09 ★⭐ CONFESIÓN
El día está nublado y hace frío, una mala combinación para recorrer el invernadero, cuando lo mejor era disfrutar del paisaje con un día despejado y soleado. Después de descansar en la enfermería y pasar por una revisión médica, incluyendo una buena comida, me sentí como nueva, aunque atrasé mi recorrido con mi salón, así que tuve que unirme a otro al cual no conozco a absolutamente nadie, solamente dedicándome a escuchar la explicación y prestar atención, siguiendo con el respectivo protocolo.
Al pasar por las coloridas flores, aprender poco a poco sobre ellas y su cuidado e importancia, decido adelantarme e ir al baño en donde me lavo la cara hasta sentir menos la pesadez. Observo mi rostro en el espejo y estoy pálida, realmente me veo horrorosa con estas pintas, así que decido arreglarme un poco más, tratándome de verme más decentemente en mi uniforme deportivo y mi cabello agarrado. Cuando finalizo salgo del baño hasta sentir que alguien me jala del brazo y me sienta en una de las mesas de camping del lugar.
—No te levantarás de aquí hasta que te termines esto—se trata de Mina con una expresión seria, dándome un suplemento alimenticio de fresa.
La miro inocente y suspiro, asintiendo y abriéndolo para después beberlo.
Me examina hasta que termino de beberlo sin decirme ni una sola palabra.
—Te lo agradezco—le sonrío.
Asiente.
—En la enfermería dijeron que si seguías así podrías desmayarte o incluso agravar la situación. Estoy realmente preocupada, Jiyu—se cruza de brazos, confrontando las palabras que le dije para tranquilizarla, las cuales no son ciertas. Me excuse diciéndole que estaba tan enfocada en la escuela que descuidé mi salud, cuando en realidad en cierta parte lo hice a propósito, sabía el daño que me estaba haciendo y tomé ventaja inconcientemente hasta debilitarme. Siendo que el fin no justifica los medios cuando se trata tan incensatamente.
—No volveré a arriesgar mi salud así, lo prometo. Ahora ya me siento mejor de verdad, ¡Hasta puedo unirme a las actividades deportivas!—me levanto mostrándome animada.
Me detiene y me agarra con cuidado.
—Debes descansar, estás débil y no puedes hacer mucho esfuerzo físico—me ayuda a sentarme nuevamente.
—Está bien, entiendo, me cuidaré hasta que sea la hora de adoptar un árbol—le digo animada por la práctica, tratándose de elegir un árbol y ponerle un nombre para llevarlo a casa y cuidarlo.
Asiente enérgicamente.
—¡Nos vemos en un rato! ¡Deseame suerte con mi pomelo, te quiero!—se comienza a alejar, hasta sentirme mal momentáneamente por ocultarle la verdad sobre su querido pomelo, así que la llamo queriéndoselo confesar hasta arrepentirme, así que le digo otra cosa en su lugar:
—¡Ánimo!—hago una seña y me despedido, yéndose corriendo respondiéndome igualmente lo dicho.
Pasándomela aburrida dando vueltas por ahí cubriéndome del frío con las arenas calientes, decido ir por una bebida caliente y disfrutar de la hermosa vista del campo, de los paisajes coloridos con las flores y plantas de todo tipo, los campos de siembra, la colina en donde estamos, el lugar lleno de naturaleza pareciendo todo un bosque por cada rincón lleno de áreas verdes, adornando pequeñas luces colgantes y luces solares. Siguiendo mi plan de pasear por el lugar, escribiendo, tomando fotos y recorrerlo mientras tanto, matando el tiempo y disfrutándolo, me dirijo por mi bebida en la tienda del lugar, hasta que algo inesperado me hace latir fuertemente mi corazón y sentir los traicioneros nervios aparecer, pasando al lado del chico con el cual no me había encontrado durante todo el día de hoy y durante las últimas semanas pasadas.
¿Por qué cuando más lo quería ver, menos lo encontraba? Y ahora que deseo que sea lo contrario, resulta siendo incensatamente contradictorio.
Me mantengo neutral, firme a mis palabras, aunque mis sentimientos me esclavizan y mis emociones me condenan. Maldita sea.
Con la cabeza en alto y ocultando mi verdadero sentir mantengo y muestro mi fortaleza actuando como él deseaba, como una completa desconocida la cual no tiene ni el mínimo interés en mirar hacia su lado, pasándolo y siguiendo mi camino de manera fructífera.
Al llegar a sentarme a una pequeña mesa en medio de la naturaleza, dedicándome a beber mi latte de calabaza con caramelo, escucho música mientras reviso mis redes sociales y comienzo a editar algunas fotos que tomé para poder subirlas, preguntándome si con el contenido que estaré compartiendo mi relevancia aumentará, deseando algún día poder tener cierto prestigio y reconocimiento. Acomplejándome el hecho de la popularidad y la aceptación de los perfiles de las personas de nuestra escuela, pareciendo que es como una cierta competencia de hasta falsedad. Una idea fugaz me pasa en mente al observar detenidamente una bella mariposa con una combinación impresionante de colores vívidos detenerse en una rosa blanca, apreciando el momento para ser capturado, en mi caso, con la belleza y el color de las palabras, escribiendo un pequeño poema lleno de inspiración.
Al terminar, me propongo a seguir escribiendo la novela compartida, sintiendo poco a poco sueño, así que al terminar el capítulo me recuesto sobre mis brazos cruzados, ya que Mina y yo decidimos hacer una lista de ideas y conforme a ella, cada una escribiriamos un capítulo. Los sonidos de la naturaleza me relajan tanto que cierro los ojos y dejándome llevar, tomo una pequeña siesta hasta despertar pareciendo pasado del medio día, sintiendo los rayos del sol calarme en el rostro. Me estiro y me levanto agarrando mis cosas, siguiendo con mi recorrido un poco adormilada aunque contenta de sentirme descansada.
A medida que llego a recorrer nuevos sitios del lugar, siento que ando perdida, así que decido regresar hasta escuchar nuevamente la voz conocida. Me detengo un instante contemplando la idea de entregarle la caja de regalo de una vez por todas hasta escuchar otra voz, siendo de una chica, me oculto al escuchar pasos avanzar tratándose de Dahaek-Ho Suk en compañía de una chica claramente desconocida, mientras están bromeando cómodamente y se acercan muy confiadamente. Hablan sobre el mejor lugar para volar el papalote de colores que sostienen, añadiendo que ellos mismos lo hicieron con material reciclable y que tiene su toque, entonces para verificar su funcionamiento, tendrán que hacer varias pruebas al respecto en campo abierto. Una emoción de celos me inunda, apretando la mandíbula y sintiendo cierta envidia así como una decepción traicionera. Se supone que no debería sentir nada de esto, entonces, ¿por qué vuelve?
Odio esto. Con esas palabras en mente me largo de ahí rápidamente, no importándome si hago ruido o no, si hice notar mi presencia o si paso desapercibida, a este punto no tengo relevancia, no hay nada que pueda hacer para volver. Los sentimientos encontrados me torturan, sigo derecho mi camino en vez de regresar, perdiéndome cada vez más y a medida que avanzo muerdo mi labio conteniendo mi dolor, mi maldito dolor.
Me apartó como si fuera una bolsa de basura, me dejé usar y ahora que no tengo importancia, me deja con todo esto que me guardo como si no fuera válido. Teniéndome que comportar como si no ocurriera nada cuando me estaba evidentemente autosaboteando.
Al caminar lo más lejos que pude conteniendo mis lágrimas, llegando incluso hasta correr para aliviar esta hechizante sensación, me pongo en cuclillas cubriéndome el rostro con las manos y sintiéndome estúpida al llorar por consecutiva vez por él, cuando evidentemente no le importo. Debo acabar con todo lo que cargo de él y gracias a él en este instante, no me quedaré de magdalena noche y día por su culpa ni lo permitiré. En un impulso de que he tenido suficiente, saco el celular temblorosa y marco su número esperando su respuesta que tarda unos timbres hasta responder de forma cortante.
—Necesito darte algo—es lo único que le digo, rápidamente, chocando las palabras y esforzándome por no sonar afectada.
—Está bien—accede sin cuestionar o resistirse, siendo benéfico.
Suspiro tranquilizándome.
Puede que sea patético enfrentarme a él por una llamada telefónica, cobarde, cuando ello me dió coraje para estar ahora mismo esperándolo en una banca con vista a los grandes campos que están detrás, al verde paisaje donde convenientemente está desolado, sosteniendo firmemente la caja de regalo con las manos frías.
Hace mucho viento y las hojas del frondoso árbol que da sombra, se mueven provocando un ruido constante, hasta verlo llegar en la distancia.
Me levanto y me quedo a mitad del camino, esperándolo hasta estar al frente mío con una expresión seria y de pocos amigos, no habiendo diferencia de la primera vez que nos encontramos, la sensación primitiva, ahora transformándome en nuestra actualidad, pareciendo la última. Sin decirle ni una sola palabra, solamente le entrego la caja con una pequeña nota escrita a mano con destinatario y un "Gracias por todo", le agradezco con una sutil reverencia y me doy la vuelta, dejándolo detrás mío. Evitando el drama entre ambos, cuestión que cambia al sentir su mano apoyarse en mi hombro, deteniéndome. Abro los ojos con sorpresa y espero que me hable primero antes de girarme y encararnos.
—¿Es todo lo que necesitabas?—pregunta seguramente asegurándose en que no lo vuelva a molestar.
Asiento sin verlo.
—De mi parte es todo, adiós Dahaek-Ho Suk—cortante y directamente fiel a mi objetivo y mis palabras, sigo mi camino sintiéndolo soltarme hasta que inesperadamente devuelve:
—No debes decir adiós cuando no es el final.
Me quedo inédita ante su contestación, como si estuviera cautivada por una clara mentira. Una elocuente mentira.
—Puedo decidir cuándo sí decirlo cuando aparentemente ya sucedió. No hagas esto más difícil—avanzo hasta sentir que se aferra a mí, no permitiéndome avanzar, abrazándome por detrás.
—¿Ahora me mirarás?—me lo dice provocándome un pinchazo en mi corazón, sintiéndome conflictuada.
Paso saliva e intento comportarme, pasando exitosamente a su intento de prueba sobre el efecto que tiene en mí. No puede manejarme a su antojo.
—Te contradices, quieres que no te vuelva a buscar y entonces eres tú el que viene de vuelta hacia mí. Encontrándome—me agacho librándome de sus agarres, guardando mi distancia.
—Sólo quería entregarte esto—me enseña la pulsera que le dí, hasta darmela. Me giro y la miro con detalle. —Deberías mantener la mente fría al entregar fragmentos del pasado.
Bufo, negándome a que ponga la situación en contra mía.
—El cual tú renunciaste, si no significaron nada para ti, me esforzaré por sentir lo mismo, aunque mi mente no es tan retorcida para lograrlo tan fácilmente como otros. Quédatela, no la necesito más—se la intento entregar, negándose.
—¿Qué debería hacer con ella?—pregunta inocente lo cual me enfurece.
—Rómpela, quémala, úsala de diadema, dásela a tu perra, ¡¿Yo qué sé?! Deshaste de ella—le grito enojada, avanzando hacia él y mirándolo con furia. Logrando de cierta manera su cometido, provocándome.
—No tengo perra—responde sonriente.
—¿Persistes en actuar como un neandertal?—se lo digo seriamente, y al no obtener respuesta, le aviento la pulsera, cayendo al suelo. —Consigue una que no sea yo, que ya he tenido suficiente en mostrar trucos sin un premio a cambio, persiguiendo mi cola como idiota, pero eso se acabó—dispuesta a pisar la pulsera con todas mis fuerzas, me detiene poniendo su mano encima, pisándolo a él en cambio, impactándome.
Al estar agachado, aprovecha para agarrar mi tenis al intentar detenerme en mi siguiente acción, lo cual me molesta y pataleo exigiéndole que me suelte hasta llegar a pegarle accidentalmente en la cara con mi rodilla y provocándole que sangre, abriéndole el labio, alarmándome mientras lo llamo preocupada.
—Te lo merecías por idiota, ¿A quién se le ocurre?—me justifico pasándole el hielo, cuidando su herida que no resultó ser tan profunda, pero sí escandalosa.
Rodea los ojos como respuesta, no admitiéndolo, pero sí sabiéndolo.
Estamos sentados en la camilla de la enfermería, trayéndome un recuerdo sobre ello, una máquina del tiempo, teletransportándonos. Con un ligero cambio de papeles, de posición.
—¿Tus rodillas están sanas?—pregunta de repente, siendo hasta incoherente por el transcurso del tiempo.
—Estamos a mano—asiento dándome un ligero golpecito en una de mis rodillas haciendo la referencia.
Sonreímos ligeramente y después me levanto, dispuesta a irme, sin tener ningún asunto pendiente, sintiendo un peso menos de encima.
—¿Estás segura sobre lo de la caja?—me detiene con sus palabras, queriendo que lo reflexione, pero ya lo he hecho bastante mientras la creaba hasta darle vueltas.
—Lo estoy—lo miro confiada. —Una vez era una caja para hacerme feliz, ahora es una caja que me hizo feliz. Cumplió su función y no quiero tener el derecho de conservarla para atesorarla si ahora lo que me provoca está muy lejos de ese contexto. Así que la devuelvo, deseando que tenga algún significado para ti, aunque sea mínimo, porque ya no es para mí.
—¿Ser feliz?—complementa y aclara el énfasis.
Asiento, confirmándoselo.
—Me lastimaste, fue un error mío el no avisarte lo que realmente sucedió esa noche. Fue una emergencia que salió de mis manos, de mi control. Si hubiera sido por mí, hubiera ido ahí por ti, porque sentía lo mismo. Sin embargo, ahora ya no hay vuelta atrás ni quiero que sea de esa manera, espero que pienses igual y si no es así, por favor respétalo y déjame seguir, Dahaek-Ho Suk.
Todas mis emociones y sensaciones están encapsuladas y resumidas en esa pequeña caja, tan pequeña que parece increíble el hecho de decirlo, pareciendo insignificante, tan vulnerable. Mentiría si dijera que no quisiera mantener los vivos recuerdos a mi lado, a mi alcance, sin embargo, no es lo más sano, debido a mi tormento. No puedes florecer en un jardín cuando te mantienes atrapado en una maceta por voluntad propia y por mera desidia, por propia selección y elección, eso no quería. La lástima y el pasado no eran la suficiente razón para quedarme ni un segundo más, merecía mucho más que pedazos borrosos y rotos, espejos destrozados y dispersados. Un reflejo viejo hecho trizas hasta parecer irreconocibles.
—Jiyu Shin...—es lo único que responde, mi nombre completo con un tono diferente, desanimado, bajo.
—Este es un claro final para mí—con determinación salgo del lugar, cerrando la puerta y marcando mi camino. Saliendo hasta encontrarme corriendo, huyendo lo más rápido que puedo sin querer mirar atrás, sin deber hacerlo, porque si escuchaba mi corazón por un instante, estaría delante suyo y ahora me mantengo fiel a mi mente, lo que me trae paz, dejando el tormento atrás.
Escucho que me llama, persiguiéndome, corriendo hasta sentir que me duelen las piernas y mi calor incrementa e incrementa. Me detengo un instante a mirar al frente mío la ligera lluvia cayendo, siendo el tiempo suficiente para que me alcance. Sin tener escapatoria lo enfrento y me doy la vuelta, mirándome desesperado.
—¿Para qué haces esto?—lo cuestiono sin obtener respuesta, confundiéndome.
Nuestra cercanía en este ambiente y la lluvia cayendo es melancólica. No puedo más con esto.
—Si tienes algo que decirme, dímelo ahora que a partir de que salga por esa puerta, no me detendré. La lluvia será testigo y borrará todo lo dicho y hecho entre nosotros, en este momento, y si no es así, quédate tú aquí, que yo ya he tenido suficiente como para permanecer un instante más—espero unos fugaces segundos hasta entenderlo y salir corriendo del edificio, sin cubrirme de la lluvia y sin importarme nada más que irme de ahí.
Recorro los alrededores, siguiendo mi camino con rapidez hasta a mitad del camino, andar normal, con seguridad en que ya no tengo que huir, que no estará ahí para mí. Eso quedó atrás y debo permanecer con serenidad. Empapándome sigo hasta casi llegar, pasando por el puente célebre del lugar, quedándome un instante apreciándolo, mirando cada detalle y el río que hay por debajo que recorre con intensidad, hasta levantar la mirada y percatarme que la misma persona que había creído dejar atrás, está en la otra parte del puente, del lado contrario, mirándome fijamente, esperándome, quizás.
Me doy la vuelta sin tocarme el corazón, caminando lentamente dejándole claro que no iré en su dirección hasta sentir que rodea sus brazos en mi abdomen y apoya su cabeza en mi hombro, causándome escalofríos. Al detenerme en seco, lucho increíblemente por no mostrar mis lágrimas, aunque con la excusa de que la lluvia las ocultará, me desahogo.
—¿Por qué sigo sintiendo esto hacia ti por más dolor que me cause?—le pregunto ingenua. —Estoy confundida, ¿por qué tienes que volver hacia mí?
No responde, claramente no teniendo las respuestas que busco, así que le pregunto directamente:
—¿Por qué estás aquí?
Esta vez parece que está seguro de qué responder ya que aclara la garganta.
—Vine a decirte lo que no pude hace tanto; Te quiero, Jiyu—aprieta el abrazo, el cual no correspondo, pero tampoco me resisto.
—Un te quiero no es suficiente para quedarse—le respondo al instante.
Suspira con decepción.
—¿Entonces qué es suficiente para sostenerte así por siempre?—ladea su cabeza, intentando cruzar su mirada conmigo.
Lo evito, diciéndole mi pensar:
—Por siempre es demasiado para lo que puede ofrecer la pesadez del pasado, lo ocurrido, lo insensato que pasamos—agarro sus brazos y lo miro un instante antes de obligarlo a que me suelte, mirándolo de frente.
—Nunca es tarde para volver a empezar—sostiene mis manos delicadamente.
—Dahaek-Ho...—me quejo con frustración.
—No sabes cuánto me duele cuando me llamas de esa manera, de forma tan indiferente—confiesa con pesadez en su tono.
—Es tu nombre, tonto—replico.
Sonríe amargamente.
—Cuando lo escucho en ti, tiene un efecto diferente, porque tenía algo especial cuando lo mencionabas—se aferra a mis manos y se acerca. —Solamente quiero que seas completamente sincera en este momento, vine aquí porque no quiero perderte más de lo que mis acciones te han obligado a alejarte. Confiésame lo que sientes cuando estamos así, tú y yo, te lo suplico—pide costándole seguir, terminando agachando la cabeza un instante sintiendo que oculta sus lágrimas, hasta que cuando se obliga a no mostrarse más vulnerable, me mira nervioso sintiendo su tacto tembloroso.
Aprieto sus manos fuertemente y lo suelto, siguiendo a acercarme más y agarrar su rostro entre mis manos, mirándolo vulnerable y sintiéndome de la misma manera al confesarle desde lo profundo de mi corazón:
—Dae, me enamoré de ti.
Sus ojos se iluminan y apoya sus manos encima de las mías. Mi corazón late como loco, siento que lloraré, las mariposas revolotean en mi interior al confesarlo por fin, sintiendo que en este momento solamente nosotros dos estamos aquí existiendo.
—Empecemos de nuevo, borremos los momentos agridulces y quedémonos con los dulces. Ambos no acertamos en nuestro actuar, aunque el cariño sigue ahí, conservemos ello y mantengamos nuestra cercanía—propone con emoción, con un tono y una expresión animada que tanto extrañaba.
—¿Funcionará si dejamos de engañarnos a nosotros mismos con lo que realmente sentimos?—le pregunto, bajando mis manos hasta detenerme en su pecho, él en cambio me sostiene de la espalda hasta sostenerme de la cintura, inclinando su rostro al mío, apoyando su frente con la mía y susurrándome:
—Solamente si somos honestos de ahora en adelante.
Asiento lentamente aceptando y sonriendo ligeramente.
—Volvamos al cariño que era nuestro, construyéndolo de mejor manera, traigamos de vuelta esa encantadora cercanía, Dae.
Y así al soltarnos, nos quedamos mirando en la lluvia de aquella tarde tormentosa, en medio de aquel puente donde al parecer se marca historia, en donde al sentir que pasa una eternidad, una intensidad en nuestro sentir, sonreímos y nos correspondemos abrazándonos fuertemente.
La emoción y alegría de lo culminado me hace sonreír como una tonta, aunque muy en el fondo siento la culpa carcomerme lentamente. Después del encuentro de la lluvia, retando un resfriado, seguimos nuestros caminos unidos, tomados de la mano hasta despedirnos y seguir con nuestro destino; volver a casa.
Estando ahora en mi otro conjunto deportivo seco, el segundo cambio de resguardo, en el autobús escolar, en donde Mina duerme plácidamente en mi hombro, por lo cual sonrío al verla durmiendo como una bebé, despreocupada y cansada después de divertirse en las actividades deportivas que le dieron suficiente para terminar con su energía agotada.
Sostengo la pequeña planta que escogió para mí, tratándose de una lavanda, llamándola Furunfa. Una ocurrencia suya mientras yo estaba ocupada en mis dramas. Aumentando mi pesar al leer una pequeña notita que contiene coloridas calcomanías de los dulces de Agridulcencanto, diciéndome:
¡Gracias por ser mi amiga, Jiyu! ¡Mejórate pronto, estaré ahí para seguir adelante juntas como en una carrera! Solamente tratándose de un simple juego con obstáculos por vencer si estamos unidas.
Mi corazón me pesa, sintiéndome una mala amiga. Ella me ayudó a adaptarme. Quería responderle la gran acción, y después de aquella reconciliación, he decidido ayudarla y ser franca, le hablo sutilmente hasta despertarla y hablarle sobre su pomelo, a lo que responde adormilada y dudosa replicando el apodo con un "¿Mi pomelo?", respondiéndole:
—Lo conozco. Conozco a tu pomelo, Mina.
Poema de Jiyu:
"Una mariposa en una rosa".
Viendo el jardín crecer y el sol iluminar, pero ahora la luna llegó para reinar. Es de noche ya y la oscuridad arrasa mi pensar.
Mi sentir se deja llevar, como el río que la lluvia hace junto al frío en el lugar. No quiero callar, no quiero llorar, no quiero huir y retroceder un paso más.
Una balanza desigual en constante movimiento, cambiando, yendo y viniendo. El amanecer luce lejano y mi corazón se siente helado. Solamente mirando. Contemplando las lindas flores por crecer del otro lado. Y yo estando en una flor con espinas por ofrecer.
Mis alas están empapadas, no me puedo mover, ¿me podré desvanecer? Así dejar de prometer y romper, sin control, sin visión. Mi pobre alma demoler, para así renacer junto al amanecer. Siendo solamente una mariposa en un rosa sin notar los hermosos colores de mis alas secándose, listas para en lo alto volar y así desaparecer.
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