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Christopher


Desde que Anastasia Rumsfeld llegó a la empresa, mi vida y capacidad laboral estaban patas arriba. Tan solo habían pasado dos días desde que la conocí y no había pasado un solo momento dónde no pensara en cómo se vería sin esa capa de superioridad e indiferencia que me aplicaba.

Todos en WCC parecían absortos con su presencia, menos Ivana que de vez en cuando hacía sus caprichitos cuando no le ponía atención. Suset también se mantenía sería todo el rato, seguro le extrañaba que no solicitara sus servicios placenteros en mi oficina pero a la mierda lo que necesiten los demás de mi.

-Es aquí. -abrí la puerta dejándola pasar primero como el caballero que soy.

¡Ja!. Otro chiste por favor.

Ella miraba atentamente. A pasos lentos se fue acercando al elegante escritorio de abedul blanco en forma de L y deslizó la yema de sus dedos por el mismo tocando la fina madera. Observó detalladamente cada rincón del lugar; la computadora de mesa moderna gris que se encontraba encima del sofá-cama beige con la pequeña mesa de cristal delante que se encontraba a solo unos metros, el estante color mostaza que estaba al costado, el pantalla plana que sobresalía en la pared y los ventanales de cristal que daban una vista increíble de la ciudad.

Mientras tanto yo disfrutaba la vista que me permitía al estar de espaldas a mi. Su vestido color rojo vino se adhería a cada curva dejándome embobado. Era un pecado que semejante mujer vistiese ese tipo de ropa. No podía negar que se veía estupenda, pero era como un imán, me atraía de una forma inexplicable pero tentadora a la vez.

-La vista es hermosa desde aquí. -dijo mirando desde las ventanas la ciudad.

-No lo discuto. -seguía mirando su redondo trasero.

Enseguida se dió la vuelta, como si notara las segundas intenciones con que formulé aquella respuesta. Rápidamente cambie la vista aunque supe que ya era demasiado tarde, pues me había quedado hipnotizado viendo su cuerpo.

¡Qué más da!.

Carraspeé-¿Le gustó la decoración?. -aligeré el ambiente cambiando de tema.

-Es... -hizo una pausa- perfecta.

-Me satisface saberlo, yo mismo me encargué de todo.

Sonrió de oreja a oreja.

-Tiene muy buenos gustos, señor Williams.

Y otra vez con eso.. ¿sabrá ella lo que causa en mi con esas simples dos palabras?.

-Oh eso no lo dude. -sonreí de lado.

La tensión se sentía a kilómetros mientras nos mirábamos. Dicen que una mirada vale más que mil palabras, y a pesar de que no lo pareciese a primera vista, pude notar algo diferente en sus ojos. ¿Deseo tal vez?. La tormenta de sus ojos grises me encerró en una burbuja donde no existía nada ni nadie más, justo en ese momento sólo quería besarla; morder sus carnosos labios que me provocaban un sinfín de pensamientos perversos con ese labial rojo que hacía juego con su vestido.

-¿Señor Williams?.

Salí de mi alucinación como si me hubieran tirado un balde de agua fría. Ya no se encontraba delante del ventanal, estaba a sólo un metro de mi, con una leve pizca de preocupación en sus ojos.

-¿Si?. -mi voz salió más ronca de lo normal.

-¿Le sucede algo?. Lo veo.. ido.

Más de lo que crees, hermosa.

-No pasa nada, solo pensaba en invitarla a cenar. Quisiera darle la bienvenida a formar parte de la empresa.

Oh si, una bienvenida donde terminaba extasiada después de habérmela follado en mi cama.

Y tal vez luego en mi ducha.

-Me gustaría..

Justo estaba imaginando como le bajaría ese vestido y..

»-..pero no puedo lamentablemente.

-¿Por qué?. -mi pregunta salió disparada justo en el momento en que dejó de hablar dejándola sorprendida de la rapidez con la que la dije, incluyéndome a mi-. Digo.. ¿está ocupada? -traté de sonar lo más tranquilo posible.

-Oh no, solo que ya tengo otros planes.

-Claro. -traté de no demostrar lo incómodo que estaba con que haya denegado mi oferta-. Tal vez. ¿mañana?

Rió, y juro que fue la risa más sensual que he visto en mi vida.

¿Risa sensual? ¿acaso te estás oyendo? ¿desde cuando una risa es "sensual"?

-Veo que no entiende..

Sonrió ladeando levemente su cabeza y se acercó hasta apropiarse de mi espacio personal.

»-Yo no mezclo trabajo con vida privada, creo que lo dejé bien claro el día de la junta cuando me preguntaron si Marco y yo teníamos algo..

-Solo será un cena..

-Bien sabe que no, a no ser que planee comer otra cosa que no sea necesariamente comida. -alzó una ceja y sonrió divertida.

¿Tan necesitado me veo?

Si.

Iba a hablar pero me interrumpió enseguida-»Se la mala fama que tiene, y créame cuando le digo. -se acercó un poco más a mi dejando solo centímetros de distancia-. Que no soy una de las mujeres con las que suele acostarse. -susurró en mi boca.

No tenía palabras. No sabía si era por el hecho de que su aliento mentolado me había erizado la piel o que debí haber escuchado a mi amigo cuando me dijo que era una mujer difícil.

Pero aún así.. todas caen. Solo debe estarse haciendo la de rogar.

-No se lo negaré. -la tomé por la cintura dejando que nuestros cuerpos se pegaran en el acto, nuestras respiraciones se mezclaban, con un leve movimiento de mi cabeza hacia delante, mi boca rozaba la suya-. Desde el primer día que la vi no se me hizo insignificante el deseo que tenía.. corrijo, tengo, por abrirla de piernas en mi escritorio y follármela de mil maneras.

Sus pupilas se dilataron, y a pesar de su negativa a hacerla mía, se que está excitada, su respiración entrecortada me lo asegura.

-Veo que ya se le bajó la máscara. -alzó una ceja, sus ojos grises no se despegaban de los míos.

-Ya me haz descubierto. -la tuteé-. No creo que haga falta mostrar ser alguien que no soy.

-Debo decir que es muy bueno actuando, señor Williams. -sonrió cuando me mandíbula se endureció.

Oh no.

-Joder, deja de llamarme así. -su sonrisa no abandonó su boca en ningún momento.

-¿Le molesta que lo llame así?. -preguntó con un fingido tono de inocencia.

¡Qué me excita! ¿¡Por qué no acaba de entenderlo!?

»-¿Prefiere que lo llame.. Christopher?. -el susurro de mi nombre en sus labios hizo que se erizara mi vello corporal. Me cabreaba que jugara así, sé perfectamente que lo hace para provocarme y cometer una locura.

Locura que estaría muy dispuesto a cometer, de hecho.

Me gusta que me rete. Toda mi vida he tenido cuanta mujer he querido y se que ella no será la excepción, aunque debo admitir que a todas con una simple sonrisa se arrodillaban ante mi, pero Anastasia era.. diferente. En el momento en que la haga mía haré que ruegue por más, por que la folle tan fuerte que derrumbe la cama y su garganta se distorsione de haber gritado mi nombre tan fuerte. Sonreí ante esa idea..

-Me gusta que te hagas la difícil. -me dirigí a su oreja, si ella podía jugar a este juego, yo no me quedaría atrás-. Pero ten por seguro que rogarás, rogarás por que te haga mía, por que seamos uno solo y te penetre tan fuerte que te olvides de tu propio nombre. -mordí el lóbulo de su oreja, notando como se tensaba ante mi acción-. Créeme cuando te digo que mientras más tardes que eso ocurra, y más ganas por ti acumules en mi, más duro te daré. No pararé hasta saciarme.

Y no mentía. Juro que nunca había deseado tanto algo como el simple hecho de tenerla entre mis piernas, lista para mi. No era sólo su belleza lo que me cegaba, sino también la forma seductora en que hablaba, caminaba o incluso reía. ¡Hasta su risa joder!.

-Firmarás tu propia sentencia de muerte, guapo. No sabes lo difícil que puedo llegar a ser. -susurró en mi oído mandando un escalofrío que inundó mi cuerpo y provocó una erección.

De repente se separó, dejándome aturdido ante la rapidez que empleó. Como si nada hubiera pasado, caminó hasta la silla de su escritorio y se sentó en ella y echó su cabello hacia atrás.

»-Necesito estar sola, tengo que ocuparme de la planificación del nuevo centro comercial -me miró luego de ordenar algunos papeles mientras hablaba-. Puedes retirarte.

No.lo.puedo.creer.

¿Me acaba de calentar y ahora me echa?

-Con respecto a lo de la cena.. -me interrumpió.

-Le dije que no iré, estaré ocupada.

Procedí a salir de la oficina. Estaba frustrado, molesto y por último pero no menos importante, duro como un tren. Toqué el pomo de la puerta decidido a abrirla y largarme pero..

»-Puedes decirle a tu secretaria que te acompañe a cenar, después de todo oí que se llevan muy bien -maldecí en voz baja, ¡malditos rumores!-, y de paso te ayude con el problema que tienes en los pantalones.

Esa fue la gota que derramó el vaso. ¡Pensé que no lo había notado!.

Mientras que yo me encontraba como si acabase de correr un maratón, ella sólo tenía la respiración un poco acelerada. ¿¡Cómo podía!?. Podía jurar que sintió la misma necesidad que yo.

Mierda.

La mujer si es hueso duro de roer. Esto será más difícil de lo que pensé.

~°~

Después de haberme largado de su oficina con los oídos que soltaban humo, me encerré en mi despacho y llamé a Suset. Ella era la única que podía quitarme a la morena de ojos grises de la cabeza y hacerme tener un buen orgasmo que me hiciera olvidar que la tuve a un centímetro de besarla y empotrarla contra el ventanal de cristal pero sin embargo, no lo hice. Me follé a mi secretaria sin contemplaciones en el mismo instante en el que había abierto la puerta, tratando de saciar las ganas que me cargaba pero la sorpresa fue inmensa cuando me di cuenta de que no me proporcionaba ningún placer. Resumiendo, tuve un fabuloso orgasmo pensando que me cogía a mi querida socia, gritando por más como leona en celo.

Me tiré exageradamente en la cama luego de haberme dado una relajante ducha. Seguía con la toalla enroscada en mi cintura. Cerré los ojos y suspiré audiblemente, me conozco perfectamente y se que los siguientes días se volverán un infierno teniendo a esa diosa del Olimpo a sólo cinco pasos de mi oficina.

Abrí mi laptop que se encontraba en mi mesita de noche.

Anastasia Rumsfeld. Di clip en la tecla de buscar..

Docenas de imágenes de ella llenaron mi computadora. En todas salía jodidamente sexy ya fuese con trajes, vestidos o en ropa deportiva. Una foto en especial llamó mi atención, olvidando a las otras que habían en aquella página web.

"La famosa empresaria de veintitrés años se ha vuelto toda una celebridad en las redes sociales publicando fotos en traje de baño."

Y justo abajo las dichosas fotos. En todas se las tomaba alguien más, pero no pasaba desapercibido lo bien que le quedaba el bikini negro ajustado que llevaba. Mordí mi labio imaginando como se vería sin toda esa ropa, no había que ser un genio para adivinar qué su cuerpo al desnudo era una obra más del mismísimo Miguel Ángel.

Rocé con mis dedos mi miembro por encima de la toalla imaginando cuanto disfrutaré morder sus pechos y venirme dentro de su intimidad, pero a pesar de la notoria pretuberancia sobresaliendo entre la tela, no me toqué. Debería vivir con este pesar hasta que pueda llevarla a mi cama, nunca me había tocado pensando en una mujer y ahora no sería la primera vez.

No lo negaría, me divertía este jueguito de tira y afloja, toda mi vida había tenido con solo un chasquido a cuánta mujer se me parase enfrente, pero Anastasia Rumsfeld era un puzzle de cien fichas que no se dejaba ver ni descubrir. Me atraía tanto como me fastidiaba, pero no dejaría la oportunidad de divertirme un poco.

Así que quedándome desnudo de nuevo, volví al baño donde me aseguré de bajar con agua fría la montaña de emociones y pensamientos que sobresalían de mi cuerpo, y hablando en doble sentido, también de la tortuosa erección que molestaba entre mis piernas.

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