Christopher

Habían pasado varios días del último suceso. Hoy justamente era Navidad, una fecha célebre dónde se supone que la familia festeje el nacimiento de una nueva era y la proximidad de un nuevo año, pero todo era sumamente diferente.

Mi madre estaba visitando el psicólogo con frecuencia. Luego de atrapar a Patrick le hizo una pequeña visita que no acabó muy bien y eso la hizo caer en una gran depresión. Erick y yo la apoyábamos todo el tiempo pero ella insistía en querer salir del pozo del que había caído, sola. Por alguna razón sentía que todo era su culpa y vincularnos solo le haría cargar con más culpa.

Erick, motivado por ella misma, decidió tomar unas vacaciones y visitar la familia de Alice, en Londres. No sabía si volverían para fin de año, pero sin duda nada sería igual a partir de ahora. Muchas cosas cambiarían y tomaría tiempo adaptarse, sin embargo, no me consideraba por ser un cobarde, por lo que hacía unos días había decidido terminar lo que ya empecé una vez y con la cabeza sensata y toda la madurez que tengo a mi edad, tomar las riendas de mi vida.

Por eso me encontraba frente a la mansión Rumsfeld, aparqueando el coche y dejándole las llaves al hombre trajeado cuando la puerta se me fue abierta. Había pasado días insistiendo en verla pero según Dereck no quería ver a nadie y lo entendí, sin embargo, en un día como hoy tuvo que aceptar mi visita quisiera o no. Hemos estado hablando por chat, con sus respuestas secas que me satisface contestar y saber que se esmera en seguir adelante luego de.. del aborto.

Aún me adapto a la idea de que hacía unos días fue padre, sin embargo saberlo fue tan doloroso al saber que ese pequeño feto aún formándose había sido expulsado luego de un accidente proporcionado por mi propia sangre.

-Oh, Chris. -Olimpia bajaba las escaleras con una sonrisa sincera. Me abrió los brazos cuando la estreché, notando a Dereck seguirla unos cuantos pases detrás.

-Les dije que vendría.

-Como siempre, un hombre de palabra. -me halaga Dereck, estrechándome la mano y palmeándome la espalda.

-Está en el jardín. -y con eso y una caricia leve en el brazo, se marcha del brazo de su esposo, dándome la información que necesitaba sin siquiera abrir la boca.

Los veo caminar por un pasillo largo y desaparecer ante mis ojos y esa es mi señal para buscarla. La ama de llaves me intercepta pidiéndome el saco del traje y con una sonrisa se lo doy.

El jardín de lo Rumsfeld se encuentra en la parte trasera de la casa, atravesando una puerta de cristal. Enseguida veo su espalda cubierta de la cabellera castaña, un poco más corta. Rodea su cuerpo, sentándome en silencio a su lado y notando que lleva unos jeans largos.

-Viniste.

-Te dije que lo haría. -suelta una risa hermosa que me deja atontado. Hacia mucho no la veía sonreír, menos tan genuinamente. No lleva maquillaje, ni una sola gota y su aspecto es demasiado diferente a la Anastasia que entraba impecable a la oficina con porte serio y tacones altos.

Quedamos en silencio un rato dónde apreciamos la luz de la luna alumbrar a penas los floreados árboles que nos rodean. Las manos me sudan de los nervios, parezco un adolescente cerca de la chica que le gusta y no sabe cómo mirarla, que decirle, que hacer.

-Ana..

-¿Si?.

Me mira y la siento tan frágil a través de sus pestañas espesas. Ya no está tan llena de inseguridades ni barreras, solo es ella. Una mujer sensible y hermosa que ha sufrido demasiado y yo fui tan orgulloso que no me di cuenta antes. Siempre fue la víctima, incluso años después de que sus verdaderos padres murieran, su asesino le siguió haciendo daño indirectamente y tuve que verla destrozada al perder a nuestro bebé para darme cuenta de ello.

-En dos días tengo una presentación en el hotel The Plaza, aceptaron que tocara el piano para sus clientes.

-Estoy muy feliz por ti. -su sonrisa se agrando