejando caer el cuchillo con el que mantenía sujeta a Amelia.

Valka tuvo que dejar pasar varios segundos antes de percatarse de que era la madre de Amelia. Debió haberla llamado al abrir el panel del antebrazo de su traje antes de entrar a la casa, como si hubiese previsto que Lando las traicionaría.

— Iré por la camioneta, ustedes busquen a su amiga - Avisó la madre de Amelia, volviendo por donde vino.

Solamente había un sitio que no habían revisado todavía; parecía ser un cobertizo entre la sala y la cocina, no tenía ventanas ni rendijas más que una en la parte baja de la puerta. Si realmente Carol estuvo viviendo un mes entero ahí adentro...

— Estaba abriendo esa puerta cuando Lando me puso el cuchillo en el cuello - Señaló Amelia.

A Valka le pareció la respuesta necesaria para abrirla.

— ¡Por favor, no! - Chilló una voz femenina al interior cuando Valka giró la perilla de la puerta.

Valka apartó la mano. Quizá debería ser alguien que no fuese ella quien abriese, aunque Amelia tampoco era la persona con más tacto en el mundo.

Amelia decidió que debería abrir ella, así que se aproximó lentamente y, tras esperar un par de segundos, decidió hablar.

— ¿Carol? Soy Amelia. Amelia Hardeen.

No hubo respuesta.

— Ezra nos mandó a buscarte. Vas a estar a salvo.

— Déjenme.

Amelia apretó un puño detrás de la puerta, sin atreverse a abrirla. Tras apretar la mandíbula y juntar paciencia, decidió hablar de nuevo.

— Estoy aquí con otra amiga. Se llama Valka. Ambas vinimos a sacarte de aquí. Estarás a salvo pronto, ¿entiendes?

Al interior de aquel pequeño cuarto, Carol empezó a sollozar como si hubiese perdido a un ser querido. Amelia y Valka esperaron ahí unos breves segundos antes de que Amelia decidiese abrir del todo la puerta, viendo tras ella a una chica aún más delgada y en los huesos que ella, con moretones, mechones de cabello faltantes, magulladuras, descalza y vistiendo ropa con sangre seca y múltiples roturas.

Amelia no era emocional, difícilmente algo le afectaba y, sin embargo, por alguna razón, ver a esa chica en tan mal estado le removió la conciencia. Tímidamente, Carol se puso de pie tan sólo para que sus piernas flaquearan, sin la fuerza suficiente para sostenerla al inicio, aunque se puso de pie por sí misma y retrocedió a la pared opuesta a la puerta.

— ¿Estás bien? ¿Puedes seguirnos o prefieres que te llevemos?

— No. Es decir... puedo sola. Puedo...

Carol avanzó lentamente hacia Amelia y Valka, quienes se hicieron a un lado para dejarla pasar, sin hacer movimientos bruscos para no asustarla.

— Mi madre tiene la camioneta afuera. ¿Quieres que te llevemos a Base Uno? - Preguntó Amelia, lenta y pausadamente, sin saber bien qué hacer.

— ¡No! - Chilló Carol, a punto de ceder ante el ataque de nervios que estaba conteniendo desde hacía un buen rato - Ahí me buscarán primero.

Amelia suspiró.

— Iremos a mi casa entonces.

Carol vio a Lando tirado en el suelo y un cuchillo a menos de un metro de distancia.

— ¿Lando? ¿Qué le pasó? - Preguntó ella, alarmada, pese a que había escuchado parte de la discusión que tuvo con Valka hacía pocos minutos.

Valka le dedicó una mirada de desprecio.

— Iba a entregarnos a Ryus. Te abandonó cuando te secuestraron. No vale la pena.

Valka se quedó atrás mientras Amelia y Carol avanzaban a la puerta, con Carol poniendo su mano entre la luz del sol y sus ojos; después de todo, hacía más de un mes que no veía directamente el día.

Mientras Amelia la ayudaba a subir al automóvil, Valka suspiró. Tras haber arrastrado a Lando al interior del pequeño cuarto donde estaba antes Carol, Valka cerró la puerta y después puso una silla bajo la manija de la puerta para evitar que la abriesen desde adentro.

— A ver cuánto tardas en salir de aquí, imbécil.

Valka se ciñó el bastón eléctrico a la espalda antes de salir de aquella casa y acto seguido, cerró la puerta antes de ir hacia la camioneta de la madre de Amelia. Al ver que tanto su amiga como Carol estaban en los asientos de pasajeros, Valka subió en el de copiloto.

— Hola - Saludó la madre de Amelia, con las manos sobre el volante - ¿Tú igual vendrás a la casa?

— No, déjenme en Base Uno. Tengo cosas que hacer.

Sin más que decir, la madre de Amelia arrancó el coche y Carol volteó a ver aquella casa donde tanto sufrió, por última vez, si era eso posible.

Y rompió a llorar de nuevo, sin saber si era de felicidad o por el miedo de ser encontrada de nuevo.

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