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Anastasia
Habían pasado dos días desde la última salida al misterioso bar subterráneo. Aún desconocía el nombre del mismo, por alguna extraña razón no había ni un solo cartel que lo dijera, los trabajadores del lugar tampoco parecían saberlo y eso me hacía plantearme el por qué de tanto misterio. Tal vez algunos de sus lujuriosos clientes podría saberlo, pero ir de uno en uno preguntándolo podía ser sospechoso, ya dejaría esa carta para ser descubierta más adelante.
Ese día por la mañana había completado la primera parte del trato. La seguridad en casa de Paul había sido colocada, solo dos hombres que se hicieron pasar uno por familiar del joven y el otro por la pareja de la hermana del chico. Estaban instruídos para la labor que debían orientar y a pesar de la preocupación de la familia de que el chico anduviera en malos pasos, aceptaron la ayuda del exterior. Paul no les comentó mucho, solo lo necesario.
Había quedado con Paul a las nueve y treinta de la mañana en el Mcdonald's más cercano a la casa. Posteriormente, el chico debía llegar unos minutos más tardes para no levantar sospechas, si bien el negocio era más grande de lo que pensaba, sabía que tenían a cada uno de sus trabajadores vigilados 24/7 en alerta para que no escapen del riguroso contrato que habían firmado con el dueño del club. No había forma de que escaparan de él.
Pedí una pequeña orden que fui devorando poco a poco mientras revisaba mi celular, haciendo tiempo en lo que el chico llegara y lo ví aún cuando no había entrado, por los cristales. Se detuvo unas cuatro mesas más allá, hablando con una trabajadora del lugar, mientras yo dejaba el sobre con dinero y la pequeña carta con las instrucciones en la mesa. Paul notó la acción y dejando a la camarera, poniéndole fin a la conversación, se sentó en el mismo lugar donde antes estaba. Tragó saliva un poco temeroso, pero lo abrió, encontrándose con unos billetes y un papel escrito que le decía ciertas coordenadas.
Y Paul lo comprendió.
Hoy no veríamos de nuevo en el club.
Esta vez, iba más preparada, con una peluca diferente en la cima de la cabeza y una vestimenta más recatada. Por los guardias de seguridad no me preocupaba, sé que cada uno tenía dos turnos en la semana y sabía que no me encontraría otra vez con el moreno corpulento y el rubio desagradable. Paul me había dado esa misma noche una tarjeta VIP que me permitía la entrada al bar todas las veces que quisiera y la usaría en mi beneficio todo el tiempo que estuviera yendo al lugar.
Ya sabiendo el camino que debía tomar, aparqué mi auto justo en frente del club. Unos fortachones con apariencia ruda estaban custodiando la puerta, enseñé mi pase VIP y enseguida me dejaron pasar. Lo que más agradecía es que no se esforzaban en conocer la identidad de cada uno de los que visitaba el bar. Las ilegalidades se veían por doquier, viejos babosos con trajes tenían a chicas muy jóvenes sentadas sobre sus muslos, otros.. a dos de ellas haciéndoles un baile en el tubo. Conocí a varios de ellos, el diputado Jame Ashton, el ministro Marco Cadillac y su hermano mayor, nada más y nada menos que Daniel Cadillac, uno de los políticos más corruptos de todo New York, todos sabíamos que su vida era tal como lo dictaban en las noticias, pero la falta de pruebas sólidas le hacían a algunos tener la vista gorda.
Sabía que Paul empezaba su trabajo después de las ocho y media así que los pocos minutos que me quedaban los aprovecharía para observar más y quién sabe.. sacar alguna información. Me senté en uno de los palcos más neutros, pidiendo una bebida fuerte luego de saber a ciencia cierta que no colocaban ningún tipo de droga, después de todo, si este lugar era al cuna de los famosos con más fantasías perversas y vidas secretas, drogarlos no podía estar en su lista. Al ser descubiertos, se joderia tanto el dueño de este horrible lugar, fuera quien fuese, y la vida de cada político, cantante, empresario/a qué lo visitara se vería expuesta.
Un poco a lo lejos noté al ruso que trabajaba para Patrick, junto a Cadillac. Las chicas a sus alrededores habían aumentado y eso solo significaba que venían a este lugar más que a tomar, a disfrutar de la compañía. Noté como una de ellas se levantaba del regazo del ruso, la ví caminar hacia el baño y no lo pensé dos veces antes de seguirla.
La ví entrar a uno de los cubículos, mientras la esperaba retocándome el labial frente al espejo.
—Seré directa. —hablé cuando se paró al lado mío, lavándose las manos y retocándose la aparente peluca—. Te daré quinientos dólares, solo si me prestas tu imagen.
—¿Quién eres?.
—¿Eso importa?. —alcé una ceja y saqué mi cartera, sacando esta vez mil dólares que deposité en su mano. Ví como abrió los ojos contando el dinero—. ¿Tenemos un trato entonces?. —asintió frenética, quitándose la mata de cabello negro que le caía a la cintura.
Y ahí empezó el show.
Lila, la amable chica, sería recompensada con mil dólares más que le daría luego de terminar con el espectáculo. Volveríamos al baño dentro de una hora, no más ni menos, y cambiaríamos de atuendo. La chica al ver tanto dinero en juego solo por prestar su ropa no pudo evitar sonreír alegre. Me preguntaba qué tanto soportaba cuando ví un leve chupetón en una esquina de su cuello al quitarse el peluquín. Se sentaría en el palco dónde antes yo estaba y se haría pasar por mi por un tiempo, agradecía que tuviera el cabello castaño tal como yo.
Salí del baño tomando un nuevo rumbo como objetivo, dejando en mi oreja el pequeño micrófono que Tomás me había obsequiado. Se había negado a no ayudarme un poco sabiendo dónde me estaba metiendo, y ya que no quería merterlo más en todo este embrollo, lo acepté. Sabía que me sería muy útil. Caminé hacia la esquina privada del político corrupto quien todavía estaba acompañado por Vólkov y sentí la presión bajarme. Esperaba que la rubia que tuviera en sus piernas lo entretuviera el tiempo necesario para no notarme. Quité a la pelirroja que estaba en los muslos de Cadillac y me senté yo, ganando una mirada furiosa de la chica pero una sonriente del borracho anciano que determinaba mis pechos apretados en el vestido que apenas me quedaba.
Aguanté la arcada cuando saboreó mi cuello, acariciando el cabello canoso y recordando por qué hacía esto. La pelirroja me ignoró, subiéndosele encima a otro hombre más joven que la recibió encantado.
—Wow.. que hermosa eres. —me dijo el vejete mientras observaba mi rostro. Me preocupé de que pudiera notar que no era yo quien había estado en su regazo hace un momento, pero al ver los cientos de vasos de licor y botellas vacías en la mesa, supe que no debía de que preocuparme—. Este lugar es maravilloso.
—Te lo dije hermano, Las Catacumbas es el mejor club de todo New York. Sabía que no te arrepentirías. —sentí la voz rasposa del ruso hablándole al anciano y luego una cachetada en el trasero por su parte que le sacó algunas risas a los hombres al ver el brinco que di en mi lugar. Eso no me lo esperaba.
Reuní valor, estaba segura que descubriría muchas más cosas esta noche y el nombre del bar ya estaba en una de ellas. ¿“Las Catacumbas“, eh?.. ¡Ja!, típico. El lugar parecía una.
—Debi admitir que una ves más, Patrick no se equivocó. Nada más mira estas bellezas. —Vólkov rió y yo palidecí, dejando que el hombre debajo de mi cuerpo tocara mis muslos. Estaba empezando a asquearme pero me negaba a huir, no cuando el nombre de ese ser repugnante abandonó la boca de Cadillac.
—Hablando de él.. le gustaría saber cuánto más demorará en cerrar el trato. Sabe que justo ahora necesita su ayuda señor Cadillac, está metido en problemas con su familia por la noticia que fue despegada hace poco y por eso necesitamos a ese estorbo fuera de su camino.
—Oh, por Félix no te preocupes, mis hombres acabarán con el la próxima semana. Está resultando ser un gran dolor en los huevos. Oh sí.. —empecé a besar el cuello de Daniel cuando noté a Vólkov levantando la mirada. Por ninguna circunstancias debía verme, no sabía que tan sobrio o ebrio estaba y no había llegado hasta aquí para ser descubierta.
—Me alegra mucho saber eso, Cadillac. Sabes lo bien que paga mi jefe por los buenos servicios.
—Eso lo sé Nicholás. Lo sé muy bien. —se empezaron a reír como lunáticos por alguna información extra que estaban pasando por alto mientras yo intentaba atar los pocos cabos que estaba reuniendo.
Primero que nada, Vólkov había aceptado que Patrick estaba vinculado con las Catacumbas, muy vinculado, a mi parecer. Si seguía investigando y sacaba más pruebas lo tendría bien agarrado por los huevos y demostraría ante una corte todos los juegos sucios e ilegales que tenía, incluso con políticos como Daniel Cadillac, quedando el nombre de este bien embarrado de una vez.
Segundo, habían hablado de un tal Félix, será.. ¿Félix D'Alessio?, el famoso director de D'Art que lleva semanas desaparecido y el cual por alguna razón le cedió su empresa a Patrick. Oh dios.. ¿no será lo que estoy pensando o si?. Solo puedo imaginar cómo la historia se repite y una vez, un persona inocente paga por las ambiciones de un ser que solo sabe obtener sus riquezas robándoselos a los demás.
Y tercero pero no menos importante, ya sabía el nombre del ruso. Nicholas, Nicholás Vólkov, y ahí lo recuerdo, la transacción que había hecho Patrick desde la empresa, donándole diez mil dólares a un tal Nickolay Vólkov. No creo en las coincidencias, y la sonrisa que mi boca no puede ocultar, encantándole al anciano bajo mi cuerpo, me hace saber que estoy cerca de saber la verdad de todo esto y desenmascarar a más de uno.
—¿Por qué no vamos a un lugar más privado, dulcesito?. —me pregunta Cadillac mientras deja un beso húmedo en la cima de uno de mis pechos. Noto la asquerosa erección en sus pantalones y me trago la mueca, sacando una sonrisa que lo hace tomar la iniciativa y levantarse del sofá.
—Que disfrutes la noche, amigo. —oigo a la lejos al ruso, el hombre solo le responde dándome una segunda nalgada que me hace apretar los labios.
Sube hacia el palco dónde estuve hace dos días. Se dirige hacia las habitaciones, lo sé, y puedo ver no tan lejos a Paul haciéndole un baile a una señora un poco rellenita sentada en un silla. Mi mirada es suficiente para hacerle saber lo que debe hacer que enseguida cruce esa puerta.
Abre una de las habitaciones, haciéndome entrar mientras me toma de la cintura. Me siento en la cama quitándome los tacones regalandole una sonrisa mientras se quita el chaleco del traje relamiéndose los labios.
—Vuelvo en un instante, no te me desesperes, dulcesito. —le lanzo un beso que atrapa antes de irse al baño.
Viejo asqueroso, lo más seguro es que vaya a tomar cientos de pastillas para hacer de su noche memorable.
Tomo el chaleco que dejó en la mesita, revisando los bolsillos. Hallo la tarjeta VIP igual a la mía, la dejo donde estaba, siéndome inútil. Solo veo unos cuantos billetes y otras pastillas que prefiero dejar en su lugar.
Justo en ese momento entra Paul con una bandeja con dos copas y una botella. Claro, el plan era hacer al vejete hablar como diera lugar, pero si el mismo está más ocupado tratando de forzar a su miembro a poseer cuarenta años menos que ver qué le colocaré en la bebida, me será más fácil y rápido.
—Ten cuidado. —me dice Paul.
—No te preocupes, sé lo que hago. —asiente con preocupación, lo puedo ver en sus ojos, mientras deja la bandeja en la mesa y se marcha.
Aprovecho el tiempo que se ha tardado Cadillac en el baño y lleno ambas copas, tomo la pequeña cápsula roja que traía consigo y la abro, virtiendo todo el polvo blanquecino en la copa que le daré al anciano. Justo en ese momento sale del baño, sin camisa y solo en bóxers, debo aguantarme la risa al ver su ridícula forma de parecer sexy ante mi.
—Ya estoy listo, dulcesito.
—Eso puedo ver, amor, ¿pero que tal si celebramos antes de pasar a la acción?. Solo una copa. —-hago un puchero, ofreciéndole la bebida que toma de un solo trago, mientras le doy un sorbo al mío.
Se sienta en la cama con prisa y me llama con las manos, desesperado. Me quito el vestido por el cierre trasero, dejándolo caer a mía pies con una lentitud que lo vuelve loco. Eso.. mientras más me demore menos tardarás en quedarte dormido, viejo verde.
Se lame los labios al ver el conjunto de lencería negro que ya traía debajo de toda mi ropa, me inclino dejándole un pequeño beso en los labios y observo como empieza a hacer esfuerzos sobrehumanos por no dormirse. Debo admitir que el hecho de que se lo tomara tan rápido y de un solo trago ayudó bastante. Me siento en su regazo, tumbándolo a la cama y dejando besos en su pecho afeitado. Gracias a Dios, ahora solo debo esperar que se duerma.
No pasó mucho tiempo cuando sentí los leves ronquidos y la manos que sostenía mi muslo, caer a la cama. Oh no no, no puede dormirse del todo.
—Hey, amorcito, no te duermas. —doy leves palmadas a su rostro, haciendo que despierte un poco—. No cuando el show apenas comienza.
—Eres.. eres.. tan hermosa.. —la voz pastosa me produce asco pero aún así le beso los labios una vez más.
—¿Me dejarás con las ganas?. ¿Por qué no hablamos un rato?.
—Dime lo que quieras, preciosa. —cierra los ojos otra vez pero los abre de sobremanera cuando hago presión en su erección.
—¿Qué sabes sobre Patrick Williams?. —traga saliva con el sudor recorriéndole la frente.
—¿Patrick?.
—Si, Patrick. ¿No lo recuerdas?. Son socios.
—Oh, Patrick. —empiezo a perder la paciencia cuando lo veo quedarse dormido una vez más.
—Si mi amor, Patrick Williams. ¿Qué sabes sobre él?. —hago fricción sobre su intimidad, despertándolo cuando gime y se remueve.
—Patrick es.. un buen amigo.
—¿Qué más?. ¿Hace cuánto se conocen?.
—Muchos años. Hemos.. hemos trabajado juntos desde hace años cuando nos deshicimos de.. no recuerdo su nombre pero.. él tenía celos de ese sujeto.
—¿Cómo era ese sujeto?. —sigo moviéndome sobre él, el asco que me produce el acto es exhorbitante pero no puedo parar ahora cuando estoy a punto de saber más sobre el mayor de los Williams.
—Hmm.. moreno, alto.. no se muy bien, eso fue hace más de veinte años.
Veinte años.. ¿no estará hablando de.. ?.
—Acaso ese sujeto.. ¿se llamaba Damián Campbell?. —me arriesgo, jugando la carta que me hará incriminat a Patrick si es verdad que tuvo que ver con el asesinato de mis padres.
Suelta una risa seca, abriendo los ojos y gimiendo otra vez.
—¿Cómo sabes eso, dulcesito?. ¿Acaso eres vidente?. —se echa a reír él sólo, mientras yo solo puedo parar mis movimientos.
Entonces es cierto.
Si fue él..
No puedo evitar derramar la lágrima que se ha escapado sin mi consentimiento mientras estoy sentada encima de un insconcientemente Cadillac que parece muy cercano a dormirse.
—Asi es amorcito, soy vidente, por eso sé que Patrick ha vuelto a hacerlo, ¿no es así?. —en realidad eso no lo sé con certeza, pero lo pruebo.
—¿Hacer qué, dulcesito?.
—Ya sabes.. mover sus cartas para deshacerse de alguien más.. no sé, tal vez.. ¿Félix D'Alessio?.
—¿Félix?. —pronuncia entrecerrado los ojos.
—Así es, Félix.
—Ese.. ese hijo de puta se lo merecía. No quiso ceder. —suelta un gran bostezo, acomodando la cabeza—. No quiso.. ceder.
—No no no.. ¿Cadillac?. —lo muevo un poco, tratando de despertarlo—. No puedes dormirte ahora, amorcito, aún tengo más preguntas. —todo el intento es en vano, lo descubro cuando el hombre suelta un ronquido profundo que hace levantar su abultada barriga.
Suelto un bufido, bajándome de su cuerpo. Veo la erección todavía entre sus piernas, con vida. No lo aguanto más y corro hacia el baño, abriendo el taper y soltando hasta los pocos tragos que tomé antes de cambiar de ropa con esa chica. Me limpio en el lavamanos, encontrando un frasco con pastillas azules que ya sé que son, pero no puedo evitar hace una mueca.
Cuando salgo, Daniel todavía está dormido en la cama, así que tratando de borrar cuál prueba de la escena, tomo la copa y la lavo, mojándola de sidra una vez más, esta vez, sin nada tóxico. Para los demás, el viejo se debe haber dormido por su poca condición física, nadie debe sospechar, por eso, salgo de la habitación recorriendo el mismo camino que caminé de la mano de Cadillac, veo con el rabillo del ojo a Paul haciéndole un baile muy íntimo a una mujer mucho mayor que la que estaba en sus piernas hace un rato, virtiendo un poco de bebida en sus muslos. Bajo las escaleras del palco, notando que Vólkov le come la boca a dos chicas a la vez en el mismo lugar donde se encontraba antes.
Lila se encuentra en la barra, gracias a dios no estaba más lejos, y con una seña que transmite lo enojada que estoy por no haber estado en el baño en el tiempo que le dije, sale corriendo y me sigue al baño a una distancia prudente. Dos chicas hablan animadamente cuando entramos y discimulo retocar mi peluca en lo que salen.
—Bien, aquí está tu paga. —saco los billetes de mi zona íntima, escondidos en mis bragas y se los tiendo. A lo mucha parece no importarle el lugar donde estaban cuando los cuenta con emoción—. Te daré quinientos más, pero debes subir al palco de la izquierda, seguir hacia la habitación número 7 y acostarte al lado de Daniel Cadillac. Recuerda estar desnuda o en ropa interior, como quieras. Que todos piensen que le hiciste pasar la mejor noche de su vida.
Asiente, entendiendo.
—Okey pero.. no entiendo. ¿Por qué hace todo esto?.
—Eso es algo que no debes saber por tu bien, pero si me haces caso, no será esta la única vez que ganes 2500 dólares en una noche, y sin hacer nada. ¿Entendido?.
—Por supuesto, solo dime qué tengo que hacer.
Sonreí, quitándome la peluca.
—Simple. Ayudarme.
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Bueno, debo admitir que me ha gustado escribir este capítulo. Cada vez iremos descubriendo cosas, espero que con las pocas revelaciones que he hecho por aquí, sepan algunas cosillas que al principio eran un misterio, si saben a lo que me refiero ;).
Trataré de subir el capitulo lo más pronto posible. No sé olviden de votar y comentar, eso me motiva mucho, mientras más atención hacia la historia vea, más rápido les traeré ese capítulo tan esperado. Debo decirles que todavía no estamos en la recta final, pero si muy cerca de ella, je!.
Lxs quiero, besos agridulces para todxs!. 🖤
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