06 ⭐ ¡QUÉ HUEVOS!
Me quedo sin palabras ante su oración, solamente siento la calidez aparecer en mis mejillas y la impresión, combinándose con varias emociones que aceleran mi corazón, confundiéndome.
—¿Fue convincente? —esboza orgulloso.
—Bastante—sonrío tensa, queriéndome pegar en la frente por creérmelo.
Alguien toca a la puerta y nos giramos a ver de quién se trata, presenciándose el mismísimo Dongju.
Nos soltamos de repente, marcando nuestro espacio personal.
—¿Interrumpo algo? —se acerca molesto, mirándonos de arriba a abajo, casi escaneándonos. Interpretando su tono celoso.
Lo que me faltaba, otro malentendido que espero no termine siendo un enfrentamiento. Ya que los dos son tan impredecibles y cabezotas, niños al fin.
Rodeo los ojos con pesadez.
—¿Me buscabas, Dongju? —me giro hacia a él, pero insiste en ponerse en medio de Dahaek-Ho y yo.
Asiente y me sonríe.
—No almorzaste, así que quise traerte leche con fresas—agita el cartón de leche que tiene en su mano. —Pero ya veo que estás perdiendo el tiempo.
—¿Me estás diciendo estorbo? —Dahaek-Ho reacciona entendiendo su indirecta.
Dongju ríe y lo mira diciendo:
—Yo diría más bien, pérdida de tiempo.
Se acerca Dahaek-Ho a él, en ese preciso momento Dongju me agarra de la mano y me jala, alejándonos.
—Vámonos—me dirige.
Su acción es detenida, sintiendo que Dahaek-Ho me agarra de la otra mano, aferrándose y cruzando mis dedos con los suyos. Lo miro sorprendida, me mira por un instante antes de voltearse a Dongju mirándolo desafiante. Iniciando una guerra de miradas.
Todo pasa tan rápido que apenas y puedo procesar y pensar en qué demonios debería hacer, sin ponerme del lado de ninguno.
—¡Ya no quiero ser parte de este sándwich! —me suelto bruscamente de sus agarres y me adelanto. —¡Me voy! —salgo casi corriendo.
—No te vayas, tengo al importante que decirte—interrumpe Dongju.
Dahaek-Ho lo mira y después a mí, tratándolo de averiguar.
—Vayamos a las gradas después de clase de deporte, es tarde—los apresuro, rompiendo la tensión del ambiente.
Antes de dar un paso más, me detengo y miro a Dahaek-Ho con una sonrisa.
—¡Muchas gracias por todo, Dahaek-Ho! —sonrío agradecida.
—Dae para ti, menos para gente como este—apunta a Dongju quien eleva la barbilla retándolo, ofendido. —Eres especial para mí—él sonríe dulcemente, agregando a su frase.
Siento que las palabras se me quedan en la garganta, causándome un nudo.
Dongju lo mira serio y después me mira a mí con extrañes, para después repetir la acción con rapidez, causándome gracia.
—¡A ver quién llega primero abajo! ¡El último es un huevo podrido! —se echa a correr al dejarnos en silencio, rompiéndolo, sin tener de otra que tener que perseguirlo. Corriendo lo más que podemos detrás de él debido a que es muy rápido mientras les grito que van muy rápido. Me detengo para tomar aire, escuchando a Dongju gritándole acusaciones y amenazas lo cual me hace reír fuertemente, antes de seguir intentando a alcanzar a este caótico par.
La clase de deporte fue intensa, dejándonos a la mayoría tirados. También jugamos juegos tradicionales de educación física en conjunto, uniendo al grupo. Fue bastante divertido, aunque ahora me siento realmente agotada y sin aliento.
Bebo de la leche con fresas que me dio Dongju, recién puedo beberla tranquilamente mientras lo espero en las gradas. Miro a mis demás compañeros aun jugando y correteándose, lo que me hace recordar la escena anterior, causándome una leve sonrisa.
—¿De qué te ríes? —llega Dongju, casi haciéndome escupir mi bebida. —¡¿Estás bien?!—se altera.
Asiento y termino de pasarme la fresa que se me atoró en la garganta. Toso y después me río.
—¡Me asustas! Ya sé que las fresas son tus favoritas, pero te recuerdo que debes masticarlas—se burla y reímos en conjunto. Se acerca hacia mí y le entrego una leche de melón con un "Cha, Chaan", siendo su favorita.
Responde alegre y me agradece, tomándola sin dudar.
—¿Qué es lo que querías decirme? Sonaba urgente—le digo, mirándolo atentamente, tratando de descifrarlo.
Termina de beber y se aclara la garganta. Se sienta junto a mí y me mira, preocupándome al ponerse serio de momento.
—¿Recuerdas que te conté que terminando el último año era probable que volviera con mis abuelos a Australia?
Asiento recordando.
—Me lo decías en cada sesión de inglés—suelto una risita. —Ya estoy mentalizada que puedes pasar tus vacaciones allá hasta ingresar a la secundaria y extrañarme debido a ello, no te apures—le doy una palmadita bromeando. —Estaré bien mientras tanto, la pregunta aquí es; ¿Tú estarás bien?
Se queda callado, notándolo con cierto rubor.
—Estás rojo, ¿Todo está bien? —me acerco a tocar su rostro, sintiendo su temperatura corporal elevada. En cuestión de segundos agarra mis manos y asiente.
Lo escucho tartamudear por lo que me acerco para escucharlo mejor, ladeando un poco la cabeza.
—¡Estoy bien! —se aleja moviéndose de lugar, dejándome distanciada.
—¿Dongju...? —lo miro extrañada.
Respira profundamente.
—No sé cómo decirte esto...—responde y parece armarse de valor, toma de su bebida y después de unos tragos se queda viéndome.
Sonrío confundida y riendo de sus mejillas pareciendo globos.
Me acerco para que me termine de decir, pero mientras más me recorro hacia él, huye, pareciendo un juego hasta que le grito su nombre completo, frustrada. Lo agarro de las mangas de su suéter deportivo para que ya no huya, dejándonos frente a frente.
—Dongju, sabes que...—cuando estoy a punto de recordarle que cuenta conmigo en lo que necesite y cuando lo necesite, un maldito balonazo me calla e impide el habla, cayéndome fuertemente en la cabeza. Provocando que Dongju escupa su bebida en todo mi rostro y cabello, quedándome con los ojos cerrados, escuchando unas burlas y pasos acercarse.
—¡Jiyu! —escucho el desespero de dos voces en conjunto, contando una voz conocida acercándose, mientras Dongju me limpia rápidamente con lo que parece ser su suéter deportivo.
Me quedo inmóvil, hasta abrir los ojos y notar a las personas acercarse, lo cual me hace levantarme de una. Me aparto, evitando la cercanía y mi mirada se posa en una persona burlándose cínicamente.
—¡Lo siento, basurero! No sabía que se trataba nuevamente de ti con esas babas encima. ¡No te lo tomes personal, pero eso solamente empeoró tu fealdad! —se echa a reír ruidosa y desagradablemente. Es el mismo chico con el que choqué, siendo un nuevo rostro para mí, observando que es bajo de estatura, más bajo que yo, cabello castaño oscuro y ojos oscuros, probablemente igual que su alma.
Aprieto los puños y voy por el balón de fútbol, dispuesta a devolverle el impacto por un impulso de enojo. Siento que alguien me detiene del brazo con firmeza justamente cuando estoy por agarrar el balón que quedó atorado en una esquina de las gradas.
—Detente, no lo hagas—escucho a Dahaek-Ho.
Lo miro con molestia, me mira serio y niega lentamente.
—Dahaek-Ho, por favor no...
—Dae—me interrumpe con firmeza. —Y no caigas en provocaciones, no lo vale y te meterás en problemas innecesarios y de forma patética.
—Solamente le iba a devolver el balón—me excuso con un tono inocente, provocándole una sonrisa irónica.
—Sí claro, entonces déjame a mí hacerlo—me suelta y se adelanta a agarrar el balón.
—¿Tengo de otra? —susurro cruzándome de brazos.
Miro sus movimientos y le avienta con firmeza el balón al estómago del chico burlón, provocando que se agache y exclame su repentino dolor, borrando completamente su sonrisa. Abro la boca impactada, entrecerrando los ojos con un: ¡Ouch!
—Es un gol, Mungjae Ko. Sigamos—corre dándole un golpe en la cabeza y yéndose, corriendo como si nada a la cancha, pareciendo peculiarmente cercanos.
¡Vaya manera de demostrar la confianza entre chicos! Nunca lograré entender ese comportamiento.
Volteo a mi derecha, buscando con la mirada a Dongju, quien solamente me dejó su fantasma y ni eso, pareciendo que huyó mientras el espectáculo seguía. Rodeo los ojos con resignación.
Bajo de las gradas una por una con total calma al escuchar la campana sonar, apenas prestando atención a las personas acercándose al chico estando aún en el suelo. Me acerco a propósito a él y lo miro con cierta satisfacción, alejándome hasta convencerme de retroceder y dedicarle unas palabras:
—Mungjae Ko, ¿cierto? —me agacho.
—Vaya, ¡qué mal momento para las presentaciones oficiales! Aunque te recomendaré algo; Debes mejorar tu puntería si realmente quisieras mejorar o intensificar mi "fealdad"—lo miro y me mira confundido. —Dae tiene un peculiar gusto en sus amistades, pero no te lo tomes personal... ¡Un gusto aclararte que "este" es mi rostro! —señalo mi rostro con una sonrisa falsa. —¡Soy Jiyu Shin! Espero recuerdes bien ese nombre—lo miro de arriba a abajo y hago una cara de desagrado.
Me alejo y suelto el cabello, quitándome la liga que tenía para tener el cabello recogido, notando mi cabello mojado y listo para volver a lavar, sin mirar atrás.
Cuento los balones de voleibol, asegurándome que estén todos guardados, faltando tres más que parecen estar dispersos. Deben estar en la cancha trasera, habiendo tres patios de recreo.
Siento una ligera punzada en la cabeza, lo que me hace ir a sentarme un instante en la parte trasera del cuarto de utilería. Debido a que nos tocó la guardia escolar, debemos recoger el material escolar pendiente, haciéndonos cargo del orden y la limpieza de la escuela junto los otros equipos correspondientes.
—¡¿Qué estás haciendo, Dae?!—escucho la voz chillona del chico Mungjae entrando al cuarto. —¡No sabes cómo vaya a reaccionar! Da miedo, está loca maniática. ¡Seguramente volvió al manicomio!
¡¿Están hablando sobre mí?!
—Te lo mereces por golpear y llamar descaradamente fea a una chica, no podías salir ileso. Más si fue intencional, idiota.
Confirmo.
—¡Por ahí hubieras empezado! Solamente quería llamar la atención en mi primer día... No sabía que era importante para ti—el chico se defiende con un tono dudosamente honesto.
—Mentiroso.
¿Quién se cambia de escuela a mitad de su último año?
Dahaek-Ho comienza a llamar mi nombre con desespero lo cual me hace levantarme inmediatamente, o debería decir... Dae.
Escucho que avienta lo que parecen ser los balones restantes con furia.
—La hemos buscado por casi todos lados, es posible que ya lo haya notado—el chico vuelve a hablar con cierto temor.
¿Qué diablos está pasando?
—Eso no es posible—Dae responde agobiado.
Camino hacia a ellos atónita.
—No me he ido a ningún lado—hago notar mi presencia al estar al frente suyo. —Esta loca maniática aún no vuelve al manicomio—me cruzo de brazos.
Se miran entre ellos y después Dae me agarra fuertemente del brazo, guiándome fuera, diciéndome:
—Al estacionamiento, ahora—dice sin más, quedándome con un mal presentimiento.
—¿Q-Qué está pasando? —pregunto temerosa.
No dice nada, lo que me hace detenerme, resistirme.
—¿Es una broma o acaso una trampa? —averiguo intentando comprender la situación.
—Descúbrelo hasta presenciarlo—responde serio.
No cuestiono nada más, la curiosidad me mata mientras llegamos. Permanecemos en silencio y el único ruido que hay entre nosotros son nuestros pasos, incluyendo los de su aparentemente amigo.
Llegamos al estacionamiento y mi corazón parece detenerse, igual que mi respiración y mis pensamientos, quedándome en blanco al presenciar a Kia rodeando con sus manos el cuello de Dongju mientras le da un beso fugaz en la mejilla, para después acercarse lentamente a sus labios sin que él la detenga, en cambio cierra sus ojos permitiéndole seguir.
—¿Esto es lo que no pudiste decirme a la cara? —los interrumpo, conteniendo salir mis emociones.
Voltean impresionados por mi repentina aparición y en vez de soltarse, solamente se giran a verme. Sin aclarar que es un malentendido, ni que es una broma pesada o se trata de otra cualquier situación que la que estoy entendiendo, la cual estoy interpretando. Confirmando la razón de sentirme destruida, dañada.
La traición es una amarga mezcla de emociones y sentimientos, haciéndote sentir salada, herida y aplastada. Culpándote de algo que solías creer cuando la verdad te rompe en mil pedazos, desmoronando la confianza y el cariño en cuestión de segundos, cuando tomó años construir ese castillo que parecía indestructible, cuando en realidad basta una sencilla acción para ser destructible. Cayendo lentamente la máscara que mantenías, que solías sostener fuerte, inocente y falsamente.
—No quería que te enterarás de esta manera—por fin habla Kia, acercándose. —Íbamos a decírtelo ambos, estábamos indecisos y ansiosos, pero al parecer ya no es un secreto.
Entierro las uñas en mi piel, hasta sentir dolor. Dongju lo nota e intenta adelantarse hacia mí, intentando detenerme, pero es Kia quien lo detiene de la mano, sosteniéndolo fuertemente.
—¿Están juntos? —pregunto no queriendo saber la respuesta, pero mi cerebro quiere confirmar por lo que mi corazón está sufriendo en el rincón.
—Estamos juntos—responde Dongju con firmeza, calándome en el corazón.
¿Cómo es posible esto que está sucediendo? Me niego a creerlo, pero sería masoquista cuando está pasando frente a mis ojos.
—¿Son felices? —siento las palabras raspándome.
—Lo somos—Kia responde emocionada.
Aplasto las dudas más dolorosas, solamente confirmando la veracidad de su sentir.
—Entiendo—es lo único que puedo articular. —Sean muy felices...—me quedo a medias queriéndole añadir "sin mí en el medio".
Me doy la vuelta y me encuentro con la mirada preocupada de Dae. Muerdo mis labios queriéndome contener de llorar, no queriendo que me vean vulnerable y rota por su culpa, cuando siento los cuchillos enterrándose intensamente en mi corazón.
—Sabía que lo entenderías. ¡Eres la mejor, Jiyu! —corre a abrazarme por detrás. Me tenso y sin dudar, la aparto fríamente, diciéndole:
—No me vuelvas a tocar, ni a dirigir la palabra—la miro con los ojos cristalinos mientras ella esboza una sonrisa alegre.
—Si alguna vez tu amistad fue sincera y te importó, respeta mi decisión—doy un paso atrás y añado: —A partir de este momento, ya no eres parte de mi vida. Gracias por todo estos años, pero no puedo dejarlo pasar.
Me agarra nuevamente, sin darle importancia a mis palabras. Cruza sus dedos con los míos y da saltitos.
—¡¿Por qué?! ¿No eres feliz viendo a tus dos mejores amigos juntos? —hace que demos una vuelta, recordándome los viejos tiempos cuando éramos solamente unas niñas pequeñas. Cada vez me es más difícil no romperme en frente suyo. —Ahora los tres estaremos juntos y unidos más fuertemente que nunca.
Me trago el nudo que siento en la garganta y me suelto, aventándola y haciéndole saber que es suficiente.
—Sabías lo que sentía y te importó un carajo, ¿Por qué debería importarme a mí?
—¿Qué es lo que sientes? —Dongju se acerca con rapidez, quedándose al frente mío y me agarra la mano, lo cual no niego ni rechazo, sintiendo que será la última oportunidad de sentir su calidez, al final todo parece estar arruinado.
Pienso mis palabras y siento una guerra interna por decirle lo que en verdad siento, confesar mis sentimientos por más lastimados que están. Sin embargo, me niego rotundamente. Me vería más patética de lo que soy ahora mismo, una ridícula creyendo que unas simples palabras cambiarían la situación.
—Ahora, nada. No siento nada por ninguno de ustedes dos, solamente lástima—miento y retrocedo.
—Dijo que no la tocarás—Dae me defiende.
—No estamos casados ni atados, no exageres—ella ríe, burlándose de la situación como si no fuera nada, como si lo que siento no fuera real y todo es fingido, actuado, falso.
—Pero nosotros sí—Dae me agarra de la mano y todos lo miramos con atención. —Estamos unidos por la tradición, lo cual nos ata en el destino, siendo su decepción. Es el fin de la función, adiós—me intenta sacar de la situación, lo cual agradezco inmensamente hasta sentir que Dongju agarra mi otra mano.
—¡¿Hiciste la tradición con él y funcionó?!—me pide explicaciones, ofendido.
Asiento sin decirle nada más, disfrutando por un instante su reacción.
—¿Amor o amistad? —pregunta con su doble moral, presionándome más mi mano, comenzando a lastimarme.
—¿Me pones a escoger cuando claramente tú ya lo hiciste? —le digo con ironía y me suelto de un manotazo, manteniéndolo alejado.
Me siento usada y asqueada. Las personas más importantes en mi vida acaban de traicionarme por la espalda y de la manera que menos esperaba. Teniendo que actuar como si nada pasara.
—Son unos hipócritas—les dedico sin más y me voy, sosteniendo la mano de Dae, aferrándome a ella cuando siento que tiemblo.
Sin detenerme, ni disculparse, ni arrepentirse de lo sucedido, nos vamos en silencio, dejando a una parte importante de mi vida atrás y sintiendo que, desde entonces, no volvería a ser la misma. Debo ahora ser más fuerte y no dejar que me vean derrotada, porque, aunque me sienta así, sé que no lo estoy si no lo permito fluir. Es un ciclo por concluir, una enseñanza por cumplir y una lección por comprenderlo en mi actuar y sentir, no repitiéndose nunca más.
Siempre he creído que por más mal que te sientas una noche, al día siguiente será un nuevo día donde empiezas de cero, apreciando el lindo cielo. Los días siguientes fueron los más difíciles, las costumbres e ideas preestablecidas me atormentaban y carcomían la cabeza. Todos los días eran nublados, hasta que decidí alejarme de todo lo viejo. Que comencé a ver color en ello.
Me quedaba en la casa de mis abuelos, mis amados robles y soportes en situaciones difíciles. El recorrido y la distancia me hacían cambiar de aires, comencé a irme caminando con Dae y Mungjae, con quienes me hice más cercana, aunque mi relación con Mungjae no cambió mucho al molestarnos y corretearnos, uniéndose de vez en cuando Dae al "Tren de molestar a Jiyu". Siendo que con ambos comencé con el pie izquierdo, significando que un mal comienzo no es el final, sino una razón para esforzarse más.
El día que terminé destruida, ellos a pesar de no poder comprender completamente mi dolor, me animaron lo más que pudieron. Fuimos al centro de la ciudad a visitar tiendas y comer comida callejera, siendo algo completamente divertido al notar la poca resistencia al picante de Mungjae. Nos quedamos observando la ciudad desde una colina hacia arriba, mientras gritábamos cosas al azar, siendo también un desahogo.
Dae programaba reuniones para hacer las tareas y deberes después de clases en su casa, donde nos ayudábamos mutuamente en lo que éramos buenos, por ejemplo, Dae nos ayudaba en matemáticas, Mungjae en lo que podía, era mejor en deportes, y yo con lengua y filosofía. También me contaron sus anécdotas en su vieja escuela como mejores amigos inseparables y que debido a la mudanza de Dae, se distanciaron, aunque seguían el pacto que hicieron desde pequeños de ir a la misma escuela, siendo algo similar que con Dongju. Al recordar eso me llamó la atención y me alegró que todos iremos a la secundaria Blomm.
Les enseñé lo que es una fiesta de té y modales básicos, siendo algo bastante entretenido y divertido que imitábamos en la cafetería a la hora del almuerzo. A veces hablábamos del futuro mirando el cielo mientras estábamos acostados en el tejado de la escuela, en el "Rincón feliz". Entendiendo que más que el lugar, eran las personas que le hacían sentido.
Un día al pasar a la papelería por útiles escolares, me encontré con calcomanías de colores, libretas pequeñas de notas y estuches de colores con un pequeño pizarrón. Armando todo un kit, agregándole comida y nuestro postre, el yogur colorido para mis amigos. Queriéndoles agradecer todo su apoyo y su compañía. Cada día nos escribíamos mensajes en nuestros estuches y nos dábamos una calcomanía cuando nos gustaba la frase y cuando no, nos pegábamos una calcomanía en el uniforme o el rostro, haciéndose un divertido hábito de inspiración, deshago y de escritura. Un día hicimos una guerra de calcomanías, quedando todos llenos de ellas y por lo cual nos llamaron la atención, siendo memorable.
Termino de escribir la frase del día, inspirándome en los hechos ocurridos:
Tanto por decir y sin hablar. Tanto por sentir. Mi alma partirse en mil. Mi corazón destruir. Un nuevo yo resurgir.
—¿Sientes el mismo dolor ante la situación? —se acerca Dae mientras come de su yogur colorido. Se hizo una costumbre comerlo regularmente de postre, después de nuestras comidas en grupo.
—Aun duele sí, pero no igual. El tiempo es la cura para aquello que solías conocer y se desvaneció, como la nieve al llegar la primavera—sonrío y veo que despega una calcomanía de una flor, una margarita.
—Cuando aparezcan las flores de cerezo, todo estará mejor. Ya verás—me pega la calcomanía en la frente y me agarra de la mejilla, quejándome, le pego jugando y corre detrás de mí. Huyo, quitándome la calcomanía y salimos del salón hasta casi chocar con un rostro pareciendo invocado por nuestra plática anterior. Dongju.
Nos quedamos petrificados, Dongju y yo nos miramos con indiferencia, mi corazón aún late rápidamente por él. Nunca me había ocultado nada, ni me había lastimado. Decía que me iba a proteger y resultó que me debía proteger de sí mismo, de las falsas intenciones y amistades.
Siento el brazo de Dae rodearme fuertemente, dándome a entender que no estoy sola. Lo veo y le sonrío. Lo agarro de la mano y salimos del salón como si nada. Caminamos por el pasillo, bajamos hasta estar en medio de las escaleras, verificando la presencia de nuestra maestra. Me asomo hasta escucharlo decirme:
—Lo más difícil es enfrentar lo que y a quien te lastimó con serenidad, estoy orgulloso de ti—me acaricia la cabeza y después baja su mano hasta mis mejillas.
—Yo misma me lastimé. Es mi culpa por no confesar mis sentimientos a tiempo—interfiero, bajando la cabeza.
—Ella sabía, y no le importó. Que se quede con esa pesadez en su consciencia. Perdió a una hermosa persona con un hermoso corazón.
—¿Hermosa? —repito tímida.
—Lo eres, y quien no te sepa apreciar, que se joda. Yo seguiré a tu lado—me sonríe de una manera que me hace congelarme en su mirada, en su dulce expresión, y en su delicado gesto de acercarse y acariciar mi cabello. Observa los broches que uso, siendo un par de los que me dio, sonriendo seguramente ante el recuerdo.
—Muchas gracias, Dae—le sonrío.
—¿Por qué? —devuelve ante mi oración.
Río ligeramente, con ironía.
—¿Acaso debo mencionar cada razón por la cual estoy agradecida porque estés en mi vida? —lo agarro del rostro y le devuelvo el gesto de agarrarle las mejillas.
—¡Duele! —finge y al intentar hacerme lo mismo, retrocedo riendo hasta estar al límite de un escalón, por lo cual él me sostiene fuertemente, evitando una épica caída, abrazándome con preocupación, pareciendo que pasa en cámara lenta.
Nuestra respiración aumenta de ritmo y nuestros latidos también. Nos miramos y examina mi rostro, preguntándome si estoy bien, a lo que asiento, no despegando nuestro contacto visual.
—¡Hoy pasearemos perros! ¡Yay! —llega Mungjae cantando. Nos separamos y subimos las escaleras para encontrarnos con él.
Cuando acabábamos las tareas y deberes temprano, nos ayudábamos en nuestras responsabilidades. Así como ellos me ayudaban al pasear a los perros, disfrutando de hacer deporte mientras tenían una peluda compañía.
—¡Pido al poodle! —exclama Dae.
Niego.
—Hoy no, chicos. Tengo reunión con el consejo escolar sobre el festival—me río ante su emoción.
—¡Podemos acompañarte y similar ser de ayuda cuando en realidad nos enteramos del chisme! —propone Mungjae, siendo habitualmente entrometido.
Escuchamos la voz de la maestra Seung, creando eco junto sus pasos subiendo las escaleras, dejándonos a medias. Nos miramos ansiosos y corremos los tres juntos, pareciendo una competencia, queriendo evitar un posible regaño. Reímos ruidosamente al llegar al salón, yéndonos a nuestro respectivo lugar esperando a la maestra llegar y la clase comenzar.
—¡No puedo creer esto! —se queja Mungjae.
Dae suspira con pesadez y yo me burlo.
—Tómalo con calma, ¡Tú puedes, suerte! —lo animo, queriéndome reír internamente.
—¡Seré padre soltero, Dae es un pésimo amigo! —le pega al mencionado en la espalda y éste se voltea ofendido. —¡¿Te imaginas siendo mi pareja?!
—¡No soy tu pareja! —se niega y avienta a Mungjae.
—Técnicamente lo son—se acerca Ren, uniéndose a la conversación mientras salimos de clases. —Como Jiyu y yo—me abraza y asiento alegre.
Nos pusieron de ejercicio cuidar a un par de huevos por una semana como si fueran nuestros hijos. Decorándolos como bebés, teniendo como propósito la responsabilidad y el trabajo en equipo. Fue por números en una rifa, tocándonos originalmente a Mungjae y a mí, pero al poder tomar ventaja, Ren y yo intercambiamos números, tocándonos juntas y a ellos dos juntos. Siendo parejas y a la vez un equipo.
—¡Qué huevos! —Mungjae sostiene los huevos proporcionados en clase, viéndolos en la bolsa. Nos alteramos y le gritamos: ¡Cuidado!
Mungjae chilla falsamente, haciendo un drama quejándose de lo difícil que supuestamente lo pasará y que quiere la custodia o algo así.
—Calma, calma, aún falta hacer su cuna y sus lindos accesorios, podrán llevarse bien mientras tanto—les digo viendo el lado positivo.
Dae y Mungjae se miran seriamente y después ambos se quejan y el último, comienza nuevamente a fingir chillar.
—Esto será divertidamente caótico—me susurra Ren, haciéndome reír. Reímos en conjunto y los chicos nos comienzan a reclamar de insensibles. Principiantes, ni han comenzado y ya están estresados.
Caminamos por el parque, acordando que iremos a la casa de Dae a preparar nuestros huevos, así como a ayudarnos en la organización y el cuidado. Debemos turnarnos para cuidarlos y llevarlos todos los días a la escuela, siendo algo que podría terminar de manera desastrosa.
A mitad del camino recibo una llamada de un número desconocido, miro mi teléfono decorado y dudo en tomarla hasta perderla.
—Adelántense, iré a comprar materiales para decorar los huevos en la papelería de la esquina—les aviso, deteniéndome.
—¿Estás segura? —pregunta de inmediato Dae, avanzando un paso dispuesto a acompañarme, aunque no es necesario.
Asiento sonriendo.
—Guíen a Ren, ella no conoce el camino. Estaré con ustedes rápidamente.
Ren y Mungjae se miran y después nos miran a Dae y a mí.
—Jiyu—vuelve a hablarme.
—¿Sí?
—Cuídate—pide. —Si necesitas algo no dudes en marcar. Nos vemos.
—¡Nos vemos! —los despido con la mano, enérgica y después me doy la vuelta viéndolos responderme, echándome a correr hasta estar lo suficientemente lejos.
Marco al número desconocido, ansiosa por saber de quién se trata, no queriéndome quedar con la curiosidad.
No contestan, entonces cruzo la calle para ir por el material escolar, hasta que al estar en medio de la calle contestan. Escuchando el ruido de fondo y la línea, sin ninguna voz.
—¿Bueno? Tengo una llamada perdida de este número—digo con inseguridad. No me responden, hasta después de unos segundos donde escucho unos pasos y una voz masculina diciéndome:
—Mira detrás de ti.
Trato de reconocer de quién se trata hasta hacerle caso, temerosa. Encontrándome con un rostro familiar al que tanto había extrañado y hace mucho no había podido presenciar.
Es Yeol.
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