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Aquí estamos ahora


La primera de ocho camionetas fue aparcada en una de las múltiples salidas de la Zona 2. Otra de ellas fue estacionada cerca del sistema de alcantarillado, por si huían por ahí. Una más, arriba del puente debajo de la Plaza Roja, de donde cuatro francotiradores descendieron para instalarse.

Dos más se estacionaron en la entrada "oficial" de la Zona 2. El resto, siguió a la primera.

— ¿Todos en sus posiciones? - Preguntó Ezra a través del comunicador que tenía instalado en la muñeca derecha de su traje, lo suficientemente vistoso como para que todos, amigos o enemigos, supiesen que él era el líder.

Detrás de él estaban de pie Amelia, Valka y Candy, las tres con sus uniformes negro y rojo, únicos en su tipo. Valka con un rifle cargado con tranquilizantes y un cañón secundario con dardos eléctricos, Amelia con lanzadores de sedantes en ambas manos y una porra a la cintura y por último, Candy, quien se limitó a llevar un escudo antidisturbios y una sola muñequera de sedantes.

Sin embargo, la gran mayoría de los agentes convocados había llevado armas letales, incluido el jefe Saucedo, quien portaba a la cintura al menos cuatro glock 26, además de un par de cuchillos de caza guardados en los antebrazos del uniforme y varios cartuchos adicionales en la pequeña mochila a sus espaldas.

— Vamos, mientras menos tardemos, más fácil la vamos a encontrar.

Amelia sabía que debían avanzar en grupo, pero cuando tienes a casi dos pelotones de agentes detrás de ti, es fácil avanzar sin cautela. Candy era la más temerosa del grupo, pues Valka avanzaba con casi tanta resolución como Amelia; Ezra iba al frente, volteando a ver hacia todos lados y apuntando con dos de sus pequeñas pistolas a todos lados.

Conforme avanzaban, pudieron darse cuenta de que la Zona 2 no se veía tan ruinosa e insalubre como hacía menos de un año; menos gente vivía en casas de palo y lámina y al menos habían hecho hogares con bloques de cemento sin pegar. El camino estaba limpio y casi no había manchas de sangre en el trayecto.

Para cuando llegaron al pabellón de la Plaza Roja, sitio que fungía como centro del distrito, Amelia se dio cuenta de que de la gente que habían visto, casi nadie era mujer; al menos unas pocas señoras de edad avanzada y una que otra niña, pero casi todos eran varones. No le habría importado porque en la Zona 2 habían más hombres que mujeres, pero con la idea de que Carol había sido llevada con un tratante de personas...

— No he visto a ni una sola mujer joven - Puntualizó Valka, confirmando las sospechas de Amelia - Hay que darnos prisa.

Ezra le pidió a Candy que fuese con él por el pasillo a la izquierda en cuanto bajaron las escaleras principales; Valka y Amelia bajaron por las de la derecha. En cuanto se internaron por los mal iluminados pasillos subterráneos bajo la Plaza Roja, Amelia se dio cuenta de algo más.

No habían visto a ni un solo malasangre desde que llegaron.

Carol no era la única ahí.

Una fila de chicas de más o menos su edad, la mayoría un poco mayores, pero que no pasaban los 20, caminaban en silencio bajo amenaza de recibir un tiro. Todas llevaban una pierna atada al resto; la primera la derecha, la segunda la izquierda, la tercera la derecha y así sucesivamente. Les sería más difícil escaparse así.

Detrás de ella, Lando sonó el cañón de su rifle de asalto contra la pared metálica del caño. Varias de las chicas gimotearon.

— ¡Si no caminan más rápido, le daré un tiro a la última! - Reclamó Ryus, al frente de la comitiva, dando un disparo de advertencia al suelo del drenaje.

Carol empezó a desear que las demás a su alrededor no fuesen tan quejicas; varias de ellas habían vivido toda su vida en la Zona 2, pero la otra mitad eran niñitas ricas que se creían importantes por tener más dinero que la mayoría de sus compañeritos de preparatoria. Habían aceptado una salida con algún chico un poco mayor que ellas y ahí estaban, camino a algún burdel clandestino en una ciudad que probablemente no conocían.

Al llegar a una intersección, se escucharon pisadas a toda velocidad provenientes de alguno de los lados. Frente al grupo, estaba la salida, a pocos metros de donde se encontraban.

— Es una trampa - Aseguró Ryus - En cuanto pongamos un pie afuera del caño, nos van a disparar. Vienen por ella - Añadió, señalando con la punta del arma a Carol, quien trató de hacerse la desentendida.

Otro malasangre que acompañaba a Ryus soltó a la primera chica de la cadena humana, aflojando la cuerda que la unía a las demás. Sin tener que ordenarle qué hacer, ella avanzó lentamente hacia la luz del día, interpretando las señas que le hacía aquél hombre con su arma en la mano.

— Sigue avanzando - Ordenó el malasangre - ¿QUÉ ESPERAS? ¡DEPRISA!

La chica dio un respingo y caminó más rápido, casi corriendo hasta que su rostro fue bañado por el sol y pudo escucharse una voz preguntándole si se encontraba bien.

Carol se dio cuenta de lo que harían segundos antes de que Ryus levantase su arma en dirección a aquella chica.

— ¿Qué ocurre? - Preguntó alguien del otro lado, dirigiéndose a aquella chica que no había volteado aún a ver al interior del túnel. En cuanto intentó darse la vuelta, Ryus jaló el gatillo.

El disparo retumbó al interior de los túneles, haciendo retumbar además cada espacio vacío al interior de Carol, quien tuvo que aguantar las ganas de chillar y gritar como una posesa, aunque varias de las otras prisioneras no hicieron lo mismo. Ni un segundo transcurrió y la chica había caído al suelo, con un poco de sangre escurriendo rápidamente desde el interior de su cráneo.

— Muévanse. Tomaremos otra ruta - Ordenó Ryus, dándose media vuelta y obligándolas a retroceder torpemente.

De milagro ninguna de ellas se cayó al suelo.

Llevaban más de dos minutos avanzando aprisa por otro de los enormes caños: con algo de suerte, llegarían a las escaleras herrumbradas que daban a los niveles superiores y las sacarían de ahí, aunque Carol comenzaba a temerse que, hartos de evadir a sus perseguidores, Lando, Ryus y los demás malasangres decidiesen ejecutarlas y largarse.

Eso no ocurrió; Carol debía suponerlo, eran mercancía demasiado valiosa para dejarlas a un lado y salir corriendo.

— ¡Si no cumplimos con el encargo a tiempo, tendremos que matarlas! - Gritó Lando, poniéndolas aún más nerviosas en su intento por apresurarlas.

Una de ellas, frente a Carol, chilló al rasgarse su pierna con un pedazo de fierro que sobresalía del suelo. Otro de los malasangres se acercó para tirar de ella, pues ninguna otra podía moverse por mientras; sin embargo, aquella chica se incorporó rápidamente, tratando de evitar que aquél hombre se le acercase.

Carol aprovechó y enganchó rápidamente el nudo que le sujetaba la pierna con el mismo filo que había hecho daño a la otra chica, pero en vez de tropezarse, siguió avanzando adrede, aun dándose cuenta de que las que estaban detrás de ella se darían cuenta. Lando, quien estaba cubriendo las espaldas a aquella comitiva, estaba muy ocupado volteando atrás como para darse cuenta.

Tras sentir el dolor punzante del corte, Carol supo que la cuerda ya estaba casi rota. Cuando llegaron a las escaleras que deberían subir, se dio cuenta de que Ryus y el otro malasangre que iba al frente con él, se hicieron a un lado para dejarlas subir las escaleras en perfecta coordinación.

Era ahora o nunca.

— ¿Qué ocurre con Carol? - Preguntó Lando en voz alta - Su tobillo...

Carol no esperó a que terminase de hablar y salió corriendo, tirando al piso a las más cercanas a ella para después romperse la cuerda que la amarraba a ellas, separándolas en dos grupitos. Las balas golpearon el suelo detrás de ella, donde minutos antes habían estado sus pies. Siguió corriendo, sin poder llorar por la conmoción.

¿Qué les impedía volver a atraparla como la vez pasada? ¿Qué le aseguraba que no volverían por ella? Amelia no podría encontrarla en los niveles inferiores de la Plaza Roja, en medio de la Zona 2, en algún lugar de La Ciudad. No podía volver hacia donde los Alba Dorada esperaban y definitivamente no sabía orientarse en aquel laberinto de túneles.

Si gritaba por ayuda, tanto podrían encontrarla los de Alba Dorada como los malasangres y Carol prefería por mucho morirse ahí abajo que volver a ser atrapada por Ryus, Lando o cualquiera de ellos. y aparentemente, su ex novio Lando la iba persiguiendo todavía, pues su voz retumbaba detrás de ella y por lo visto, seguía cargando un arma.

Lo que parecía ser un pasillo que daba a pisos superiores se asomó al otro lado de un umbral al final del túnel. Solo tenía que subir corriendo las escaleras y atravesarlo para perder de vista a su perseguidor; sin pensárselo dos veces, dio un salto hacia las escaleras llenas de óxido, idénticas a las que había dejado atrás hacía poco. Logró comerse tres peldaños y trepó como alma que lleva el diablo al tiempo que otro par de tiros resonaron a escasos centímetros del peldaño del que se iba a sujetar a continuación.

Entonces, una figura vestida de rojo y negro surgió del otro lado, probablemente alertada por el sonido de los disparos. Carol tardó en reconocerla, pero en cuanto la tuvo enfrente, casi se le tira encima.

— Hazte a un lado - Ordenó Amelia con un lanzador de sedantes cargado en la muñeca izquierda y un rifle de asalto sacado de quién sabe dónde en la otra.

No era en absoluto la reacción que esperaba al reencontrarse con ella y por lo visto, Amelia estaba ya algo desesperada, pues la hizo a un lado de un empujón y, antes de que Lando pudiese acomodarse para dispararle, disparó un sedante al interior del cañón de su arma, atascándola.

Lando sacudió el rifle para intentar desatascarlo y Amelia aprovechó esos breves dos o tres segundos para apuntarle con el arma. Cuando Carol se dio cuenta de que ella pudo haberle dado con el lanzador de sedantes, comprendió al instante que esa jamás fue la intención de su compañera.

La bala atravesó el cuello de Lando, haciéndolo desplomarse en el piso al instante. Amelia soltó el rifle a un lado y, con las manos temblándole por debajo de los guantes, abrazó a Carol, quien, desconcertada como estaba, tardó un momento más de lo habitual en devolverle el gesto.

— Las otras. Están en los túneles todavía. No dudarán en tenerlas como rehenes, las van a llevar a no-sé-dónde, tenemos que ayudarlas cielo, yo...

Amelia le puso un dedo sobre los labios en señal de que se tranquilizase y guardara silencio.

— Lo sabemos. Vamos a rodear el área. Llenaremos de sedantes al resto.

— ¿Entonces por qué Lando...

— Es que no me gustan los traidores - Tajó la conversación Amelia - Vamos, hay que llevarte arriba. ¿No te quitaste el micrófono, cierto?

Carol negó enérgicamente con la cabeza. Todo había quedado grabado.

Ya habían pasado otras tres horas y seguían cayendo malasangres tras la redada, pero ni rastro de ese tal Sak. Las oficinas de Alba Dorada se habrían llenado de llevar tan siquiera al primer grupo de malasangres arrestados, pero afortunadamente, facilitaron el proceso al resistirse al arresto, por lo que una significativa parte del total fue acribillada en el sitio. Incluso la Plaza Roja había sido acordonada y no dejaban que hubiese menos de diez agentes en la entrada principal y otros cuatro en los caños.

Apenas fue posible, Ezra y las de Copa Escarlata fueron a los cuarteles de policía tras pasar a buscar la computadora de Amelia en su casa: tan pronto como llegaron, Ezra y dos oficiales de policía que no pertenecían a Alba Dorada escucharon las partes en las que Ryus y Lando maltrataban e insultaban a Carol, diciéndole a dónde la mandarían por haberse escondido con Amelia; el abogado estaba presente en ese auto también y su voz se había escuchado poco después de que le dijesen que la iban a mandar a otra ciudad para tenerla en un prostíbulo.

El punto de no retorno fue cuando, apenas un rato después, la amarraron del tobillo junto a varias otras chicas para meterlas en contenedores y mandarlas por lotes a otras ciudades. Poco después de escuchase que le dispararon a una de las chicas al mandarla afuera del túnel, poco antes de que Carol se escapase, la grabación se detuvo bruscamente.  Aparentemente, se había acabado la capacidad de ese micrófono o algo por el estilo.

— Pues creo que son todas las pruebas que necesitamos - Concluyó Ezra al detenerse la grabación - ¿Van a tratar de detener a Sak de una vez?

Los jefes de policía negaron con la cabeza antes de que uno de ellos hablase.

— Nos van a trasladar, niño. Esta ciudad será tu responsabilidad por un tiempo. Al menos podrás quedarte con ese Ryus.

Ezra se volvió hacia Carol y Amelia, quienes seguían sentadas en la mesa, del lado opuesto a los oficiales.

— Pueden salir si quieren. Voy con ustedes en un momento.

Ambas obedecieron: mientras Candy había vuelto a casa y Valka se encontraba ayudando a trasladar a varios malasangres arrestados, ellas eran las únicas que estaban ahí a mediodía. Ni bien se alejaron de toda la demás gente, Carol se permitió dejar salir algunas lágrimas.

— Lo siento. ¿Hice algo malo? - Preguntó Amelia, sin comprender por qué estaba llorando Carol ahora.

— No, no. Salvaron a casi todas las chicas que estaban ahí, pero... no, estoy feliz. Estoy... pensé que no iba a salir de esa, pensé... aun si me escapaba, iban a volver a encontrarme como la última vez y ahora se iban a asegurar de no dejarme ir.

— Te les escapaste dos veces. Lo harías una tercera vez, estoy segura.

Carol decidió no seguir hablando: simplemente recargó su cabeza en el pecho de Amelia, quien entendió que ese era el momento para abrazarla. Sin embargo, Carol alzó su cabeza y en cuanto la tuvo justo enfrente, Amelia supo que ese era el momento del que tantas novelas baratas y manhwas hablaban.

Lentamente, separó los labios de su boca, por si no era lo que pensaba. En respuesta a eso, Carol se precipitó hacia ella, robándole un rápido pero emotivo beso antes de volver a apoyar su cabeza en el pecho de aquella chica.

— He estado pensando... - Mencionó Amelia tras un largo rato abrazando a esa chica - Ni tú ni yo somos estables. Lo sabes, ¿verdad?

Carol asintió, aunque ni por un segundo se separó de Amelia.

— Es que... quieras que no, sigues herida. Yo también. Yo... ni siquiera sé cuándo o cómo demostrar afecto, a veces me incomoda, aunque a ti no lo haga. Soy complicada, a veces me desaparezco por bastante tiempo, me estreso fácil... no soy alguien a quien quieras como novia, ¿sabes?

Carol dio un largo y profundo suspiro. En ese momento, Amelia temió haber metido la pata. ¿Y si sus conjeturas habían estado equivocadas? ¿Y si en realidad no le gustaba a Carol después de todo lo que habían pasado juntas? Peor aun, ¿y si ya no quería saber nada de ella jamás?

— Pensé que pasaría algo así, ¿sabes? También era, bueno, bastante grosero de mi parte querer que estuvieses conmigo sí o sí. Es que, Ezra me contaba mucho de ti. Dice que su amigo Kai no paraba de mencionarte cuando hablaban y cuando te conocí, resultaste tan maravillosa como me habían dicho. Tú me salvaste.

— Cualquier otra persona pudo haberte salvado - Demeritó sus actos Amelia, volteando a ver al otro extremo del pasillo, sin saber qué hacer con sus emociones (que sospechosamente habían decidido que ese era un buen momento para surgir).

— Pero lo hiciste tú y no sería sano que nuestra relación se base en un momento de crisis. Las relaciones así no duran mucho cuando todo acaba, ¿sabes?

— Entonces... ¿Qué intentas decirme? - Se atrevió a preguntar Amelia, algo perdida en aquella conversación.

— Eres una chica increíble, pero creo que no es nuestro momento y no sé si lo sea en algún momento, pero si algún día quieres salir... llámame.

Amelia sonrió, sin saber qué era ese bulto que sentía, como un nudo en el vientre.

— Creo que lo haré.

— Eso espero - Sonrió Carol, justo antes de soltarla y cortar de una vez aquél abrazo.

— Sí.

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