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XLVI

Allan trabajó con rapidez sobre los latigazos y aprovechó para revisar los cortes antiguos.

—Será mejor que no os tumbéis por el momento —recomendó dedicándole una mirada de pesar.

Anne solo era consciente de los días transcurridos por el estado de sus heridas. Solo se había movido de la hamaca para orinar o hacer de vientre, y nadie aparte del doctor le había dirigido la palabra. Apenas sentía la espalda, y aunque los azotes y las laceraciones le pedían dormir no se permitió cerrar los ojos. Allan le había revelado la información que necesitaba y tenía que decidir cómo utilizarla.

El grupo de tripulantes que defendía la autoridad de Vane era muy reducido. El capitán incumplía una de las pocas normas que todos los hombres de mar respetaban, que era el reparto del botín, y se empeñaba en atacar embarcaciones más potentes que el Ranger, lo que solía terminar con decenas de caídos que sustituía por hombres a los que no se molestaba en pagar. Allan también le había contado que infundía esperanzas a los prisioneros rendidos para más tarde torturarlos hasta la muerte solo por placer, un juego sádico que no muchos a bordo disfrutaban. Sin embargo, Anne sabía bien que era precisamente esa brutalidad extrema e innecesaria lo que aseguraba que todavía no se hubieran levantado contra él. Eso era lo que tenía que superar, y en cuanto vio aparecer a un marinero que no pertenecía al grupo de los que le apoyaban probó suerte.

—Tú y todos los que estáis aquí sois unos cobardes y unos mierdas —le increpó.

El hombre se giró sorprendido.

—¿Es que no has tenido suficiente o qué? —preguntó con el entrecejo fruncido.

—¿Y tú? —contraatacó Anne administrando sus fuerzas—. Eres un pedazo de mierda que come de la palma de Vane. ¿Cuántas partes te ha robado ya? Mejor, ¿cuántas te ha pagado? No podrías importarle menos. Ninguno de vosotros lo hace. Os sacrificará a todos cuando le salga de los huevos.

—Guarda esa lengua si no quieres que te la corte —dijo sin moverse del sitio.

—¿Es que acaso es mentira?

El marinero se dio la vuelta con un resoplido, pero Anne no se rindió.

—Eso puede cambiar. Si nos unimos contra Vane los botines volverán a repartirse de manera justa. No tendréis otra ocasión como esta, porque Jack y su tripulación estarán también con nosotros. Además el Ranger necesitará un nuevo capitán...

El hombre volvió mirarla y se cruzó de brazos, receloso. Los descruzó sin decir nada y abandonó la cubierta. Anne cerró los ojos y maldijo esperando que al menos no fuera a delatarla ante nadie. Después se echó sobre un lateral sin hacer caso a la tirantez de las heridas y se quedó dormida.

Una sacudida en el hombro la despertó varias horas más tarde. Gruñó en voz baja, se desperezó y enfocó la vista. Se encontró entonces con más de una decena de rostros, entre los que estaba el de Allan, que la contemplaban con curiosidad bajo la luz de una lámpara que sostenía el hombre con el que había hablado antes.

—A ver, ¿qué propones? —preguntó el de la lámpara.

Anne contó a los presentes, aunque no preguntó por sus identidades. Las muertes de los que no tenían nombre no dolían.

—¿Estáis todos aquí? —se aseguró.

—No. Algunos no pueden dejar sus puestos ahora, pero nos apoyarán. —El hombre hizo una cuenta mental al tiempo que iba alzando los dedos—. En total seríamos quince.

—Conmigo no contéis —advirtió Allan—. Y ella no se encuentra en condiciones de pelear.

—Pues trece —rectificó el hombre.

—Yo voy a luchar —aseveró Anne.

—Catorce, entonces.

—¿Y ellos cuántos son?

—Contando a Vane, once.

—Eso es perfecto. Somos más —dijo animada.

Los reunidos intercambiaron miradas inquietas.

—¿Qué ocurre?

—Bueno... La diferencia es apenas de tres, y esos hombres son... Son como una extensión de Vane pero en otros cuerpos, ¿comprendes? He visto a Robert defenderse de dos hombres a la vez y atacar a otros tantos al mismo tiempo.

—Nosotros también somos rivales dignos. Y recordad que contamos con Jack y sus hombres.

—Muy bien, ¿y cómo vamos a hacérselo saber?

—Eso es un problema —admitió Anne.

—Quizá no sea necesario. Si atacamos primero la batalla se desencadenará sola —terció otra voz.

—Si hacemos eso Jack no sabrá qué está pasando, hundirá el Ranger y os matará a todos menos a mí.

Un silencio pensativo cayó sobre ellos.

—¿Dónde están mis armas? —preguntó Anne al ver que nadie aportaba nada.

—En el pañol del contramaestre, aunque no deberíamos entregártelas hasta antes del ataque. Si te descubren con ellas todo esto no servirá de nada.

—Está bien, pero quiero mi daga. Ya me han registrado, no la encontrarán.

Los hombres se mostraron de acuerdo y regresaron al punto donde no conseguían avanzar. Anne buscó en ellos alguna pista, pero solo le devolvieron la mirada, confusos e impacientes. Se sentó con las piernas cruzadas, apoyó los codos en las rodillas y se cubrió la cara con las manos para aislarse. Redobló la velocidad de sus pensamientos y se desesperó por dar con algo antes de que la chispa de esperanza que había prendido desapareciera. Cuando se apartó las manos de los ojos las mismas caras aturdidas la seguían observando en silencio.

—¿Es que tenéis el cerebro atrofiado o qué? —dijo irritada—. Podríais de vez en cuando invertir algo de tiempo en... —Se interrumpió de pronto y preguntó con interés—: ¿Dónde estamos?

—En la cubierta inferior —contestó un hombre imberbe con un tono de voz desafinado.

Anne mudó su expresión a una de absoluto pasmo y cuestionó al momento la integridad del motín.

—¡Ya sé que estamos en la jodida cubierta inferior! ¿Alguno tiene la más mínima idea de lo que vamos a hacer? —inquirió paseando la vista por todo el grupo.

El hombre que sostenía la lámpara elevó la mirada al techo y golpeó en la nuca al que había hablado.

—¡Cállate, Blake —dijo con desprecio. Luego se dirigió a Anne—. ¿Te crees que es la primera vez que hablamos sobre esto? Si ahora te seguimos a ti, mujer, es solo porque vas a hacer que el calicó nos ayude. Estamos cerca de Bajo Nuevo, pronto llegaremos a Jamaica. ¿Por qué?

—Nos reuniremos mañana por la noche y os daré los detalles. Hasta entonces no tengo nada más que hablar con vosotros.

Sin molestarse en dedicarles una despedida se tumbó sobre el costado izquierdo y les dio la espalda. Todavía no tenía nada sólido con lo que trabajar, pero establecerse un plazo la obligaba a resolverlo. Parte del día siguiente lo pasó durmiendo, tranquila porque sabía que Vane no volvería a atormentarla hasta que se hubiera repuesto de las heridas. El resto lo dedicó a estudiar los detalles y sortear los obstáculos que podrían surgirle a la estrategia trazada, tal y como lo habría hecho Mary. Alguien le llevó un trozo de cecina y dejó con discreción su daga a los pies de la hamaca. Anne la recogió y se la guardó de nuevo en su sitio con una sonrisa. No transcurrió mucho más hasta que el hombre con el que había hablado por primera vez del motín, que tenía un lunar en el párpado derecho en el que antes no había reparado, se acercó a ella.

—Ya es de noche —informó—. Vamos a la bodega.

Algunos integrantes de la reunión de la noche pasada ya estaban allí, además de otros a los que no conocía. Todos se esparcieron con actitud expectante por la bodega, de pie, en el suelo o sentados en cajas.

—Antes de empezar necesito que me digáis quién hace las guardias de noche y quién está al timón —dijo Anne reclinada contra un barril.

—Son de los nuestros. Los hombres de Vane nunca trabajan por la noche...

—Porque los cabrones duermen a pierna suelta.

Las quejas comenzaron a subir de volumen.

—Cerrad el pico —acalló Anne—. ¿Queréis que Vane os cuelgue del trinquete? Bien, eso nos facilita las cosas. Mañana durante la cena sacad el ron y...

—No tenemos ron.

—¿No tenéis ron? —repitió Anne desconcertada.

—No. Hay vino... Y algo de aguardiente.

—Lo que sea. Sacadlo y aseguraos de que se lo beben. Cuando se vayan a dormir acercaremos el Ranger al balandro de Jack. Subiré a bordo, les pondré sobre aviso y volveré aquí en seguida. ¿Todo claro hasta ahora?

Anne esperó una confirmación general antes de continuar.

—Pasado mañana deberíamos estar llegando a Jamaica. En el caso de que nos hayamos retrasado o de que no haya ningún otro motivo para que Vane decida sacarme de nuevo, Allan le informará de que ya estoy sana y recuperada. Eso será suficiente para que inicie otro de sus numeritos. Es importante que en ese momento estemos todos en cubierta y que uno de vosotros esté allí con mis armas. ¿Quién irá a por ellas?

El hombre del lunar en el párpado se ofreció.

—Y no hay mucho más. Daré la señal y entonces atacaremos tanto nosotros como Jack y los demás. ¿Alguna pregunta?

—¿Quién será el nuevo capitán?

Los comentarios comenzaron a intercambiarse con creciente pasión.

—Eso lo decidiréis una vez todo haya terminado. ¿Algo más?

El grupo asimiló en silencio la nueva información.

—Intentad descansar —aconsejó Anne—, y no os confiéis. Una cosa más... Que nadie se atreva a tocar a Vane. Es para mí.

Lo que Anne más temía era que la siguiente tortura de Vane tuviese lugar en algún momento del día siguiente antes de caer la noche, porque la incapacitaría para llevar a cabo la primera parte plan. Pidió a Fowler que convenciera al capitán de que necesitaba descanso, lo que unido a una buena interpretación bastó para convencer a Robert. Continuó con su papel de moribunda hasta que al atardecer escuchó a alguien sugerir un brindis por las futuras riquezas. Imaginó cómo el vino bajaba por sus gargantas y esperó que sus aliados se mantuvieran lo suficientemente sobrios como para ayudarla más tarde.

Una hora después la tripulación de Vane irrumpió en la cubierta dando bandazos. Anne aguardó en silencio y le dio un empujón a uno que intentó tumbarse sobre ella. Las conversaciones a voces se extendieron unos minutos más y poco a poco se transformaron en respiraciones profundas. Cuando no escuchó nada más que ronquidos se dirigió sin respirar a la salida, donde la esperaba un rostro familiar.

—¿Dónde está Vane? —susurró Anne en la noche.

—En su camarote, pero ha bebido más que todos ellos juntos. No saldrá de allí.

Solo había cinco hombres en la cubierta del Ranger. Anne alzó la mano para llamar la atención del timonel y señaló el balandro para que iniciara la maniobra.

—Desplegad los foques. Eso bastará para alcanzarlos.

Le arrebató la lámpara a su compañero y la agitó de un lado a otro sin descanso. No obtuvo respuesta de nadie. Rogó por que alguno de los tripulantes la viera mientras seguía balanceándola y entonces otra luz titilante se agitó frente a ella.

—¡Rápido, acercadme un cabo!

Ató la daga al extremo del cabo, lo balanceó y lo lanzó hacia adelante. La daga se hundió en el oscuro mar lejos de su objetivo. Recogió la soga malhumorada y advirtió que el balandro acortaba la distancia que los separaba. Repitió el proceso y la daga cayó en la popa del navío. Quien estuviese de guardia la recogió y aseguró el cabo a la regala. Anne tironeó de la cuerda, se colgó de ella y cruzó sobre el agua.

—¡Anne! —exclamó Parker—. ¡Gracias a Dios que estás bien! ¿Qué haces aquí?

Estar de nuevo en el balandro le produjo nostalgia. Echaba de menos al navío y a sus tripulantes, incluido Parker.

—Ahora no, Parker. Baja la voz y no avises a los demás. ¿Dónde está Jack?

—En su camarote.

—Bien. Vigila el Ranger, ¿vale?

—Sí.

Jack estaba dormido sobre una carta de navegación y tenía ojeras y pequeños arañazos en la cara. Anne se acercó y le despertó.

—¿Boone? —preguntó Jack adormilado—. ¿Esto es... un sueño?

—No, Jack, soy yo. Estoy aquí. Escúchame, no tengo mucho tiempo.

Jack se levantó de un salto y la apretó contra su pecho.

—¡Anne! ¡Mi Anne! ¿Estás bien? ¿Te han... hecho algo?

Anne le devolvió el abrazo y dejó que su calor la arropara. Luego se separó con suavidad y le contó lo que se proponía.

—Ya conoces a los que apoyan a Vane. Son los mismos que le acompañaron cuando le dejaste en el bote, ¿no?

—La mayoría sí, pero hay caras que no reconozco.

—Allan es inconfundible, es el de la peluca y las medias. Ese es amigo. Y los demás...

Se dio cuenta de que no sabía sus nombres, así que dio una descripción superficial de sus compañeros amotinados para salvarlos del ataque.

—Si no puedes recordarlos limítate a cubrirme. Y diles a los demás que Vane no debe sufrir daños.

—No te vayas —suplicó Jack.

—Tengo que hacerlo. Todo irá bien.

Se despidió de Jack con un abrazo igual de sólido que el primero y regresó al Ranger.

Los nervios se apoderaron de ella desde el amanecer y la mantuvieron despejada y alerta. Ver a Robert con la soga en las manos le produjo una alegría insólita. El contramaestre la ató como las otras veces y ordenó que todos se presentasen en cubierta. Anne apretó los dientes. Eso suponía que el hombre que tenía que entregarle sus armas no podría ir a buscarlas. Robert la sacó afuera y la dejó caer al suelo en el centro de un corro que los hombres de Vane habían formado.

—¡Jack! —llamó Vane utilizando las manos como amplificador—. ¡Ven a ver esto!

Jack se asomó por la borda con el rostro sereno.

—Me había reservado esto para más adelante, pero si empiezan los abordajes y mueres te lo vas a perder. Tu puta es más resistente de lo que creía, lo reconozco, y de algún modo eso nos ha... excitado. A todos, ¿me sigues? El caso es que no desembarcamos desde lo de Puerto Rico y... Bueno, yo creo que ya me has entendido. Si te portas bien, a lo mejor hasta te dejo unirte.

Vane se carcajeó de su propia sugerencia y se desabrochó el cinturón. Robert le imitó y luego lo hizo otro más a su derecha. Los golpes de los cinturones contra la cubierta salpicaron por todos lados y Anne esperó en tensión a que el mayor número de hombres posible se desarmara por voluntad propia. Respiró hondo y cuando el fétido aliento del contramaestre le alcanzó la cara gritó con toda la rabia que le quemaba la garganta.

—¡Ahora!

Rodó hacia un lado y los primeros disparos detonaron. Robert cayó al suelo con un balazo en la rodilla y Blake, el de la voz desafinada, corrió hasta ella y le cortó las ligaduras. Anne sacó la daga y alcanzó la espada de uno de los cinturones del suelo. Vane desenfundó la pistola y apuntó confuso a su alrededor. La amartilló y al posar los ojos en ella los abrió con asombro. Uno de los amotinados se lanzó contra él antes de que pudiera disparar y lo derribó. Una vez dejaron de llover balas hacia el Ranger Jack inició el abordaje.

Evan y Mary se colocaron espalda con espalda para cubrirse uno a otro y Jack fue directamente a por aquellos a los que conocía. Anne divisó a Ethan unos pasos más allá y vio cómo hundía su espada en el timonel que la había ayudado a alcanzar el balandro la noche anterior. Gritó para detener el ataque, pero los combatientes y sus armas la taparon. Se subió a una escala y zarandeó los brazos.

—¡Capturad a los que queden! ¡Capturadlos a todos! —se desgañitó.

Los más próximos a ella la escucharon y la orden pasó de unos a otros hasta que las espadas dejaron de golpear. Las redes y las sogas cayeron sobre los últimos que quedaban en pie y el silencio fue roto por una fuerte exclamación de júbilo. Jack colocó a los prisioneros en fila y Anne liberó a tres de su bando que habían sido apresados por error. Vane estaba de pie entre ellos, desarmado y sangrando por un corte en la ceja.

—¿Quieres que te suplique o algo así, Jack? —preguntó Vane—. Sabes que no lo voy a hacer. Acaba con esto. ¡Vamos!

Jack rio con ganas y después tomó impulso con todo el cuerpo para estamparle un feroz puñetazo en la nariz. Las fosas nasales de Vane vertieron más sangre que se juntó con la que le caía de la ceja.

—¿Has aprendido a rezar como te dije, Charles? Porque solo se me ocurre una cosa peor que haber caído en mis manos, y es haber caído en las suyas —dijo Jack señalando a Anne con el pulgar.

Anne miró a Vane como si pretendiera introducirse en él a través de sus ojos.

—Bienvenido al infierno, Charles Vane —dijo sin sonreír.

Le quitó el sombrero de Barbanegra de un manotazo, se lo volvió a colocar y se sintió importante y completa, a pesar de que el rencor le palpitaba en los cortes y los latigazos que aún estaban sanando. George se acercó a ella para darle la bienvenida y le palmeó la espalda con energía.

—¡Debería ser ilegal tenernos tan preocupados! —exclamó.

El resto de la tripulación le siguió y expresó con gestos bruscos su alegría por tenerla de vuelta. Mary esperó a que todos hubieran terminado y sonrió con los ojos resplandecientes. Abrió los brazos y Anne se lanzó a ellos aliviada.

—Creí que lucharías contra todos tú sola —dijo Mary cuando se separaron.

—La prudencia está bien... A veces —contestó Anne divertida.

Evan se aproximó a ellas y les regaló una valiosa sonrisa.

—Sabía que saldrías de esta, Anne. Te dije que lo haría —le dijo a Mary.

Varios cubos de agua se llevaron de la cubierta la sangre derramada de los caídos, que fueron expulsados del navío sin miramientos.

—Matadlos —dijo Anne señalando a los cómplices de Vane—. Y que no pierda detalle.

Jack le sujetó a Vane la cabeza y le obligó a mantener la vista fija en los asesinatos. Robert y sus dos compañeros cayeron como tres grandes árboles talados y volvieron a cubrir de sangre la madera.

—¿Te ha gustado? Todavía tengo más. —Anne tomó un cabo largo y añadió—: Saluda de mi parte a los percebes de la quilla.

La masa de sangre en la que se había convertido Vane surgió por el otro extremo del barco aún consciente. A cambio de ello, sus cortes eran más numerosos y profundos.

—¡Allan Fowler! —bramó Anne—. Vienes con nosotros. Ocúpate de él y avísame en cuanto haya recuperado fuerzas.

Jack trasladó a Vane al balandro y el doctor lo siguió dispuesto a obedecer.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó uno de los tripulantes amotinados.

—Pues ahora tenemos que nombrar un nuevo capitán. Me propongo para el cargo —dijo el hombre del lunar en el párpado.

—Por encima de mi cadáver, Justin, cretino —se negó el primero.

—Sí, ¿por qué tú? Hay gente mucho más capaz. Yo mismo por ejemplo. Me propongo para capitán. ¡Votaciones!

A Anne no le importaba lo más mínimo lo que aquellos hombres hicieran a continuación. Ignoró la discusión que había estallado entre ellos y empezó a cruzar los tablones que hacían de puente hacia el balandro. Cuando llevaba la mitad del camino hecho una voz se escurrió entre las de los demás en un instante de silencio.

—Yo propongo a Anne Bonny para capitana del Ranger —dijo con tono desafinado.








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