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10 ★⭐ ¿CRECER ES CREER QUE TODO ESTARÁ BIEN O ES AL REVÉS?

Al desdoblar el papel con el número asignado de mi nuevo lugar, casi quiero pegarme en la cabeza con el pizarrón, al ser la penúltima de la última fila. Me dirijo cabizbaja al sitio con peor vista del salón entero, arrastrando mi trasero al frío asiento, aplastándome al llegar.

El acomodo en cada nuevo ciclo escolar es un desastre, aunque eso me da la oportunidad de socializar, lo que me anima en este caso de estar hasta la otra esquina que mi querida amiga Mina, la cual me da ánimos desde su respectivo lugar, sonriéndole ligeramente.

El tiempo ha pasado, avanzando y desarollando la situación actual; la cercanía de Mina y Dae. Decidí seguir mi conciencia y hacer lo correcto, ayudarla en su enamoramiento, dejando de lado el mío, haciéndome infeliz aunque con la conciencia tranquila, sin embargo, en ocasiones las posibilidades me atormentaban hasta sentirme utilizada y estúpida por ocultar mi verdadero sentir, manteniéndonos a nosotros dos como sólo amigos. Permitiéndolo seguir y obligándome a sentirme feliz por su avance, pero lamentablemente no puedo hacerlo, no puedo seguir así.

Ha pasado un año desde aquel suceso, se volvieron relativamente cercanos, hablándose y tratándose constantemente, los he ayudado a que se logren unir, aunque no puedes forzar una relación. He hecho lo que he podido, la he hecho de intermediaria, recadera, consejera, casamentera y buena amiga. O al menos, lo he intentado. Sin embargo, Dae mantiene su distancia sin saber las verdaderas intenciones de mi amiga y al intentar ser amable, accede a convivir habitualmente con ella, aún así, en el fondo sé que lo hace por mí, porque se lo he pedido un sinfín de veces. Mina aún no ha tenido la oportunidad para declararse, aún.

El tiempo no perdona y yo no puedo hacer nada, nada más que aguantarme, aguantar el nudo que siento y la herida que me produce verlos juntos; ¿Amor o amistad? Ahora la espada de doble filo me apunta a mí.

Es frustrante y mentalmente agotador seguir la función cuando cada vez me cuesta más no sentirme herida y una inútil, saboteando mis propias oportunidades.

Al pensarlo solamente logro sentirme sofocada, abro la ventana y cierro los ojos disfrutando el aire fresco, escucho un partido de fútbol y al abrirlos, efectivamente se trata de un equipo jugando energéticamente y justamente, Dae es uno de los participes.

—¿Puedes cerrar la ventana?—la voz grave de un chico se presencia y me lo pide de manera neutral. Volteo y me lo encuentro casi al frente mío con una expresión seria, lo que me deja sin palabras.

Es altísimo, tiene el cabello de color rojizo y tiene un estilo mullet junto con su cabello medio recogido, ojos cafés y una presencia intimidante. Incluso usa algunos accesorios como aretes, collares y anillos que destacan su estilo.

—Un segundo—reacciono, inhalo fuertemente y después cierro la ventana.

El chico sin siquiera agradecerme se va y se sienta en el lugar equivocado; ¡Mi lugar!

—Disculpa...—miro su nombre en la placa de su uniforme escolar. —Jui Bae, ese es mi lugar.

Se ríe sin ganas y se levanta sin más, sin siquiera dirigirme la palabra. Dirigiéndose a su asiento que está al frente mío, quedándose vacío el de atrás, en el cual noto que una chica se sienta, terminando con el acomodo.

Al comenzar la clase, me siento y comienzo a ordenar mis cosas, sacando mi material escolar y mis útiles. Comienzo a anotar lo que está en el pizarrón con rapidez, resumiendo las ideas claves y adornando mi apunte.

—¿Me prestas una lapicera?—el chico se gira hacia mí, sobresaltándome.

Asiento y le entrego una de las varias que tengo, no es una molestia.

Agradece levemente, seguimos con la clase y nuevamente se voltea, interrumpiendo mi concentración.

—¿Y un borrador?—se lo paso sin más, anotando mientas tanto. —Algo más...—pide y sin dejarlo terminar le doy mi colorida bolsa de lápices con lo necesario.

Escucho que se ríe y nuestras miradas se encuentran.

—Muchas gracias, aunque lo que te iba a decir es que me resultas conocida de algún sitio...—susurra y se acerca a mi lugar, queriendo confirmar que me ha visto antes.

—¿Conocida?—repito y me acerco queriéndolo escuchar más claramente, hasta dejar caer mi lapicera cuando está frente a mi rostro, prestándome la mayor atención posible.

—Efectivamente—afirma.

—Nos van a regañar...—le susurro antes de que tome mi rostro entre sus manos, como acto reflejo a su repentina e intrusiva acción a mi espacio personal, retrocedo fuertemente, ocasionando que ambos nos caigamos de nuestros respectivos asientos, tirando y azotando todo a nuestro paso.

Castigados el primer día, qué original. Y todo por un accidente ridículamente innecesario.

Reniego recogiendo los respectivos envoltorios que debo recolectar, picándolos y dejándolos en el cubo de basura hasta terminar, quitándome los guantes, aún quedando tiempo para la hora del almuerzo así que decido ir a lavarme las manos. Siento que alguien me detiene de la manga, tratándose de mi compañero de castigo.

Me volteo a su lado y me entrega una bebida igual a la suya, siendo el yogur en caja de Agridulcencanto.

Le agradezco y nos sentamos en una de las bancas del patio escolar, dejando el material al lado nuestro.

—Te debo una disculpa por lo que sucedió, debiste haberme dejado ser el único responsable—me lo dice mostrando arrepentimiento.

Niego.

—Ambos tenemos responsabilidad, solamente no lo vuelvas a repetir...—sin dejarme terminar e ignorando mi petición por completo, vuelve a acercarse burlón. —¿Quieres que te escupa la bebida en la cara?—con molestia le respondo, retándolo.

—Inténtalo—me guiña el ojo, juguetón.

A punto de seguir mis palabras, la campana suena, percatándonos de que ya no somos los únicos, así que me levanto y me voy corriendo.

Me persigue y corro más rápidamente hasta llegar a los salones cruzando la cafetería, en donde me encuentro con Mina esperando a Dae afuera de su salón. El presenciar la escena de ellos encontrándose y saludándose animadamente me hace detenerme, provocando que Jui choque conmigo.

Dae voltea hacia nuestro lado y en automático me volteo, agarro a mi compañero del brazo como método de escape y lo dirijo hasta la cafetería.

—¡Tengo hambre! Vamos a comer—le digo dirigiéndolo.

—¡Hay que lavarnos las manos!—me guía por el lado contrario.

Miro de reojo atrás nuestro y están Dae y Mina sonriéndose el uno al otro, tranquila y cómodamente. Parece que la insistencia tuvo una respuesta positiva, parecen llevarse bien sin mí. Suspiro, Jui lo nota y agacho la cabeza antes de sonreírle falsamente como si nada pasará y todo estuviera bien.

Nos lavamos las manos en los lavamanos exteriores cerca del estacionamiento, me recojo el cabello y me echo agua en el rostro, queriéndome quitar la pesadez que siento en mi corazón. Están mejor sin mí, no me necesitan, debería dejarlos ser felices juntos... Debería.

Me siento como una egoísta total y odio esta sensación, no me siento yo. Debo mantener ocupada la cabeza.

—Vamos—Jui me habla y titubeo.

No quiero encontrarme con ellos, quiero al menos intentar mantenerme al margen por hoy.

—No me siento bien. Ve primero, come bien—sonrío y me alejo hasta que me detiene.

—Jiyu Shin—me nombra viéndome directamente, sin haber leído primero mi nombre en mi placa, como si realmente lo supiera. —Yo tampoco me siento bien, ¿Puedo quedarme contigo?—pide y cuando lo miro me sonríe dulce.

Asiento con una leve sonrisa.

—¿No que tenías hambre?—Jui me insiste al verme apenas tomar del yogur que me dió, siendo que él ya se lo acabó.

—Se me fue el apetito—le respondo tratando de sonar convincente.

Nos quedamos recostados detrás del telón de teatro que está en el auditorio cerca del estacionamiento, haciéndonos compañía en la inmensidad de la sala.

—Espérame aquí, no te muevas—me dice como último antes de escuchar que se levanta y se va corriendo, dejándome perpleja.

Saco mi celular de mi bolsillo, revisando si no hay algún mensaje y efectivamente, son nulos. Nadie me necesita, incluyéndolos, seguramente están juntos.

Me siento y abrazo mis rodillas, miro al piso, comenzando a indagar en mis pensamientos convirtiéndose en intrusivos, cierro los ojos queriéndolos negar hasta que escucho volver al chico, teniéndolo en frente mío dándome algo que sostiene en su mano.

—Son vitaminas, tómalas para mantenerte saludable—apenas y puede decirlo al estar tan agitado, entregándome una caja con una presentación muy divertida y colorida.

—¡Te lo agradezco! Las compartiré contigo—sonrío alegre por el lindo gesto, aceptándolo, siendo lo menos que me esperaba.

Los pequeños detalles se convierten en los más grandes cuando son tan espontáneos, dándole color a tu día que tentaba en convertirse en gris.

—Está bien, estas son para ti—se niega y se sienta a un lado mío.

Le sonrío agradecida. Nos sonreímos y la duda que quedó en el aire me inunda la cabeza.

—¿Ya recordaste dónde me has visto?—abro la caja de vitaminas y como algunas como si fueran pequeños dulces.

Niega lentamente.

—Aún no, pero sé que si paso más tiempo a tu lado probablemente lo recordaré.

Río y me sonríe ampliamente.

—Es una peculiar lógica, aunque me agrada—le confieso sintiéndome cómoda a su lado.

Nos sonreímos hasta que unos pasos se acercan y unas voces familiares suenan en eco.

—Ya la hemos buscado por casi toda la escuela—escucho la voz irritada de Mina.

Gritan mi nombre, buscándome.

—La llamaré—Dae le contesta y alarmada busco con la mirada mi celular, estando al lado de Jui. Le hago señas para que me lo pase y sin entender, gateo acercándome, él se mueve y provoca que le caiga encima, causándole un quejido ahogado.

Queriéndome reír de la pena solamente lo callo, tapándole la boca con mi mano y disculpándome con mímica.

—¡No lo hagas! Quedémonos juntos, no necesitamos seguir buscándola. Al fin y acabo es lo que quería ella, ¿no?—Mina lo interrumpe, haciéndome sentir alivio y a la vez sintiendo crecer el pesar de mi corazón.

¿Lo abrazaría o le agarraría la mano al decir eso? Me inquieta el hecho de verlos tan cerca y juntos. Escucharlos e imaginarlo es una tortura.

El vibrador de mi celular me salva aunque veo la llamada de Dae perderse, no pudiendo hacer nada al respecto.

—Está bien si es lo que quiere ella, quedémonos juntos—accede siguiéndola y podría asegurar que sonrió amable, no tan convencido, aún así lo hace por mí y mi falsa petición.

Yo no quiero que estén juntos, pero no puedo retractarme, aún no.

Los escucho irse y cuando la tranquilidad y el silencio invaden la sala, Jui sin cuestionarme nada, solamente me agarra delicadamente para poder levantarse, mirándome con preocupación.

—¿Estás bien? ¿Necesitas algo?—me pregunta al verme agachar la cabeza.

—Siento que me falta el aire y mucho calor—agito mis manos dándome aire, calmándome.

—Vayamos a tomar aire fresco—me guía pacientemente hasta salir del lugar, dirigiéndome al jardín cerca del estacionamiento, detrás de los salones.

Inhalo y exhalo hasta tranquilizarme, me sostiene con firmeza al cerrar mis ojos y al abrirlos lo miro en frente mío, observándome con preocupación. Me cuida atentamente, me estrecho a sus brazos y lo abrazo fuertemente, desconcertándolo y apesar de ello, me corresponde el abrazo.

Corro una vuelta más en el parque, es la séptima que doy y aún tengo aliento. Me esfuerzo más e intensifico mi ritmo, hasta sentir mis pies doler, mi corazón latir más rápidamente y mi respiración agitarse hasta tener que detenerme a tomar aire. Al tomar agua aprovecho a mirar el cielo gris, cierro los ojos y los pensamientos comienzan a acorralarme, invadirme, incitándome a volver a correr hasta no poder más, controlándolos de esa manera, aunque sea momentáneamente. En mi escape.

Me gusta tener el control de lo que siento, por eso corro hasta no poder más y reduzco mis alimentos, siento cierto poder al poder dominarlo, al menos en esto. Porque sino, la frustración me gana y me lastimo la piel rasguñándome sin conscientemente desearlo, sólo necesitarlo. Como si fuera un deseo frustrado el tener el control, teniendo un deficiente autocontrol y mis inseguridades saboteándolo.

No sé lo qué me pasa y lo detesto, ¿Por qué me siento así? Si debería estar feliz, lo tengo todo, sin embargo, siento como si a veces no tuviera absolutamente nada. Como si nada me satisface, nada fuera suficiente para llenar este vacío que siento, incluyéndome.

Me paso las manos por el rostro, agobiada, deteniéndome y sintiendo la leve brisa cayendo sobre mí, cubriéndome con su frialdad. A medida que sigo, comienzo a sentir mi ropa mojarse y mi cara empaparse, sin temor alguno, permanezco en la lluvia, siento mi cabello que mantenía recogido, mojarse poco a poco hasta decidir soltarlo y quedarme en medio de la lluvia sin moverme.

Me percato de las personas corriendo a refugiarse, sacando sus paraguas y algunas incluso riendo y yo me quedo aquí, anímica y fría, en el solitario camino del parque.

Al regresar a mi casa, cuando el cielo está oscureciendo, llego a rastras con la lluvia aún cayendo, disimulando las lágrimas que derramé, paseo cabizbaja hasta toparme con alguien en frente mío, pareciendo que estaba esperándome.

—Mina—la miro de arriba a abajo, cuando me acerco, corre a cubrirme con su paraguas transparente y en vez de recibirme con alegría, me mira evidentemente preocupada.

—Jiyu, te resfriarás, entremos—me agarra de la mano y me dirije a la entrada de mi casa, esperando que abra la puerta. —Vine a verte porque me preocupaste, te fuiste corriendo apenas terminó la clase, sin poderte alcanzar—me cuenta y le respondo unas cuantas palabras inaudibles, sin saber concretamente qué decirle. Mi estabilidad emocional es un desastre.

Suspiro poniendo el código y abriendo la puerta, dándole la bienvenida a mi hogar.

Nos quitamos los zapatos y ella deja el paraguas al entrar, paseo por la sala con la ropa escurriendo y en automático me dirijo a cambiarme, sin decir palabra alguna. No tengo la energía suficiente.

—Déjame ayudarte—corre y busca algo en el cuarto de lavado hasta llegar a secarme con un par de toallas.

La gentileza que refleja me provoca llorar nuevamente, con los sentimientos encontrados. No merecemos estar liadas en esta situación, ambas terminaremos lastimadas.

—¿Qué te está pasando, Jiyu? Últimamente no pareces tú—me seca el cabello y después me pasa una toalla para secarme el rostro. —Casi no comes, te aislas y ahora llegas empapada llorando, puedes decirme lo que sea, ¿Necesitas que te escuche?

Es porque precisamente no me siento yo.

Niego lentamente. Desgraciadamente, ella no es la persona correcta en la cual debo confiar.

—Sólo tuve un mal día, se me pasará ya verás—me fuerzo a sonreír, deseando que mis palabras fueran verdad, pero no quiero que se preocupe aún más por mí. No quiero ser una molestia y no puedo abrirle mi corazón, es la persona menos indicada en esta situación.

Suelta las toallas y se me acerca a abrazarme fuertemente.

—Sea lo que sea que estés pasando, quiero decirte que es temporal, después de la tormenta viene la tranquilidad y por más fuerte que sea, tiene que parar. Aquí estoy contigo y cuidaré bien de ti, ¿entendido?

Asiento, correpondiéndole el abrazo, dejándome sin palabras y con un nudo en la garganta y en el corazón.

Después de una ducha y comida caliente, sintiéndome reconfortada por esa calidez y ahora la de la manta a la cual me aferro fuertemente, las últimas palabras de Mina me dan vueltas y vueltas en la cabeza. A pesar de haberme dicho que vino a verme, me contó su plan en mente: Una salida entre amigos, específicamente nosotros tres.

Toda la palabra caótica le quedaría a esta situación. Sería todo un espectáculo digno de apreciar y claramente, no de interpretar.

Miro el historial de llamadas de mi celular y observo las de Dae, incluyendo los mensajes sin responder, buscándome.

Soy un desastre. Apago el celular y me acomodo para dormir aunque mi mente está inquieta, por más vueltas y vueltas que doy, no puedo dormir. El insomnio me invade y lo único que puedo hacer es acomplejarme con mis pensamientos, quitándome el sueño y la paz.

Enciendo el celular, busco y me pongo los audífonos, reproduciendo música relajante. Hasta ir a parar de manera inevitable a mis fotos en la galería.

Busco las fotos en donde estamos Mina y yo, hasta encontrarme una foto de la primaria, siendo la foto del viaje escolar antes de la graduación, la cual se la mostré a ella. Decido encender la luz de la mesita de noche y observo una de las repisas de mi habitación en donde tengo la bufanda que me dió Dae, la cual estaba en la caja que le entregué y al final, me quedé como debería haber sido desde un principio a sus palabras, acelerándome el corazón y trayéndome una oleada de recuerdos, así como salados.

No quiero renunciar a tu amor, Dae. Hemos pasado por un sinfín de obstáculos por estar juntos y decido elegir tu amor por encima de todo, aunque me pese y cueste el alma, quiero pelear por lo nuestro sin importar qué, aunque aún no encuentro el modo adecuado, solamente el silencio y la reciprocidad de mis sentimientos.

Cabeceo hasta sentir una bola de papel impactarme en la frente, tratándose de Jui, agarro la nota y la leo:

¡Ánimo, ya casi termina la clase! ¡No tires babas!

¡Tonto! Me río y lo único que hago es asentir y retarlo con la mirada, entrecerrando los ojos.

Arruga la nariz, bostezo y él también bosteza. Pareciendo unos tontos coordinados.

Alguien me toca el hombro y volteo, tratándose de la chica que se sienta atrás mío, sonriéndome ligeramente y susurrándome si le paso el último dictado. Asiento alegre y le paso mi libreta.

La agarra con cuidado y me agradece dulcemente, es una chica con cabello negro, ojos oscuros y largo cabello ondulado, pareciendo gentil y noble. No la había visto anteriormente, aparentemente parece que se trasladó este año escolar.

Después de lo que parecería una larga sesión, la clase termina y es hora del almuerzo, me levanto estirándome y volviéndome a sentar a echarme tranquilamente en mi lugar, queriendo más que nada dormir. Eso hasta que llega el chico de la bola de papel riendo, abro un ojo y en lo que me espabilo, el sonido de una foto se presenta y me percato en que nos tomó una foto y nuestra compañera de atrás sale justamente en el fondo.

—Ya tengo nuevo fondo de pantalla—se carcajea.

—¡Borra la foto!—le pego en el hombro, molesta.

Niega y se sienta en mi mesa.

—¡No pongas tu trasero en mi cara!—lo aviento y se cae el suelo.

Me levanto preocupada hasta que veo que está bien, lo que me hace reír fuertemente.

Lo apunto y exagero mi risa para molestarlo hasta que me jala la mano con la cual le apunto, me tropiezo y nos caemos, pegándonos fuertemente en la cabeza, quedándonos sentados en el suelo.

—¡¿Están bien?!—se acerca preocupada la chica de hace un rato, leo su placa escolar con el nombre: Ju-hui Han.

Asentimos riendo y ella sonríe aliviada.

—Lo que no está bien es tu expresión facial en la foto, luces como un calamar—se burla de mí, mostrándome mi ausencia de ser fotogénica, y justamente después de una noche de insomnio, es más evidente que no iba a lucir fresca como lechuga sino como un mapache.

—¡Oye!—lo empujo y al tratarlo de atrapar se levanta y le jalo el saco del uniforme, estira su brazo evitándome quitarle el celular y me hace brincar ridículamente tratándolo de alcanzar. Eso hasta que sale corriendo del salón, no quedándome de otra que corretearlo a la vez que me hace tontamente reír en el transcurso, corriendo por media escuela hasta llegar al patio.

Corremos sin parar, tratando de no chocar entre la multitud, riendo sin cesar hasta comenzarnos a cansar, llegando a los pasillos y cruzar camino con la persona que más ansiaba y temía encontrar: Dae.

Los nervios me hacen sentir que me sudan las manos, mi corazón se acelera y como bien lo he hecho últimamente, lo evito. Jui voltea y grita mi nombre, llamándole la atención al mencionado que ni se percataba de mi presencia. La adrenalina se apodera de mí, alcanzándolo y dirigiéndolo lo más lejos posible, agarrándolo de la mano fuertemente, corriendo a la otra esquina y encerrarnos en el salón vacío más cercano que encontré, escondiéndonos de él.

No sé cómo enfrentarlo sin ser transparente frente a él, sabe leerme y entenderme. Me sentiría acabada si se me acerca, mi cordura no podría soportar una vez más alejarlo de mí.

—¿Qué haces?—pregunta Jui mirando nuestras manos aún juntas, analizando la situación.

Trato de calmarme y miro cuidadosamente por la ventana, temerosa observo que Dae mira atrás suyo, tal vez buscando rastro de mí hasta que llega Mina, agarrándolo del brazo y haciéndolo mirar al otro lado, se hablan un instante antes de irse juntos.

Suspiro y cierro la cortina de la ventana, dándoles la espalda.

—Lo siento, fue un impulso—me suelto de Jui un poco avergonzada y me adelanto para abrir la puerta del salón, él solo aclara la garganta, no dándole importancia.

Un intento, dos, tres hasta desesperarme.

—Déjame intentarlo—se adelanta e intenta varias veces, incrementando la fuerza hasta voltearse hacia mí, diciéndome: —Estamos encerrados.

Me golpeo la frente.

¡Qué bien! Lo que faltaba.

Escucho ruidos afuera, agarro a Jui del brazo y lo obligo a esconderse al igual que yo.

—¿Por qué tenemos que ocultarnos?—susurra.

—¡Shhh!—lo callo.

Nos quedamos callados, recargados a la pared esperando que el ruido se vaya y cuando lo hace, respiro aliviada.

—Te dije que cerrarás la ventana y terminaste cerrando la puerta. Diría que lo hiciste tan bien que terminaste encerrándonos—se burla, refiriéndose a la primera vez que hablamos, exagerando al terminar en esta situación.

Asiento riendo, comprendiendo.

—Le puedo mandar mensaje a alguien conocido para que nos saque de aquí—agarra su celular y lo detengo.

Niego.

—No lo hagas, me gusta estar así—le digo de repente, sin pensarlo profundamente hasta que lo capto al notar su mirada fija en mí. —Digo, claro que si te parece...—río nerviosa.

Sonríe, riéndose.

—Está bien, déjemos que nos rescaten. Aunque, ¿puedo preguntarte la razón?

Abrazo mis piernas y suspiro.

—Estoy ocultándome—le confieso sin dudarlo.

—¿De quién?—ladea la cabeza.

—Más bien, ¿De qué?—río. —Estoy huyendo de mis problemas como la cobarde que soy—bajo la cabeza, no estando orgullosa de mis acciones.

Sin esperarlo, pone su mano encima de la mía.

—Todo estará bien, tú estarás bien, ya verás. Tener ese pensamiento fijo es parte de creer y de crecer. Debes aceptar y enfrentar la oscuridad, inundarte de ella—aprieta mi mano, explicándome mientras yo lo miro atenta a sus reconfortantes palabras. —Mi abuela me enseñó que cuando la oscuridad se muestra con intensidad, el amanecer no tardará en llegar.

—Es muy hermoso y cierto, entonces... ¿Crecer es creer que todo estará bien o es al revés?—le pregunto, viendo que su mirada se ilumina con una sonrisa.

—Así es—asiente. —Una vez que atravieses la oscuridad con ese pensamiento, tu camino parecerá iluminarse por más denso que sea.

—Una luz...—repito en voz alta. —Quisiera ser y no solamente sentir esa luz. Guiar en vez de que me guíe, brillar y hacer brillar a los demás como lo solía hacer, pero ahora me siento en la oscuridad, ¿Cómo podré salir de ahí?—ingenua le pregunto, deseando y ansiando la respuesta que evidentemente solamente sabré yo, la averiguaré yo misma.

—Es simple—se limita a decir.

—¿Cómo?—aprieto su mano y pongo mi otra mano encima de la suya, pidiéndole otra explicación.

—Siguiendo tu autenticidad.

Bufo insatisfecha, eso es muy cursi y cliché.

—¿No me crees?—ríe.

Niego riéndome.

—Convénceme—lo pongo a prueba y apoyo mi rostro en mis manos, alejándome del calor corporal que sentía de él.

Se acomoda y parece prepararse.

—Muy bien. Cuando sigues quien realmente eres, brillas, y puede que no cambies el mundo, pero sí puedes cambiar el mundo de los demás, compartiendo el tuyo—sonríe confiando.

Me deja sin palabras, sintiéndolo tan real que me conmueve, sintiendo los ojos brillosos al identificarme.

—¿Y si el brillo no está?—añado a la cuestión.

—Alguien puede compartirte del suyo hasta que lo recuperes y eso haré yo. Te lo compartiré hasta iluminarte—apoya sus manos en las mías, pareciendo que acaricia mi rostro.

Mi corazón parece detenerse, el agradecimiento, la conmoción y la curiosidad se mezclan en un conjunto de palabras y dudas, resumiéndolo en el principio de todo:

—¿Por qué yo? ¿Por qué mentiste esa vez diciendo que no te sentías bien para estar a mi lado?

—No mentí—niega con honestidad, diciéndolo al instante y sintiéndolo genuino. —Dolía aquí—se apunta al corazón.

Las dudas al detrás, con profundidad, las nublo enfocándome en compartirle una parte fundamental de mi esencia y que estoy segura que sigue conmigo: Mi corazón.

—Junta las manos—le pido y me hace caso, dudoso. Hago lo mismo y le entrego significativamente mi corazón, terminando al cerrar sus manos con una sonrisa. —Así como tú me compartirás tu brillo, yo te prestaré mi corazón. Funciona bien y no duele, por favor cuida bien de el hasta sentirte mejor—sonrío dulcemente y él me responde de la misma manera, con emoción como un niño pequeño, no creyéndose lo que le dije como si fuera lo más bello que ha presenciado y escuchado.

Su emoción me la transmite y me provoca sentirla igualmente, mirándonos sonrientes en compañía, siendo la necesaria para hacernos sentir así, reflejándola. El para qué del por qué parece complementarse al estar juntos en la inmensidad de la habitación, sin detenernos a pensar en lo que pasa afuera, como si el tiempo se congelará en ese instante, en nuestro momento, en nuestra burbuja con palabras que nos salieron del corazón y que ahora, lo compartimos.

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