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Anastasia

Todavía estaba asustada cuando Christopher me llevaba entre sus brazos a mi departamento. Isabella justo salía de la cocina con un tarrón seguramente lleno de cereales cuando los dejó en la mesa más cercana con una cara confusa y se nos acercó rápidamente.

—¿Qué sucedió?.

—Ha tenido un shock. Casi la atropellan.

—¡Dios mio!. —tomó mis manos, alejándome del pelinegro y me hizo sentarme en el sofá—. ¿Estás bien?. ¿No te duele nada?. ¿Quieres ir al hosp..

—Estoy bien, tranquila. —pude decir antes de que su preocupación se juntara con la paranoia.

Miró a Christopher, haciéndole un gesto con la mano que no pasé desapercibido y con la excusa de que me traería un vaso con agua se alejó con el pelinegro detrás.

Oí sus voces lejanas y no tuve que ser adivina para saber qué mi amiga le insistía en querer saber que había sucedido.

Dependientemente de eso, solo subí las piernas al sillón y recosté mi cabeza entre ellas.

No sabia si estaba más asustada por el hecho de que casi me matan o porque Christopher me había casi expresado sus sentimientos.

¿Por qué lo había hecho, no?.

Preguntarme si quería ser su novia era una clara demostración de ello, o por lo menos eso pensaba.


—Y eso fue lo que pasó. —terminé, suspirando y sacando todo el aire por la boca.

Laura seguía anotando sabe Dios que cosas en su libreta y yo solo miraba el techo, sintiéndome incapaz de no manejar esta situación yo sola.

—¿Y cómo te sientes después de ello?. El casi accidente fue un gran susto sin duda pero según tengo entendido ya lo superaste, el shock que tuviste después fue totalmente normal. Pero.. ¿con respecto a él?. ¿Qué harás?.

¿Qué haré?.

Es lo único que me he estado preguntando los últimos días.

Pues si, han pasado cinco días desde ese lamentable momento y no he sido lo suficientemente valiente para darle la cara a Christopher. He estado dejando a Abigail a la orden en la empresa y a pesar de saber las intenciones que puede tener con el menor de los Williams, lo único que necesito ahora es pensar, meditar.. estar sola.

—No sé que hacer.

—Has pensado en.. ¿dejar de lado tu venganza?. Ya hemos hablado de esto, la venganza puede parecer esa pizca de justicia propia que te dará la felicidad que necesitas, sin embargo nunca llena el vacío. O por lo menos no del todo.

Dejar mi plan de lado no era una opción. Ya había llegado demasiado lejos como para irme sin más de la vida de Patrick.

Había llegado a New York con un destino en mente, un plan tal vez un poco absurdo, pero trazado meticulosamente para que todo saliera bien. Agradecía tener el apoyo de Isabella que nunca me reclamaba mis acciones así las tachara de «lo más loco que podía hacer en la vida», Tom también me ha ayudado mucho y es algo que de por vida le deberé.

—No puedo. —es lo único que digo.

—¿No puedes o no quie..

—No quiero, y tampoco puedo. Se lo debo a mis padres, a su muerte. Hoy en día, están en un ataúd, enterrados, muertos, pero sus almas vagan por ahí llorando, sabiendo que el asesino anda suelto, feliz, disfrutando de la vida que a ellos también les pertenecía y se les fue arrebatada. Yo lo vi todo con mis propios ojos, doctora. Como la vida se les escapaba de un suspiro de sus cuerpos, y ni siquiera pude despedirme. Solo tenía ocho años y lo único que pude hacer fue huir, como siempre he hecho en mi vida cada vez que.. —las lágrimas no me dejaban continuar. Había tenido un ataque de sinceridad tan grande que hasta la velocidad de mis palabras me había hecho parar, detenerme, tomar calma y respirar. Limpié las gotas que se derramaban por mis mejillas y continúe—: No lo dejaré pasar. Ante la justicia fue un mísero accidente ocasionado hace quince años, sin un culpable al que tachar por la deficiencia de las cámaras de seguridad de aquella zona. Fui dada por muerta por una razón que desconozco y..

—Hey, tranquila. —palmea mi hombro. Por primera vez en el día suelta la libreta blanca y puedo sentir que en su mirada, más que la compasión y la simpatía de una psicóloga que solo hace su trabajo, está una mujer, humana, con padres y con los mismos sentimientos reprimidos. Sé de su historia, pues ella misma me la ha hecho saber, y sé que me entiende—. Ten, y relájate, ¿si?.

Me bebo el vaso de agua de un tirón y lo dejé en la mesa.

Me sentía avergonzada; nunca me había abierto tanto a una persona para contar lo que en realidad sentía.

De hecho, nadie hasta ahora sabe el bonus extra de la historia, esa que acabo de decírsela con demasiada facilidad.

Cuando tenía veinte años, en una investigación que debía hacer para la universidad, descubrí una noticia muy vieja pero sorprendente. Descubrí que desde esa noche, Anabelle Campbell había muerto. Según los forenses, la explosión del auto consumió los cuerpos de los padres mientras que el de la niña fue destruido tan ferozmente que ni siquiera se le podía hacer una muestra de ADN con tanta descomposición del cuerpo. Pero la verdad, que no había pasado así. Aquí estaba. Viva, respirando, y en ese entonces, solo lloraba.

Lloraba al pensar que el resto de mi familia me daba por muerta. Y tal vez no tuvieron los recursos necesarios para realizar una investigación adecuada, pues según lo poco que recuerdo, mis padres ya estaba en la quiebra cuando intentaban escapar, gracias a Patrick Williams.

El hecho de saber que me dieron por muerta por tantos años solo se debe a una buena suma de dinero depositada en los bolsillos del departamento de policía. De otra manera, no podrían dar una noticia falsa y simular la muerte de una niña de ocho años.

Investigué, el apellido Campbell siempre fue conocido en el sur de California por tener sus raíces allí, y no fue difícil encontrar a mi otra familia. Tíos, abuelos, primos.. todos los que pensaba que habían acabado conmigo. Todos los que lloraron a la vez la muerte de tres personas cuando una de ellas seguía viva y planeaba acabar con el causante de ese sufrimiento.

Muchas veces me había planteado ir a visitarlos, aclararles quién era en realidad pero.. ¿Que le diría?. ¿Que estuve viva todo este tiempo?. ¿Que vi como morían mis padres?. ¿Me creerían?.

—Anastasia.. —el llamado de la mujer me hace soltar mis pensamientos. Al parecer me quede más tiempo del debido volviendo al pasado—.. creo que deberías volver a casa. Descansar, y luego me llamás, ¿de acuerdo?. Podemos realizar una cita a través de una videollamada si te mantiene más tranquila. Así no tendrás que venir al consultorio frecuentemente.

Asentí. De verdad necesitaba la suavidad de mi cama y aquel pudin de coco que me había preparado Isabella. A pesar de ser su primera vez cocinándolo, prestó mucha atención a la receta y le quedó de maravilla.

Pretendía levantarme, incluso dejaba el vaso en la mesita cuando..

—Espera. —me detengo, volviendo a dejar los glúteos sobre la suavidad del asiento forrado de cuero blanco—. Hay algo más que quiero preguntarte. —asiento con la cabeza, volviendo a la posición acostada que tenía antes—. Nunca hemos hablado de lo que sientes en realidad. Me dijiste que.. que Christopher te había pedido ser más de que ya eran habitualmente, en otras palabras aclaró que estaba empezando a sentir algo por ti, pero.. ¿qué sientes tú por él?.

¿Qué siento por él?.

Diablos, eso era algo que hasta yo misma me preguntaba.

¿Qué sentía por Christopher Williams?.

¿Odio?. ¿Lástima?. ¿Pena?.

No.

Jamás.

Todo lo contrario.

Christopher me hacía sentir única. Era como mi lugar secreto, aquel donde podía abrirme y decir lo que pensaba y sentía sin el miedo constante a ser juzgada.

Como aquella vez en la casa en la playa. Cuando el aire tocaba nuestros rostros y disfrutábamos del atardecer sentados en la arena. En ese momento Patrick Williams no ocupó mis pensamientos. Tampoco lo hizo mi venganza, ni pensar que Isabella probablemente estuviera sola en mi departamento llevando a algún hombre guapo a hacer Dios sabe qué.

Fue un momento tan íntimo, tan.. especial.

Tanto, que cuando lo miré a los ojos deseé contarle todo. Decir el por qué estaba allí, por qué lo había conocido. Que no había sido casualidad. Ni siquiera el encuentro con Marco había sido casualidad.

Pero no pude.

Solo tuve ganas de llorar y me sentí extremadamente sensible.

Solo pude irme, y de espaldas a él, secar la traicionera gota que se había resbalado sin mi permiso.

Son.. tantos recuerdos. Tantas las palabras y los momentos inolvidables que pasamos juntos que el solo pensamiento de perderlo para siempre me aterra.

Me había acostumbrado a su presencia, a ese lado cariñoso e interesante que, estoy segura, nadie conocía de Christopher Williams. Ese que no salía en las portadas de revistas ni solía dar a luz en sus entrevistas. De hecho, podía afirmar que la hermosa sonrisa que que me dedicó aquella vez cuando empezamos con el juego de tirarnos harina encima, pocos la conocían.

O quizás, solo yo.

Y eso me hizo tragar saliva. Saber que solo me había enseñado esa parte a mi.. y yo huí. Como una cobarde. Había rechazado todas sus llamadas y no conteste sus mensajes.

Y me dolía más a mi que a él, porque sentía que debía darle una respuesta pero temía de la misma. Y de las consecuencias que traería a mi vida decirle lo que tanto me esforzaba a negar.

—Anastasia.. —giré el rostro, encontrándome con una mirada suave y una pequeña sonrisa por parte de la mujer—. Creo que ya me has respondido. Sin meditar ni una palabra. Y estoy segura de que tú también lo has hecho.

Suspiré.

Si que lo sabía..

***

—Y.. ¿cómo te fue?.

Isabella fingía remover lo que sea que estuviera batiendo mientras me miraba de reojo. Había llegado al apartamento hace unas horas; lo había encontrado vacío así que solo comí una pequeña porción de pudin y tomé una siesta.

Llevaba pocos minutos sentada, fingiendo que la observaba cocinar pero la verdad era que tan solo evitaba tener que pensar en todo lo que hablé con la psicóloga.

—Bien, supongo.

—¿Sólo eso dirás?. ¿Sabes que esto es más complicado de lo que te imaginas?.

—Isa.. en realidad, no tengo ganas de hablar justo ahora. Estoy lo suficiente agotada mentalmente como para.. pensar más en ello. Podemos dejarlo para otro día, ¿si?.

Tomé un vaso de jugo mientras evitaba tocar el tema y la italiana sólo suspiró.

Me dolía la cabeza, sin duda no estaba en condiciones de hablar más de Christopher.

»—Me voy a mi habitac.. —el sonido del timbre haciendo un fuerte eco me hizo protestar en mi lugar. ¡Se me iban a partir los tímpanos en dos!—. ¡Dios!.

—Tranquila, yo abro. —se ofreció Isa.

Me quedé en la cocina, hurgando en el contenido marrón oscuro que al parecer tenía a mi amiga bastante entretenida. Lo probé con el dedo, sintiendo que estaba en las nubes con el delicioso sabor.

Chocolate..

Me entretuve por unos cortos segundos metiendo el dedo a más profundidad hasta que..

—¡Anastasia!. ¡Pss, Anastasia!. —susurró llegando de la nada, mirando hacia atrás con sigilo.

—¿Qué haces?.

—Solo por esta vez te perdonaré que no me hayas presentado a ese bombón italiano que tenías de amigo. Es que.. ¿cómo no pudiste decirme?.

—¿Bombón italiano?.

—¡Si!. Está en la sala, esperándote. Así que ve, antes de que salga por ti y tenga una gran plática sobre cómo pudo meter sus músculos dentro de ese pequeño traje. Anda ve.

Resoplo por lo bajo cuando me da un leve empujoncito.

¿Bombón italiano?. El único italiano que conozco es..

—Marco. —digo en voz alta mirando como el susodicho se levanta del sofá.

Principessa. —me regala una pequeña sonrisa de labios cerrados—. ¡Diablos, estás fatal!.

—¿Tan mal me veo?.

—Como sacada de The Walking Dead. —el castaño sonríe y no puedo evitar reír, recordando como en nuestro primer encuentro recitamos las mismas palabras, solo que era Marco quién cargaba unas grandes ojeras en los ojos.

—Y bien.. ¿qué haces acá?. O mejor dicho, ¿cómo sabes donde vivo y cómo entraste?. —me siento frente a él luego de darle un corto pero fuerte abrazo.

—Oh, una pregunta a la vez, bella. ¿O quizás yo también deba preguntarte quien es la hermosa chica que me abrió la puerta?.

—Es mi mejor amiga, Isabella. Pero..

—¿Italiana, eh?. Lo noté en su acento. —asiento, dándole la razón—. Interesante.

—Bien, supongo que no viniste para hablar de ello, así que dime de una vez, Marco Bianchi, ¿a qué debo el honor de tu visita?.

Suspira, poniéndose cómodo en el asiento y tomando seriedad por primera vez desde que llegó.

—Necesitamos hablar. De Christopher.

Trago saliva. No es como si no lo hubiera imaginado.

»—Está realmente mal. Y puedo decir que en todos los años que llevamos de conocernos lo he visto muchas veces tomar hasta perder la conciencia, pero no tan seguido, y no por una mujer. Mucho menos.. dejar de lado la empresa ni.. llegando desaliñado a ella.

Mantengo la vista fija en el piso. No me imaginaba que mi alejamiento le tocara tan.. fuerte.

»—No ha querido hablar conmigo pero lo conozco lo suficiente como para saber que le sucede. No haz aparecido en cinco días en la empresa y.. fue solo sumar dos más dos y llegar a la conclusión.

—Es.. complicado.

—Puedo imaginarlo, el amor es complicado.

—¿A-amor?. No.. eh, no creo que sea la palabra que..

—Anastasia. —habla con firmeza, mirándome a los ojos—. Ya he pasado por esto, de hecho.. hace poco. Decidí seguir adelante porque me di cuenta que ella no era para mi pero.. él.. siente algo por ti. Lo sé. Como también sé que el hecho de que estés despeinada, ojeroza y en tan malas condiciones significa que estás pasando por lo mismo que él. ¿O me equivoco?.

Pestañeo seguidamente cuando noto como de la nada mis ojos empiezan a aguarse. Una picazón en mi cuello se hace presente y evitó mirar a Marco. Puedo sentir con solo mirarlo que lee todos mis pensamientos sin flaquear.

—Lo supuse. —ríe lentamente, no con burla, sino como con.. ¿satisfacción?.

—Hablaré con él. Creo que.. tengo muchas cosas que decirle.

Asiente lentamente.

—Dentro de dos días hay una junta en la empresa. Por fin empezará la construcción del centro comercial y sé que Christopher irá, debe estar allí con el director de WCC.

—Iré.

—Lo sé. —sonríe grandemente.

Isabella interrumpe el silencio de milisegundos que se había inaugurado con una bandeja con aperitivos. Visualizo una copa un poco ancha con un contenido marrón oscuro y una cuchara pequeña.

Entrecierro los ojos. Con que le va a dar de su chocolate.

Traicionera.

Le lanza miraditas a Marco e incluso se sienta a su lado. Noto que incluso se cambió de ropa.

Empiezo a sobrar aquí, sin embargo me niego a dejar el chocolate.

Marco lo prueba y cierra los ojos gimiendo de satisfacción— Uhmm.. ¿tiramisú?.

—Con tres capas de chocolate y leche de coco.

—¡Dios!. ¿Dónde estuviste toda mi vida?.

Lo último que logro escuchar es una pequeña risa de Isabella antes de marcharme a mi habitación.

Creo que ya es hora de dejarlos solos y así lo hago, yéndome con mi copa a mi lugar seguro.

꧁_____________Continuará_____________꧂

NOTA DE LA AUTORA:
Uff.. las cosas se ponen tensas.

Me costó un poco escribir este capítulo, de hecho aún no tenía una idea para el capítulo, solo dejé que fluyeran las ideas y aquí está, el capítulo 40 listo para ustedes.

Déjenme saber que piensan, y sobre todo, que creen del encuentro de Isabella y Marco ;)

Admito que postergué demasiado su primer encuentro, pero no sé preocupen, que para estos dos aún se viene mucho.

Déjenme su voto🌟 si les gustó el capítulo y sigan al tanto para la próxima actualización.

Besos agridulces 🖤,

M.♥️

*PD¹: CAPITULO NO CORREGIDO.

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