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*Si wattpad te trajo aquí, quiero que sepas que hay un capítulo más antes.

Anastasia.

Me remuevo en la cama cuando siento el brazo apresar mi cuerpo. Christopher, reconocería ese perfume en cualquier lugar así hayan más de cien aromatizantes diferentes en el ambiente. Simplemente su calor corporal en mi espalda era tan maravilloso que podía ser incluso diferente al de cualquier hombre.

«No busques más excusas, acepta que este hombre te tiene loca»

Y no de muy mala manera, debo decir.

Cada vez le temía hasta donde estamos llegando, hemos sabido meternos en la cabeza del otro poco a poco a pesar de que empezamos siendo simples amantes que compartían la cama de vez en cuando. ¿Cómo he llegado a este momento?.

Ni yo misma lo sabía. Por alguna razón nos abrimos tanto el uno con el otro que ya era imposible separarnos por un día. Mi mayor miedo era no completar mi venganza si en algún momento debía hacerlo solo por él, después de todo, Patrick y él son familia, a pesar de que hace días no se hablen por la noticia que fue infiltrada por mi hacia algunos días.

Me levanté de la cama sin hacer el mínimo ruido y quitando su brazo de mi cintura desnuda. Coloqué mi almohada en mi lugar y él muy gustoso aceptó el contacto. No pude evitar reír ante la acción.

Sin la mínima ropa en mi cuerpo debido a todo lo que pasó la noche anterior, caminé hacia el baño. No perdí más tiempo y tomé una ducha rápida. Planeaba hacerlo todo lo más rápido posible, antes de que Chris despertara incluso.

Hoy era el día.

Luego de tantas pesadillas de por medio soñando con ella, había llegado el día y como cada año, iría una vez más a visitarla.

Se me afligió el corazón cuando la nostalgia llegó a mi. La extrañaba, puedo decir con certeza que jamás podría dejar de hacerlo. Los mimos en mi cabello, los cuentos de como conoció a su esposo y padre de su hija, los abrazos cargados de cariño, lo extrañaba todo.

Tenía veintitrés años y aún necesitaba el afecto de mis padres como cualquier otra persona. ¿Estaba eso mal?. Dejé de tenerlo cuando tenías menos de diez años, a pesar de que Dereck Y Olimpia sustituyeron ese amor por todos estos años, jamás sustituirían su lugar.

Ese sentimiento doloroso dentro de mi pecho fue el impulsor para secar las lágrimas que se habían mezclado con el agua de la ducha cayendo sobre mi rostro y salir del baño. Christopher aún dormía y me preguntaba si había sido muy intensa con el la noche anterior. Hacia mucho que no teníamos sexo, lo extrañaba y no hubo un segundo que no se lo demostrara saltando sobre su miembro.

Una sonrisa perversa sale a relucir en mis labios. Pobre, creo que sí lo agoté.

Coloco la ropa interior sencilla y un juego de blazer y pantalón de cuero blanco. Lo acompaño con una blusa de encaje del mismo color y me suelto el cabello húmedo, no tengo ganas de secarlo ni mucho menos de maquillarme.

No es el momento.

Solo me aplico labial y salgo tomando mi bolso y colocándome los tacones de tacón cuadrado. No quería correr el riesgo en el lugar al que voy.

Le dejé una nota al titán sobre la mesita de noche, esperando que la viera cuando despertara. No decía a qué lugar iría, pero si que no esperaba demorar.

Hice mi recorrido hacia el auto y me monté en él, colocando en el GPS la dirección de la florería que solía acudir cada año en estas fechas. Unos marpacificos blancos hermosos decoraban el ramo que pedí, no muy diferente al que solía pedirle a la tendera siempre un día como hoy, pero tampoco me motivaba mucho colocarle algún detalle.

Las puertas del cementerio se alzaron frente a mi y tomé dos suspiros largos antes de bajar del auto con el ramo en mis manos. El césped se levantaba del suelo, pero ya estaba tan acostumbrada que la altura de los tacones impidió que el rocío mojara mis pies.

Tragué saliva recorriendo el mismo camino hacia su tumba, viendo de reojo los mismos detalles en los que solía detenerme cada vez que venía. El panteón a la derecha con la estatua del ángel sin cabeza, una tumba muy vieja a la izquierda con una cruz casi caída debido a sabe Dios cuánto tiempo lleva esa alma en pena enterrada en el suelo y la pared de mármol que separaba los demás ataúdes del de mi familia.

La familia Campbell.

Allí estaba el de mis abuelos paternos, quienes murieron cinco y siete años después de la muerte de mis padres. Rocío y Connor Campbell, uno al lado del otro. No recuerdo mucho de ellos, pero llevaban muchos años de casados y su amor era tan sólido como el fino mármol del que estaba hecha su lápida. Y un poco más alejados, Déborah y Damián Campbell.

Mis padres.

Tomé dos de las rosas del ramo en mis manos y las dejé en la tumba de papá. Sonriendo cuando las lágrimas bajaron sin permiso por mis mejillas. Acaricié suavemente la lápida, de alguna manera eso me hacía estar un poco más cerca de sus cuerpos, era como una caricia a su mejilla. Es loco, lo sé, sin embargo, no había otra manera de estar más cerca de él. Observé su foto, era muy guapo, de seguro la envidia de la empresa, lástima que ese malnacido le quitó la vida y las esperanzas de tener una familia feliz.

Me acerqué a la tumba de ella, dónde dejé el ramo entero notando que por primera vez, ya habían unas flores en su lugar. Las toqué, sintiendo que estaban mojadas, parecían ser recientes.

¿Quién pudo haberlas dejado allí?.

Y ahí note otra cosa que no había visto hasta ese momento. Justo en el medio de los ataúdes de mis abuelos paternos, había una flor blanca caída. Una rosa, vieja, desgastada, incluso si el poco aire que había la tocaba podía desvanecerse en mis dedos sin dificultades. Y así unas cuantas más, regadas detrás de las tumbas y a su costado.

Esas no las había colocado yo.

¿Quién podría.. ?

—¿Hola?. ¿Quién eres?. —casi caí del susto cuando la voz femenina interrumpió. Tuve que girar para saciar mi curiosidad, pues me parecía raro que alguna persona que no será de la familia Campbell irrumpiera en el pequeño panteón familiar, pero..

La sorpresa que me llevé fue más grande, e incluso nunca lo pude imaginar.

Mis ojos se agrandaron tanto por la impresión que sentí el aire dar en ellos y aguarse al instante. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Era real?.

¿Cómo era posible?.

Miré una y otra vez a la mujer frente a mi y a la foto que hacía sobre el ataúd de mi madre verdadera. Eran idénticas.

¿Qué está sucediendo?.

—¿Anabelle?. —preguntó en un susurro que me confirmó todas mis teorías.

¿Era mi madre?. ¿Estaba viva?.

—Esto no puede ser, no es real, no es real.. ¡No te muevas!. —grité cuando la ví caminar hacia mi.

Abrí y cerré los ojos, pellizcándome, tratando de despertar de esa burbuja.

No sabía si era real lo que mis ojos estaban viendo y temía que el no desayunar estuviera haciendo estragos.

¡Por dios, eso era prácticamente imposible!.

—¡No no, no te asustes, por favor!. No soy Déborah. Soy su hermana, su hermana gemela.

—¿Qué?. ¿Qué diablos estás.. ?. ¡Mi madre era hija única!. —grité con cólera, dolor, cada vez me dolía más la cabeza y no entendí nada.

¿Quién era esta mujer?.

¿Hermana gemela?. ¿Mi madre tenía una hermana gemela?.

—No lo sabías. —vi como sus gestos decayeron, viéndose notablemente triste —. Era de esperarse. —caminó hacia el ataúd de su.. ¿hermana?, y recolocó las flores que estaban caídas.

¿Ella las había dejado?.

Mientras tanto, yo seguía en shock.

¿Cómo era posible?.

¿Por qué nunca supe que mi madre tenía una gemela?. ¿Por qué lo ocultó?.

—Te estás haciendo muchas preguntas, ¿no?. —se levantó, limpiándose las manos en la falda de su conjunto —. La verdad yo también, pensé que estabas muerta. ¿Eres Anabelle, no?.

—Anastasia. —le correjí, Anabelle estaba muerta y así debía seguí siendo —. Ese es mi nombre ahora.

Asintió con una mueca triste y me examinó de pies a cabeza. No perdí el tiempo e hice lo mismo. Estaba vestida sencilla, con la falda azul muy por debajo de las rodillas y una blusa blanca con mangas cortas de tul. Zapatos cerrados y el cabello brillante y encrespado, como mi madre. Tenían los mismos ojos marrones y grandes, los mismos labios abultados que recordaba que mi padre solía elogiar de mamá. Eran idénticas, a pesar de que los años le habían llegado de una manera cruel, seguía teniendo las mismas facciones que Déborah Campbell en la fotografía que reposaba sobre el ataúd.

—¿Cómo es que.. ?. Nunca lo supe..

—Nadie lo sabía. No les convenía. —apartó la mirada, cabizbaja. Se colocó un mechón de cabello muy inoportuno detrás de la oreja y ahí lo noté.

Un tatuaje, justo debajo de la oreja, pequeño pero perceptible.

El mismo tatuaje que recordaba que tenía mamá : Un símbolo de infinito en la muñeca.

Entonces.. si eran hermanas.

«Son idénticas físicamente, claro que lo son».

—¿Por qué nunca te conocí?. Esto.. es muy raro, no tiene sentido.

—¿Te parece si lo hablamos en otro lugar?. Este no es muy.. cómodo que digamos. Prometo contártelo todo.

Asentí no muy convencida, aún no acababa de procesarlo todo.

Caminamos hacia donde había dejado mi auto, no muy lejos estaba el de ella. Un poco gastado y con rallones en algún que otro lugar, y no pude evitar pregúntarme bajo que condiciones de vida vivía que no cuidaba tanto su imagen.

Arrancó el auto y la seguí en todo momento. Mi celular sonó más de una vez, Christopher me había mandado dos mensajes preguntándome dónde estaba y si tardaría más. Hubiera sonreído a la pantalla al ver el mensaje que claramente decía que me extrañaba, pero entre tanto alboroto, fue imposible concentrarme en algo que no fuera la mujer que se detuvo luego de unos minutos en una cafetería sencilla pero acogedora.

—Sigueme.

Saludó a los camareros con total confianza e incluso mantuvo una conversación con uno de ellos, al cual abrazó con ímpetu. Les di su espacio, aún cuando noté que el chico me miró por un tiempo, y asintió frenéticamente a algo que ella le dijo. Me indicó con la mano que la siguiera otra vez, y eso hice. Se sentó en una mesa al lado de la ventana más grande y con una sonrisa pequeña me invitó a sentarme.

Tronaba mis dedos con nerviosismo, esto no estaba en mis planes para el día de hoy. Solo pensaba dejar las flores en el ataúd de mamá, llorar a mares, extrañarla más que nunca y felicitarla por su cumpleaños a pesar de que estuviera muerta, para mí seguía viva. Viva en mi corazón, en mi mente, en mis sueños y pesadillas y al parecer, a mis ojos. La mujer frente a mi era tan parecida que por un segundo pensé que se podría tratar de ella.

Negué mentalmente, no podía ser.

—Me llamo Dafne White. Quería que lo supieras primero que todo, y.. este es mi hogar. Mis hijos y yo manejamos esta cafeteria.

La miré con detalle. Era bonita, y estaba llena de clientes que conversaban y comían felices y ajenos a todo, tenían buena clientela, eso era seguro.

—Es bonita. Te felicito, eres una mujer trabajadora.

—Gracias. —sonrió enternecida.

Se hizo un silencio incómodo enseguida. No sabía que decir, tenía tantas preguntas formándose en mi cabeza a toda velocidad que no sabía por cual empezar. Justo cuando pensaba decir lo primero que se me pasó por la cabeza, el mismo chico de antes llegó, dejó un platillo con galletas que se veían muy deliciosas y dos vasos. Atrás de él, una chica idéntica dejó una barra con jugo.

Dafne les sonrió con un cariño filial que me revolvió la cabeza. Tragué saliva mirando a los chicos, parecían de mi edad, ¿o un poco mayores, tal vez?.

—En el armario, en el primer cajón de la derecha, hay una caja, ¿podrían traérmela?.

—Claro, ma. —dijo la chica antes de lanzarme una última mirada que no supe descifrar, el chico suspiró y con un asentimiento le dijo a Dafne que volvería al trabajo.

Le dió un beso cariñoso en la frente a la mujer frente a mi y siguió con su trabajo, atendiendo a una pareja joven que acababa de entrar a la cafetería.

—Son mis hijos. —confesó, trayéndome de vuelta a la realidad—. Tus primos. —concluyó con una sonrisa triste que decayó al segundo.

—Siempre me quejaba de estar sola. Nunca pensé que..

—Lo sé. Para ellos deje de existir desde el día que les anuncié que estaba embarazada de un chico pobre y simple. Simplemente me echaron de la casa.

Tomé aire sintiendo mi pecho inflarse de la impresión. ¿Quién sería tan cruel de dejar a una mujer embarazada en la calle?.

—¿Mi madre.. tuvo algo que ver?.

Negó con la cabeza, suspirando.

Me masajeé la frente, aún frustrada. No entendía nada e intentaba formular la primera pregunta que por fin le diera un inicio a la cadena de ellas que soltaría pronto si no me tranquilizaba antes.

En ese instante, la chica de antes, su hija, llegó con la caja que su madre había insistido en buscar. Estaba llena de polvo y vieja, pero por todas las cosas que podrían encontrarse adentro, tal pareciera que estaba a punto de reventar.

—Gracias, cariño. —la chica le dió una sonrisa antes de volver a trabajar, con su hermano.

Vi a Dafne buscar dentro de la caja, sacaba fotos, papeles, documentos, hasta que su mirada se iluminó y me pasó la foto que había sacado, no sin antes tardar unos leves segundos contemplándola.

La limpié un poco antes de ojearla. Estaba vieja, rota por una esquina, pero se podía apreciar a simple vista las dos gemelas que sonreían a la cámara. Estaban sentadas en lo que parecía el patio de una inmensa casa, abrazándose. Una, con el cabello recogido en su cabeza y la otra con sus rizos largos ondeándose junto al aire.

En la esquina, se leían las iniciales : G. W.

—Gemelas White. Es lo que significa.
—aclaró, tronándose los dedos con nerviosismo—. Teníamos quince años cuando nos tomaron esa foto, nuestros padres lo hacían en cada cumpleaños, desde que cumplimos el primer año de vida hasta que.. hasta los diecisiete. Fue el último cumpleaños que pasé con ellos.

Le entregué la foto, aún asimilando poco a poco lo que sabía que oiría pronto.

»—Nos hicimos esté tatuaje ese día. —aparta su cabello, enseñando el ocho acostado que ya había visto—. Nadie lo sabía, solo nosotras. Fue un secreto, y nuestra unión. Éramos.. la fortaleza, la confidente de la otra.

—¿Por qué te echaron de casa?. ¿Quién lo hizo?.

—Yo.. me enamoré. —sonríe con añoranza, parece recordar el momento justo cuando empezó a sentir tal cambio dentro de su ser—. Era un chico pobre, muy diferente a lo que mis padres querían para mí. —soltó una risa amarga que terminó en un suspiro—. El jardinero, Jack. No pude evitarlo, solo.. sucedió. Y me embaracé, íbamos a tener al bebé, bueno.. a los bebés, —declara mirando a sus hijos reir mientras la chica empuja a su hermano, incitándolo a trabajar—, pero mis padres no lo aceptaron. Me echaron de la casa a lágrimas pero.. no podían aceptar el mal visto que les daría la sociedad teniendo una hija menor de edad, embarazada antes de un matrimonio y del jardinero de la casa.

Hizo una pausa, sirviéndose parte del jugo que yacía en la mesa. Me ofreció llenar mi vaso, y acepté.

»—Déborah no quería que me fuera pero.. así debía hacerse. Prohibieron nuestra comunicación por años, decían que era una mala influencia para su perfecta hija. Así que.. tres años después, se mudaron, cambiaron de celular, de vida, de ciudad. Todo para que no hiciera vínculos con mi hermana. Pero.. tuve a mis hijos, con Jack. Él.. murió hace dos años.

—Lo siento, no merecías nada de esto.

—Ya lo había superado, había sabido de la muerte de mis padres, de.. de mi hermana hace un tiempo. Me negaba a verlos, estaba asustada. Había salido de esa casa embarazada, habían pasado años en los que no los veía y.. lo volvería a hacer, pero con una lápida de mármol de por medio. No fue fácil. —se toma lo que queda del juego de un solo trago.

Sin preverlo, los nervios también se han apoderado de mi, por alguna razón. Oír su versión de la historia, ver la foto con mi madre.. ha revuelto tantas cosas dentro de mi.

»—Supe que se había casado por las noticias. Me alegré al saber que habían tenido una hija, Anabelle Campbell. —me sonrió materialmente—. Todos pensamos que había muerto en el accidente, la prensa, el mundo, yo, mis hijos. Le había hablado de ti, pensé que.. algún día podrías conocerlos.

Giro mi cabeza, ellos me miran pero al notar mi abrupta mirada siguen en sus cosas.

—¿Cómo es posible?. —hablé en un susurro—. Si nunca enterraron mi cuerpo.. ¿cómo.. ?. ¿Por qué me dieron por muerta?.

—No estoy al tanto, solo.. supe por las noticias en aquel entonces que la familia Campbell había muerto. No supe nada más, intenté ir a visitarlos, a reclamar sus cuerpos o lo que fuera pero no tenía el dinero para ello en ese momento. Lo siento.

—No lo sientas. No es tu culpa. —a este instante no había podido ocultar las lágrimas que bajaban por mis mejillas, estaba atesorada de recuerdos de cuando niña que habían decidido desbloquearse luego de años de estar encerados bajo llave—. Si hubiera sabido que.. tenía una familia, en alguna parte del mundo.. todo fuera distinto.

Ella asiente con la cabeza, la veo intentar tomar mis manos con indecisión. Sonrió ante el acto y le devuelvo el gesto, apretando sus manos reconfortantemente.

—Eres.. muy parecida a ella. Digo, eres la viva imagen de tu padre pero.. era igual de cariñosa, amable, alegre.. tienes su misma vibra, su misma sonrisa.

«Lo sé», quise decirle, sin embargo, no podía hablar. Estaba mordiendo mi lengua porque sabía que si decía otra palabra estallaría en llanto. Parecía una gran casualidad que el día de su cumpleaños me encontrara a su hermana gemela.

Y ahí lo recordé.

—Felicidades. Es tu cumpleaños también, ¿cierto?.

Soltó una pequeña risa.

—Asi es. Pero mejor no hablemos tanto de mi, quiero saber de ti, dime, ¿qué ha sido de ti todos estos años?.

—Pues.. me adoptaron. Soy.. soy la directora ejecutiva de una empresa y.. quiero vengar la muerte de mis padres.

Dafne me mira con seriedad.

—¿Vengar su muerte?. Pero.. fue un accidente.

Suspiro, recuperando la compostura.

—No, no lo fue.

La veo palidecer. Su rostro se tiñe y abre la boca inconscientemente.

—¿Qué?.

—Lo ví, había borrado ese recuerdo de mi mente pero.. ahora estoy segura. Un auto nos chocó, intencionalmente. Yo logré escapar, antes de que se encendiera en llamas.

Ahoga un gemido de la impresión, tapándose la boca con las manos.

—¿Estás segura de lo que dices?. Es una acusación muy grave.

—Lo sé, justo por eso estoy trabajando en encontrar pruebas, de hecho.. —saco mi celular, busco en Google una foto de Patrick y me aparece al instante al ser tendencia en las últimas semanas—.. tengo un sospechoso.

Le enseño la fotografía. La veo arrugar las cejas hasta que de repente sus ojos se agrandan enormemente.

—Él.. ¿Patrick?.

—¿Lo conoces?.

—¿Cómo no hacerlo?. Fue novio de Déborah cuando eran adolescentes. Lo recuerdo muy bien, ocurrió antes de que.. de que me echaran de casa.

—¿Qué?. ¿Novios?. ¿Mi madre y él?.

—Así es. No es posible, él.. quería mucho a tu madre. ¿Estás segura de lo que dices?.

No respondo, solo me tiro cargando todo mi peso sobre el asiento. No estaba preparada para esta información y sin duda necesito todas las piezas para armar el puzzle. ¿Cómo puedo indagar más sobre el tema cuando es imposible tratarlo con ambos protagonistas?. Mi madre está muerta y Patrick.. sería una locura preguntarle algo acerca.

¿Si tanto la amaba, por qué tendría razones para matarla?. Algo no cuadra aquí o simplemente lo estoy ignorando.

—No sabes.. ¿cuánto tiempo estuvieron juntos?.

—Muchos años, no podría decirte el número exacto.

—Y.. ¿mi padre?. ¿Ellos se conocían?.

—No sé nada de eso, lo siento. —caigo rendida, asimilando que una vez más, voy a tener que hacerme de mis propios métodos para destruir totalmente a ese hombre.

Me cueste lo que me cueste.

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Un capítulo más corto que al anterior pero con mucha información que puede ser útil en un futuro. La verdad pensaba hacer de Agridulce una historia corta pero al parecer, va a llevar más capítulos de los que pensé.

Aún hay muchos cabos sueltos que tengo que atar y cosas que quedan por contar ;)

¿Díganme qué les pareció?.

O mejor.. por qué no pasan al siguiente capítulo. No te olvides de votar, me alegra saber que les gusta mi trabajo y que creen de la historia.

>>>>>>>>>>> Sigan leyendo >>>>>>>>>>>

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