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Parte única

Mini glosario del mundo de Avatar:

El mundo está dividido en base a los cuatro elementos. La Nación del Fuego, las Tribus de Agua y el Reino Tierra son del elemento en sus nombres (literalmente)

Un "maestro" es alguien que nace con la habilidad de controlar uno de los elementos y algunos derivados de estos (por ejemplo, una maestra agua puede manejar técnicas de hielo a la vez que controla el agua)

El Avatar es una persona que reencarna una y otra vez para mantener el equilibrio del mundo. Maneja los cuatro elementos.

Ba Sing Se es la capital del Reino Tierra.



—Más alto.

Draco balanceó el cuerpo para dar una patada giratoria. Las llamas danzaban alrededor de su pantorrilla en una línea que se ensanchaba hacia el tobillo y se alejaba de su pie en un disparo de fuego que podría haber quemado a alguien.

—Mantén la pierna recta.

Utilizando el mismo impulso, lanzó otra patada. El fuego que quedó en el aire esa vez fue atraído hacia sus manos cuando extendió los brazos. Anillos de amarillo y naranja le rodearon los brazos. Adoptó una posición defensiva y realizó una secuencia de golpes que dejaban escapar las llamas hacia adelante.

—Con gracia. ¿Qué eres? ¿Parte de Ba Sing Se? ¿Eres un maestro fuego o un maestro tierra?

—Maestro fuego —masculló Draco entre dientes.

—¿Entonces por qué ejecutas movimientos de un maestro tierra? Tan ordinario, tan brusco. Es la visión horrible de un niño malcriado que no puede ser puesto en un campo de entrenamiento.

Draco sintió que el rostro le ardía. Inspiró, exhaló un halo de fuego que agrandó al estirar los brazos a sus costados y cubrió el suelo con un anillo dorado y naranja que formó una barrera entre su cuerpo y el resto del mundo.

—¡Lo estoy haciendo bien! Esta es la rutina que hemos preparado-

—No lo estás haciendo bien. No es lo suficientemente bueno.

—¡Es bueno!

—¡Puede ser perfecto!

Irritado, Draco repitió la secuencia de patada frontal, golpes, patada giratoria, enviando fuego hacia adelante en cada ocasión. El último paso lo cambió, extendiendo un brazo hacia un costado. De sus dedos índice y medio salió disparado un rayo que alcanzó el suelo y dejó una quemadura en la preciosa alfombra roja.

Jadeaba. Estaba cubierto de sudor y la ropa de entrenamiento se pegaba a su piel.

Severus observó la quemadura en la alfombra, a menos de un metro de él, con una expresión aburrida.

—Espero que hayas apuntado con precisión y no que hayas fallado al dispararme a mí en medio de tu berrinche. No sé qué sería más lamentable.

Draco todavía lo apuntaba con sus dedos.

—Podría volver a intentarlo —ofreció.

Severus lo desdeñó con un simple gesto.

—Quiero ver fuego azul para tu presentación.

—El fuego azul no es tan simple como-

—El fuego azul no tiene impurezas —replicó Severus. Su expresión estaba tan tensa que apenas movía los labios para hablar—, ¿o acaso insinúas que puedes representar a la Nación del Fuego y presentarte frente al Avatar con un fuego impuro, común y corriente?

Draco inhaló profundo y contuvo el impulso de empujar más fuego en su dirección. Cerró los ojos e hizo una corta reverencia.

Respira, respira, respira.

En cuanto abrió los ojos, extendió un brazo y trazó un círculo en el aire, la palma abierta, los dedos guiando cinco llamaradas delgadas de fuego azul que envolvieron su cuerpo.

—He visto suficiente.

Esa voz no pertenecía a Severus Snape. Draco cerró la mano en un puño y todo rastro de fuego se apagó.

Caminó hacia Severus y se colocó a su lado. Hombro con hombro, se prepararon para el veredicto de la persona detrás de las cortinas del trono.

—Puede ser mejor —indicó esa persona— y quiero que lo sea. Queda sólo una semana para que lleguen. Cuando eso suceda, espero que tengas la mejor presentación posible de la Nación del Fuego y causes una buena impresión en el Avatar y su grupo. Quiero ver más fuego azul, una combinación de ambos y rayos. Sé que manejas los rayos más allá de tus berrinches, así que muéstralo.

Draco asintió y mantuvo los ojos puestos en los escalones que separaban el suelo del nivel del trono.

—Sí, madre.

—Puedes retirarte. Conversaré con el General Snape a solas sobre tu entrenamiento.

Él asintió y abandonó la sala del trono.

La familia gobernante de la Nación del Fuego tuvo una generación caótica que rompió con las tradiciones anteriores, poniendo fin a una dinastía de tiranos y dándole a su pueblo una mejor relación con el resto de las naciones. Entre esta generación que se salió de su camino, se encontraban Sirius y Regulus, que escaparon hacia Ba Sing Se en cuanto fueron lo bastante mayores, y las tres hermanas que todavía podían aspirar al trono.

Bellatrix, que seguía en la línea de sucesión, lo dejó todo para hacer lo que quisiera y viajar entre naciones. Andrómeda rechazó el compromiso con el hijo de un general, huyó con un chico sin ningún poder o estatus y regresó año y medio después con una bebé en brazos.

Así, el título de Señora del Fuego cayó en manos de Narcissa. Se casó con uno de los pocos hombres en la nación con estatus suficiente para estar casi a su nivel y cumplió sus deberes.

Draco era el único hijo de este matrimonio, y por tanto, heredero del trono. Aunque a su prima Nymphadora se le otorgó un título de princesa en honor a la buena relación entre Andrómeda y Narcissa, no era ella la que tenía que prepararse para causar una buena impresión al equipo Avatar.

Sólo siete días.

En el pasillo, lo esperaban su tía Andrómeda y Nymphadora, que se callaron al verlo. Bellatrix, apoyada en la pared, le dirigió una mirada curiosa.

—¿Lo hiciste muy mal, bestia?

Draco se tragó su indignación y empezó a alejarse por el corredor. Los pasos de Nymphadora fueron detrás de él enseguida. Sus tías se demoraron un poco más.

—Quiere que combine fuego azul con el normal mientras utilizo los rayos.

—Eso es muy difícil —Nymphadora adoptó un tono angustiado—. La tía Cissy debería estar feliz de que puedas purificar el fuego a tu edad-

—No es perfecto —alegó Andrómeda en el mismo tono monótono que había usado la Señora del Fuego, como si no quisiera ofenderlo ni menospreciarlo. Sólo señalaba un hecho.

—Lo lograrás —Bellatrix se adelantó para echar un brazo en torno a los hombros de su sobrino—, le he enseñado a todos en esta familia un truco o dos. Mientras no tengas miedo de quemarte tu fea carita de rinoceronte de Komodo —Pellizcó la mejilla de Draco, arrancándole un quejido—, tu tía favorita hará que te destaques tanto que cuando te encuentres con el Avatar, querrá casarse contigo.

Draco intentó quitársela de encima mediante empujones, pero sólo fue estrechado y arrastrado a la arena de combate que podía usar como área de entrenamiento. Su tía Andrómeda y Nymphadora discutían sobre mejoras para le presentación.

Siete días, se repitió Draco, sintiendo la responsabilidad como un peso invisible sobre los hombros.

Tenía que ser tan increíble que ni siquiera un Avatar, que manejaba los cuatro elementos, pudiese quitarle los ojos de encima.

0

Una semana más tarde, los residentes del palacio de la Nación del Fuego observaban con asombro mal disimulado a la manada de bisontes voladores que se aproximaba. Las enormes criaturas cubiertas de pelo proyectaban sombras sobre la fortaleza y sus seis patas se agitaban en el aire como si caminasen sobre una superficie inexistente.

El equipo del Avatar no conocía la sutileza.

Con esa imagen fue que llegaron al bosque donde se reunía el grupo de maestras de sangre control que intentaban crear caos controlando a maestros de otros elementos y del mismo modo se marcharon tras derrotarlas. Ahora que el mundo parecía estar sumido en la tranquilidad de nuevo, sólo podían verlos con incredulidad a medida que las criaturas descendían hacia el patio preparado previamente y sus pasajeros podían bajarse de las monturas.

Una comitiva de la Nación del Fuego los esperaba en las escaleras que separaban el palacio del patio. La Señora del Fuego no estaba presente; aún debía encontrarse dentro, asegurándose de que todo estuviese en orden para recibirlos. Sin embargo, por la ropa de las personas en línea, la mayor parte de la Familia Real y un par de generales de confianza eran los que debían darles la bienvenida.

Harry estuvo a punto de caerse por la orilla de la montura cuando se deslizó a la parte de atrás para tomar su morral. Hermione le entregaba sus artículos a cada uno de los pasajeros de ese bisonte y les daba unas últimas indicaciones para cuando estuviesen en el palacio.

—El temperamento de la Familia Real del fuego ha sido históricamente explosivo, así que intenten no molestarlos y compórtense- eso va para ti, Ron. Y se lo repetiré a los gemelos en cuanto bajemos. Harry, quiero que- Harry. ¡Harry!

La verdadera razón por la que Harry perdió el equilibrio por un instante fue que se inclinó sobre un lado de la montura para observar a su comité de bienvenida y se concentró en una persona, olvidándose de sostenerse bien.

En ese momento, sus ojos seguían sobre esa silueta vestida de rojo y dorado y apenas escuchó a Hermione. La chica tuvo que sacar agua de su cantimplora y arrojársela a la cara para llamar su atención de nuevo.

—¡Harry, te estoy diciendo que me ayudes a vigilar a Sirius y a los gemelos cuando estemos abajo!

—¿Ah? Sí, sí- —Harry volvió a ver por el costado de la silla. Los bisontes descendían más deprisa y el primero ya tocaba el suelo—. Mione, ¿quiénes son esas personas?

Hermione se colocó a su lado para mirar. Ron y Ginny hicieron lo mismo.

—Ese con el cabello corto —Hizo un gesto al nivel de sus hombros, lo que era "corto" para alguien de la Nación del Fuego— es el General Severus Snape. Las que están a su lado son las princesas Bellatrix, Andrómeda y Nymphadora, y el consorte de Andrómeda, Edward.

—¿Y la otra persona? —murmuró Harry. Era a quien no le quitaba los ojos de encima.

Resultaba impresionante la manera en que su cabello rubio platinado contrastaba con el atuendo de tonalidades rojas y los accesorios que llevaba. Incluso a esa distancia, Harry estaba seguro de que sólo se quedaría más embelesado cuando lo tuviese cerca.

Su bisonte tocó el suelo al mismo tiempo que Hermione le respondía.

—Por el parecido con la Señora del Fuego, ese debe ser el príncipe Draco.

A Harry se le escapó un débil "oh".

No tenía una buena experiencia con los príncipes desde que su primo Dudley fue controlado por un espíritu malvado y estuvo a punto de convertir la Tribu de Agua del Norte en el centro de un imperio tiránico. Por suerte, la habilidad del Avatar con los espíritus lo solucionó antes de que pudiese traer peores consecuencias.

Sirius ya estaba deslizándose desde el costado del bisonte en que le tocó volar con una gran sonrisa y hablando en voz alta, sin preocuparse por ningún protocolo.

—¡Bella! ¡Andy! ¡Ya llegó por quien lloraban! Díganme que mi madre está aquí y no en la villa de retiro al otro lado de la nación, quiero ver el ataque que le da cuando se entere de que sigo vivo, en una pieza y más gay que nunca…

Ron bajó primero de su bisonte. Ayudó a Hermione y esperó a Ginny y Harry, que pronto se reunieron con los demás miembros del equipo. En el mismo bisonte de Sirius, viajaron Regulus, Bill y Charlie, que acababan de bajar a tierra.

Regulus se tropezó al acercarse a la comitiva de bienvenida y las palabras que había preparado para saludar a sus primas se le olvidaron.

—¿Severus? —En pánico, se giró para ver a Sirius y le asestó un golpe en el pecho—. ¡Me dijiste que Severus ya no estaba en el palacio…!

—¿Yo dije eso? —Sirius fingió pensarlo.

Los gemelos y Percy ocupaban otro bisonte, donde estaban la mitad de las provisiones usuales para sus viajes. Y uno más llevaba a Neville, quien cuidaba de los obsequios y ofrendas recolectadas de otros lugares para el palacio de la Nación del Fuego.

En la última de las criaturas, viajaba el Avatar.

Harry recordó que le tocaba acompañarla y se acercó al bisonte. Le ofreció las manos para ayudarla a bajar, aunque no lo necesitaba.

Luna saltó, utilizó su habilidad para controlar el aire para ralentizar su caída y acarició el costado del bisonte, murmurando un agradecimiento. Sólo después de un momento, notó a Harry, sonrió y se enganchó a su brazo.

—No he estado en el palacio de la Nación del Fuego en esta vida —mencionó en su usual tono soñador, sin parar de mirar alrededor, como si esperase que un rinoceronte de Komodo saltase sobre ellos para saludarlos.

Tras dar un par de pasos, una criatura espiritual con forma de dragón de jade voló desde el bisonte de Luna a sus hombros, donde se enroscó.

—Hermione dice que esta generación es nueva y tienen mejores relaciones que la anterior, deben tratarte muy bien. Después de todo, ellos eran los principales afectados por las maestras sangre control…

El principal problema del último "gran plan malvado" que tuvieron que frustrar fue que la mayoría de los maestros controlados eran de fuego. No podían atacar a su propio pueblo. Hubo aldeas enteras quemadas por personas que en verdad no querían hacerlo.

Por eso, la Señora del Fuego insistió en que pasasen por allí y se uniesen a las celebraciones de su pueblo.

Luna tarareó, sin darle ninguna respuesta o hacerle entender que lo había escuchado. Su mano libre acariciaba al dragón de jade en sus hombros y parecía ajena al alboroto de los gemelos, Sirius y Regulus.

El príncipe Draco tenía los ojos en ellos, incluso antes de que se hubiesen acercado. Harry se sintió inexplicablemente nervioso, pero luego recordó que escoltaba a Luna y ella debía ser la razón de que le prestase atención. Era, al fin y al cabo, el Avatar. Cualquiera reconocería desde la distancia a una chica que vestía los colores de todas las naciones, tenía mechones azules en el cabello rubio y a un dragón espiritual de mascota.

Apenas se detuvieron frente a la Familia Real, Luna volvió a sonreír.

—Hola.

Draco respondió con una rígida reverencia, mientras que las princesas, una a una, tuvieron que realizar unas inclinaciones más profundas.

—Es un honor para el palacio, la Nación del Fuego y la familia Black que el Avatar nos visite —recitó el príncipe, solemne—. En nombre de todo nuestro pueblo, le estamos muy agradecidos por sus servicios prestados a la nación. La Señora del Fuego en persona repetirá esto para el Avatar una vez que estemos adentro; se ha preparado una comida para su equipo y regalos que ha traído el pueblo...

—Oh —Luna asintió, feliz—, yo también traje regalos. A todos les gustan los regalos, ¿viste? —Se dirigió a su dragón espiritual, acariciándole el costado con el índice.

El príncipe le ofreció un brazo y Luna se sujetó de él. Harry la dejó ir. La escuchó comenzar a hablar sobre una criatura que se encontraron en el camino, capaz de manejar el agua y la tierra.

Draco observó a Harry por encima del hombro durante un instante extra. Él sufrió una sacudida en el estómago. Después ambos se alejaron demasiado para que pudiese escucharlos y el alboroto a su alrededor continuó.

—Yo seré tu nuevo pariente favorito —Sirius le informaba a Nymphadora, rodeándola con un brazo para arrastrarla detrás del príncipe y el Avatar—, te voy a enseñar todas las cosas que molestan a mi madre y a Andy. Te voy a mostrar los pasajes secretos que hay en el palacio…

—Sirius, por favor —interrumpió Andrómeda entre dientes—, no malinfluencies a mi hija.

—Yo todavía no he encontrado todos los pasajes —mencionó Bellatrix, uniéndose a ellos deprisa—. Si me dices cuáles conoces tú, te mostraré los que encontré con Draco cuando era una pequeña bestia y Cissy me dejaba llevarlo de aquí para allá.

—Antes de que lo malinfuenciaras —insistió Andrómeda—, como están haciendo ahora con Nymphadora…

Nymphadora se limitaba a reír, atrapada entre ellos.

—Son bastante animados para ser de la realeza —opinó Neville, que trasladaba los cofres con obsequios detrás de él. Cada vez que daba un paso, la tierra alzaba un escalón que desplazaba el cofre detrás de él, de manera que no tuviese que jalarlo—, me tenía nervioso pensar que fuesen como los de la Tribu de Agua del Norte.

—Oí algo sobre pasajes secretos —comentó uno de los gemelos.

Percy y Hermione empezaron a reprenderlos de inmediato, antes de que se les ocurriese escabullirse por el palacio para ir en busca de pasadizos desconocidos.

A medida que el equipo del Avatar ingresaba al palacio, sólo uno de ellos y un general de la Nación del Fuego se quedaban rezagados. Harry pensó en llamar a Regulus, pero Hermione sujetó su brazo, negó y le indicó que siguiesen moviéndose.

—No creo que haya visto al general Snape desde que huyó —le explicó en tono suave.

Harry asumió que esa era la razón de que Regulus luciese tan tímido frente a Severus y le restó importancia. Seguro fueron buenos amigos.

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El banquete en honor al Avatar y su equipo se desarrolló con una logística perfecta. Desde la forma en que fueron distribuidos los asientos a la manera cronometrada de servir los platillos entre los actos de los rinocerontes de Komodo y los escupefuego, se podía decir que todo fue organizado y comprobado por una persona que prestaba especial atención a los detalles.

Harry incluso tenía un asiento que estaba un nivel por encima de la mesa para quienes no poseían ningún título, pero no lo suficiente cerca de la mesa de los anfitriones, la realeza y Luna. Era un trato justo para alguien que tenía a un príncipe del agua como primo, pero no estaba en la línea de sucesión.

Además, tenía una vista maravillosa de la arena frente a las mesas, y por tanto, de lo que sucedía ahí.

Cada movimiento, cada gesto, cada cambio durante el acto del príncipe Draco fue fácilmente capturado y apreciado por Harry, que comió un poco más lento a propósito en ese par de minutos para no perderse de nada.

Al finalizar, Draco se acercó a la mesa principal y le ofreció a Luna una horquilla de la Nación del Fuego con un diseño pensado para ella que tenía los cuatro elementos. Luna parecía emocionada al sostenerla y dejar que su dragón espiritual la tocase con una pata.

Cuando Neville tuvo que sacar los obsequios para la realeza, Harry pidió entregarle al príncipe Draco el suyo. Antes era Hermione a quien le tocaba, por lo que ella arqueó las cejas y le dirigió una mirada interrogante que Harry ignoró lo mejor que podía. Sólo el rubor que le cubrió el rostro lo delató.

Avanzó hacia el frente de la mesa principal y se agachó para tenderle la caja ya abierta, de manera que pudiese ver la pieza dorada del halcón dragón en su interior. Draco, ahora con un atuendo más propio de un príncipe que el que utilizaba durante la presentación, se inclinó hacia él y extendió una mano para tocar el obsequio.

Andrómeda le siseó por lo maleducado del gesto, pero él no la escuchó. Parecía embelesado.

Apenas sus dedos entraron en contacto con el material, la estatua se sacudió y extendió las alas. El halcón dragón cobró vida, emitió un graznido y voló hacia la mano que Draco le ofreció.

Los ojos del príncipe brillaban. Se giró hacia la Señora del Fuego con un "madre, mira" atorado en la garganta. Intentó no lucir demasiado contento, aunque ya era un poco tarde para eso.

El rostro siempre tranquilo de Narcissa adoptó una expresión más suave y asintió, a manera de reconocimiento. Agradeció el regalo en nombre de su hijo, que tocaba las alas del ave.

Entonces Draco volvió a fijarse en él. Harry tragó en seco y estuvo a punto de esconderse detrás de la caja vacía.

Regresó a su asiento deprisa en cuanto pudo hacerlo. El resto del banquete, aunque incluyó criaturas sorprendentes, más presentaciones y una larga charla, no llamó tanto la atención de Harry.

De vez en cuando, sus ojos se desviarían hacia un lado, a la mesa principal, y sus amigos lo molestarían al respecto.

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Nymphadora se ofreció a guiar a los invitados al ala del palacio en que se hospedarían, pero por el número que tenían, su madre la ayudó. Narcissa envió a su hijo directo hacia Luna, recordándole que necesitaban tener una mejor relación con el Avatar.

La habitación de Luna era una de las mejores disponibles en el palacio. Draco caminaba a su lado, en silencio, acariciando las alas del halcón dragón posado en el dorso de su mano.

Luna se balanceaba al andar y tarareaba una de las canciones más famosas del Reino Tierra. Su dragón espiritual seguía enrollado en torno a sus hombros.

—Esa es la canción del Avatar Kyoshi, ¿no?

La vio asentir con una expresión feliz.

Draco estaba casi seguro de que era menor que él, por lo que le resultaba extraño que alguien tan joven ya tuviese ese poder. Era sabido en todo el mundo que el Avatar Luna manejaba los cuatro elementos y tenía acceso al mundo espiritual desde la niñez, un par de años después de ser reconocida como Avatar.

—Harry la cantaba el día en que nos conocimos —mencionó ella con suavidad.

Draco la observó de reojo. Se aclaró la garganta y luego se concentró en su halcón dragón. Quedaban un par de pasillos para llegar al cuarto, ya que Luna había querido ver uno de los jardines.

—Harry es un buen amigo —siguió Luna— y una buena persona. Estaba en el Reino Tierra cuando nos conocimos. Creo que tampoco había venido a la Nación del Fuego.

El príncipe estaba contento de que con la tenue iluminación del pasillo a esa hora, ella no debía haberse dado cuenta de que se empezaba a ruborizar.

—Un festival para celebrar que se detuvieron los ataques de las maestras sangre comenzará mañana —comentó Draco en voz baja—, pueden ir.

—Estaré ocupada —Luna continuó sonriendo y sus frases se convertían en tarareos—, Sol y yo —Tocó al dragón espiritual en su hombro— vamos a tener una conversación con un espíritu de la Nación del Fuego. Y la princesa Nymphadora les prometió a los demás que les enseñaría a montar rinocerontes de Komodo. Pero Harry…podría querer ir al festival.

Se detuvieron ante la puerta de su cuarto. En el corredor contiguo, las otras habitaciones ya se encontraban cerradas.

—Puedo ocuparme de eso —murmuró Draco. Cabeceó a manera de despedida—. Descanse.

Luna sonrió más e ingresó al cuarto, tarareando una canción de cuna de la Tribu de Agua del Sur.

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Harry despertó siendo aplastado por dos cuerpos y una manta. Tanteó el aire y empujó a la persona que tenía encima del pecho, que le hacía más difícil respirar. Cuando escuchó un quejido, no le quedó más opción que golpearlo.

—Sirius, no respiro-

Sirius volvió a quejarse.

—Le prometí a tus padres que te cuidaría cada momento que estuviésemos-

Un ronquido lo interrumpió.

—Cada momento que estuviésemos- —Cuando lo intentó de nuevo, hubo un segundo ronquido. Sirius se enojó y le dio un manotazo a la tercera persona en la enorme cama—. ¡Déjame soltar mi frase dramática, Reg!

Regulus respondió con un adormilado "¿hm?".

—Que nos vas a cuidar cada momento que estemos en "territorio enemigo" —masculló Regulus.

Luego cerró los ojos otra vez, rodó sobre la cama y se acostó boca arriba, robándose la manta de Harry en el proceso.

—¿Territorio enemigo? —Harry arqueó las cejas—. Estamos en casa de tu familia, Sirius.

—Exacto —Sirius tomó asiento en la orilla de la cama y le dio una patada sin fuerza a su hermano, tirando a Regulus del colchón. Cayó como un rollo de tela en el suelo—. No hay nada más peligroso que estar en el palacio de la Nación del Fuego, ¿sabes?

—¿Más peligroso que un grupo de maestras sangre?

—Sí.

—¿Y que los dragones?

—Sí.

—¿Y que…?

Sirius le arrojó una almohada a la cabeza para silenciarlo.

—¡Aquí hay otro tipo de peligro! —aclaró Sirius, convencido de lo que decía—. Podrías ser quemado por Bellatrix. Andrómeda te podría entregar una propuesta de matrimonio con su hija. ¡Nymphadora podría…!

Regulus al fin logró desenredar sus extremidades de la manta y sentarse en el suelo. Resopló.

—Yo me preocuparía más porque a Draco le guste Harry.

—¡Eso también! —Sirius sostuvo los hombros de Harry y lo hizo sentarse—. ¿Sabes cómo son los príncipes de la Nación del Fuego cuando les gusta alguien? Esta familia tiene problemas, Harry, tenemos problemas y son graves y es mejor no tentar a la suerte…

—Pregúntale a Remus —añadió Regulus, asintiendo—. Todavía habla del corazón de fuego que Sirius le hizo cuando-

—Sh, sh —Sirius agitó una mano hacia él para callarlo—. Lo importante, Harry, es que no te descuides ni por un segu-

—¡Ya pasó el desayuno! —Regulus se puso de pie de repente, tras notar el ángulo de la luz que entraba por la ventana—. Sirius, ¡ya pasamos la hora del desayuno!

—Suerte encontrando al general de los quejidos —se burló Sirius, mientras su hermano se cambiaba sin parar de moverse y corría fuera del cuarto.

—¡Cuando regresemos, le voy a decir a Remus que volviste a molestarme…!

—¡Yo no…!

Sirius se levantó y siguió a su hermano, exigiéndole que no le contase a Remus lo que según él eran "mentiras". Harry los vio alejarse, suspiró y meneó la cabeza.

Ya que se perdió el desayuno, no había prisa. Se tomó su tiempo en el cuarto, puede que incluso durmiese durante un rato sin darse cuenta y no se movió fuera de la cama hasta que escuchó un débil toque en la puerta.

Harry volvió a sentarse y arrugó el entrecejo. El toque se repitió. Luego, al no obtener una repuesta inmediata, un trozo de papel se deslizó por debajo de la puerta.

Esperó unos segundos para espabilar lo suficiente y se aproximó. Lo recogió, lo desdobló y se sintió un imbécil por no haber salido de la cama antes.

La nota era simple y debió ser escrita por uno de los empleados del palacio.

"El príncipe Draco se pregunta si le gustaría participar en los eventos diurnos del festival de la Nación del Fuego, aunque ya sea mediodía"

Sí, debió levantarse corriendo, igual que Regulus.

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Draco tenía un rinoceronte de Komodo llamado Fatuo. Regalo de su tía Bellatrix, sin permiso de Narcissa, por supuesto.

La enorme criatura poseía tres cuernos, cierta similitud a un rinoceronte común y una cola alargada que le recordaba a la de los dragones. Ni siquiera notaba el peso de la silla de montar y era ideal para los soldados de la Nación del Fuego. No tanto para su príncipe, según la gobernante.

A él le encantaba. Acababa de ensillarlo y estaba terminando las presentaciones con Ascuas, el halcón dragón que le regaló el equipo del Avatar, cuando el rinoceronte golpeó el suelo con una pata y movió la cabeza, soltando un sonido similar a un resoplido. Draco giró la cabeza para encontrarse con un aturdido Harry afuera del "establo" especial de Fatuo.

Observó a la bestia ensillada, a Draco con su traje de montar, de nuevo a la criatura y boqueó, como si no hubiese llegado sobre un bisonte volador que era más impresionante para Draco que un simple rinoceronte que se creía dragón.

Cuando reaccionó, Draco ya había alzado el brazo para que Ascuas se deslizase desde su extremidad a la silla sobre el rinoceronte y estaba listo para subirse.

—Yo- siento si retrasé tus planes o…

—A mi madre le daría un pequeño ataque si te oye tutearme —Draco se sujetó de un costado de la silla y se subió con la destreza que da la práctica. Lo guió hacia adelante y se detuvieron junto a Harry, a quien le tendió una mano— y eso sería divertido —agregó más bajo.

Harry estuvo un momento sorprendido y luego dejó escapar un bufido de risa. Vio su mano extendida con cierta vacilación.

—¿Dónde nos encontraremos con los demás…?

Sostuvo su mano y Draco lo ayudó a subirse detrás de él. Se aseguró de que se hubiese acomodado antes de contestarle:

—Los demás tienen otros planes, están ocupados. Esto es para ti.

Draco llevó a Fatuo fuera del "establo" y se concentró en mantener su compostura. Lo último que quería era que notase que estaba nervioso.

Técnicamente lo que estaba haciendo no fue lo que su madre quería cuando le pidió que supervisase las preparaciones del festival de fuego. Pero ella también le dijo que tenía que llevarse bien con el equipo Avatar, ¿no? Y Luna fue la que le dio esta idea.

Sí, todo tenía sentido dentro de la cabeza de Draco si podía sostener este argumento.

El problema era que su corazón se saltó un latido cuando Harry se tambaleó y decidió sostenerse de él.

Se inclinó hacia adelante, hasta que su pecho se pegó a la espalda de Draco, y nunca le pareció que la montura fuese tan grande.

¿Por qué lo era? ¿No se supone que debería sentirlo más cerca? ¿No era para una sola persona?

Lo discutiría con su tía al regresar al palacio.

—¿Hay alguna razón por la que no fui incluido en los planes de los demás y sí en este? —Harry se inclinó sobre su hombro para que pudiese escucharlo bien sin que tuviese que levantar la voz.

Guardias del palacio les abrían camino cuando divisaban la montura del príncipe. La salida se encontraba abierta, Draco repasaba la ruta en su mente y no pudo evitar esbozar una sonrisita que habría causado que su tía Bellatrix estuviese orgullosa y tanto su madre como Andrómeda se lamentasen.

—¿Porque sí? —contestó con un deje divertido.

Tras un instante, lo oyó resoplar.

—Bien —aceptó Harry, que debía estar acostumbrado a cosas más extrañas—, ¿cuál es el plan, Su Alteza?

A Draco le gustó la forma en que se dirigió a él. Se enderezó en la montura sin darse cuenta, presumiéndole de su control sobre Fatuo; era bastante impresionante cuando se desconocía su naturaleza mansa en exceso, razón por la que su tía pensó que no haría daño que lo tuviese.

—Me dijeron que practicas hielo control.

Atravesaron los límites del terreno del palacio, ningún guardia los detenía todavía. Draco continuaba llevándolos hacia adelante por un camino marcado por tantas idas y venidas antes de ellos. Lo que tenía que "supervisar" se hallaba a un par de kilómetros al sur, pero no sería su verdadero destino.

—Sí —admitió Harry—, pero si quieres esculturas de hielo para derretirlas, ya me he cansado de hacer eso para Sirius.

Draco meneó la cabeza.

—¿Has visto a un dragón?

—¿Aparte del guía espiritual del Avatar? —murmuró Harry—. La verdad no.

—Pues si tú puedes congelar algo por mí, yo te llevaré con un dragón de verdad.

De pronto, Harry se echó a reír.

—¡Así que por eso no estoy con los demás! ¿No nos matarás en el trayecto? —indagó, divertido, tirando de uno de los bordes de la ropa de montar de Draco—. No sé a qué te suena a ti, pero yo nunca he pensado que los dragones sean precisamente amigables…

—Porque no lo son.

La respuesta se demoró unos segundos en llegar.

—Oh, me encantaría ver uno.

—Podría ser lo último que hagas —bromeó Draco, sintiéndose más tranquilo por su tono y la risa que se le escapó de nuevo.

—¡Valdría la pena, Su Alteza!

Hablaron poco durante el resto del trayecto.

Alcanzaron el destino de la tarea que su madre le encomendó y Draco le pidió unos minutos. Se deslizó por un lado de la silla, se retiró los guantes y jugueteó con ellos mientras oía a los organizadores del festival quejarse, quejarse, quejarse, proponer una solución, quejarse de nuevo y suplicar ayuda para lidiar con los motivos de las quejas. En la silla de montar, el halcón dragón "cuidaba" a Harry.

Tan pronto como terminó de darles indicaciones, regresó junto a Fatuo, ayudó a Harry a bajarse y le pasó las riendas a un asustado muchacho que temía que el rinoceronte lo pisase o ensartase con uno de los cuernos.

—Espera que se aleje lo suficiente —le susurró a Harry, sin mover los labios—, nos daremos la vuelta, nos meteremos por el sendero de la izquierda…y luego corres.

—¿Hacia dónde? —Harry sonaba bastante entretenido con toda esta situación.

—Hacia adelante hasta que te diga que pares.

—¿Nos vas a matar, Su Alteza?

—No todavía —aseguró Draco con el tono solemne que tenía su madre cuando concedía un favor.

Acorde a lo que dijo, en cuanto los organizadores se distrajeron, huyeron. Se escabulleron por el sendero y corrieron, guiados por el halcón dragón que volaba por delante de ellos.

Corrieron, corrieron, corrieron. Ambos tenían problemas para respirar cuando Ascuas se deslizó dentro de una cueva al pie de una montaña. Draco entró a la caverna y se apoyó en sus rodillas unos segundos para recuperar el aliento. Harry lo imitó.

—Bien, está bien, no corría así desde que intentaron asediar Ba Sing Se —Harry soltó una risita— y ni siquiera nos perseguían…¿verdad?

Draco llevó a cabo un gesto de "más o menos". Por supuesto que su escape no podía pasar desapercibido, pero su tía Bellatrix le prometió distraer a la Señora del Fuego lo suficiente para que no se preocupase ni armase un alboroto.

Lo invitó a avanzar por la cueva. Harry caminó adelante, observando el lugar con curiosidad. Ascuas los llamó desde algún punto en medio de la oscuridad.

Draco inhaló, se centró en el calor en su pecho, lo empujó hacia afuera y sopló una llamarada de fuego que sostuvo encima de una de sus manos. Le agradó que Harry no se hubiese alejado.

La mayoría de las personas que no eran maestros fuego se apartaban por instinto. Harry se limitó a observar el despliegue rojo y dorado y sonreír.

—Pensé que preferías el azul.

Draco lo cambió por un fuego azul. Carraspeó e intentó sonar como si fuese una cuestión de lógica:

—El fuego azul es mucho más puro y difícil de controlar, requiere de una mente tranquila y mucha habilidad. Sólo conozco a dos personas que lo pueden usar.

Así que eso quiere decir que soy bastante genial, ¿ves? Miró de reojo a Harry y analizó su expresión en busca de algo más de asombro, admiración, fascinación. Cualquiera de esas reacciones emocionaría un poco a Draco.

—Increíble —Harry le concedió un halago.

Él tuvo que luchar para que la llama azul en su mano no creciera demasiado de repente. Volvió a aclararse la garganta, y con la luz que alumbraba su camino, buscó a Ascuas.

—Creo que no hace falta que mencione que esto es algo de lo que no puedes hablar en el palacio, mucho menos frente a mi madre…

—¿También tendría un ataque por esto?

—Podría crear un pequeño incendio —admitió Draco cuando se detuvieron en el borde de un pequeño río de aspecto distorsionado por la luz de la llama.

Extendió la pierna y simuló tocar el agua. Harry captó el mensaje y dio un paso hacia adelante. El líquido se solidificó antes de que lo tocase y el hielo pronto se extendió a los lados y hacia adelante desde su posición.

—¿Es un dragón muy escondido o…?

Antes de que hubiese terminado su pregunta, Draco echó a correr sobre el hielo. Llevaba meses intentando volver allí adentro y cada vez era más difícil. No podía evaporar el agua, un bote no entraría a la cueva, no podría llevar materiales para hacer uno sin llamar la atención…

—¡Ven!

No se percató de que sonaba como un niño haciendo una gran travesura. Harry se apresuró a ir detrás de él cuando notó que se alejaba varios metros para evitar que pusiese los pies en el agua y se hundiese.

—Ah, sí —Draco se giró en cierto punto para echarle un vistazo—, no podemos tocar el agua. No enojes a la Nación del Fuego dejando que me lastime —se burló, se dio la vuelta y siguió corriendo.

—¡Pensé que los príncipes tenían algo de sentido común!

—¡Creí que los héroes también!

Alcanzaron el otro lado de la pequeña laguna, una entrada entre dos piedras que no era visible a la distancia. El halcón dragón rugió de nuevo y la atravesó. Draco lo siguió y Harry a él.

Frenó al llegar al final del próximo pasillo, apagó el fuego en su mano y extendió un brazo frente a Harry, deteniéndolo también.

—Shh…

Continuaron poco a poco, un pie por delante del otro. Doblaron en la esquina del túnel y se toparon con una caverna más grande que la que era ocupada por la laguna. A pesar de estar más adentro en la montaña, se encontraba repleta de luz.

A Harry se le escapó un sonido por la sorpresa y tuvo que recordarle que no debían hacer mucho ruido.

—¿Qué es…? —susurró, apuntándolo.

En el centro de la caverna, una figura se alzaba sobre dos patas, con sus alas extendidas a los costados. Su cuerpo entero era traslúcido y una luz brotaba del interior, producto del fuego azul que se arremolinaba al nivel de su pecho y luego iluminaba el resto de la cueva.

No se movía por su cuenta.

—Es el único dragón cambiante que he visto —musitó Draco, la emoción colándose en su voz.

—¿Pero es de…? ¿Está vivo? —Harry vio al dragón, a él y de regreso al dragón.

—Lo estará —Draco sonrió, se agachó detrás de una gran roca y sopló una hilera de fuego naranja en su dirección.

El fuego llegó al dragón de cristal, lo envolvió y lentamente disolvió esa cubierta traslúcida y hermosa. A medida que esta caía, se revelaban escamas rojas, una dureza y opacidad que no estuvieron allí un momento atrás. El dragón cobró vida y se sacudió, como si acabase de despertar de un largo sueño.

—El agua en la otra cueva es lo que lo vuelve así —susurró Draco, de regreso junto a Harry en su "escondite"—, humedece toda la cueva y lo alcanza. Se convierte en lo que lo rodee. Cuando es ese líquido mágico, se vuelve cristal, pero cuando es fuego…

El dragón exhaló aliento de fuego, dibujó un círculo de llamas en el suelo y caminó sobre el, pisoteando sus llamaradas, hasta apagarlas por completo. Se tendió ahí, con las alas plegadas y la cola enroscada en un costado del cuerpo.

Parte de la humedad en el suelo estaba por alcanzarlo, una de sus patas empezó a volverse traslúcida y Draco sopló más fuego en su dirección. El dragón lo notó y lo observó con una medida razonable de cautela.

—Bueno…—Harry estuvo aturdido por unos segundos. Luego contempló a Draco y sonrió—. Esto sí es algo que no he visto.

—Intenta hacer un poco de hielo ahora —indicó el príncipe, gesticulando hacia adelante—, ya verás lo que pasa…

Harry hizo lo que le pidió. Extrajo agua de la humedad en la caverna, formó una esfera liquida frente a él y la convirtió en pequeños trozos de hielo que acercó al dragón. Este se enderezó, pero no se apartó y sus escamas rojas se tornaron de un pálido azul. La siguiente vez que exhaló, el humo era gélido y soltó un trozo de hielo.

—Vaya.

—Quería sacarlo de aquí —susurró Draco, recargándose en la piedra que usaban como escondite—, pero cuando le da la luz del sol, se vuelve…menos sólido —Negó—, pasa lo mismo con la luz de la luna. Y si se queda aquí solo, termina húmedo y vuelve a ser un cristal.

Harry lo sopesó durante unos instantes, mirando el lugar por el que llegaron.

—¿Por qué no podemos tocar el agua?

Draco prefirió mostrárselo. Se agachó, humedeció sus dedos con una hilera líquida que corría entre las piedras del suelo y le enseñó su piel que se asemejaba de pronto a la faceta de cristal del dragón. Luego lo eliminó con su aliento de fuego y sacudió la mano, asegurándose de recuperar la movilidad por completo.

—Me caí dentro la primera vez que estuve aquí, mi piel se volvió cristal y tuve que encender fuego desde mi pecho hacia afuera para mantenerme vivo —Draco se recargó a medias en la piedra del escondite, lejos de la humedad—, supongo que para él debe ser mucho más triste.

Harry regresó su mirada al dragón que se rodeó con una pequeña muralla de hielo y suspiró.

Estuvieron unos segundos así, admirando a la criatura en silencio, hasta que se le ocurrió una idea.

—Si no lo puedes sacar por aire, ni por el agua, ni caminando…¿por qué no lo sacas por la tierra? —Harry gesticuló hacia el suelo, como si su mano fuese un dragón que se deslizaba por un túnel, y se encogió de hombros.

—No conozco a ningún maestro tierra —Draco arrugó el entrecejo. También había pensado en eso.

Pero Harry sólo sonrió.

—Pues yo conozco varios muy buenos. Podemos volver después de que los demás hayan terminado sus actividades, hasta ese momento…—titubeó al darse cuenta del destino del dragón. En esas horas, lo más probable es que regresaría a ser de cristal—. Podemos dejarle una fogata.

Así, un recién llegado consiguió que el príncipe Draco, quien todos sabían que odiaba ensuciarse, buscase ramas en el bosque que rodeaba la cueva. Abandonaron al dragón cambiante después de ver que se echaba junto a la hoguera. Ascuas fue adelante para guiarlos en el camino de regreso.

Esa vez hablaron durante todo el trayecto.

0

Harry se percató de un detalle: Draco no debía salir demasiado del palacio.

Al atardecer, cuando se encontraron de nuevo en los pasillos de la Familia Real, reunió a Ron, Hermione, Ginny y Neville para que los ayudasen a crear túneles adecuados para el dragón. Salieron sin problemas con la multitud que iba y venía a causa del festival de fuego. Draco no paraba de observar a cada uno y al sendero por el que andaban, como si esperase un comentario sobre su presencia o por qué hacía lo que hacía.

No tenía idea de que estaban acostumbrados a cosas más extrañas desde que acompañaban a Luna.

El plan era crear suficientes túneles para que el dragón pudiese pasar a otras cuevas y no quedar atrapado en su faceta de cristal. Además debían encontrar una cueva seca para que pudiese adoptar la forma de dragón de tierra y no volver a ser paralizado. Los cuatro maestros tierra se ocuparon de esto de forma organizada y metódica después de que Harry y Hermione hubiesen discutido un poco acerca de cómo proceder.

Ya que ellos dos eran los que no podían ayudar con esta tarea, Draco observaba embelesado los escombros de tierra que levitaban luego de que alguno diese un pisotón en el suelo y cómo podían ser enviados hacia otra parte por una patada o un simple toque de una mano. Hermione retiraba grandes trozos de tierra sin problemas, Neville lo estabilizaba para crear la forma de otro túnel, mientras Ginny y Ron se arrojaban escombros entre sí y terminaban por unirlos a los lados del nuevo pasaje, de manera que pudiese sostenerse por sí mismo sin ayuda cuando se hubiesen marchado.

Harry supuso que tampoco había visto a un maestro tierra utilizando su poder. No pudo evitar sonreír, enternecido.

—Deberías venir a Ba Sing Se un día, los maestros tierra pueden usar metal y hay un grupo que ha llenado la ciudad de piezas que sirven para diferentes cosas, como- como llevar cargas pesadas o para emergencias, para ayudar a los que no son maestros tierra…

—Oh —soltó Draco, sin despegar los ojos del despliegue de habilidades frente a él.

—Además —siguió Harry, de pronto emocionado con la idea de que lo considerase y sin detenerse a pensar en el por qué—, es un gran lugar, no sólo hay maestros tierra, muchas personas van para allá por negocios o para estudiar o de vacaciones-

Draco lo observó de reojo y a él se le atascaron las palabras.

No sonaba como si hubiese intentado convencerlo, ¿cierto?

—¿Tú vives allí? —murmuró Draco—. ¿Con los demás del equipo?

Harry llevó a cabo un gesto de "más o menos".

—¿No te exigen volver a la Tribu de Agua? —Lucía extrañado al preguntarlo.

Él se rio.

—Cuando mi primo fue poseído, mi mamá consideró que era más seguro sacarme de ahí. Acabamos en el Reino Tierra, donde estaban los Black- los amigos de mi papá que huyeron de aquí. Allí también nació Luna y terminamos reuniéndonos con los demás después de aquella vez que un pueblo casi fue enviado al reino de los espíritus por error —Harry se estremeció al recordarlo—. Ahora, uhm, no creo que me dejen volver.

—¿Por qué?

Harry se fijó en sus amigos de nuevo. Ni siquiera hicieron muchas preguntas cuando les pidió ayuda y los sacó del palacio tan cerca de la noche.

—No le agrado demasiado a mi tía por un, uhm, accidente en que es posible que, ahm, haya…—balbuceó lo demás y carraspeó, fingiendo que jamás lo dijo.

Draco, a su lado, adoptó una expresión aturdida.

—¿Escuché…?

—Fue un accidente-

—¿Dijiste que controlaste a tu primo? ¿Al…al príncipe de la Tribu de Agua del Norte? ¿Ese Dudley?

—Estaba poseído —excusó Harry, alarmado. No sabía cómo se le ocurrió que era buena idea contárselo, era claro que Draco ya no lo querría cerca si no se lo explicaba bien—, queríamos salir, nos atrapó en medio de unas- unas paredes de agua helada y- no es como que yo…sí, lo tuve que volver a hacer con los maestros sangre control con los que tenían problemas- ¡pero no lo había hecho en medio de esos dos eventos! Y no lo pienso volver a usar, no es-

Draco le pidió silencio con un gesto y lo apuntó después. Era difícil para Harry describir cuáles eran las emociones que mostraba.

—¿Eres un maestro sangre control?

Harry se encogió un poco, temiendo lo peor. Movió la cabeza arriba y abajo.

—Increíble —La voz de Draco fue apenas una exhalación—. Los libros que hablan de los poderes de maestros agua casi no lo mencionan porque es un arte muy secreto y es tan difícil de practicar, se supone que…

¿Increíble? Increíble, repitió Harry, atónito.

¡Dijo que era increíble!

Estaba agradecido de que las únicas fuentes de luz de la cueva no estuviesen frente a él, porque no habría sabido explicar el motivo de su fuerte rubor.

Nadie le había dicho que era "increíble" por eso. Harry imaginó que se debía a que era "malo", pero Draco comenzó a hacer preguntas y pronto se encontró respondiendo con el mismo entusiasmo.

—…bueno, en ese momento, me pareció lógico, porque casi todo el cuerpo está lleno de "agua", y si no podía controlar el agua alrededor, entonces tenía que usar el agua dentro de él para…

—¡Tortolitos! —Ginny exclamó en cuanto los nuevos túneles estuvieron listos. Tenía una mano en alto y la piedra detrás de ella formó un torpe corazón—. ¿Dejamos la cueva para que se besen o vamos a salir todos antes de que el dragón empiece a moverse?

—Creo que mejor dejamos la cueva para que se besen —Ron arrugó la nariz.

—Sirius llorará si un dragón quema a Harry —recordó Neville suavemente.

Sin pensar, Harry y Draco pusieron una distancia de un par de pasos entre ambos. Harry carraspeó y el príncipe fingió estar concentrado en el dragón que acababa de notar que podía abandonar el lugar.

Se apartaron lo suficiente para que no los considerase una amenaza y lo vieron tomar uno de los túneles. Ginny lo siguió para asegurarse de que se mantendría y llegaría a un punto sin agua que pudiese volverlo cristal. Luego regresó con ellos y les enseñó un pulgar arriba.

—Ah, bueno —Ron se estiró, soltando algunos quejidos—, fue más fácil que lo de los maestros sangre y un poco más difícil que cepillar a los bisontes voladores…

—No fue más difícil que cepillar a los bisontes cuando tienen hambre y no quieren ser cepillados —señaló Neville, divertido, lo que causó que ambos se sumergieran en una discusión tonta sobre bisontes.

Ginny se paró junto a Harry y le dedicó una mirada burlona con las cejas en alto. Él volvió a carraspear.

—El festival de fuego está comenzando, así que…

—¿Te has subido a un bisonte volador? —Ginny se inclinó para ver a Draco, al otro lado de Harry. El príncipe negó—. ¿Te quieres subir a uno? Porque Harry es excelente para guiarlos —Empujó a Harry más cerca del príncipe— y todos los bisontes lo aman…

—Percy nos pidió que no nos metiéramos en problemas —murmuró Hermione, arrugando el entrecejo.

—Y Fred y George que no nos metiéramos en problemas sin ellos —agregó Ron—, ya sabes cómo se vengaron la última vez que caímos en el reino espiritual con Luna y ellos se quedaron en el pueblo embrujado…

—Esto no es "meterse en problemas" —replicó Ginny—, es "mostrarle a alguien lo que hacemos" y "ser amable con el anfitrión". Si el anfitrión, el príncipe, quiere montar un bisonte volador, entonces tú lo guías, ¿verdad, Harry? —Le dio un golpecito en la espalda.

Harry estaba por decirle que era una terrible idea cuando notó que Draco tenía una expresión expectante.

Sintió que se derretía por dentro.

—Él me trajo en un rinoceronte de Komodo —susurró—, es lo justo.

—¡Siempre quise subirme a uno de esos…! —Ginny, con su animada charla, no les dejó tiempo para arrepentirse o protestar. Los sacó de la caverna, se giró y le mostró una sonrisa y otro pulgar en alto a Harry.

Estaba seguro de que acabarían metidos en problemas.

0—

Fue la noche más emocionante que Draco había tenido. La comitiva de la Familia Real acompañaba a los miembros restantes del equipo Avatar, pero ellos se escabulleron hacia otra parte. Draco apenas completó sus tareas y se aseguró de que lo que su madre le encargó se haría tal y como acordaron; luego huyó también.

Jamás había tenido la oportunidad de escaparse así. Ni una razón para intentarlo.

Tampoco tenía idea de que el festival fuese tan alegre. El área que recorría cada año con su familia estaba llena de puestos elegantes, comida ya lista y los espectáculos eran programados, no un caos de fuego y colores. Pero esto fue lo que encontró cuando tomaron un par de bisontes voladores y pasaron por encima del festival.

Harry tenía las "riendas" del que ocupaban. Ginny guiaba al segundo. Los gemelos los encontraron y no permitieron que se fueran sin ellos. Aquel bisonte tenía una gran montura casi sin espacio y el sonido de las conversaciones llegaba a ellos, incluso a la distancia.

Draco no hablaba con Harry en ese instante no porque no quisiera, sino porque estaba fascinado con lo que había debajo de ellos. Harry lo notó e hizo descender al bisonte junto a una zona abierta al público. Ascuas voló desde el hombro de Draco, se alejó de inmediato y el bisonte lo siguió.

La comida era preparada al momento, llamaradas bailaban en las pequeñas cocinas temporales, las lámparas tenían flamas dentro que se escapaban por la parte superior. Fuegos artificiales desprendían ciertos de colores, los bailarines estaban envueltos en aros brillantes de rojo y naranja. Había personas que escupían fuego, disfrazados de dragones, y otros que jugaban con una bola ardiente como si se tratase de un balón común.

Antes de partir, Ginny le había arrojado una capa para ocultar su ropa y cabello. Allí no sabían que su príncipe los veía, así que no necesitaban ser serios, ni organizarse, ni lucir "bien".

Su pueblo era alocado y cálido. Justo como el fuego que tanto amaban.

—¡Queremos fuegos artificiales!

Los gemelos corrieron hacia los fuegos artificiales en cuanto pusieron los pies en la tierra. Hermione los siguió, pidiéndoles que no hicieran un desastre. Ron fue por comida y Neville lo acompañó. Ginny se distrajo con los bailarines.

De alguna manera, parecía que en cada ocasión terminaban a solas.

Draco temía entrar al festival por esta zona y que lo descubrieran. Podía soportar la charla de su madre sobre ser irresponsable, pero no quería interrumpir esto. No quería pensar que se detendrían por él y luego se verían serios y aburridos.

Harry se paró junto a él y titubeó por unos segundos.

—Me dijeron que hay un pastel que cocinan directamente dentro del fuego, envuelto en una capa de algo que evita que se queme y se pega al pastel cuando se derrite y dijeron que era lo mejor de la Nación del Fuego…

Reaccionó a esto, como si hubiese presionado un interruptor en él. Draco sabía de memoria qué comida se servía y en qué puestos se podía encontrar; fue una parte que organizó para ayudar a su madre. Nymphadora prefería cooperar con el entretenimiento y esos juegos extraños debían ser cosa suya.

—La llama de chocolate —susurró. No pudo evitar sonreír—, y sí, es lo mejor de la Nación del Fuego.

Harry fingió no creerle y Draco actuó como si estuviese resguardando la buena imagen y los intereses de su pueblo al darse a sí mismo la tarea de llevarlo a probar una. Luego Harry preguntó por el juego con la esfera de fuego, lo comparó con uno del Reino Tierra y un muy ofendido Draco le mostró exactamente cómo se jugaba y por qué era mil veces mejor que cualquier juego del Reino Tierra.

Entonces Harry sonrió y le dijo que algo que los maestros tierra no tenían eran fuegos artificiales, así que un extremadamente orgulloso Draco le compró todos los pequeños fuegos artificiales que podía con las monedas que cargaba. Se alejaron de la multitud y los encendió para él.

Cuando los últimos destellos de colores explotaron, Harry lo miró de reojo y pensó en algo más. Sus ojos viajaron hasta los bailarines envueltos en hilos de fuego.

—Eso también lo pueden hacer los maestros agua, sólo que con agua —Y se encogió de hombros.

Entonces un todavía más ofendido Draco tuvo que llevarlo a bailar y enseñarle la enorme diferencia entre usar agua y fuego. Y puede que hubiese utilizado fuego azul sólo para demostrar su punto con más insistencia. O porque los bailarines no sabían usarlo y así llamaría más la atención de Harry. O ambos.

Bailó más, comió más, paseó más. A medianoche, se encontró tendido en el césped fuera del sendero principal del festival, riéndose de una historia de un Ron que no se llevó nada bien con el alcohol de fuego. Los gemelos estallaban fuegos artificiales a unos metros, Ginny jugaba con el cabello de un Neville que se durmió junto a ella y Hermione regañaba a quien debiese ser regañado.

Draco le tendió una brocheta a Harry, que sólo se estiró y mordió, tomando la comida de la varilla en su mano. El movimiento se demoró un poco más de lo necesario y Harry lo observó durante ese momento.

Su estómago estaba cálido y cosquilleaba.

Debía ser el calor por tanto uso del fuego. Su tía Andrómeda siempre le advirtió que podría sobrecalentarse.

Aunque no se sentía mal.

Draco le ofreció otra brocheta, Harry se rio y volvió a comer de su mano.

Estuvieron así por un rato, en un ambiente tranquilo y amigable. Cuando se acabó la comida que compraron, se tendieron hombro con hombro y guardaron silencio por varios minutos. Luego Harry se alzó sobre los codos y se giró hacia él.

No, tal vez el problema de su estómago no era el sobrecalentamiento por el uso de fuego.

—Me encantaría que-

No supo qué pensaba decirle Harry, porque unos guardias del palacio se acercaron a su posición. Los comandaba uno de los encargados de la seguridad. Y era obvio por qué.

Draco y Harry intercambiaron miradas y asentimientos.

Harry abrió su cantimplora, la vació sacando el agua hacia adelante y Draco la evaporó. El humo no fue suficiente para cubrirlos, pero sí los distrajo de los gemelos, que apuntaron los últimos fuegos artificiales hacia los guardias.

El grupo huyó, aguantando la risa, mientras los guardias desviaban cohetes de colores.

Draco creyó que se libraron de los guardias en ese momento, pero cuando regresaron al palacio, Severus Snape lo esperaba en la entrada al ala de su dormitorio. Sin decir nada, lo arrastró a ver a la Señora del Fuego.

0

Dos semanas después, el equipo Avatar se marchaba de la misma forma animada y desorganizada en que llegó. Neville empujaba el equipaje con tierra control, los gemelos cargaban los regalos, Luna peinaba a un bisonte volador que se ensució al rodar por el suelo. Los Weasley mayores pedían orden, los más jóvenes los ignoraban. Nada fuera de lo común.

Sirius se despedía de sus primas con abrazos y lamentaba no haber podido causarle un ataque al corazón a su madre. Regulus no paraba de mirar alrededor, inquieto.

El príncipe Draco no estaba ahí para despedirlos. Harry supuso que estaría ocupado, se aseguró de que su equipaje estuviese bien amarrado al bisonte y suspiró.

En esas dos semanas, no encontró otra oportunidad para decírselo. O más bien, tuvo las oportunidades, pero no se atrevió.

Me encantaría que vinieras a Ba Sing Se un día. Quería decirle que podía mostrarle el lugar, lo que lo hacía tan genial, las diferencias y similitudes con la Nación del Fuego. Pasearían por el mercado, Lily haría muchas preguntas sobre Draco y sería divertido y lindo, agradable. Justo como esa emoción que le entibiaba el pecho al pensar en el príncipe.

Hermione le puso una mano en el hombro y dio un débil apretón. No dijo nada, pero Harry casi escuchó el sermón de "no puedes esperar que deje todo sin motivo". Lo peor era saber que tenía razón. ¿En qué pensaba? Draco tenía deberes, le importaban y además lo hacía genial.

Pero Harry igual formaba pucheros al ver a todos despedirse.

Cuando pensó que se irían, Luna no se subió a su bisonte, lo que retrasó la partida.

—Todavía faltan personas —explicó Luna con una sonrisita.

Hermione realizó un rápido conteo de cabezas y arrugó el entrecejo.

—¿Quién…?

Draco atravesó las puertas del palacio en ese momento. No usaba ropa tan complicada y llevaba un morral. Fue capturado por sus tías y sometido a abrazos y besos sonoros que empeoraron cuando su prima lo estrechó todavía más fuerte. Para el instante en que llegó frente a su madre, ya estaba agotado.

Narcissa sólo le dio una gentil sonrisa y un beso en la frente. Luego Draco caminó hacia los bisontes, seguido por un malhumorado Severus, que también llevaba equipaje.

Podría jurar que escuchó a Regulus gritar de alegría.

Harry, en cambio, se quedó boquiabierto, viendo a Luna alzar a Draco y a Severus con aire control. Los envió a diferentes bisonte. Al príncipe lo puso casualmente en el mismo que ocupaba él y a Severus también casualmente en el que ocupaba Regulus.

Draco carraspeó bajo la mirada de cada uno de los ocupantes y jugueteó con la correa de su morral.

—El Avatar llegó a un acuerdo con mi madre para que pase un tiempo en el Reino Tierra, como, uhm, una especie de enviado político para que esté presente durante su proceso de traspaso de monarquía a democracia y aprenda algunas cosas…—Volvió a carraspear—. Puedo tomar otro bisonte.

Ron le atinó un golpe sin fuerza en la espalda para que reaccionara. Harry ahogó un grito y se apresuró a hacerle un espacio.

—Puede ser incómodo la primera vez que haces un viaje tan largo en un bisonte, pero tú sólo intenta no…

Tendría que traer mejores regalos para la Señora del Fuego en su próxima visita. Porque claro que habría próxima visita.

0—

Exactamente una semana más tarde, Harry besó al "enviado político", el príncipe de la Nación del Fuego, afuera de la sala de una conferencia, porque Draco lucía tan bonito que no supo qué más hacer.

Le pareció que eso ponía en acciones lo que él no sabía explicar con palabras.

Un detrás de escenas:

Luna: soy el avatar. Manejo el fuego, el aire, el agua, la tierra y sus derivados. Además conecto el mundo espiritual con el mundo físico y a los gays con otros gays para que se den besitos.


¡Hola, flancitoooooos! Siento que hace mil años que no aparezco. Me puse a revisar fics (os) que tengo escritos y me emocionaba la idea de subir este. En parte es para agradecerles el apoyo con lo que les pedí hace poco ❤️ se han portado re lindes y ya tengo donde dormir, gracias por el apoyo.

Voy a ver de dónde saco tiempo para revisar otros os que debo tener listos y terminar El niño maldito, me estresa más a mí que a ustedes no tener eso listo, esto me pasa por subir algo con "sólo" 50 capítulos escritos, aHHHH

En fin, disfrutemos de la idea de un Draco en el lugar de Zuko (que es básicamente uno de mis personajes favs en el puesto de uno de mis amores 2D de toda la vida, JAJAJA)

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