Con las luces apagadas
— ¡No puedes perderlo! Nora y Eleazar están esperando a nuestra señal para mandar policías a su ubicación.
— Lo sé, lo sé - Maldijo Ezra - ¿Puedes seguirlo?
— Las cámaras del distrito Serra están apagadas, no puedo seguirlo.
— ¿Qué hago?
— Sal del Polvorín. ¡Ahora!
Ezra corrió a la salida más cercana y sin pensarlo dos veces, saltó a la puerta de un camión de pasajeros y se agarró de las asas de la puerta trasera (un poco resbalosas por la llovizna) para trepar al techo. La situación ameritaba exhibirse así en público, pues si no atrapaba ahora a Arze, no lo atraparía nunca.
Alzó la vista y, como si fuese casualidad, lo vio subiendo una calle particularmente empinada a al menos cien metros de distancia. Calculó la distancia para brincar a la escalera de incendios del edificio más cercano y dio el salto, resbalando varios centímetros antes de asirse a ella.
¿A dónde iba Arze? ¿Por qué escapaba?
Ezra corrió por los techos de lámina y tejas de las casas de toda la calle y saltó a la altura del viejo casino cerrado. Arze se había tardado mucho en subir, pero ahora su capa blanca resaltaba fácilmente entre las personas.
Al llegar al crucero en la parte alta de aquella colina de asfalto, Arze se trepó a un camión que llevaba dos reses en su remolque y se alejó en dirección al río que separaba a Las Garzas con el resto de la ciudad.
— Ezra. Yo....
La voz de Carol sonaba entrecortada y la inminente tormenta eléctrica sólo empeoraba las cosas. Ezra no la escuchaba bien e intentó mantener comunicación, pero le fue imposible. El audio estaba muy entrecortado, si es que se llegaba a escuchar.
— Ez... a... ayu... ¡Cor... e!
— ¿Carol? Carol, no te escucho, ¿podrías?
Se cortó por completo.
— No volveré a preguntarte. ¿Con quiénes hablas? - Vociferó Ryus.
El sonido de un cinturón contra la piel desnuda ahogó el llanto de Carol por un breve momento.
— ¡CONTESTA!
— Ya... ya te dije... - Gimoteó la chica.
— ¡Mentira! Explícame por qué me llamaron ellos para decirme que estás ayudando a esos idiotas.
Varios golpes más. Carol no tuvo fuerzas para gritar de dolor en respuesta.
— Si no me dices, ya sabes lo que pasará Carol. ¿Quieres volver a trabajar... ¿Quieres trabajar como tu madre?
— No, por favor no, te estoy diciendo la verdad, yo...
El padre de Carol la sujetó del cabello y la arrastró a su habitación, ya con las ventanas tapiadas y un nuevo cerrojo. Tras aventarla al piso, dejó caer el cinturón al suelo.
— No me mientas. ¡Sé que estás ayudando a esos maricas que se creen héroes! ¿Los ibas a guiar hasta aquí? ¿Ibas a acusarme? ¡CONTESTA!
— ¡NO! Yo estaba ayudando a mi amigo a...
— ¿A encontrarme? – Vociferó el padre de Carol – No saldrás de esta casa hasta el próximo año escolar a ver si así reflexionas un poco para no volver a mentirme, maldita puta.
El padre de Carol tropezó antes de azotar la puerta, como siempre que venía drogado y Carol pudo escuchar cómo le ponía seguro y pasador por fuera. Estaba encerrada ahora y aunque era inútil, no pudo evitar golpear la puerta exigiendo salir.
Ezra podía encontrarla para sacarla de ahí.
Él era su última esperanza.
Había pasado poco más de un mes desde que ocurrió; todavía encerrada en aquel oscuro cuarto sin ventanas, con humedad rezumando de una de las paredes y con comida escondida bajo la cama, misma que Carol guardaba para cuando le diese más hambre, ella sobrevivía.
Dos veces Ryus se había metido al cuarto con ella medio dormida para registrarlo; él sabía que iba a intentar escaparse o algo, pero sus esperanzas eran cada vez más nimias. Cuatro semanas viviendo así le habían bastado para perder todo deseo de escaparse.
Carol miró sus manos; había perdido bastante carne el último mes y ella podía notarlo en sus dedos, más delgados que antes. Estaba casi segura de que su estómago ya había encogido un poco y su miopía empeoró desde que Ryus rompió sus lentes.
Sí, no pensaba llamarlo padre. Ryus era de todo menos un padre.
Era violento, era una bestia. Alcohólico y drogadicto como era, Carol nunca supo cómo es que Ryus conseguía dinero para traer comida a la casa, aunque obviamente él se quedaba la parte más jugosa; él comía las partes más jugosas del pollo asado, las más grandes de las pizzas o lo que sea que la madrastra de Carol fuese a cocinar, si es que lo hacía.
A Carol solían tocarle las partes que Ryus ya no quería. Una pierna de pollo a medio morder, orillas de pizza con exceso de salsa picante, las partes cartilaginosas de una milanesa de ayer sin calentar... Carol tendría fuerza de no ser porque no se esforzaba en estar en forma. Era solamente un saco de piel y huesos que intentaba no llorar demasiado fuerte todas las noches para que Ryus no viniese a golpearla de nuevo.
Incluso tenía la marca de la hebilla en la mejilla todavía; uno o dos mechones faltantes de cuando la agarró del cabello para golpearla sin que intentase huir, las palmas de las manos y las plantas de los pies color rojo de cuando su madrastra la golpeó con una tabla por encontrarle con tres galletas rancias escondidas para comer más tarde...
Sin embargo, Carol seguía escondiendo un par de cosas en su habitación: En una tabla inferior de su ropero, guardaba las sobras de comida para ingerirlas después; en un corte cuidadosamente hecho al interior de su colchón, guardaba el comunicador de Alba Dorada que tenía, por si alguna vez necesitaba contactar de nuevo a alguien.
Carol pensó que ya nunca más lo necesitaría y sabía que no podía deshacerse de él sin que Ryus o su madrastra se dieran cuenta.
Hasta este día.
Ryus le gritó a su madrastra que iba a salir a otra ciudad y que cerrara con dos candados la puerta de Carol para que no intentase nada estúpido. A la media hora de que se fue también su madrastra, Carol empezó a sentir cierta calidez en el pecho; algo que no había sentido en bastante tiempo.
Avanzó lentamente al colchón de su cama, como si al hacer ruido fuese a llamar la atención de sus captores, porque aunque quisiesen maquillarlo diciendo que ella era su hija, lo cierto es que la tenían secuestrada ahí.
Tan rápido como pudo, escarbó al interior del colchón y logró sacar el comunicador, apagado y sin haberse usado en un buen rato.
— Por favor funciona, por favor funciona - Murmuró Carol, empezando a temblar del miedo, como si Ryus y su madrastra fuesen a abrir la puerta de una patada para azotarla.
Buscó rápidamente el contacto de Alba Prime, quien fuera el líder de Alba Dorada y tecleó apresuradamente su mensaje:
"Atrapada en mi casa. Perdón. No me dejan salir ni hablar con nadie. No se preocupen".
A estas alturas, Carol no sabía siquiera si la guerra contra Zeta y el Triunvirato había terminado ya; Ryus la obligó a desaparecer a media incursión de Ezra, su mejor amigo. Después de eso, no supo nada más. Esperaba que Alba Prime estuviese bien y sobre todo, que no intentase nada.
Sin embargo, no esperaba recibir un mensaje de respuesta tan deprisa; cuando vio que Alba Prime, el legendario líder de Alba Dorada, la organización a la que ella y Ezra pertenecían, le había respondido el mensaje, tuvo que dominarse.
¿Sentía esperanza? ¿Qué era esto?
"Haré lo posible por contactar con Ezra. Es el nuevo líder de Alba Dorada. Iremos por ti".
Carol apenas alcanzó a teclear un "no es necesario, no vengan" y enviarlo antes de escuchar que la puerta de entrada de la casa se abrió de golpe; muerta del miedo, cogió el comunicador y lo metió a toda prisa en el mismo escondite del colchón para después acomodar aquella esquina de su cama.
— Que no sea Ryus, que no sea Ryus - Rogó Carol en voz baja, casi susurrando.
Se escuchaban los pasos hacia su habitación. Alguien estaba quitando los candados.
— Por favor - Imploró ella, temblando del miedo.
La puerta se abrió y la silueta de uno de sus torturadores se asomó en el umbral.
— Muévete. Toca bañarte.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro