Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Supongo que me hace sonreír


La madre de Amelia siguió conduciendo hasta cerca del Reloj Oval, en el distrito Serra. En cuanto llegaron a la calle en la que vivía ella, su madre le quitó el seguro a las puertas.

— Llévala, yo tengo que ir a hacer las compras todavía - Explicó la madre de Amelia, esperando a que ambas bajasen del carro.

Carol no lucía ni remotamente presentable, pero nadie que viviese en el callejón donde Amelia vivía iba a hacer preguntas al respecto; llevándola de la mano, Amelia abrió la reja de metal fuera de su puerta.

— ¿Qué dirán tus vecinos? - Preguntó Carol, angustiada.

— Si dicen algo nos los vergueamos - Contestó Amelia, acallando las dudas de Carol de un solo golpe (así como haría con los vecinos chismosos, probablemente).

Carol no pudo evitar sonreír. Una pequeña mueca se formó en su boca; era casi como si hubiese olvidado hacerlo, pero aquél comentario de Amelia había conseguido subirle los ánimos.

Al interior de la casa, una horda de perritos comenzó a ladrar en cuanto Amelia abrió la puerta de la casa y le pidió a Carol que entrase. Uno de ellos, pequeño y cabezón, movió su diminuta cola frente a Carol, quien decidió alzarlo en brazos, dejando salir de su boca una risita.

— Quién lo diría - Reconoció Amelia - Se te acabó la tristeza cuando conociste a mis perros.

Carol intentó ocultar su sonrisa, pero le era imposible con ese perrito del tamaño de su mano enfrente.

— Ya la tocaste, ahora no te dejará en paz y va a querer que la sigas acariciando - Explicó Amelia mientras encendía la estufa en la cocina de la casa.

Carol se sentó en el sofá solamente hasta que Amelia le dijo que podía hacerlo y una vez ahí, no tardó en ser atacada por la avalancha de chihuahuas de casa de Amelia, quien parecía algo ocupada en la cocina.

Cuando por fin terminó de cocinar lo que estuviese cocinando, Amelia sirvió dos platos y los llevó a la mesa, sin embargo, Carol no esperaba que la fuese a invitar a comer con ella. Sí, había pasado poco más de un mes, pero ese tiempo había bastado para dejarla traumatizada a ese grado.

— Anda, no me maté haciendo huevo con salchicha solo porque sí - La animó Amelia, abriendo un paquete de tortillas y un frasco con salsa para prepararse varios tacos.

Carol tomó una tortilla tímidamente; hasta se le hacía raro probarla cuando estaba caliente y con aquella textura entre lisa y áspera; estaba más acostumbrada a comer pedazos de tortilla reseca, por lo que casi se le cae el contenido de su primer taco varias veces antes de poder armarlo como se debía.

— Supongo que te quedarás con nosotras, ¿no? - Preguntó Amelia cuando Carol hubo terminado de masticar su primer bocado.

Carol se congeló en donde estaba.

— Mi madre y yo hablamos, dice que podrás quedarte a dormir con nosotros el tiempo necesario.

— No, no, no... - Balbuceó ella - En serio, no es necesario. Yo... yo me iré cuanto antes.

Amelia negó con la cabeza.

— Mira, no es por mantenerte cautiva, pero no tienes muchos lugares a dónde ir además de a la Base Uno. No queremos que Ryus, Lando y los demás te encuentren; Valka debe estar investigando con quiénes hacen tratos y...

— Se llama Sak - Soltó Carol - No lo conozco, pero Ryus a veces lo mencionaba. Dijo que está en la Zona 2 y que han hecho tratos a veces.

Amelia sacó su comunicador; ni siquiera se había quitado su uniforme de Alba Dorada para comer, por lo que no le fue difícil sacar un aparato algo más moderno que el que tenía Carol antes de que lo rompiese Ryus.

Tras teclear al menos una frase y enviarla, siguió comiendo, notablemente más rápido que Carol, quien muy apenas había logrado acabarse su primer taco.

— Perdona... no estoy acostumbrada a comer tanto.

— No te preocupes. Aquí nada se desperdicia, así que si no quieres, alguien más se lo comerá.

— Perdón por ser una molestia - Dejó salir Carol sin motivo alguno cuando Amelia se levantó a lavar su propio plato.

Ella suspiró; el daño que le habían hecho a Carol alcanzaba proporciones que todavía no lograba dimensionar. Es decir, no es como que Amelia hubiese crecido libre de traumas o algo por el estilo, pero ella podía soportarlo (todavía). 

Pero Carol... ella estaba notablemente más jodida.

Habían tardado en dormirse, pero por fin, todos en aquella casa estaban descansando.

Carol no podía creer lo distinta que era la familia de Amelia comparada con la que ella tuvo; su hermanito menor no paró de hacerle preguntas y, pese a que se veía muy pequeño para entender por lo que había pasado, la escuchó cuando usaba eufemismos para explicarle. Después de eso, el niño interpretó esas palabras, aproximándose mucho a la versión real de los hechos.

La hermana de Amelia, mayor que el niño pero menor que ella, no le prestó mucha atención; la madre de Amelia gritaba mucho, pero todos ahí parecían estar más que acostumbrados (aunque a Amelia no le hacía mucha gracia eso). Eran ruidosos y los chihuahuas los superaban en número, pero no estaba mal vivir ahí, por lo visto.

El problema fue cuando se durmió; estaba en un campo abierto, con pasto seco que le llegaba hasta las rodillas. Estaba corriendo, huyendo de alguien; la perseguían para torturarla aunque no había hecho nada. Varias voces la insultaban y ella se internaba en la maleza, cada vez más alta, intentando no llorar.

Entonces tropezó con una piedra y cayó de bruces al suelo, sintiendo aquella sensación semejante a caerte, siendo subsecuente el despertar. No pudo evitar gritar presa del pánico, pensando por un momento que la habían encontrado.

Ni siquiera se dio cuenta de que Amelia se había puesto de pie en menos de dos segundos y ya tenía la luz encendida e incluso unas tijeras en la mano, como dispuesta a apuñalar a cualquier intruso en aquella habitación.

Sin embargo, al ver a Carol en su cama, sudando, jadeando y con expresión de haber visto un cadáver, bajó sus tijeras y las dejó en la mesita más cercana.

— ¿Te encuentras bien?

— No - Contestó Carol.

Era lógico. Para ser justas, Amelia difícilmente se sentía bien alguna vez.

— ¿Quieres hablar de eso o solo quieres seguir durmiendo?

Carol seguía jadeando, por lo que Amelia tomó la riesgosa decisión se sentarse en su propia cama, a un lado de la de Carol.

— Cuando era niña... no lo entendía, ¿sabes? Venían los amigos de Ryus y me sentaban en sus piernas. Me hacían otras cosas. No sé si no quiero o no puedo recordarlas, pero...

Amelia no dijo ni una sola palabra aún.

— Cuando empecé a darme cuenta de lo que me hacían, de repente dejó de ocurrir. Mi abuela... dice que soy una maldita promiscua y que toda mi adolescencia me la pasaba con algún novio. ¡Yo no quiero esto!

Carol estaba a punto de llorar; Amelia nunca había sido buena consolando gente ni teniendo tacto con sentimientos propios o ajenos, pero se lo veía venir.

— Yo... no puedo decir que entiendo lo que estás pasando. Nunca me pasó algo parecido. Mi madre tenía buen ojo con familiares que fuesen así. Siempre supe lo que era el sexo y por eso le perdí el gusto a todo eso antes de hacerlo, pero... bueno. Perdón si no soy de mucha ayuda ahora. Nunca he sido buena consolando gente, si te soy sincera.

Sin embargo, Carol lucía algo más calmada que antes.

— ¿Puedo dormir contigo? - Pidió Carol - Me da miedo pero me da más miedo sentirme sola.

— Depende - Contestó Amelia, sonriendo con expresión claramente burlona - ¿Vas a patearme o algo así mientras dormimos?

— ¡No, no, para nada! - Se apresuró a decir Carol.

Ambas se rieron. A Carol se le hacía muy difícil reír después de tanto tiempo, pero al mismo tiempo, le era bastante fácil en esa casa; pese a que parte de ella quería revolcarse en su miseria y no sonreír nunca más, se estaba volviendo imposible. Era como si la alegría siguiese peleando contra aquél sentimiento depresivo y por primera vez en mucho tiempo, fuese ganando.

— Mi padre no está aquí por inútil - Dijo Amelia después de un rato a oscuras y sin poder dormir todavía - Quería que mi madre dejase de trabajar, pero él no traía ni la mitad de lo que ella trae a la casa.

— Mi madre no se hizo cargo de mí porque se prostituía, así que mi padre hizo que mi madrastra me cuidase. Fue... no estuvo tan mal los últimos años, pero cuando se dieron cuenta de que apoyaba a Alba Dorada... bueno, casi no salgo viva.

— Valka dice que tu padre está fichado como un malasangre - Explicó Amelia finalmente - Sak es un malasangre que parece haber escalado de puestos en la pandilla. Si te iba a llevar con él, entonces ellos están metidos en cosas más malas que la última vez.

— ¿Cómo te hiciste parte de Alba Dorada? - Interrumpió Carol.

— Bueno... Kai, el jefe de ese entonces, confió en mí y antes de darme cuenta, ya estaba ayudándolo.

Carol sonrió al ver cómo Amelia hablaba de él.

— Es... no pensé que tendría amigos cercanos pero, bueno. Definitivamente sentí algo cuando dijo que soy su mejor amiga.

— Yo pensé que Lando y yo realmente nos entendíamos. Es decir... antes de que...

Amelia recordó que el novio de Carol resultó ser un abusivo que no intentó mover un solo dedo por salvarla. Inconscientemente, apartó su mano de donde estaba Carol, recordando lo incómoda que podría sentirse con el contacto físico después de semanas siendo maltratada; es decir, Amelia también se incomodaba fácilmente con contacto físico, pero últimamente lo dominaba mejor que antes.

Sin embargo, Carol buscó la mano de Amelia y cuando la rozó, hizo un movimiento más para rodearla con su propia mano. Ese simple gesto le hizo saber a Amelia que Carol confiaba en ella.

— Estarás a salvo aquí - Dijo Amelia, tratando de sonar tan valiente y convencida como le gustaría estarlo en realidad.

— Lo sé.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro