03 ⭐ ARCOÍRIS
Unas cuantas gotas me salpican, aun así, tengo el honor de presenciar que alguien llegó en el momento perfecto, tratándose de Dongju.
La impresión me deja boquiabierta y a la vez me siento aliviada por su aparición.
El ambiente se vuelve denso, intercambiamos miradas fugaces antes de dedicarse a mirar despectivamente a Dahaek-Ho.
—Era una lástima desperdiciar semejante oportunidad. Ahora ambos están parejos—Dongju se carcajea.
Dahaek-Ho se queda sin habla procesando lo sucedido. Muestra una expresión de pocos amigos y por fin rompe su silencio:
—Vas a lamentar haberlo hecho...—lo amenaza, diciéndolo entre dientes.
—No lo creo. Tú eres el que lamentará meterse con la persona equivocada—levanta la cubeta vacía, apuntándole. Dahaek-Ho levanta la que está en el suelo y le sigue la corriente.
Están a punto de aventarse las cubetas, así que intento detenerlos.
—¡Suficiente! —les grito a ambos. —¡Dejen de actuar como seres irracionales! ¿Acaso son simios o algo por el estilo para agarrarse a cubetazos? Ridículos.
Me voy corriendo con lágrimas de rabia y sentimientos encontrados.
La frustración me invade, las emociones me dominan y lo único que quiero es pasar desapercibida, aunque es demasiado pedir para alguien corriendo y escurriendo de penas por el patio de la escuela.
Me detengo y respiro profundamente.
No voy a dejar que esto arruine mis planes. Uno decide qué le afecta y qué no. A pesar de que sea un lío de emociones ahora mismo, sigo teniendo responsabilidades andando, debo obligarme a permanecer serena.
Me dirijo por mi mochila a mi locker y saco el uniforme de deporte para cambiarme, el cual permanece en un protector plástico para ropa. Voy al baño, me encierro en un cubículo y me deshago de toda la ropa húmeda y apestosa, dejándola en el protector plástico. Me pongo el cambio y salgo, sintiendo los tenis levemente húmedos.
Dejo la ropa colgada, después vendré por ella. Me acerco al espejo y me veo hecha un desastre.
Me lavo las manos y la cara. Enjuago mi cabello y después lo seco con el secador de manos, saco un pequeño peine y lo trato de poner decente.
Me doy cuenta de que mi broche no está. Debió caerse en todo el alboroto.
Cierro los ojos y vuelvo a contenerme al recordar lo que acaba de suceder.
Me pongo la mochila y me mentalizo. Debo ir a la reunión con el consejo escolar con la cabeza en alto, como si no hubiera pasado nada. Y así salgo, eso hago y me dirijo con paso firme a la sala de maestros.
La corriente de aire hace mover mis cabellos mientras observo el atardecer en el tejado llamado "Rincón feliz". Derivándose a un jardín colorido el cual solamente ciertas personas en la escuela conocen de su existencia y pueden tener acceso. Al final la reunión fluyó con éxito, claramente un detalle no pasó desapercibido; el cuestionamiento de mi atuendo. Desvíe el tema al decirles que fue un accidente en el área de aseo, teóricamente siendo cierto. Insistiéndome en que lo llevarían a la lavandería por mi gran esfuerzo y empeño.
Me la he pasado aquí desde hace horas, solamente sentada y abrazando mis piernas, con mis pensamientos haciéndome compañía. Cuando quiero estar sola, suelo quedarme aquí. El único lugar donde nadie me encontrará si así lo deseo. Suelo irme cuando me siento mejor, aunque ahora ha sido la ocasión que he estado aquí tan tarde.
Debería irme antes de que cierren la escuela. Me levanto, tomo mis cosas y me dirijo camino a casa con un ritmo flojo. No tengo muchas ganas de volver, sé que un dramón me esperará. A veces simplemente necesito espacio, no quiero tener siempre la presión de ser el ejemplo, también yo me pierdo y necesito tiempo.
Al llegar a rastras, ya está completamente oscuro. Camino hasta la entrada, y la auténtica sorpresa me deja quieta.
—¿Kia Kang? —expreso sin creerlo. Hace más de dos meses desde la última vez que nos vimos debido a que estaba de vacaciones con sus papás ya que es hija única. Somos vecinas y mejores amigas debido a nuestras mamás que trabajan en el mismo hospital. Ella es un año menor que yo y es un poco escandalosa. Aunque podría decirse que somos prácticamente hermanas.
La bajita, de piel muy clara y cabello ondulado salta al escuchar mis palabras. Ella y el otro individuo salvador que me analiza detenidamente.
Están en una banca cerca del jardín y yo estoy a sus espaldas.
—¿Y yo estoy pintado o qué? —Dongju dice molesto.
Repito las palabras en mi cabeza y las recito:
—Estoy genuinamente agradecida, sin embargo, no hagamos un tsunami de un oleaje. Me encargaré de esto.
Kia nos mira uno al otro, parece que Dongju la puso al tanto de la situación y notan mi ánimo bajo, dándome espacio, porque me dejan seguir, hasta que él se levanta y me detengo.
—No tienes la culpa de lo que pasó, Jiyu—lo escucho caminar, acercándose a mí.
Me detengo y me doy la vuelta para responderle.
—Puede que no sea mi culpa, aun así, puedo tomar responsabilidad de ello—asiento y le sonrío fugazmente. Cuando estoy dispuesta a seguir mi camino, dándome vuelta, un fuerte abrazo por detrás me deja sin habla.
—Prohibido rendirse, respira hondo y sigue—me abraza más fuerte y mi corazón se acelera instantáneamente al recordarme la frase que le solía decir en momentos difíciles, quedándose como un lema. Sujeto fuertemente sus brazos, correspondiéndole. Apoya su cabeza en mi hombro y se acerca a mi oído. —Estoy tan orgulloso de ti—me susurra delicadamente.
Siento una explosión indescriptible de sentimientos, una sensación que me hace sentir rara y a la vez siento mi corazón derretirse de ternura.
Me suelta delicadamente y me volteo de inmediato, con los ojos bien abiertos y sintiendo el rubor de mis mejillas aumentar.
Acaricia mi cabeza con una pequeña sonrisa, cuando el gran impulso de decirle por fin lo que siento me intenta dominar, me aviento sobre él, abrazándolo fuertemente y llorando.
Mi sensibilidad terminará arruinando todo algún día. Me da unas palmaditas y hace sonidos como si estuviera arrullando a un bebé.
Kia se acerca y me apoya, uniéndose al abrazo. La emoción y agradecimiento de tenerlos en mi vida me hace llorar incluso más. Cambiando el agridulce día de hoy para hacerlo sentir más dulce.
—Es la primera vez que te veo tanto tiempo sin decir una palabra—me burlo de Kia, que está en mi cama. En la orilla está mi perro dormido, mientras yo estoy sentada en mi escritorio, secando mi cabello recién lavado.
Me avienta una almohada y me despeina el flequillo, reímos como tontas. Busco el tubo para acomodar el flequillo y me lo pongo.
—Le diste una grata bienvenida a tu querida amiguita—lo dice con sarcasmo y me acerco para sentarme a su lado.
—Lo siento—la abrazo.
—¡Tonta! —me jala el cabello. Me quejo y la miro confundida, parece molesta.
—No tienes que disculparte. Está bien no estar bien, ¿entendido? —vuelve a acercarme para abrazarme fuertemente, apachurrándome. Esa frase la decimos de nuestras mamás, que, como nosotras, su amistad tiene lemas y frases célebres.
—¿Has comido? —le pregunto. —Podemos actualizarnos mientras preparamos la cena y después ver dramas.
Nos soltamos y nos vemos, intercambiado una risa como de "Nah".
—Pediré la pizza—me avisa, yendo por el teléfono de la casa.
—Iré por las bebidas—la acompaño para dirigirme a mi refrigerador. Me detengo y ella lo nota, se me queda viendo, esperando que hable. —¿Invitamos a Dongju? Me siento en deuda con su acto...
—¿¡Ya es tu novio!?—exclama despertando a Poky quien la mira atento y me acerco para taparle la boca. Si mi hermano la escucha, lo repetirá consecutivamente a propósito para molestarme y hasta es capaz de decírselo a Dongju.
—¡Cállate! Somos amigos, aish—la suelto y la empujo. Se tambalea a carcajadas.
—En ese caso, solamente será noche de chicas. Mañana te reencontrarás con tu amorcito—hace un corazón con sus manos.
—¿Quieres morir? —la jalo para que sigamos con nuestra búsqueda de comida mientras ella ríe. Está al tanto de mis sentimientos por él, después de tanto insinuármelo, terminé confesándolo. Lo mantiene en secreto y cuando estamos en privado, me pone de los nervios.
Caminamos saliendo de mi colorida y pequeña habitación para poner acción a nuestros planes. Al final nuestra noche de chicas resultó un éxito en plática y charla, actualizarnos, contarnos nuestras aventuras actuales y añadiendo el tema de sus vacaciones en la isla Jeju. Siguiéndole a ver dramas y cuando la energía se agotaba, unas horas de karaoke para activarnos hasta que mi hermano se quejará, mi mamá llegará y nos mandará a la cama. Terminando en una pijamada abrazadas junto a Poky. Justo lo que necesitaba.
La realidad sigue y me encuentro nuevamente en la escuela, específicamente en la cafetería sosteniendo mi bandeja con el almuerzo de hoy. Siento un nudo en el estómago, y no porque la comida picante me haga sufrir, sino porque mi voluntad está luchando con mi dignidad al dirigirme al lugar de Dahaek-Ho y sentarme al frente suyo.
—Te lo devuelvo. No debimos encontrarnos de forma tan caótica, sin embargo, es la oportunidad para conocernos de nuevo—le deslizo el colorido yogur con una sonrisa, dejándolo extrañado.
Mira a los lados no creyéndoselo. Sé que algunos compañeros de nuestra clase ya estarán enterados de lo ocurrido y sinceramente, no me importa.
Mira el yogur y después me mira a mí sin decir una sola palabra, perplejo.
—La bebida estaba agotada, solamente pude asimilar la causa, igualmente si no lo quieres, espero que aprecies mi intención—le explico gentil.
Sigue sin reaccionar, con una cara seria y al entender, decido llevarme el yogur y retirarme con pesadez.
—Nunca dije que no lo quería—interviene y regresa el yogur a su sitio. —Hablemos en otro lugar—suelta de última estancia.
Me detengo y siento mi corazón acelerarse de la impresión y la sensación al lograr un avance positivo en la situación.
Pienso en salir de la cafetería en este momento hasta que sigue su petición:
—Fuera del ámbito escolar.
Seguimos las clases con normalidad, sin mencionar el tema, solamente con una atmósfera particular. Al terminar las clases nos dirigimos al tejado, enseñándole el lugar especial que la escuela guarda. También dándonos la debida privacidad.
Nuestro acuerdo fue mutuo, al decirle que conocía un lugar, simplemente me dijo: "Te sigo". Y aquí estamos, subiendo al tejado, al "Rincón feliz" con un sol impresionantemente resplandeciente.
Al quedarnos uno frente al otro sin romper el hielo, decido preguntarle:
—¿Tienes algún problema con permanecer en la escuela? Podríamos ir a otro lugar si así lo deseas—le propongo con timidez.
Se baja la mascarilla y responde con una sonrisa burlona.
—Ya estamos aquí.
Asiento y sonrío levemente.
Miro al lado esperando que siga, pero los segundos pasan y no me dice nada. Se mueve y camina alrededor, apreciando el lugar y observando las plantas.
—Es lindo, ¿no? —me acerco.
—Sí—responde viéndome y camina, recorriendo.
Dejándolo contemplar el lugar simplemente lo sigo y le explico algunos detalles del jardín, su propósito ecológico y el beneficio interactivo de esta medida de recreación alternativa como un huerto escolar, su colorida decoración y que solamente ciertas personas tienen acceso.
—Su nombre es: "Rincón feliz"—me acerco al cartel un poco torcido con las letras que eran coloridas en su momento para mostrárselo, aunque ahora están un poco opacas.
—¿Rincón feliz? —repite.
Asiento alegre.
—Cuando no te sientas bien anímicamente, este lugar es el indicado para ti. Puedes apreciar la vista, cuidar y hablarles a las plantas. Sin mencionar, que estarás momentáneamente ausente del mundo en este lugar. Un pequeño rincón donde la felicidad es tu opción.
Toca el cartel, notando ciertamente suciedad.
—No sé si esa propaganda funcione conmigo—se limpia en su uniforme.
—¡Espera al final! —lo agarro del brazo y lo dirijo al pequeño lugar que está situado para los aperitivos. Una pequeña mesa con cojines a los lados. —Al menos puede tener un poco de tranquilidad mental.
Sonrío.
—No quiero sentarme en el suelo—responde amargamente.
Mi expresión cambia y al soltarlo, mi mano toca la suya y al notarlo, al instante la muevo abruptamente hacia otro lado, como un robot. Se da cuenta de mi acción y solamente me mira elevando una ceja.
Me siento con rudeza, por impulso y me acomodo sin mirarlo.
Le digo con señas que se siente lo cual ignora y lo miro seria.
Suspiro.
—¿Qué es lo que querías decirme? —le digo sin rodeos, queriendo apresurar la situación.
Permanece en silencio, miro hacia abajo al cansarme de elevar la mirada hasta que escucho el cierre de su mochila. Nuevamente lo miro y me extiende un empaque colorido de accesorios para el cabello.
—¿Cuál es la razón? —le digo sorprendida.
Suspira.
—El broche que solías utilizar se dañó debido a mi culpa... Lo siento, por todo. Espero que aceptes mis disculpas, Jiyu Shin.
Miro el regalo y después a él dudosa. Lo acepto tímida, expresando una ligera sonrisa, asintiendo.
—Eso es verdad, pero es demasiado. Te lo agradezco—le sonrío.
Mira al lado y se pasa la mano por el cabello, pareciendo nervioso.
—Era tu broche favorito, es lo mínimo que podía hacer—responde y me sorprendo con la característica que notó o que tal vez alguien se lo comentó.
Admiro los pequeños broches en forma de moño de colores, son variados y un total de siete pares. Dejo el empaque en la mesita y recuerdo el yogur que le di.
—Me siento en deuda, yo no te di demasiado a cambio. ¿Debería...?
—Usa los broches regularmente y será suficiente—me interrumpe.
Lo miro tratando de comprender su cambio de actitud y su sonrisa en este instante.
Le devuelvo la sonrisa y alegre le contesto:
—¡Los usaré diariamente!
Nuestro intercambio de sonrisas dura un instante antes de darnos cuenta de que comienza a caer una ligera lluvia. Alarmada guardo el regalo, cubriéndolo. Me caen unas cuantas gotas, un sonido me hace voltear y cuando logro mirarlo nuevamente, estoy siendo cubierta por el paraguas de Dahaek-Ho.
Me quedo quieta, mirándolo mientras él está mojándose en la lluvia. Me levanto y me apresuro para ir a su lado, intento agarrar el paraguas para cubrirlo, pero lo único que logro es sentir su cálida mano mientras ambos sostenemos el paraguas. Pareciera que el tiempo pasa lento y estuviéramos congelados, hechizados.
—Quédate a mi lado—estira su brazo, esperando que le dé mi mano.
—¿Qué? —respondo al instante, confundida.
—Te estás mojando—ríe.
Reacciono y me suelto.
—Ah, sí—sonrío incómoda. Me acerco y agarro su mano con timidez. Me dirige a su lado y nos acomodamos en el paraguas donde nuestra cercanía está siendo obligada por el pequeño espacio.
Comenzamos a caminar lentamente y nos acercamos al barandal, apreciando la vista y también viendo a las personas caminando apresuradas. La luz del día sigue y la lluvia aumenta su ritmo. Recordándome la posibilidad de poder ver un arcoíris.
—Sería lindo si pudiéramos apreciar el arcoíris, sin embargo, la lluvia comienza a tornarse densa. Deberíamos irnos—le digo y lo miro con una ligera sonrisa.
—Si quieres el arcoíris, necesitas lidiar con la lluvia—menciona.
Lo miro extrañada analizando a qué exactamente se refiere.
—¿Hablas de la tradición? —le pregunto.
Me mira dudoso.
Creo que no lo sabe, entonces debo enseñarle.
Agarro su mano y entrelazo su meñique con el mío. Abre los ojos y solamente se queda observándome.
Le explico la tradición, se mantiene en silencio, mirando nuestra unión hasta sentir que le molesta.
—Lo siento, lo hice de imprevisto—deshago la acción y miro al lado. Avanzamos hasta que él se detiene.
Eleva su meñique.
—¿Significa una promesa? —cuestiona repentinamente.
Lo miro y me quedo pensativa.
—La tradición es subjetiva. Aunque podría definirse como una promesa, igualmente podría darse a entender como unión.
—¿Unión? —repite.
—Como tú y yo en este momento-vuelvo a entrelazar mi meñique con el suyo. —A esto me refiero—lo suelto y sonrío.
Seguimos caminando hasta llegar a bajar cuidadosamente la resbalosa escalera.
—Jiyu—me habla.
—¿Sí? —respondo.
—La unión de la que hablabas... ¿A qué exactamente te referías?
Bajo un escalón más para poder verlo de frente.
—Considero que es una unión especial, genuina. Cada uno tiene su propio significado, no lo tomes tan en serio, uno mismo debe encontrar su definición.
—¿Cómo lo definiste tú? —apunta.
—Bueno, en realidad fue un significado encontrado más que creado. Es el lema de Dongju y con el tiempo, fue el lema de ambos.
Se queda mirándome serio.
—¿Qué? —me burlo.
—Me percaté que tienen un lazo especial.
—Él es tu novio, ¿cierto?
Hago un sonido de asombro y después me echo a reír.
—¡¿Estás loco?!—muevo las manos de forma exagerada. —Eso es porque somos mejores amigos desde que tengo memoria, ¿entendido? —finalizo y me doy la vuelta.
—Entiendo.
—No quiero ser una molestia, por favor déjame en la primera tienda de conveniencia que encontremos. Compraré un paraguas—cambio el tema para evitar más preguntas extrañas.
—No es una molestia, vayamos juntos a la estación de tren—propone.
Al mismo tiempo decimos el tren y ruta que tomaremos, siendo idénticos, nos quedamos serios y los segundos después añadimos una leve sonrisa divertida.
—Vayamos juntos—repite.
Asiento.
Creo que nos toparemos con más frecuencia de lo que creí.
—Podríamos vernos para llegar a la escuela juntos, si eso te parece bien. Mis amigos y yo solemos recorrer juntos el camino, hablando de eso, ¿Por cuál camino te diriges a la estación? —comienzo a hablar proponiéndole nuestra compañía.
—Por el parque—responde. —¿No me odiarán tus amigos por tirarle un balde de agua fría y apestosa a su querida Jiyu? —bromea.
Río tontamente.
—Dongju inevitablemente te querrá patear el trasero, pero puedo domarlo—recuerdo los últimos acontecimientos y bajo el tono de voz. —No sé exactamente qué situación o acuerdo enfrentaron, pero él realmente es un chico comprensivo y noble. Lamento si dijo o hizo algo más fuera de quicio, es un poco impulsivo. Sin embargo, todo lo que hace no lo hace sin razón, lo hace de corazón.
—Estamos hablando nuevamente de él—reclama con cierta ironía.
Me tapo la boca.
Trago saliva y me regaño mentalmente al no ponerme un cierre por parlanchina.
—A la próxima cargaré debidamente con mi paraguas para no tener que pasar por la misma circunstancia—distraigo el tema, cuando las gotas impactan en mi rostro, dándome cuenta de que se quedó quieto, miro nuevamente hacia atrás.
—Contéstame algo—me dice.
—¿El qué? —lo miro.
—¿Te gusta Dongju? —suelta de repente.
Me muevo por reflejo hacia atrás y siento mi tobillo doblarse bruscamente, provocándome dolor y una caída directamente al final de la escalera.
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