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Anastasia

Había conocido a Marco Bianchi hace dos días por casualidad en el céntrico y cauteloso bar de Manhattan, Venus. No fue un trabajo difícil para Tomas descubrir su rutina diaria, por lo que al haber seguido algunas veces al italiano al lugar, la primera parte de mi plan salió a la luz.

Tanto como Christopher Williams, su mejor amigo y jefe de finanzas era un hombre dotado de oportunidades con mujeres ricas y hermosas, solo que por el contrario, a Marco no le importaba en lo más mínimo lo que las personas pensaran de su promiscua vida. Salía con una sonrisa despreocupada en cada sitio en el que se le encontraba con modelos, celebrities, periodistas e hijas de magnates famosos.

Era el soltero codiciado según la revista The New York Times, muy por el contrario de Christopher Williams que estaba comprometido con la influencer famosa Ivanna Miller. No tenían ni una sola foto juntos exceptuando una dónde aseguraban haberlos visto en un mismo restaurante, pero cada uno estaba en un lugar diferente, como si ignoran mutuamente sus presencias.

Era una relación de apariencias, lo sabía.

Algunos pensarán que esta temática producto de hombres ricachones y machistas que usaban a sus hijas como medios para sellar tratos hubiera quedado en el siglo dieciocho, pero que equivocados estaban.

Eran las dos de la tarde apenas cuando ingresé en la bar y vi la espalda ancha del castaño que buscaba. Le pedía un coñac bastante cargado al bartander cuando me senté a su lado, cargando la mirada de ambos hombres.

-Un whisky. -le pedí al chico, quién enseguida asintió.

Sentí el peso de la mirada lujuriosa del hombre a mi lado pero fingí demencia hasta que trajeron la bebida frente a mi.

Conocía como la palma de mi mano a su tipo de hombre. No podían ver una mujer rica y agraciada respirar su mismo oxígeno que sentían la necesidad absurda de llevarla a su cama como un trofeo del cual presumir. Usé esa carta a mi favor, y lo que transcurrió de la tarde lo hice caer en la trampa que había montado para un mujeriego empedernido como lo era Marco Bianchi.

Desde ese día nos pusimos en contacto, me invitó a tomar un café e incluso nos encontramos "casualmente" en un parque en el que el susodicho corría. Lo cual ya yo sabía, por lo que el reencuentro no fue para nada casualidad. Ese día me invitó a comer al restaurante de comida italiana Piccola Cucina, uno de los mejores en Nueva York, y aquí estamos. Para él seguro era una cena más, o tal vez otra oportunidad para insinuarse e invitarme a su departamento, pero para mi era la ocasión perfecta para pasar a la segunda parte de mi plan.

Hoy, luego de un par de mensajes habíamos quedado. Me había preparado para ello, con uno de los mejores vestidos de mi armario y sacando la mejor arma que puede poseer una mujer para hacer caer a un hombre : la seducción.

Mario abrió la puerta del coche, tomó mi mano ayudándome a bajar, y la cerró posteriormente. Enseguida que avancé hacia el restaurante, el recepcionista preguntó mi nombre, y al decírselo me llevó a la mesa donde el italiano me esperaba. Al ver el escaneo sin escrúpulos que me dedicó sonreí mentalmente por el atuendo de esta noche.

-Anastasia.. bella come sempre. -se levantó de la silla para tomar mi mano y besarla en el dorso. Hubiera sido un gesto que me hubiera ruborizado las mejillas si no supiera que solo lo hacía por un fin. El mismo que tenía con cada mujer que pasaba a su lista.

-También es un placer verte, Marco.

-Ya pedí por los dos, espero que no te moleste. -me dió una de sus sonrisas seductoras relajándose en el asiento

-No te preocupes, sé que lo que hayas elegido será de mi agrado.

El camarero dejó nuestra orden en la mesa, sirviendo un poco mas del delicioso vino roccolo grassi¹.

-Que lo disfrutes, bella.

-Buon appetito. -sonreí dándole la primera probada al platillo.

Creo que no fue tan mala idea dejar que eligiera. La lasaña en mi plato hacía mi boca agua y ansiaba por que la probase. Cuando vivía en Italia solía comer todos los fines de semana en Bono Bottega Nostrana², la pizza napolitana italiana sin duda era mi comida favorita, acompañada de una rebanada de tiramisú³.

Luego de terminar el platillo, trajeron el postre, el cual consistía en panna cotta⁴ de chocolate.

¡Simplemente delicioso!.

-Pediré doble ración. -dije pasando a llamar al camarero.

Marco rió. ¡No me juzguen, es una delicia!

-Vuole altro, signorina? -preguntó el camarero amablemente.

-Voglio un'altra porzione di panna cotta. -respondí con un perfecto acento.

-Subito, signorina, ¿qualcos'altro?

-Non per il momento. -asintió con la cabeza levemente y pasó a retirarse mientras mandé mi mirada al apuesto hombre frente a mi, quién sonreía con incredulidad.

-Lo dominas muy bien.

-Estudié mi carrera en Italia. Pasé allí los últimos cinco años de mi vida, por lo que me adapté al idioma.

-¿Algo que no sepas hacer?. -pregunta divertido.

-La pregunta indicada sería.. ¿qué se hacer? Cómo sabes, RACC ha aumentado las ganancias esta semana en un veinte porciento, la empresa está viento en popa. Sin embargo.. a pesar de que mi padre siempre ha insistido en no asociarse, he pensado en nuevas estrategias y planes a futuro.

-Las alianzas empresariales son cruciales en esta industria. Compartir contactos, crear nuevos proyectos y asociarse con la competencia puede ayudar en la mejora de los servicios. -me dió la razón, dándole un sorbo al vino italiano.

-Es bueno que pienses así, porque hay una idea desmesurada que ha pasado por mi cabeza hace unas horas y no puedo evitar comentártela.

-Soy todo oídos, bella.

-Según tengo entendido, WCC y RACC son competencia en esta industria. Ambas empresas se han mantenido por años en los primeros dos puestos entre las mejores empresas arquitectónicas de Estados Unidos.

-Así es. Me sorprendió no haberte conocido antes si eres la directora ejecutiva.

-Llegué a New York hace casi una semana, mi padre era quien se encargaba de la jefatura como siempre ha hecho, pero la ha dejado en mis manos desde que empecé a cursar la carrera en Milán, me preparé todos estos años para llevar adelante a RACC. -tomé una respiración profunda, creando un pequeño momento de tensión y suspenso cuando el camarero llegó con la poción extra de panna cotta que había pedido. Le agradecí en italiano y tras darle una mordida pequeña, teniendo toda la atención del hombre frente a mi, solté la bomba-. Por tanto estaba pensando.. ¿y si nos asociamos?. Eres el encargado de las finanzas en WCC, tú más que nadie sabe la cantidad de ganancias que tendrían ambas empresas si nos aliamos.

-Tienes razón, no lo había pensado. Christopher se niega a adquirir socios, es tan cabeza dura.. -mencionó lo último por lo bajo, como si fuera un regaño.

-Tú mismo lo has dicho, asociarse podría mejorar los servicios si compartimos los contactos que ambos tenemos en esta industria.

-Lo sé solo.. es decisión de Christopher. Yo lo aconsejo sobre cual es mejor método para ampliar las ganancias de la empresa pero la decisión final la toma él.

-Eso lo sé, pero confío en que lo convencerás de tomar la mejor decisión. Tengo entendido que no eres un hombre que se rinda tan fácilmente.

-No lo soy bella. -sonreí alzando la copa para después darle un sorbo. Había dado justo en su ego de hombre macho dominante que puede lograrlo todo con un chasquido de dedos. Le había dicho solo lo que quería oír, aunque los dos sabíamos perfectamente que esta era una genial idea.

-Perfecto, porque tengo un proyecto entre manos que estoy segura que le encantará a tu jefe.

~°~

Había llegado a casa exhausta y con los tacones en mano. Desde que llegué a New York no había tomado ni un mínimo descanso, mis pensamientos diarios se basaban en la empresa y en la hazaña que llevo perfeccionando hace varios años : descubrir la causa de la muerte de mis padres y descubrir quién se vió implicado en ello. A altas horas de la noche, sabía que Sam dormía, aunque la luz del comedor encendida me dejó un claro indicio de que mi madre tal vez no hubiera seguido sus pasos.

-¿Ana?¿Llegaste? -la ví lucir su bata azul marina hasta la rodillas y las pantuflas del mismo color que usaba para dormir. Se talló el ojo mientras sostenía con la otra mano una taza humeante que soltaba un olor estupendo y por unos segundos me sentí impotente de que no hubiera dormido absolutamente nada desde que me fui, hace casi dos horas.

-¿Por qué no estás durmiendo? Tienes que trabajar mañana temprano mamá, odias las ojeras.

-Pero me preocupa que mi hija salga sola tan tarde así que tomaré todas las tazas de café que tengo en la despensa si es necesario. -le dió un sorbo al líquido aún así, suspirando cuando probó su ansiado néctar. Mamá se consideraba una mujer saludable y libre de vicios, pero a decir verdad, tenía un increíble amor por el café que parecía no olvidarse con el pasar de los años.

Le dí un beso en al frente cuando miré la hora en el reloj de la sala. Casi medianoche, ambas teníamos cosas importantes que hacer por la mañana y aquí estábamos..

-Será mejor que vayamos a dormir. Mañana nos espera un largo día. -tomé sus hombros para empezar a dirigirla hacia las escaleras. Mi cuerpo ansiaba tocar la cama, lo había esperado desde que dejé la oficina cuando el sol apenas se escondía, pero la reunión con Marco no debía postularse.

-Solo si me cuentas como ha ido tu día. He estado tan inmersa en el hospital que no he tenido tiempo de preguntarte. -así es, Grace Rumsfeld era una excelente doctora que llevaba sobre sus hombros el cargo principal, lo cual le costaba horas de trabajo. De allí, el amor de Sam por la medicina. Papá bromeaba con ello, alegando que era afortunado al saber que sus hijos seguirían el legado de sus padres-. Estás hermosa, ¿con quién fuiste a cenar?¿Tuviste un cita?

Reí negando con la cabeza.

-No mamá, solo una junta de negocios.

-Entonces.. ¿no hay ningún chico del que quieras hablarme?

-No por ahora. -besé su mejilla cuando llegamos al pie de mi habitación-. Descansa, ¿si? Que tengas buenas noches.

-Lo mismo para ti, mi amor.

Solo por fin cuando tiré los tacones al suelo y quité las joyas de mi cuerpo, me tiré de cara al colchón. La consciencia me repetía una y otra vez que debía darme prisa y contarle a mis padres que pensaba mudarme, pero verlos tan apegados a mi luego de años de no vernos me dolía en el alma. Como toda chica de veintitrés años, graduada y con un trabajo estable, deseaba ser totalmente independiente y vivir sola, no porque me molestara la compañía de mis padres y hermano, era todo lo contrario. Apenas empezaba a colorear el camino que había pintado para mí vida y uno de mis tantos sueños era tener mi propio departamento. No sería lejos de la mansión, aún necesitaba el calor y afecto que ellos tres aportaban a mi vida, por lo he el contacto no sería escaso.

Mi celular vibró desde el bolso de mano tirado a unos metros y aunque me pesaba enormemente, lo tomé y miré el nombre en pantalla. Abigail me había enviado los últimos reportes sobre el próximo proyecto que sacaría a colación esta semana, si Marco hacia su parte del trato. Mi meta era clara : impresionar a Christopher Williams y hacer que me diera un pequeño puesto como su socia en la empresa. A pesar de la maravillosa oferta, la cual podría considerar como un diamante en bruto, no sería fácil adentrarme a WCC. Los Williams no habían aceptado asociaciones desde hace más de diez años, de hecho.. la última había sido efectuada nada más y nada menos que por Edward Williams, el padre del actual presidente y.. Damien Campbell.

Mi padre biológico.

Muchas cosas se escondían detrás de la historia que misteriosamente vinculaba a mis padres biológicos con el matriarca Williams, sobre cómo Edward pudo haberlos traicionado, según lo que dijo mi padre en esa última conversación, y el hecho de que había heredado la empresa cuando siempre debió pertenecerme a mi como su heredera. Mi cuerpo no fue hallado en los restos del auto incinerado, entonces.. ¿por qué fui dada por muerta cuando no lo estoy?

Habían grandes misterios que debía descubrir, y aunque me aterrara la idea, la única forma era haciéndome parte cada vez más del círculo íntimo de Edward Williams, y la única forma de hacerlo era a través de su hijo menor. Esa belleza de ojos azules y cabello oscuro sería mi vía de escape y no podía estar más satisfecha.

Me divertiría, estaba segura de ello.

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