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05 ⭐ SUAVE AZUL

La impresión me deja sin palabras, inmóvil hasta lograr procesar lo ocurrido, y lo único que hago es corresponder su abrazo. Con aún más fuerza, intensificándolo y llorar en su hombro hasta sentirme mejor.

Él me consuela y se queda a mi lado en todo momento, acariciando mi cabeza. Intentando molestarme, me despeina y me despego para mirarlo.

—Me dejarás aún más fea—le digo.

—Eso es imposible, ¿Ya te viste en este momento? —se burla.

—¡Tonto! —lo empujo ligeramente, indignada.

Haciéndome reír, ambos sonreímos en conjunto, aún juntos en el escondite debajo de la escalera.

Nos separamos, recoge la caja y me la entrega. La miro con inquietud y después lo miro a él.

—Tengo una solución para que esta caja sorpresa vuelva a verse feliz. Sostenla—me indica y con delicadeza la sostengo.

Es una pequeña caja negra con brillos plateados, figuras de planetas y un moño colorido, tornasol.

Abre la caja, quitando la tapa y después busca en el desordenado contenido lo que parece un empaque de calcomanías. Las destapa y despega una de un sol para ponerla en la parte dañada de la caja, hace lo mismo con otra de una nube. Cubriendo el papel rasgado.

—¿Qué haces? Intentar ocultarlo no funcionará a mejorar el aspecto, seguirá estando dañado por debajo—interfiero.

Niega y después despega otra.

—No intento ocultarlo, simplemente estoy uniendo las partes rotas. Resaltarlas, más que ocultarlas.

—No entiendo—le digo confusa.

Se acerca y me pega una calcomanía en la mejilla, haciéndome tambalear la caja que sostengo.

—¡Oye! —me quejo y a la vez me da gracia.

—Necesitas esa oscuridad para poder brillar con más intensidad—sonríe y me limpia las lágrimas. —Ahora es un arcoíris—apunta a la calcomanía que me acaba de pegar.

Me quedo sin palabras. Se levanta y me ofrece su mano.

—Dahaek-Ho—le hablo, haciéndolo esperar. —Gracias—le sonrío genuinamente.

Sonríe y asiente.

Aprovecho al tomar su mano y levantarme, agarro una calcomanía al azar y se la pego en la frente para después tumbarlo e irme corriendo divertida, dándome ventaja de escapar.

—¡Gracias por esto también! —me burlo.

—¡Alto, no debes ser tan brusca! ¡Te vas a lastimar! —advierte mientras se pone de pie llevándose la caja, intentándola guardar en su mochila.

Se queja mientras me persigue con su calcomanía de tulipán en la frente.

Nos escapamos de la escuela sin ningún arrepentimiento, nos escondimos y después corrimos hasta lograr nuestro cometido. En todo momento Dahaek-Ho me sostuvo del brazo, previniendo estar lo suficiente lejos para andar en conjunto y que no me vuelva a lastimar.

—¿Estás seguro que nadie nos vio? —le pregunto mientras intento calmar mi respiración.

Asiente.

—Nos escabullimos por la puerta escondida que dijiste, si alguien conoce mejor la escuela y sus pasadizos, esa eres tú—me responde con la respiración un poco agitada.

Sonrío y asiento.

He estudiado donde mismo por todos estos años, tiene sus ventajas y desventajas, respectivamente. Aunque nunca me había escapado durante clases, no sé qué esperar de esto.

—No dije escondida, dije que era la puerta de conserjería, al lado del cubículo de limpieza que nadie puede acceder.

—Ahora estamos nosotros aquí—vacila.

—Seremos una excepción—me alejo y cruzo, él sigue mi ritmo y al alejarnos unos cuantos pasos me llama.

—¿Quién te enseñó esta técnica? —pregunta burlón.

—Thea, cuando estábamos en cuarto grado y nos tocó el aseo—le digo sin más con una sonrisa amarga, un instante después de ver cambiar su expresión miro al suelo y cuando vuelvo a subir la mirada está frente a mí.

—Vamos—pide mi mano y mientras espera mi respuesta, me sonríe.

Mi corazón late rápidamente y sin saber qué esperar ni decir, acepto nerviosa.

Nos dirigimos por el camino contrario y al preguntarle a dónde nos dirigimos, se queda en silencio y sigue guiándonos a un destino inesperado. Atravesamos las calles y sin tener ni una pista, me dejo llevar, sonriendo levemente al mirarlo optimista.

Quedando frente a una tienda de conveniencia, nos detenemos y me mira fijamente, inclinándose un poco.

—Rápido, dime tres palabras—me pide y sin dudar le digo lo primero que se me ocurre en un tiempo récord, siguiendo su petición:

—Comida, tranquilidad, arcoíris.

Sin cuestionar, seguimos mirándonos con una sonrisa confidente, asentimos y me guía adentro de la tienda.

—¿Qué haremos? —le pregunto con más dudas que respuestas.

—¿Confías en mí? —me devuelve con una pregunta.

Elevo los hombros como diciéndole "supongo" y vacilando un poco.

—Lo suficiente como para escaparme contigo y probablemente meterme en suficientes problemas en un día—me río.

Se ríe.

—Estábamos destinados a llegar aquí, así que, no teniendo otra opción, hagamos oficial el "Día de Jiyu".

—¿El "Día de Jiyu”? —repito.

Agarra una canasta de compra y la apoya en mi cabeza.

—Hoy haremos feliz a la pequeña Jiyu, así que lo primero que haremos es que compraremos mucha comida deliciosa y buscaremos un sitio para compartirla tranquilamente.

Sonrío intensamente alegre, sintiéndome plenamente agradecida por su idea y su compañía.

—¡Vayamos de picnic al río Han! —lo jalo y comienzo a poner dulces en la canasta. —Compartamos dulces y bebidas en el trayecto, al llegar hay que ir a comprar comida cerca del lugar.

Confuso repite lo que le dije, procesándolo.
Intenta agarrar una bebida que está en promoción 2+1 aunque ésta se resbala y al detenerla para que no me caiga encima, le agarro fuertemente la mano por la impresión y nos quedamos mirándonos apenados.

Me muevo y lo suelto yendo por el otro pasillo, sintiendo el rubor aparecer. Siguiendo con el plan de la lista para el "Día de Jiyu".

Paseamos comiendo los dulces en el trayecto, enseñándole el camino para llegar al río Han por medio de tren y autobús, emocionándome el hecho de ir. En búsqueda, vamos por la comida y los aperitivos instantáneos recién salidos de la tienda, una variedad de ramyeon al cual le añadimos queso y huevos duros, Milkis, Banana Milk, kimbap triangular, mandu, sándwich de fruta, leche de sabores y yogur. Cuando por fin nos acercamos, corremos cuidadosamente hasta la orilla admirando la semejante vista, apreciando el momento, mirándonos sonrientes.

Recorremos el área hasta encontrar un buen lugar notando a las demás personas agrupándose entre sí, nos sentamos en una escalera admirando la vista y apuntando al agua. Al terminar parte de la comida que escogimos, nos movemos hasta estar a la orilla. Quedándonos mirando el río mientras comemos las chucherías y los aperitivos restantes, hablando y riendo. Mostrándole cómo comer los fideos en la tapa y hacer combinaciones extrañas, pero deliciosas. Disfrutando este momento juntos.

En varias ocasiones terminamos casi ahogándonos por las ocurrencias dichas, como en este preciso momento:

—¿Deberíamos recordar nuestro primer encuentro como en los dramas? Burlándonos y asumiendo la ironía de ahora nuestra cercanía—le propongo en burla, viéndolo estupefacto.

—¡No lo hagas, por favor! —pide jugando.

Me río y bebo de mi Banana Milk de fresa mientras él bebe de la suya de plátano.

—¿Qué hay de malo? —insisto más de broma que en serio. —En los dramas es un cliché de las historias de amor-odio—le digo sin detenerme a recapacitar, cuando lo hago, lo veo ponerse serio al entender mi propia referencia sin ser intencional.

Busca y come el primer dulce que se encuentra, para después atragantarse. Alarmándome me levanto yendo a su lado y pegándole en la espalda fuertemente, lo cual lo empeora.

—¡Bebe, bebe de tu bebida, rápido! —le mando. Falla el cometido al intentar seguir mis palabras debido a que ya no tiene qué beber, entonces le doy mi bebida y le ayudo, calmándose.

—¡Voy a escupir un pulmón! —lo escucho gritar rápidamente, siendo similar a un rap.

—¡No hables! —lo regaño dejándolo en paz y viéndolo beber de nuevo.

Sintiéndome aliviada descuido la bebida y se intenta caer, lo que obliga a Dahaek-Ho sostener y apretar fuertemente mi mano sobre la suya, deteniendo ambos la bebida. No queriéndole ocasionar otro atragantamiento, no digo ni hago nada.

—Ya pasó, todo está bien—aleja la bebida y tose. —Ya puedes...

Lo miro preocupada y le digo:

—¿De verdad estás bien? —lo analizo cercanamente, acercando mi rostro al suyo y apoyando mi mano en su cabeza. Deslizo mi otra mano a su espalda sobándole donde le pegué fuertemente, sintiéndome culpable por ese suceso.

—E-Estoy bien...—me responde rápidamente.

Le sonrío y me sonríe, después le pego repentinamente en la cabeza por asustarme. Me alejo y me voy a sentar con los brazos cruzados jugando, dejándolo confundido.

—Esta es la realidad a esas escenas irreales de drama—se burla y me devuelve mi bebida.

Me río asintiendo y después bebo hasta terminar. Busco entre la comida algo más y me encuentro con el yogur colorido, llegándome y recordando los sucesos pasados.

Los momentos negativos impactan como cuchillos por más que estés esforzándote por ser feliz en ese instante, siendo un acto inconscientemente cruel, teniendo la intensión de sabotear tu día si es que lo decides dejar fluir, desencadenar.

Dahaek-Ho me quita el yogurt y lo abre, interrumpiendo mis pensamientos que comenzaban a ser intrusivos.

—Abre la boca, te daré de comer hasta que vuelvas a sonreír—se mueve a mi lado y acerca la cuchara a mi rostro.

—Ya estoy sonriendo, mira: "Chin"—sonrío forzosamente y pico mis mejillas, haciendo una cara.

Niega.

—Sonriendo genuinamente, así que eso no cuenta, abre—ordena y haciendo un puchero, le hago caso, saboreando el yogur.

Me sigue alimentando y me quedo comiendo con las mejillas regordetas como ardilla. Sin quejarme de su manía por darme de comer como si fuese un bebé.

—Habrá personas que te quieran, pero sólo cuando ellas quieran—me dedica y lo miro tratando de entender.

—¿Qué? —le digo aun comiendo.

Deja al lado el envase casi vacío del yogur. Se gira nuevamente hacia a mí y me agarra de los hombros, viéndome directamente.

—No puedes cambiar el comportamiento que tienen las personas hacia ti, pero sí puedes cambiar el tuyo hacia a ellas—aconseja genuinamente.

—¿Y qué es lo que queda? —respondo sintiendo su tacto, mirándolo con detenimiento.

—Alejarte del amor condicional es lo que queda—me suelta y comienza a recoger nuestro desorden.

Solamente a él se le ocurre comenzar y terminar al mismo tiempo una plática profunda.

—Te agradezco inmensamente tus palabras, aunque, ¿no estarás exagerando? —sonrío levemente.

—¿Eso es lo que siente tu corazón o lo que dice tu cerebro?

Me quedo sin palabras, asimilándolo.

—¿Qué tal si controlo lo que siento y prefiero elegir lo que pienso? Ser pragmática en mi sentir—le propongo.

Eleva los hombros.

—En ese caso, no dejes que te vean que estás pasándola mal, aunque estés ardiendo por dentro, algo como un imparable y silencioso incendio.

Me río.

—Los incendios no suelen ser silenciosos y no siempre son imparables—lo contradigo.

—Te faltó decir que, si no es así, son letales. Así son las emociones encapsuladas. Crean un caos, un desorden, que te marchitan lentamente, hasta que decides envolverte de ellas y florecer, crecer.

—¿Incendios y flores, en serio? —lo cuestión dudosa, sorprendiéndome su profundidad, sintiéndome atraída por su pensar.

—La monotonía cambia al ser subjetivo y relativo. Así que, evita consumirte en la intensidad de un incendio—me sonríe como último y sigue como si nada.

Lo llamo y voltea a verme atento.

—¿Y si decido yo ser el incendio?

Se levanta, se acerca y apoya sus manos en las mías que las tenía sobre mis piernas.

—Ahora estamos en sintonía, a eso me refería—sonríe con alegría, gustoso.

Antes de poder responder o actuar, hace que me levante, sosteniéndome fuertemente y guiándome hasta unos pasos peligrosos, demasiado cerca del límite de la orilla. A un paso para caer al agua, alarmándome.

—¿De qué color es el cielo? —pregunta curioso a pesar de ya saber la respuesta. Queriendo saber mi percepción.

Mira al cielo y después de unos segundos lo imito, apreciando el suave color azul que, a pesar de pasar por desapercibido, es realmente maravilloso.

—Suave azul—le digo.

—¿Prefieres un color diferente o eliges este? —sigue y al bajar la mirada, nos quedamos viendo.

Su cuestionamiento me deja dudosa.

—El cielo es hermoso, fácilmente puedo preferir observar mi color favorito en él, pero elijo admirar su belleza como tal—perpleja le respondo con honestidad.

—Hay nubes, ¿Prefieres un día nublado o eliges uno soleado?

—Dependiendo la ocasión, aunque los días nublados pueden parecer grises, los soleados pueden ser demasiado calurosos. Tal vez prefiera elegir un balance, no sé—contesto, tratando de comprender su punto.

Sonríe irónicamente.

—Te pueden preferir, pero no elegir.
Somos reemplazables, pero inigualables—concluye apuntando al cielo y después se va corriendo, dejándome parada en ese lugar con un gran mensaje por interpretar.

Nuestra momentánea cercanía se irrumpe y con ruido mental me acerco lentamente a su lado.

Intento llamarlo, aunque habla primero, diciendo:

—No es un verdadero picnic sin mantel de picnic—termina por recoger y guardar nuestras cosas.

Asiento con una media sonrisa dándole la razón. Tal vez a la próxima, siendo menos imprevisto.

Nuevamente, intento llamarlo tratando de agradecerle de corazón, pero las palabras no me salen, se quedan atoradas, en desorden por más que intente ponerle un orden. Frustrada, lo único que hago es correr y acercarme lo suficiente para mostrarle mi gratitud con un gran abrazo.

Lo dejo sin habla y siento que se tensa, así que, al decidir apartarme, me responde el abrazo, quedándonos así por unos largos segundos. Me aprieta molestándome y me quejo, quedando a mano con su acto, apartándonos con una risita.

Es el primer chico que, sin ser completamente y necesariamente cercanos, siento cómoda su cercanía.

Nos miramos respondiéndonos con una sonrisa hasta notar que cae una suave brisa sobre nosotros. Intento tocarla, asegurándome de que no sea un error, abriendo los ojos impactada mientras extiendo mis brazos.

—¿Qué pasa? —examina mi expresión.

—Es la primera caída de la aguanieve. La tradición.

Corre a sacar y traer su paraguas, me acerco y me cubre.

—Desde ese día siempre llevo uno conmigo, deja voy por él—le sonrío levemente, agradecida por su acto, sin embargo, cuando intento sacarlo de mi mochila me detiene el brazo, obligándome a verlo y querer preguntarle qué pasa, pero me gana la palabra:

—¿Puedo intentar ser parte de la tradición a tu lado? Debido a que no hay arcoíris presente, podemos intentar presenciarlo. Culminando el día con éxito.

Río nerviosa como respuesta involuntaria.

—¿Estás seguro de esto? Parece una declaración de amor—lo miro y después miro al piso, intentando no ruborizarme. ¿Cómo puede decir esto como si nada? ¿Ahora qué hago?

Sonríe burlón, niega y me suelta, esperando que le dé mi mano, diciendo:

—Vayamos al lugar donde comenzó nuestra historia, ¿no querías eso? —espera que acepte para poder seguir. —Sería un nuevo y original comienzo—propone.

Lo miro a él y después su mano, asiento y junto mi mano con la suya. Convenciéndome de que se trata solamente de eso, un nuevo y original comienzo.

El ruido y la multitud incrementa, igual que los latidos de mi corazón. Sostengo fuertemente mi paraguas, aferrándome a él.

—Aquí estamos—digo calmándome y damos un último paso en frente de nuestro destino. En el camino le expliqué una y otra vez el procedimiento, detallando cada paso y repitiéndolo tanto sin darme cuenta que se lo dije unas cinco veces debido a mis crecientes nervios.

Lo observo y está gozando de la vista, como si todo lo contado de la tradición cobrará sentido y vida al estar al frente suyo, inclusive uniéndose a la práctica.

Debo estar loca, pero ya no hay vuelta atrás. Si esta supuesta tradición termina convirtiéndose en una maldición estoy acabada. ¿Deberíamos apostar si funciona? No sería una pérdida total si es así, ¿o sí?

—¿Jiyu? —me habla y me muevo alarmada.

—¡¿Qué?!—grito asustada.

Retrocede de la impresión y después ríe.

—Volviste, tenías la mirada perdida.

—Sí, la mirada perdida en ti...—me callo bruscamente. ¿Qué estoy diciendo? ¡Por algo se piensa antes de hablar, Jiyu Shin!

Ladea su cabeza tratando de entender.

—¿Estás bien? Luces distraída. Después de esto vayamos a comer allá, luce agradable—apunta a un restaurante con pinta cómoda y cálida. Parece una pequeña casa, tal vez sintiéndose como un hogar.

Asiento energética y sonriéndole animada.

—¿Ya has intentado hacer la tradición? —me pregunta mientras caminamos, acercándonos más a las personas.

Asiento.

—Lo intenté con Dongju y con Kia varias veces cuando éramos niños, aunque no resultó, a decir verdad, fue divertido. Desde entonces tenemos la creencia que reforzamos nuestro vínculo, siendo una unión—le cuento rememorando los recuerdos con una sonrisa satisfactoria. Fueron buenos e inolvidables momentos.

Sonríe.

—Debe de haber sido lindo, incluso todavía hay niños intentándolo—apunta con la barbilla a un par pasar, haciéndome sonreír. —Lo mejor de esto es que es subjetivo y relativo a lo que tengo entendido, queda conmigo.

—Ni lo menciones—reímos en conjunto.

Nos reunimos con las otras personas, llegando a la partida del proceso. Notando la emoción, los nervios y la diversión en el aire.

—Deberíamos apurarnos antes que la tormenta incremente—animo, buscando tomar su mano.

—Paraguas, meñiques, caminata entre la multitud, barandal del lago congelado y arcoíris, ¿Qué tan difícil puede ser? —repite.

—Esa es la cuestión, no tiene complejidad, aunque sí veracidad.

—¿Estás segura de seguir? Eres libre de retroceder y lo sabes—me pregunta de repente, acomodando su paraguas.

—¿Por qué no lo estaría? —lo veo y cuestiono.

—Estás temblando—ríe.

—¡Es por el frío! —me adelanto, disfrazando mis nervios. —¡Comencemos! —lo jalo del brazo y lo dirijo.

Atrapa mi mano y nos agarramos del meñique, nos miramos cómplices y seguimos con el siguiente paso. Caminamos en silencio, solamente sintiendo nuestra calidez, hasta llegar a soltarnos y disolvernos en la multitud, alejándonos lo más posible. Lo miro de reojo hasta verlo desaparecer.

Suspiro y sigo adelante, concentrada en mi camino, sosteniendo fuertemente mi paraguas. Sin pensar algo en específico, camino y camino, imitando a las personas estando en silencio intentando también la tradición. Relajándome al escuchar la lluvia caer y helándome en el proceso, motivándome a que a cada paso que doy, falta menos.

La incertidumbre general es natural, se palpa y siente en el ambiente. Se escuchan los pasos, el viento impactar, hasta escuchar las risas de unos niños que distraen mi paz, llamándome la atención. Volteo y corren emocionados tomados de las manos, no siguiendo correctamente la tradición lo cual me da risa.

Una brisa intenta arrebatarme mi paraguas, exclamo sorprendida y lo evito rápidamente, incluso resbalándome hasta casi caerme, pareciendo que estoy haciendo patinaje artístico o ballet.

Miro a los lados queriendo verificar si nadie me vio, para mi desgracia parece que sí al escuchar risas leves y ver a algunas personas taparse.

¡Qué vergüenza!

Apresuro mi paso, corriendo y apretando los ojos hasta sentir mis zapatos impactar en un charco. Siento escalofríos y el frío se intensifica, permanezco quieta hasta ver al frente mío, dándome cuenta que he llegado al final. Fue más rápido de lo que creí, se sintió fugaz. Tal vez es porque me fui en fuga, qué irónico.

Camino al otro lado, saliendo del techado con los paraguas de colores y la multitud, buscando lugar en el barandal. La corriente de aire se intensifica, desordenando mis cabellos. ¡Desearía tener una bufanda ahora mismo!

Intento moverme más rápido para generar calor, apenas y miro a las personas y los lugares cuando me detengo en un espacio bastante alejado, casi en la esquina del barandal, al escuchar la conmoción aparecer. Miro alrededor y están apuntando al lago congelado, entrecierro los ojos y capto un tenue arcoíris saliendo a lo lejos. Abro los ojos con bastante sorpresa, mi corazón comienza a latir más y más rápido, dibujándose una gran sonrisa en mi rostro. Sintiendo de manera inexplicable la sensación de presenciar la tradición en su esplendor.

—Se te iluminó el rostro—escucho detrás mío.

Me volteo bruscamente y me resbalo con un desnivel, cayendo al helado suelo.

—Faltaba lo más importante—me burlo viendo correr a Dahaek-Ho hacia mí. —Aquí estás—sonrío alegremente.

Me da su mano para levantarme, y aprovecho para hacer que caiga a mi lado. Reniega y río.

—Es una buena vista—decimos al mismo tiempo con sarcasmo, coordinándonos. Reímos fuertemente antes de mirar al frente al visible arcoíris que adorna la escena, pareciendo mágico. Miro nuestras manos aún unidas, sintiendo como si fuéramos cómplices del porvenir, una combinación y explosión de casualidad y destino que nos reunió hoy aquí, sintiéndolo como legendario al concluir la tradición, una causalidad que ya nos llamará.

Todos aquí tenemos un objetivo en general, pero una historia particular. Todas reuniéndose en el mismo lugar y ocurriendo al mismo tiempo, gozando de esta sincronización.

La tormenta aumentó y tuvimos que refugiarnos en el lugar que vimos al llegar, coincidiendo en permanecer aquí hasta acabar nuestro postre compartido. Antes de llegar, paramos en el ventanal de una tienda cerrada debido a mí, llamándome la atención una peculiar bufanda colorida con brillos, quedándome embobada hasta no tener de otra que correr al restaurante para cubrimos con el fondo de los regaños de Dahaek-Ho. El ambiente es bastante agradable, con su interior tan cálido y acogedor, llamado Honi-ilu, significando; Dulce te quiero.

La lluvia cae por los ventanales y después de acabar nuestros chocolates calientes para entrar en calor, comemos fresas con crema para dos, teniendo pequeños dulces, adornando la copa.

—¿Por qué lo hiciste? —le pregunto mirándolo al frente mío. Estamos cada uno en un lado de la mesa junto al ventanal, manteniendo el postre en el medio.

Juguetea con las servilletas y responde:

—Tú harías lo mismo por alguien más. A veces prefieres poner la felicidad de alguien por la tuya y mereces al menos ser feliz sin preocuparte por ello—eleva la mirada y me da una servilleta como si nada.

Mi corazón late rápido y la última parte me cautiva. Felicidad.

—¿Eres feliz haciendo esto? —ladeo la cabeza, intentando comprenderlo. Espero que también haya sentido esa misma sensación que yo a su lado, siendo todo lo que necesitaba, teniéndolo frente a mí.

—Creo que simplemente soy feliz—sonríe dulcemente y le sonrío con alegría al sentir que nuestra sensación fue recíproca.

—Te lo agradezco de corazón, Dahaek-Ho. Es justo lo que necesitaba, escapar de mi realidad y encontrar.

Sonríe y después reacciona.

—¿Encontrar? —se queda perplejo.

Asiento.

—Diría encontrarme, pero te encontré a ti.

—Qué cursi—ríe.

Me quejo molesta y bromeo con dejar al lado mi cuchara, negándome a seguir compartiendo al arrebatarle el postre cuando está por agarrar una cucharada.

—¿Sabes qué es más cursi? Mira tú servilleta—apunta a ella.

Le doy la vuelta a la servilleta y leo una linda frase grabada en color café claro que revolotea mi corazón:

Todo es tan frío y tu cariño tan cálido, quiero sentirte cerca mío, ¿Podrías ser mi hogar?

—¡Qué lindo mensaje! —me emociono.

Reniega.

—No es para tanto. Tú también puedes escribir unas simples palabras diabéticas con marcador—busca entre su mochila uno y comienza a seguir sus palabras al escribir en una servilleta. Pareciendo que le cuesta más trabajo de lo que creía.

Me burlo y después me tapo la boca cuando me ve serio.

—Estas cosas son como galletas de la suerte, no te dicen la cruda realidad, te dicen lo que quieres escuchar. Conmigo no—termina de escribir y pega la servilleta en mi frente, la cual se queda unos segundos ahí hasta caer y poder leer su mensaje escrito:

Estás al lado de las personas que te necesitan, pero, ¿Quién está realmente a tu lado cuando tú lo necesitas?

—¡Así no son las galletas de la suerte! —reniego.

—Lo que pasa es que tienes mala suerte, acéptalo.

—¡¿Quieres morir?¡ ¿Quieres deprimirme? ¿Qué debería hacer? ¡Eh! —le reclamo y miro el ventanal, observando su reflejo. —Aish, eso es igual de amargo y ácido que tragar jabón.

Se echa a reír.

Lo miro de reojo, queriéndome reír también, pero aguantándome.

—Jiyu—me habla y volteo indignada. —¡Ahí viene el avioncito! ¡A comer, abre la boca! —acerca su cuchara.

—¿Por qué sueles alimentarme de esta forma? —sin poder contenerme me da gracia y sonrío burlona.

—Panza llena, corazón contento. Aparte, hiciste un puchero. Ahora come—accedo sin hacerme del rogar y me da de comer una vez más como un bebé, sonriendo.

—¿Qué quieres decir? —le pregunto aun masticando las fresas.

—La comida te hace sonreír, te hace feliz, así de simple—sigue dándome de comer.

Sin poder negar esa lógica, hablo hasta estar casi llenándome.

—Terminaremos rodando si seguimos comiendo así—burlándome, me hago para atrás, estirándome.

—Cuentas conmigo para rodarte cuesta abajo como esas pelotas plásticas donde te metes y pareces hámster, no te preocupes—sonríe vacilando.

Abro los ojos y toso. Me levanto escandalosa y le grito:

—¡Esas pelotas son las más grandes y gordas! ¡Tonto!

—¡Así lucen tus mejillas al comer tanto, ardillita! —vacila molestándome.

Le doy manotazos hasta hacerlo reír ruidosamente diciéndole que eso es porque me alimenta tanto como a una ardilla y que entonces él también es una, incluso marcándole la diferencia de una ardilla y un hámster, gritándole: ¡Las ardillas no ruedan en bolas! Llamando ridículamente y por completo la atención de todo el lugar, creando todo un espectáculo por apreciar, siendo también un momento para recordar.

Los días han pasado con tranquilidad, me he mantenido distanciada de mis supuestas amistades, manteniéndome lo más fuerte y mostrándome lo más serena posible. Las exposiciones en equipo han pasado y resultaron exitosas, lo cual me mantuvo mentalmente ocupada. Crear y diseñar los folletos a mano junto con Dahaek-Ho fue realmente divertido, pasamos la tarde y noche en la biblioteca elaborándolos hasta caer rendidos y dormidos en la mesa, uno al lado del otro. Todo valió la pena, siendo de las mejores presentaciones. Incluso, grabamos un video en equipo siendo un tipo reportaje que pasamos a mostrar a la clase y como fue tan entretenido, pasamos a los demás salones de la escuela a presentar. Recompensando nuestro arduo trabajo en equipo, animándonos y uniéndonos.

Recuerdo que él al ser el único chico entre nosotras nos consentía y cuidaba, nos daba pequeños dulces y bebidas al estar agotadas y nos hacía reír cuando estábamos nerviosas antes de presentar, teniendo una gran desenvoltura, adaptándose completamente al tener este tipo de confianza. En los días de aseo y guardia escolar, nos quedábamos hasta tarde hablando y bromeando, hasta quedar nosotros dos en las penumbras de la escuela riendo al rememorar que en mi semana de recuperación tuvo que hacer aseo solo como castigo al sonar la alarma aquel día.

Pasábamos a comer de vez en cuando al tejado y volvíamos juntos a casa. Incluso Kia ya parecía aceptarlo y le pedía que la llevará de caballito como "castigo" por su comportamiento, aunque sabía internamente que era su forma de pedir cariño y que estaba intentando volverse cercana a su manera, aunque Dongju mantenía su distancia con él, reían juntos y lo regañaba cuando me molestaba a mí jugando, cubriendo sus visibles celos.  Conocerlo mejor y pasar más tiempo con él y mis verdaderos amigos me alentó a seguir sonriendo sin detenerme por un tropiezo, uno doloroso, aunque debía seguir mi destino, aunque hubiera un bache en el camino. Estaba dando lo mejor de mí, en este último año.

Me levanto de mi asiento y me estiro, al tener que organizar mis pendientes como líder, tuve que pasar todo el tiempo del almuerzo para lograr acabar. Para despejarme escribí una canción que llamé Suave Azul, inspirándome en el día de la tradición específicamente en el cielo de ese día, desde entonces no hemos retomado ni mencionado el tema. Quedando como un recuerdo especial en mi corazón.

Camino y caigo en cuenta que toca deporte y debo ir a cambiarme. ¡Con razón nadie llegaba!

Corro por el pasillo hasta escuchar la voz de Kia, al parecer gritando desde las escaleras y otra delicada voz diciendo:

—Debes ser muy tonta para dejarlo ir, teniéndolo en frente de ti.

Siento que mi corazón se detiene, me quedo quieta, esperando escuchar algo más así que me acerco con sutileza, pero lo único que logro es reconocer a la persona que está al frente de Kia, tratándose de Yuli Yu, la vecina de Dongju y la cual tenía un inmenso crush en él y es por ello que me odiaba, bueno, eso hasta volver a China y ahora aparentemente regresar.

Yuli abraza a Kia, pudiendo ver su corto cabello negro con una boina a la moda, pareciendo otra persona con ese estilo. Kia le corresponde y le agradece, se secretean algo y ríen.

¿Desde cuándo son tan cercanas? Frunzo el ceño, intentando interpretar la situación, es verdad que iban en la misma clase y las veces que le conté a Kia lo que hacía esa pequeña para apartarme de Dongju, se burlaba de ella y la compadecía por querer llamar la atención de mi mejor amigo y nunca haberlo logrado, ¿ahora qué cambió?

Escucho la voz de un chico y ellas parecen voltear hacia acá y separarse bruscamente, así que retrocedo en automático, lo cual provoca que choque con algo y alguien, cayéndome encima los restos y envoltorios de un basurero, tirándolo accidentalmente al lado.

—¡Oye, basurero! —grita el chico y miro hacia arriba mientras estoy en el suelo y sucia.

Intento contener las lágrimas de impotencia y vergüenza, sintiéndome harta de ser tan emocional.

Me disculpo rápidamente y me inclino disculpándome igual, hasta largarme de ese lugar sin más, llegando a encerrarme al salón.

¡Soy una estúpida! ¡Soy una estúpida! Me repito hasta calmarme y llegar a sentarme en mi lugar, suspirando. Recuerdo la escena que acabo de presenciar y es evidente que Kia oculta algo aparte de su cercanía con Yuli.

Me mentalizo a no meterme y esperar que ella me lo cuente todo sin presionarla ni cuestionarla, dándole su espacio, aunque me pese y cueste seguir esa idea debido a que esto nunca había pasado, nos contábamos todo. Inquieta me levanto y me recargo en la mesa, me tallo los ojos hasta notar que tiro algo.

Busco debajo de la mesa y me encuentro con la misma bufanda colorida que quise el día que pasé con Dahaek-Ho. Siento una mezcla de emoción y sorpresa al mismo tiempo, la agarro entre mis manos y cae una nota, siendo una servilleta del lugar que visitamos, diciendo:

Tú eres mi galleta de la suerte porque marcas mi destino.
Tú eres mi arcoíris porque le diste color a mi cielo nublado.

Siento que me ruborizo hasta escuchar unos pasos, intentando salir de debajo de la mesa.

—¿Ya lo viste, cierto? Hice lo mejor para hacer una frase cursi, pero que creo que es un fiasco—se acerca y ríe.

—¡Es un detalle hermoso! —le expreso alegre.

—¿No soy hermoso? —se asoma de repente debajo de la mesa, asustándome y provocando que me pegue en la cabeza.

Se altera preguntándome si estoy bien, lo trato de tranquilizar caminando y riendo nerviosa al perseguirme y, por ende, huir, hasta que me agarra de la mano, deteniéndome. Doy un paso hacia atrás y al casi chocar con los lockers, apoya su mano detrás de mi cabeza, previniendo que me lastime, quedando muy cerca de mi rostro.

Nos quedamos mirándonos fijamente sin decir una sola palabra, contemplando el silencio del momento hasta sentir que baja su mirada, aprovechando para cubrirme el rostro con la bufanda. Vuelve a mirarme y se echa a reír, diciendo:

—Así no se usan las bufandas.

—¡Ya sé! —le respondo apenada.

Ríe y me acomoda la bufanda, mientras bajo la mirada hasta que termina y me da un golpecito en la cabeza con un "¡Hecho!".

—La caja sorpresa terminó casi destruida, espero esto lo pueda compensar, es igual de especial—sonríe y se aleja, dándome la espalda.

—¿Tiene un significado especial? —repito ingenua, queriendo confirmar mi interpretación, deteniéndose.

—Sí. Tiene un significado especial, porque a partir de ahora quiero considerarte de tal forma—me responde al instante, girándose.

—Dahaek-Ho...

Se acerca lentamente, hasta estar al frente mío y junta ambas manos con las mías, diciéndome:

—Soy Dae para ti y Jiyu, tú eres mi arcoíris.

Canción de Jiyu: Suave Azul

Sé que estás ahí. No puedes soportar tu sentir. La suave lluvia dibuja un dulce color azul. Mi corazón rebota y rebota cuando no estás tú. ¿Qué te diré? Si estás bien, aparentemente bien. El viento sopla y no hay nada más qué decir, solamente sentir, sentir. ¿Quién soy yo para pedir que te quedes hoy aquí? No está bien, no está bien. ¿Dónde estás? ¿Con quién estás? El cielo se hace gris y no estás junto a mí. Junto a mí, tú ya no quieres estar. Está bien, estoy bien, olvidando aquel suave color azul del cielo donde ya no estás tú.

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