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08 ★⭐ BLOMM

Las estaciones comenzaron y terminaron, las flores de cerezo salieron reluciendo su belleza, el tiempo pasó y aunque parece que nada había cambiado, en realidad era  lo contrario, todo había cambiado, incluyéndome. Estando en una nueva etapa en mi vida, cursando un nuevo año escolar en una nueva escuela en donde no conocía absolutamente a nadie, es por ello que sentía que era un nuevo comienzo al desprenderme de todo lo que solía conocer, cambiándolo por completo al desconocer lo que me iba a suceder.

Doy unos pasos y me quedo mirando la vista antes de entrar a mi secundaria, la secundaria Blomm. Una escuela con cierta historia e inmensidad, sacándome por completo de mi zona confort, enfrentándome a nuevos desafíos y miedos, ayudándome a crecer aunque, maldición, realmente los cambios drásticos te impactan de forma ambivalente que no sabes qué carajo esperar, solamente deseas sobrevivir en los momentos donde no encuentras tu rumbo, preguntándote constantemente si estás en el camino correcto, adecuado, pero para eso debes avanzar y comenzar a marcar tu camino en solitario. Y eso es jodidamente lo más difícil y lo más significativo que harás; el comenzar, siendo lo más difícil.

Mi vulnerabilidad se marcaba a cada paso, mis temores me hacían ruido interior y mis inseguridades parecían revolotear, aunque al principio sentía que extrañamente moriría, al cabo de unos días, semanas, tiempo, no fue tan malo como al iniciar, la cuestión fue mentalizarme y adaptarme hasta cruzarme en el camino con una persona especial la cual me ofreció su apoyo sin pedirlo y hoy en día está a mi lado firmemente.

—¡Jiyu!—la chica alta, de cabello corto y claro con apariencia amigable y personalidad dulce corre hacia mí sonrientemente aunque un poco agitada.

—¡Mina!—la abrazo y reímos con euforia. Estoy tan agradecida por toparme con ella y que esté en mi vida, ella fue la primera persona que me habló desde que ingresamos y fue a partir de ello que nos volvimos inseparables. —¡Te traje algo!—le extiendo unos dulces coloridos siendo de la misma edición de Agridulcencanto, haciendo hincapié en el día que nos conocimos en donde ella me ofreció unos iguales, a lo cual sonreímos divertidamente ante el recuerdo.

Recordando el primer día, me causaba mucha emoción y nervios al mismo tiempo. Las piernas me temblaban, el frío no ayudaba, hasta llegar a la entrada de la gran escuela con decenas de personas. Era muchísimo más grande que mi anterior escuela, había arboledas, otra entrada en donde te recibían, salones en distintos edificios, canchas, un jardín botánico, una cafetería, auditorios, los clubs escolares, una biblioteca y zonas de recreación y ejercicio. Era otro mundo totalmente diferente.

Decidí ir a esta escuela debido a que mi mamá asistió aquí, siento algo familiar, y sobre todo porque sería empezar de cero y conocer nuevas personas al estar lo suficientemente alejada para encontrarme con rostros conocidos. No he visto a ninguna de las personas que solía conocer, solamente era yo, mis sueños y miedos en este lugar y eso estaba bien. Crear mi destino otra vez, aunque debía admitir que me sentía vulnerable, solitaria al ver a otras personas sonriendo alegremente mientras yo seguía atenta a las indicaciones, el acomodo y el respectivo orden.

El primer día fue el más difícil, sentía que no encajaba, que sobraba y no me animaba a hablarle a nadie. Nadie me hablaba tampoco, así que solamente seguía las instrucciones para llegar a mi grupo.
Fue el día de presentaciones, inducción y básicamente conociendo el sistema de educación y a mis compañeros. Ordenándonos por número de lista, lo cual me hizo sentir aún más perdida. Todos eran rostros nuevos, y al parecer muchos de ellos se conocían o se llevaron muy bien rápidamente. En cambio yo paseaba sola por los pasillos, recorriendo la escuela e intentando encontrar en qué entretenerme de ahora en adelante, sintiéndome sola contra el mundo. Sintiéndome tímida y cohibida, casi en un rincón, quedándome en el almuerzo en una pequeña banca alejada mirando mi alrededor, hasta que ella llegó ofreciéndome dulces, espantándome y tirándolos completamente, fue que todo comenzó.

Cada una parecíamos como un color diferente, aunque complementario. Funcionando y siendo necesario. Aunque en la superficie parezcamos polos opuestos, por dentro somos como imanes. Uniéndonos naturalmente, pareciendo que es el inicio de una inseparable amistad.

Y así fue, éramos inseparables, la confianza y la comodidad fluyó naturalmente, sin forzar ni apresurar, solamente dejándonos llevar en esta nueva y bonita amistad. 

—¡Me los debías!—los acepta contenta, mientras reímos y seguimos nuestro camino hacia el salón de clases.

—En mi defensa, no esperas que te griten: ¡Hola, soy Mina Mun tu compañera de clase! Tengo dulces, ¿Quieres ser mi amiga?—le arrebato el empaque, brincando y saludando imitándola, haciendo la voz chillona y exagerando mi interpretación.

—¡Oye!—hace un puchero y me arrebata los dulces de las manos, adelantándose fingiendo indignación.

—¡Yo también quiero! ¡Espérame!—la intento detener del hombro bromeando, pero se libra de mis agarres, así que me apoyo de ella como si fuera un trenecito, arrastrándome, respondiéndome con un "¿Quieres morir?" haciéndome carcajear durante el camino.

La clase ha terminado, quedando solamente unas cuantas más para poder salir libremente. Mientras tanto nos arreglamos el cabello y nos retocamos el maquillaje en la parte trasera del salón, en el piso cerca de nuestros lockers.

—¿Me pasas la tinta rosa?—apunta mi estuche brilloso de maquillaje, asiento y se la paso.

Me miro en el espejo, poniéndome el tubo del flequillo mientras sonrío viendo mi maquillaje impecable, el cual me ha costado vacaciones pasándomela mirando tutoriales todo el día, gastar y gastar maquillaje y prácticas forzadas en el rostro de mi hermano menor, teniéndole como condición ayudarme si quería que le hiciera de cenar.

—¿Puedes delinearme así?—apunta a su celular, tratándose de un maquillaje de su idol favorita.

—Déjame intentarlo, cierra tus ojos—asiente contenta y me hace caso. Me acerco e imito lo mejor que puedo el maquillaje, aunque termina quedando irregular a lo que se queja manchándose todo el párpado.

—¡Lo siento, aún me cuesta practicar en rostros ajenos! ¡Ahora, a limpiar!—le paso una toallita desmaquillante, aunque lo empeora al entrarle en los ojos y quedar como mapache.

Me cubro la boca intentando no reírme.

—¡Mejor acompáñame a lavarme la cara al baño antes que alguien me vea así!—se levanta y me jala sin que pueda desistir, solamente siguiéndola mientras la veo cubriéndose.

—Yo te veo—me burlo y gruñe.

—¡Tú no eres mi pomelo!—me jala el cabello molesta, haciéndome reír por su referencia hacia su crush. Acordándome nuevamente del chico del primer salón el cual se robó su atención desde que lo vió y el cual todavía no he presenciado, no conociéndolo.

Salimos por el gran pasillo, conectando a todos los salones de primer año, nosotras perteneciendo al último estando a mediados del año escolar. Nos dirigimos al baño de chicas y mientras le doy apoyo moral a Mina, me la paso apoyada en la pared cruzada de brazos mientras ella se lava frenéticamente el rostro y se limpia con toallas de papel. Varias chicas entran y salen, se acomodan el uniforme blanco, el moño negro de la camisa, su cabello arreglado o también vienen a retocarse el maquillaje, de todo menos utilizar decentemente los baños, al igual que nosotras.

Al ingresar y conforme el tiempo pasó, tuve que adaptarme a las reglas no escritas en lo que parece esta nueva sociedad de superficialidad, teniéndome que esmerar en mi apariencia para sentirme suficiente y acorde al lugar, para poder sentirme aceptada, tratando de aceptar esta nueva versión mía la cual cada día me cuesta más mejorar para encajar. El compararme me ayuda a tener una mayor fuerza de voluntad, tratando de no sentirme inferior con mi persona, lo cual me hace esforzarme aún más, en mis estudios, en mi persona, en mi imagen.

Unas chicas pareciendo de último año por su altura y por estar muy producidas y proporcionadas, reproducen kpop de moda y señalan una revista de moda, tal vez hablando sobre las tendencias actuales. Me miro en el espejo, apreciando mi apariencia, mi cabello ahora largo y peinado, quitándome el tubo del flequillo y acomodándolo, inspeccionando mi maquillaje detalladamente hasta quedar satisfecha.

Escucho unos murmuros detrás y son un par de chicas pareciendo ver en nuestra dirección y sonriendo. Me comienzo a sentir incómoda sin saber cómo actuar, así que me volteo luchando con los pensamientos del qué dirán o qué estarán pensando.

—¿Ya se quitó?—interrumpe mis pensamientos y asiento lentamente, fingiendo una leve sonrisa.

—Vámonos, tenemos club—la agarro y casi la saco a rastras debido a mi inseguridad. Me dice que con cuidado, pero sigo firme en irme rápidamente de ese lugar, no queriendo permanecer más tiempo carcomiéndome la cabeza.

Es mi última hora para poder entregar las actividades asignadas en mi club de computación, por lo cual he estado tan enfocada que he decidido quedarme acabando mis deberes en vez de ir a almorzar con Mina, quien seguramente estará en su descanso de su club de diseño. Quedándome solamente con un café y un huevo cocido, siendo mi único almuerzo nuevamente. Estaba tratando de perder un poco más de peso que con la última rigurosa dieta que hice, combinándolo con trucos y ayuno, y mantenerme ocupada me ayudaba aunque mi energía se gastaba más fácilmente y el no dormir mucho no me beneficiaba. Recuerdo tomarme mis vitaminas para evitar una descompensación y rápidamente lo hago, sin quitarme mucho tiempo de encima.

Sigo con lo mío tan enfocada con el tiempo encima, pasándomela tecleando, haciendo gráficas, documentos, tablas, con suave música de fondo la cual me ayuda a relajarme mientras hago mi trabajo hasta terminar, enviándolo al correo institucional y guardando mis archivos en mi memoria de brújula, sintiéndome aliviada. Antes de irme, decido aprovechar para seguir escribiendo en mi nuevo libro de drama que tengo en mente, aún trazando y definiendo ideas hasta sentir que alguien me cubre los ojos con sus manos, adivino sin pensarlo dos veces.

—¿Saliste temprano, Mina?—me quito sus manos y asiente energética, comenzándome a contar sobre su clase de diseño, mostrándome sus bonitos dibujos con emoción a lo cual respondo de igual manera, preguntándole por cada atuendo en específico, contándome el trasfondo. Hasta que decide mirar curiosa hacia la pantalla, quedándose atenta leyendo rápidamente mientras yo siento cierta pena que lea mis escritos aún no corregidos.

—¿Es el libro que me dijiste que tenías en borrador?—pregunta cautivada.

Asiento tímida.

Le comenté por encima que tenía en mente la idea de hacer un libro fuera de los que tenía publicados en la plataforma que son puramente de poesía, dando un siguiente paso con la escritura.

—Sigo batallando con la trama, pero creo que es un buen inicio—le sonrío.

—¿Necesitas ayuda?—apoya su rostro en sus manos, entusiasmada, seguramente tiene buenas ideas en mente.

Se me ilumina el rostro ante su idea, sería maravilloso crear un libro a su lado.

—¿Quisieras crear un libro conmigo?—le propongo y sonríe ampliamente, nos agarramos de las manos con alegría y asentimos emocionadas, esperándonos una nueva aventura en conjunto. Gritamos y nos callan, lo que nos hace reír sutilmente mientras intercambiamos ideas sobre la futura novela.

Los días pasaron así, en mi rutina escolar, esforzándome para ser de las destacadas de la clase, incluso para ello asistía a una academia durante la tarde para reforzar mis conocimientos, hasta a veces desvelarme aprovechando mi productividad. Mi día comenzaba muy temprano y termina muy tarde por la noche, progresando en la novela con Mina, creando una cuenta compartida donde escribiríamos poco a poco para poder publicarla cuánto antes, tratándose de romance escolar siendo una temática sencilla para empezar y vaya que teníamos inspiración de sobra al combinar nuestras ideas y experiencias, evitando de mi parte hablar del tema más allá de lo necesario, no queriéndolo recordar. Cuando terminábamos nuestras tareas avanzábamos en ello, también tenía que hacerme cargo de la casa, mi hermano, mi perro y mi trabajo de pasear perros, en donde disfrutaba hacer cardio hasta no poder más, liberándome y poniéndole empeño a mi salud y apariencia.

Igualmente, me encantaban los días de chicas en donde Mina y yo hacíamos un spa casero para relajarnos y cuidarnos, así como nuestras salidas para comprar cosméticos y productos para el cuidado de la piel y personal, así como accesorios al centro comercial e intentar recrear recetas y hábitos sanos para complementar. Me gustaba mantener la cabeza ocupada y mejorarme a mí misma, crecer como persona y dejar poco a poco a la pequeña Jiyu que era para sentirme más fuerte que nunca.

El pasado parecía pisado, igual que mi dignidad al encontrarme actualmente siendo aplastada por un montón de bicicletas al intentar llevarme la mía, no siendo la culpable del trágico y desastroso hecho. Escucho a alguien disculparse a lo lejos y corriendo hacia mí.

—¡Oye!—levanto la vista con molestia y me encuentro con la persona que menos esperé ver. —¿Mungjae?—me quedo boquiabierta, parpadeando fuertemente para confirmar que estoy en lo correcto, pareciendo que tengo un tipo de tic nervioso.

El chico ahora alto y sonriente me mira gustoso mientras me levanto rápidamente, sacudiéndome el uniforme y cubriéndome del sol con la mano, hasta estar frente a él, sonriéndole gustosa. No nos veíamos desde hace un tanto, desde que ingresamos, ahora siendo increíble que estemos uno frente al otro.

—Ahora yo seguiré siendo la pequeña—le digo divertida, refiriéndome a la estatura. Vagamente le hacía bromas sobre su altura y me apoyaba en su cabeza, diciéndole pequeñín, ahora siendo un cambio drástico, a lo cual se venga apoyando ambos brazos en mi cabeza.

Le doy un manotazo ofendida y reímos. Hasta sentir una punzada en la cabeza, quejándome.

—¿Ibas a casa? ¿Te hiciste daño?—me examina preocupado, a lo cual sonrío falsamente diciéndole que todo está bien, convenciéndome de ello.

—Tengo que hacer una parada a hacer la despensa, aunque creo que descansaré un rato. Seguramente el sol me esté haciendo daño—lo tranquilizo diciéndole media verdad, no he desayunado más que un té verde y un huevo duro y no he parado de ir de lado a lado en todo el día. Suelo irme junto a Mina hasta cierto punto, ya que vivimos en lados contrarios, sin embargo hoy se fue con su hermano mayor, su única familia y por lo cual es muy unida a él. Va en la universidad y es un chico verdaderamente dulce hasta lo que tengo entendido, solamente nos hemos cruzado fugazmente cuando acompaño a Mina, encontrándonos por casualidad.

Me guía hasta ayudarme a sentarme cerca de una arboleda en donde hay sombra.

—Evidentemente no estás bien—parece regañarme. —Espera un momento—dice como último antes de irse corriendo a una máquina expendedora y sacar una botella de agua, la cual me entrega con una expresión preocupada.

—Te lo agradezco—accedo y bebo la botella hasta casi llegar a la mitad. —¿Quieres un poco? Se me pasó ofrecer—interrumpo mi acción apenada.

Niega con una sonrisa y me acaricia la cabeza. Es bastante lindo de su parte preocuparse así de mí.

—Es para ti, ¿Quieres algo más dulce? Un jugo o algo así—me ofrece a lo cual niego de inmediato.

—Azúcar no—me niego levantándome, me ve intrigado y después le agradezco la acción. Termino de beber la botella de agua y sonrío. —¿Tienes algo que hacer?—cambio el tema esperando su respuesta.

—Estaba buscando la bicicleta de un amigo, pero ahora que estoy aquí, no importa, ¿Quieres que te ayude en algo?—pregunta atentamente.

Río nerviosa ante su comentario, es muy diferente al Mungjae que conocía hace un tiempo atrás, no solamente su altura aumentó y su voz maduro, sino que si personalidad también cambió.

—Sería una molestia de mi parte, no quiero quitarte más tiempo, fue lindo encontrarte, aunque debería irme en este instante—me despido agradecida y cuando estoy a punto de tirar la botella de agua vacía, me jala del brazo y se me queda mirando. Saca de su mochila una cachucha pareciendo deportiva y me la pone encima, acomodándola como puede, añadiendo: —¡Hoy estaré a tu servicio hasta que te sientas mejor!—nos vamos rápidamente seguramente por mi bicicleta, aunque el movimiento me hace dejar caer la botella.

—¡Mungjae, la botella!—reclamo viendo hacia atrás, alejándonos del sitio donde estábamos.

La tarde pasó así, Mungjae llevándome de compras manejando mi bicicleta, quedándome detrás suyo agarrándome fuertemente, contándome sobre su afición al fútbol en la escuela, pasándosela jugando todos los almuerzos por lo cual explica que no me había topado con él, igualmente que yo he estado en mi mundo y en él en el suyo, curiosamente solamente separándonos un par de salones de diferencia, siendo hasta irónico. Hasta quedar ayudándome en las actividades que tímidamente le pedía, dando vueltas y vueltas por los lugares correspondientes hasta parar en un viejo lugar al que solía ir y que desde entonces no he puesto pie ahí. Munllil.

Insistí que no era necesario, aunque por agradecimiento no pude negarme por completo. Accediendo diciéndole que iría a comprar las bebidas y nos iríamos rápidamente, causándome pánico quedarme esperando prolongadamente. Al entregarme las bebidas de temporada, siendo de flores de cerezo, corro hasta la terraza al aire libre en donde espera Mungjae pacientemente en una pequeña mesa con sombrilla, luciendo la decoración como una fiesta de té.

—¿Esperaste mucho?—le pregunto apresurada, entregándole su bebida a lo cual sonríe dulcemente.

Niega sonriente. Le sonrío de vuelta y apenas cuando estoy por sentarme me apunta a los escenarios de fondo, detrás nuestro. Hay naturaleza por donde quiera con lindos y elaborados escenarios para tomar fotos junto a las flores de cerezo, por lo cual decidimos tomar algunas aprovechado el buen clima y la salida.

Nos dirigimos hacia allí, esperando nuestro turno entre la gente, notando que el lugar ha crecido de popularidad y de tamaño, la franquicia ahora es mucho más grande y linda, contando con la terraza en donde estamos y un pequeño jardín en la esquina con montón de tulipanes, adornando el lugar una gran fuente en donde parecen aventar monedas y pedir deseos.

Posamos para las fotos en cada lugar, teniendo una gran variación, una colección, siendo muy divertido y entretenido, terminando publicando algunas en nuestras redes sociales, hasta que llama mi nombre apuntando mi bebida cuando estoy posando en el jardín de tulipanes, a punto de beberla.

—¡Tu bebida tiene otro nombre!—apunta, resultando un fatídico recuerdo.

No otra vez.

Me golpeo la frente con pesadez, no reconociendo el nombre, siendo siglas extrañas.

—Está bien, ya la tengo aquí—la pruebo y está excesivamente dulce, desagradándome. Lo que me hace toser y toser hasta que me levanto y me tranquilizo con la ayuda de Mungjae. —Iré por agua—corro disparada sintiendo los pasos del chico detras mío.

Avanzo y sigo mi camino hasta detenerme en medio de las escaleras, paso saliva calmándome, mirando mis pasos y elevando mi rostro hasta arriba, sintiendo que mi bebida impacta en alguien, alarmándome y disculpándome rápidamente hasta apreciar a la persona con la cual estoy frente a frente.

—Dae—Mungjae menciona quedándose detrás mío, con un tono extrañado, como si recién se reencontraran.

Mi corazón late tan rápidamente, mi estómago revolotea, sintiendo las palabras irse, congelándome, hechizándome,  provocándome nuevamente ese efecto en mí. Los nervios aparecen y la razón desparece, solamente mirándonos a los ojos como en nuestro primer encuentro, aunque la chispa que conocía y hacía en él, reflejándose ante sus ojos, ahora se ha ido.

Después de todos esos momentos juntos, ahora no hay diferencia entre ellos y ser unos completos desconocidos. Creía que había empezado un borrón y cuenta nueva hasta estar ante su presencia. Atormentándome lo dicho y hecho, abrumándome hasta querer llorar por los sentimientos revueltos, mezclados, incensatos.

—Iré a traer algo para limpiarte—dice Mungjae dirigiéndose a él y le da una palmada en el hombro, largándose improvisadamente, probablemente dándonos espacio.

La incomodidad me invade, no sabiendo cómo reaccionar. Es la primera vez que nos vemos y hablamos desde lo último ocurrido, apartándome.

Ahora luce diferente, por lo cual lo siento de esa manera, y lo que me llena de sorpresa no solamente siendo su presencia, es su apariencia, viste el uniforme de Blomm, aunque a veces se me venía el pensamiento a la mente de que paseaba por los mismos pasillos, decidí ignorar ese pensar y sentir, hasta confirmarlo en este instante, cuando antes lo negaba porque me lastimaba hacerme y creerme esa idea que decidí dejar la posibilidad en el aire, cuando internamente ya sabía la respuesta. Su cabello se ve más oscuro y tiene otro corte, peinado, usa lentes y se ve impecablemente atractivo.

—Dae...—cuando estoy a punto de disculparme, dice algo que me deja helada:

—¿Quién eres?—ladea la cabeza y pregunta con indiferencia, pareciendo tan real que duele.

Siento mi corazón achicarse y mi estómago encogerse, hasta llegar a sentir una repentina molestia combinada con decepción.

—Ahora no existo para ti—decido mantenerme neutral, aunque mi sarcasmo cubre mi verdadero sentir.

Se queda callado, dándome una mirada tan fría e inexpresiva, como si quemara, mientras sostiene entre sus manos un par de bebidas iguales a las nuestras. Hasta bajar la mirada e intentar alejarse de mí, así que decido hacerle saber lo que pienso.

—Si te deshiciste tan fácilmente de mí es porque tuviste suficiente o porque realmente nunca te importé. Tu comportamiento infantil es aberrante, pero no sorprendente—lo provoco, intentando apreciar su reacción, su verdadero sentir, no esta máscara protectora que usa para cubrirse de mí. No logrando nada más que su cabizbajo, no mirándome siquiera, así que decido seguir. —Ese día corrí y corrí a encontrarte, aunque fue demasiado tarde—le confieso por primera vez lo que me prohibió hacer desde aquella ocasión. —Desde entonces traté de contactarte, de encontrarte, ¡Te busqué por todas partes como una loca! Y lo único que obtuve a cambio fue tu negación, tu aislamiento, tu maldito caparazón el cual sostienes cobardemente hasta hoy—aprieto la mandíbula, reviviendo mi sentir.

—No iba a esperar siempre por ti, tal vez si no me encontraste es porque no quería ser encontrado, especialmente por ti—recalca la última oración con desprecio, comportándose hirientemente cruel.

Sus palabras se clavan en lo profundo de mi corazón como cuchillos afilados atravesándolo, haciéndome explotar al permanecer dando círculos y círculos al punto de la conversación, de este tema que debíamos haber discutido con anterioridad aunque ahora parece que llegó a su final.

—Deja tu estúpido berrinche y dime lo que realmente sientes por mí, si lo haces, lo respetaré y no te volveré a molestar, ni a insistir. No volveré a arrastrarme como una idiota por ti, dejándome aplastar por alguien que evidentemente es lo suficientemente capaz para olvidar tan rápidamente—respiro profundamente y sigo. —Me costará borrar lo que vivimos, aunque por más intensidad, ahora me doy cuenta de la veracidad. Quiero respuestas, no nuevamente tu desinterés y castigo al ignorarme incensatamente.

Paso saliva con la presión torturándome y la incertidumbre carcomiéndome, esperando lo que esté por decir, aunque sea lo mínimo, no pidiendo demasiado que la verdad, la realidad. Estuve meses insistiéndole y rogándole su atención, iba sin falta cada día a su casa, le llamaba y le mandaba mensajes, mensajes los cuales nunca contestó, ni le importo. No fue capaz siquiera de mandarme señales de humo, de mostrarme sus luces o mandarme al carajo debidamente.

La noche que Dongju se fue, al leer su carta, salí disparada al lugar que mencionaba, siendo en donde estamos ahora presentes. Evidentemente no había rastro suyo, pero aún así me quedé hasta las tantas rogando por su presencia en la plena tormenta, arriesgando todo para obtener nada, aunque por más que luché, no pude hacer nada ni decirle nada para que se quedara, aferrándome a sostenerme firme y no soltarlo. Al menos hasta este momento en donde suplico una última oportunidad, instancia, para seguir o retroceder, dispuesta a lo que esté por ocurrir.

—Tú ya no existes para mí, ya no significas nada para mí—es lo único que dice cómo respuesta a toda mi explicación, a las palabras genuinas y pendientes que quedaron en el aire, sintiéndolo como una humillación, como si no fuera suficiente.

—¿Quieres terminar nuestro ciclo así? Desconociéndome, porque al parecer hace tiempo que yo ya no te reconozco—busco su mirada, pero la evade. Suspiro entendiendo. —Si la plática pendiente que había entre nosotros terminó, no tengo nada más qué añadir, solamente tengo una última petición.

—¿Cuál es?—pregunta.

Me acerco más y le pido:

—Solamente repite lo que me dijiste a los ojos, dímelo de frente y te dejaré ir, te soltaré, lo prometo—sostengo fuertemente su mano, intercambiando nuestro calor como en los viejos tiempos, haciéndome estúpidamente esa masoquista acción.

El silencio es tortuoso y la música melancólica de fondo no ayuda, pareciendo una despedida. Al no haber respuesta de su parte, una mínima parte de esperanza me inunda y busco entre mi pequeña bolsa brillosa mi pulsera colorida que hice en el viaje escolar, captando su atención. Me aferro a la pulsera, poniéndomela y mostrándosela, hasta nuevamente sentir su cálida piel, como una última súplica, una confirmación a su sentir o su acto metódico bien actuado.

Me mira y mis ojos comienzan a tornarse brillosos, en cambio su mirada es inquieta tratando de mantenerse firme, cuando en realidad conozco que está luchando internamente con su sentir, cargando una pesada máscara.

—Jiyu Shin, tú ya no existes ni existirás para mí, fue un gusto conocerte. No me vuelvas a buscar, no nos encontremos más—me dedica pareciendo sus últimas palabras ante mí, soltándolo inesperadamente, pasando al lado mío como si nada.

Sonrío amargamente.

—Entiendo, entonces tampoco esta pulsera significa algo para ti—le digo haciéndole detenerse con mis palabras. Nos encontramos y miramos con neutralidad hasta añadir: —Trátame como a una desconocida, borrame de tu memoria, o al menos inténtalo. Es una lástima. Te mientes a ti mismo intentando convencerme de algo que no sientes.

—¡Cállate! ¡No sabes nada!—me grita con rabia, agotando por completo su paciencia y detonando una faceta que nunca antes había presenciado. Intento calmarlo agarrándolo, pero se niega agresivamente, empujándome en un acto reflejo, accidental, provocando que me caiga hasta el suelo, raspándome con las escaleras en las rodillas.

Se sorprende genuinamente y corre a mi lado, dejando sus cosas al lado. Lo único que puedo hacer es mirar hacia arriba, a su rostro, sin importarme el dolor físico ni el de mi corazón, ni a la gente prestándonos atención, ni mi ropa manchada, solamente con el sentir retumbando en mi interior.

—Puedes herirme y alejarme con tus palabras aunque desgraciadamente no puedo odiarte ni quiero intentar hacerlo. Es como una maldición—lucho al contener mis lágrimas y derrumbarme, sería permitirle observar mi evidente sufrimiento.

Sin ayudarme, limpiarme o disculparse, se queda mirándome despectivamente, sin compasión.

—Aléjate de mí... No sabes cuánto te odio—aprieta y oscurece las palabras, sonando tan convencible que decido detener mi desesperado intento de recuperar lo que sea que teníamos, que ahora se ha desvanecido por cimiento, luciendo irreconocibles.

Me levanto con toda la fuerza de voluntad y dignidad que me queda, no permitiéndome ceder y prolongar su maltrato y humillación a mi persona y a mis intenciones. Ya he tenido suficiente y no le permitiré que me hable ni me trate así nunca más. Si así son las cosas, el Dae que conocía ya no está y para su desgracia, la Jiyu que conocía tampoco está. A partir de este momento se ha ido, al igual que mi amor.

Me quedo en frente suyo, calmándome y manteniendo lo mejor posible la cabeza fría para decirle algo por última vez y largarme de este espectáculo que estamos protagonizando.

—No quería perderte, pero no permitiré que sigas tratándome así. Olvida mis palabras, intenta borrar mi existencia de ti, aunque no podrás borrar el impacto que tuve en tu corazón—respiro profundamente mentalizándome, decidida a darle final a mi épico monólogo. —Dae, o debería decir Dahaek-Ho Suk, te juro que te olvidaré y que a partir de este momento la persona que solías conocer se ha ido al igual que todo mi amor. Espero puedas lidiar con ello en tu memoria, aunque ese ya no es mi problema, que destruiste lo que nunca pudiste contruir a mi lado hasta arruinarlo. Es una agridulce tragedia, al menos para ti—con determinación jalo y rompo la pulsera con toda mi fuerza, sin arrepentimiento y decidida a irme, representando la culminación de todos nuestros momentos vividos que ahora se han ido, se han dispersado hasta perderse.

Sin prestar atención en su expresión, camino por encima de las cuentas y me voy de aquel escenario subiendo las escaleras confiada, pasando a su lado, dejándolo atrás, al igual que su persona, en mi pasado.

"Las semanas pasaron así, estando uno y el otro en la misma avenida, en diferentes lados, ignorándonos. Entendiendo que fue el final de nosotros, y entre nosotros se quedaría todo lo vivido para ser recordado y jamás ser mencionado".

—Esta situación me enferma...—exclamo abrazando mis piernas.

—Ya se acabó—Mina quita el dorama el cual terminamos de la televisión. —¿Qué decías?—me ve y parece estar conmocionada por tener los ojos brillosos por el final inesperado de la historia que veíamos.

Niego y sonrío levemente dirigiéndome a ella.

—Es ridículo que haya terminado así después de todo lo que vivieron... Fue una perdida de tiempo—me desquito indirectamente. —¡Son unos completos idiotas!—gruño pataleando y agarrando el control remoto para apagar la televisión.

Mina me avienta un cojín, tratando de calmarme mientras ríe frenéticamente.

—¡Cálmate, Jiyu! ¡Es sólo un drama! Te lo tomas muy a pecho—se levanta y va a la cocina a traerme un bote de helado de algodón de azúcar con una enorme cuchara. Cuando tu vida parece ser tan miserable, a malos tiempos algo dulce.

—¡Dame eso!—le arrebato el helado y comienzo a comerlo rápidamente hasta sentir que se me congela el cerebro, tumbándome y estirándome en el sillón, no dejándole sitio a ella, así que se sienta arriba de mí, aplastándome.

El helado se me cae encima de mi pijama con diseño de dulces. Me quejo y chillo dramáticamente.

—Si no te mueves, te haré cosquillas, quedas avisada—parece sutilmente amenazarme, así que no tengo de otra que darle espacio. —Tienes mucho estrés, ¿no es así? ¿O es el periodo?—acaricia mi cabeza, consolándome.

—Un periodo largo, duradero y tedioso—resumo mi lamentable situación.

He pasado semanas arrastrándome como zombie por la vida, no teniendo ánimo ni apetito, sintiendo los días con altibajos, a veces tan largos y a veces tan cortos. Guardándomelo y tratando de dar lo mejor de mí cuando a veces lo que quería es no estar ahí expuesta, sino ocultarme hasta sentirme nuevamente yo, mi verdadera esencia. Odiaba esta sensación, el impacto que tenía sobre mí y que por más que intentará sobrellevarlo, se me iba de las manos, de mi control.

Sentía que avanzaba un paso y retrocedía dos y lo peor era mentirme a mí misma, obligándome a no sentir lo que sentía, que por más mal que estaba no podía borrar completamente mi cariño, queriéndome golpear por imbécil. Sé que hice lo correcto, no entiendo porqué no me siento completamente bien y conforme con mi decisión y el turbulento camino que decidí y seguí. Quisiera quedarme, desaparecer,  volver a empezar y comenzar nuevamente a contar desde cero, ni yo me entiendo qué quiero, solamente no me lo creo completamente, como si estuviera en una zona de espera, y no de forma lineal. Lloré cada noche y a escondidas de incomprensión y dolor hasta sentirme mejor, nunca lo mencioné, no quería ser una molestia, esta batalla la sentía interna, conmigo misma, de igual forma debía sanar para recuperar mi brillo porque necesito todo esto para superar y crecer como persona, para hacer nacer una nueva versión mía que está en constante movimiento.

—Tu situación es preocupante, un periodo no dura más de dos semanas manteniéndote desanimada y desaliñada—sin poder negar su lógica, me resigno a mantenerme callada. —¡¿No estarás enferma?!—me toma la temperatura con las manos en el rostro, a lo cual niego lentamente. Aunque tal vez enferma de amor, qué tontería.

—¡Sólamente necesito descansar!—me quejo, dándome la vuelta abrazando el bote de helado en posición fetal.

—¡Ya sé!—se levanta dando un brinco —¡Un cambio de look!—exclama con emoción comenzando a buscar seguramente ideas en su celular ante una aparente crisis adolescente.

—No creo que un simple corte ayude a solventar mis penas, es ridículamente superficial—comparto mi pensar, aunque hasta podría tener doble moral con este asunto en específico.

—Lo es, pero puede animarte y mantendrá tu mente ocupada. Imagínate llegar a nuestro primer viaje escolar brillando más que antes, puliendo y poniendo esmero a ese trasero—me da una fuerte nalgada, sorprendiéndome.

—¡Deja mi trasero!—me levanto con molestia.

Ríe fuertemente.

—Consideralo, es fin de semana y la siguiente semana es nuestro viaje escolar al campo, es una buena distracción y probablemente puedas encontrarte a alguien en quien fijarte—me lo dice de reojo, tecleando algo. Oh, claro, sé un par de personas que podría encontrarme.

—Ni me lo recuerdes—me acurruco pensándolo. Haremos un viaje escolar al campo por biología, juntando a todos los de primer año, supuestamente siendo una tradición el compartir tus sentimientos en el puente de madera que está al cruzar el invernadero, ya que salió en un dorama clásico, obteniendo un final feliz. Sinceramente, estoy harta de esas creencias utópicas, si realmente funcionarán no estaría dando lástima en este instante.

—Aparte, quiero acercarme a mi pomelo, daré el primer paso—me confiesa con emoción, iluminándosele la mirada. —¡Sería maravilloso recrear una escena como el drama! Qué ahí sea el comienzo de una auténtica historia de amor—abraza el cojín hasta apretarlo y dejarlo a un lado.

Sonrío con gracia, sintiendo adorable su reacción.

La abrazo fuertemente, dejándola extrañada hasta que me corresponde el acto, sintiendo su calidez.

—Hagámoslo—accedo lo cual le emociona y me abraza aún más fuerte.

Aún hay algo pendiente que tengo que hacer, quiero regresarle todo lo que me dió Dahaek-Ho Suk, porque tenerlo presente en mis pertenencias, solamente complican mis sentimientos y quiero aprovechar el cariño que me queda para agradecerle decentemente lo que hizo por mí, permitiéndome sentir cierta paz mental, dejándole claro que voy en serio y no tengo problema con enfrentarlo y cruzarme en su camino, sin embargo, ya no sería parte de el suyo.

A esto lo llamo un cambio por corazón roto. Me doy una mirada rápida en mi espejo de mano sentada y preparada dentro del autobús escolar en donde junto con Mina, estamos listas para llegar a nuestro destino, sin saber qué nos espera. Admiro mi nuevo color de cabello, siendo color caramelo, junto mi peinado y mi maquillaje un poco más elaborado.

Mina y yo pasamos todo el fin de semana de lado a lado arreglándonos, paseando de tienda a tienda en el centro comercial y probando nuevos productos cosméticos hasta llegar a la estética para completar nuestra ruta de belleza, uniéndonos y pasando un buen rato divirtiéndonos con nuestras ocurrencias y convivencia.

El objetivo era brillar y así me siento. Luzco radiante y me siento así aunque al mismo tiempo nerviosa, ya que le entregaría en una pequeña caja tornasol los recuerdos que compartí al lado de la persona que destrozó mi ilusión y al mismo tiempo, la cual me hizo darme cuenta lo que era el amor, un amor fugaz, siendo una sensación agridulce y conflictiva con la cual estoy igualmente agradecida.

—Tengo algo que decirte—Mina se voltea hacia mí con emoción, la veo de reojo esperando mientras me retoco el maquillaje.

—Soy toda oídos—la alento a seguir adelante con su explicación.

—Resulta que la amiga que hice en mi club, va en el salón de mi pomelo... Y me contó sobre él, ¡Míralo!—busca una foto en su galería, hasta enseñarme una foto grupal en donde seguramente estará presente, pero entre tanta gente y la calidad de la imagen, no logro distinguirlo al cien.

Entrecierro los ojos sin éxito, se queja buscando al parecer otra foto con mayor claridad.

—¿Cuál es su nombre?—indago curiosa mientras espero, viéndola un instante antes de seguir con lo mío.

—Dahaek-Ho Suk—esboza con orgullo y me muestra una foto individual de él tomada sin que pareciera darse cuenta con sus lentes puestos y escribiendo. —Ahora ya lo conoces—sonríe ampliamente.

Me quedo helada ante tal revelación, dejándome de aplicar el labial. Siento las palabras atorarse en mi garganta hasta sentirla seca, mi mente ponerse en blanco y el shock inundarme. Siendo las palabras clave y el repelente para mi estabilidad.

Comienza a describir al chico que tenemos en común, incluso contándome aspectos que no estaba enterada como su club de contabilidad, que es uno de los destacados de su clase, que es amigable y educado y que siempre está rodeado de su grupo de amigos, así como que tiene talento para el fútbol. No creyéndomelo, miro hacia abajo, escuchándola hablar en eco, hasta no sentirme bien y levantarme rápidamente yéndome corriendo al baño en un impulso, conteniendo el asco. Pasar por los asientos, el movimiento del autobús y las miradas posadas en mí no me ayudan a controlarme, controlar esta ansiedad irritante, necesito calmarme.

Me encierro en el baño dando un portazo, recargándome en la puerta y mirando el espejo en frente mío hasta observar que me sangra la nariz y siento los ojos pesados, hasta deslizarme lentamente hasta llegar al suelo.

Estoy confundida. ¿Qué debería hacer? Es un juicio moral y letal.

Siento todo oscurecerse, hacerse borroso hasta escuchar a lo lejos la voz de Mina, estando detrás de la puerta tocando fuertemente, sintiéndome débil, con la poca fuerza que tengo logro quitar el seguro de la puerta, dándole acceso hasta sentir desvanecerme.



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