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Anastasia

El arrasador viento mueve mi larga cabellera; las calles de Atenas se inundan de inmediato en un tedioso frío. Hace unas horas el clima cambió drásticamente, obligándonos a usar ropas un poco mas abrigadas.

Ya han pasado dos días desde la fabulosa visita al museo y la relación entre Christopher y yo —si es que así se puede llamar— ha seguido su curso. No hemos vuelto a tener algún otro encuentro sexual, pero los coqueteos, insinuaciones, indirectas y claro, algún que otro beso y manoseo, ha seguido.

El jet aparece en mi campo de visión sacándome de mis pensamientos y recordándome que mi estancia laboral en Grecia ha llegado a su fin.

Acaricio mis brazos cuando una ráfaga de aire amenaza con congelarme a su paso; admito que el frío no es tanto, pero mi sensibilidad —producto de la menstruación—me hacen ser ir como si me encontrara desprotegida sin abrigo en el polo norte.

Subo las escaleras con desdén cuando empiezo a notar el punzante dolor en mi pelvis. Me siento en la silla pegada a la ventana suspirando. Hago una mueca frunciendo mis labios cuando los cólicos aparecen, y justo en este momento, es en el que me maldigo por haber nacido con un aparato reproductor femenino.

Cierro mis ojos permitiéndome relajarme esperando que la pastilla que alivia mis malestares haga efecto. Llevo mis pequeños audífonos inalámbricos a mis oídos; Demi Lobato y su hermosa voz me hace suspirar en un vano intento de dormir. El vuelo durará unas largas horas por lo que no me molesto en mirar a mis acompañantes durante la larga jornada, cayendo profundamente en el tan ansiado sueño.


Como era de esperarse, cuando menos me lo imaginé, las siete horas pasaron rápidamente y aturdida bajé del pequeño avión, aún bostezando. El calor neoyorquino me recibe con los brazos abiertos obligándome a hacer una mueca al observar todo el estorbo de ropa que llevo. Decidida, retiro el abrigo de lana quedándome con el top blanco que traigo debajo. Christopher, a unos metros de mi, me mira mordiéndose el labio y mis hormonas despiertan, excitándome con solo la buena vista que tengo desde mi lugar: gafas negras, abrigo arremangado hasta los codos, pantalón ceñido a sus fuertes piernas..

En mi justificación, culpo a la regla por aumentar mi líbido en estos momentos.

Sonrío y paso por su lado llegando hasta los autos que nos esperan en el aeropuerto. A tan solo unos cinco metros del vehículo, recibo una inesperada llamada.

«Llamada Entrante de Mamá»

¿Qué habrá sucedido para que me llame justo ahora? Si bien le dije que llegaría hoy a Nueva York pero ni siquiera le he mandado un mensaje avisándole de mi reciente llegada.

Mi entrecejo se frunce ante la confusión. Sin dar tantas vueltas acepto la llamada.

—Hija.. —es lo primero que dice al contestar; su tono de voz dispara la llama de mi preocupación, se oye ronca, apagada, como si.. estuviera llorando.

—¿Ocurre algo?

—Yo.. lamento molestarte a esta hora, no estoy segura si sigues en Grecia pero..

—De hecho, acabo de llegar. ¿Qué ocurre? —repito esperanzada de que esta vez mi instinto falle y no haya ocurrido nada malo.

—Es Sam. —ahoga un sollozo al otro lado de la línea—. Tuvo un accidente, hija.

—¿Qué? ¿Cómo?  —suelto una pregunta detrás de la otra totalmente desesperada.

—¿Pasa algo?  —escucho la voz de Christopher detrás de mi pero la ignoro sumergida en la conversación con mi madre.

—¿Mamá? —inquiero al notar un denso silencio del otro lado del teléfono y algunos murmullos.

Tardan apenas unos cortos segundos cuando mi padre toma el celular y me explica:

—Tu madre está agobiada, no tiene ánimos para hablar.

—¿Cómo está mi hermano? —pregunto.

—Los médicos no nos han informado todavía de nada, los trasladaron a cirugía hace unos minutos y..

—¿Cirugía? —mi corazón martilla en mi pecho con tal intensidad los oídos me pitan—. ¿En qué hospital está?

—Estamos en el Metropolitan Hospital Center.

—De acuerdo, no tardo. —cuelgo la llamada rápidamente.

Corro hacia uno de los autos intentando abrir la puerta del piloto cuando unos fuertes brazos se adelantan a tomarme por los hombros y girarme encarándolo.

—No puedes conducir en ese estado. ¡Mira nada más como estás! —sus largos dedos se acercan a mi rostro y acarician mis mejillas limpiando el rastro de.. ¿lágrimas? ¿En qué momento empecé a llorar?.

—Mi hermano.. está en el hospital. —le replico casi gritando al borde de la locura.

—Yo te llevaré, no dejaré que conduzcas así.

Abre la puerta adentrándose al automóvil y decida abordo el asiento de copiloto. Sin siquiera darle una explicación a los demás, enciende el motor y conduce sumergiéndose en las abundantes calles.

Desesperada le digo la dirección del hospital y en menos de veinte minutos aparca frente al edificio.

Flashes de cámaras aturden mi vista al bajar del coche y solo en ese instante reconozco los micrófonos y cámara que abundan a mis alrededor. Cientos de periodistas estorban en mi camino sin dejarme siquiera pasar.

¡Señorita Rumsfeld!. —oigo los llamados pero me encuentro absorta en mi preocupación.

¿Puede darnos alguna información sobre la situación de su hermano?

¿Mantiene alguna relación con el señor Christopher Williams?

Christopher a mi lado aparta con brusquedad a los paparazzis y avanzo corriendo hacia la entrada ignorando las decenas de preguntas que pierden su tiempo formulando.

¿¡Es qué no se cansan!?

Ni siquiera me pregunto el por qué de su estadía en las afueras del hospital, los Rumsfeld somos una familia conocida por lo que estamos en la mira todo el tiempo, de alguna forma debieron enterarse del accidente de mi hermano y por eso se encuentran aquí. Suspiro tranquila al notar que por lo menos no irrumpieron dentro del hospital buscando información.

Me dirijo a la recepción con Christopher aún junto a mi y sin siquiera dejarla pronunciar palabra, atiborro a preguntas sobre mi hermano a la enfermera que atiende dicho sector.

—Habitación 26B.

Subo las escaleras sin un gramo de paciencia para esperar el elevador, encontrándome en un segundo con un cartel blanco con letras rojas que anuncia mi llegada a la Sala B. Busco el número correspondido por todo el pasillo y desisto de mi búsqueda al encontrar a mis padres sentados en una bancas grises, abrazados.

Mi sollozo los alerta y se giran hacia mi. Desde aquí noto sus ojos enrojecidos y la cara sin un solo rastro de maquillaje de mi madre.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo está?

—Tuvo un accidente en su moto, al parecer iba un poco pasado de tragos. —el rostro serio de mi padre al mencionar lo último denota que Samuel se llevará un buen castigo al salir de aquí.

Y si, sé que él saldrá de ese quirófano con vida como el puto amo que es. Ningún Rumsfeld teme, ni siquiera a la muerte.

»—No llevaba el casco, por lo que se golpeó la cabeza y tuvo una hemorragia.. —sus ánimos decayeron apenas fue hablando, demostrando así lo afectado que se encontraba.

—Me encargaré personalmente de darle el regaño de su vida. —murmuré sentándome, devastada.

—Creéme, no serás la única. —habló mi madre por primera vez.

Masajeo mi rostro con frustración, mordiendo mi uña como tic nervioso.

—¿Necesitas que te traiga algo de comer? Estás pálida. —habla Christopher luego de un largo rato en silencio; se arrodilla frente mi quedando entre mis piernas y toma mi rostro analizándolo con el ceño levemente fruncido.

—No tengo hambre. —zanjo, nada ni nadie hará que me mueva de este asiento.

Y como si la simple palabra lo hubiera invocado, mi estomago gruñe demostrando lo obvio.

—Pues al parecer tienes un dragón en tu barriga. —bromea mientras se levanta—. Te traeré algo, no te muevas.

Rodeo los ojos ante su insistencia y asiento rendida.

»—¿Desean algo también, señor y señora Rumsfeld? —se dirige hacia mis padres.

Mierda, había olvidado que se encontraban a mi lado. Debe haberles confundido mi aparente trato y muestra cariñosa con Christopher.

—No se preocupe joven, dudo que ahora mismo mi esposo y yo tengamos mente para comer.

—Como guste. —nos dedica una sonrisa y a los tres y se marcha.

Siento las miradas curiosas sobre mi y me hago la desentendida observando la hora en mi celular.

2:30 pm. ¡Oh, lindo fondo de pantalla!

—Anastasia Isabel Rumsfeld O'Higgins, no me ignores, sabes bien que te estoy mirando.

Sabes que te espera un buen regaño o dar muchas explicaciones cuando te llaman por el nombre completo.

Sonrío de oreja a oreja mirando a mi padre con sus brazos cruzados y la ceja alzada. En cambio mi madre solo ríe levemente sabiendo lo que se aproxima.

—¿Pasa algo?

—Eso me pregunto yo. ¿Qué está pasando?

—¿A qué te refieres?

—Anastasia.. —alarga mi nombre en un claro tono de advertencia.

Suspiro rendida.

—Bieeen. Nos tenemos nada ¿si? Solo somos compañeros de trabajo.

Eso obviando el tema de que me lo follo.

—¿Segura? A mi no me pareció que se trataran como simples compañeros. —enfatizó la última palabra.

Mi padre celoso es el peor, difinitivamente.

—Somos amigos. Al ver mi preocupación decidió traerme, punto.

Estaba al replicar otra ves pero mi madre lo interrumpió:

—Cariño, no la atosigues, no es el momento.

Y solo eso bastó para que se rindiera, sumiso. Le agradecí mirándola y me guiñó un ojo con complicidad, no sin echarme la típica mirada de "pero igual tendrás un par de cosas que contarme, señorita".

Claro, ya sabia que su lado curioso no tardaría en aparecer.

De inmediato Christopher apareció ante mi con una soda en una mano y un paquete de papitas en la otra.

—No es lo mucho pero..

—Tranquilo. —lo interrumpo—. Y gracias.

—No hay de qué, bombón.

Nos sonreímos pícaramente pero un carraspeo se hizo notar a mi lado.

La tensión apaciguó cuando su celular sonó indicando la entrada de una llamada.

—En un segundo vuelvo. —me indica antes de alejarse.

Como la papitas en mi regazo cuando..

—¿Familiares de Samuel Rumsfeld?

Mis padres y yo nos levantados desesperados.

—¿Cómo está mi hijo doctor? —se notaba la preocupación en la voz de mi madre.

—Mejor. —dice con una pequeña sonrisa de boca cerrada—. Logramos detener la hemorragia a tiempo, con intervención cirujana. Tiene una costilla y la muñeca de su brazo izquierdo rota, pero se encuentra bien. Justo ahora se encuentra sedado, pero pueden pasar a verlo.

—Gracias doctor. —agradece mi padre con una sonrisa en el rostro notablemente tranquilo ante tal noticia.

Le informo a mis padres que iré en unos minutos y que se adelantaran, y confusos asienten.

Christopher dice unas últimas palabras a la otra persona en el teléfono y tras colgar se gira a verme.

—Es de la empresa, necesito ir. —dice apenado pero le regalo una sonrisa tranquilizadora.

—No tienes de que preocuparte, mi hermano ya está estable y justo ahora podré pasar a verlo.

—Me alegra saberlo..

Se acerca a mi y..

—Hey. —susurro, estando a escasos centímetros de sus labios—. Aquí no.. —miro hacia todos lados esperando que no hayamos llamado, de más, la atención.

—El pasillo está desolado, no hay de que preocuparse.

—Pero.. —me calla uniendo nuestros labios.

Siento la carnosidad de los suyos moverse lenta y sensualmente sobre los mios y suspiro aliviada. Necesitaba esta cercanía de una vez por todas.

—Extrañé probar tus labios. —susurra mientras los acaricia con su dedo.

—Travieso.

—Golosa.

~°~

Una semana.

Una maldita semana ha pasado desde el incidente. Mi mente ha estado en las nubes estos últimos dias por lo que como sabrán, no he tenido ánimos ni para trabajar. En RACC se encuentra a cargo Vladimir, el jefe financiero de mi empresa controlando las ganancias en nuestro ultimo centro comercial y en WCC se encuentra Christopher recibiendo las coordenadas que le paso a través de Abigaíl, mi secretaria.

Sam ha mejorado considerablemente, el médico hace unos minutos nos informó que según como se encuentra dentro de algunos días, será dado de alta, lo que no me preocupa dado el hecho de que se encuentra notablemente bien; sigue teniendo la venda en su cabeza tapando las coseduras y los yesos en su cuerpo pero fuera de eso, se siente mejor.

Ni siquiera he tenido disposición para usar mi celular, solo lo utilizo para llamar a Abby, Christopher —que me pregunta cada día como sigue mi hermano— e Isabella para lo mismo. Hace unos día tuvo que viajar de urgencia a Italia por la enfermedad de su padre por lo que solo nos comunicamos por Skype y WhatsApp.

—Banana.

—¿Si? —observo a mi hermano desde su camilla mirándome con seriedad.

—Me contó papá que llegaste con un hombre..

Oh, no.

—No es lo que piensas.

—Ni siquiera he dicho nada. —finge inocencia.

—Te conozco, y se lo que está pasando por tu cabeza justo ahora.

Suspira.

—¿Tienes algo con él?

—No tengo por que darte explicaciones, eres mi hermano no mi padre. —bromeo cambiando de tema.

—Me preocupo por ti. Sabes lo que pasó la ultima vez que te ligaste a un degenerado.

Aparto la mirada incómoda, no me gusta recordar el pasado. Quedó enterrado hace mucho y hoy en día evito constantemente hundirme de nuevo en él, rememorándolo.

—Christopher y yo no tenernos nada ¿de acuerdo? Se preocupó al ver el estado en el que me encontraba, solo eso y fin del tema.

Abre la boca para replicar pero agradezco que su celular suene en tan tenso momento.

Me indica que se lo alzance y así lo hago, notando que casualmente también suena el mio indicando la llegada de un mensaje. Apago el teléfono al notar que es de Paparazzi TV, un programa de chismes bastante conocido.

No me interesa saber la vida de nadie ahora.

—Así que.. —me habla de nuevo captando mi atención de inmediato— no tienen nada ¿hum?.

—De nuevo con eso.. —murmuro masajeando mis sienes.

—Pues al parecer no soy el único que piensa lo mismo.

—¿De qué hablas?

Me pasa su celular con la mano no enyesada y aún confundida, abro el enlace que aparee en la pantalla cuando leo:

"Son encontrados juntos el magnate Christopher Williams y la joven empresaria Anastasia Rumsfeld saliendo del auto del susodicho dirigiéndose al hospital Metropolitan. Hace unos días se conoció que el hermano menor de la misma tuvo un accidente, por lo que suponemos que a ello de debía dicha visita al lugar. Pero la pregunta que está en boca de todo es.. ¿Habrá algo más entre dichos empresarios?. Concordamos con que uno simples compañeros de trabajo no se tratan tan íntimamente.

¿Amantes quizás?."

Debajo aparecen imágenes nuestras juntos saliendo de auto apartando a los periodistas. Mantiene un comentario de nuestros nombres shipeados.

¿¡Qué carajos!?.

—Demandaré a ese programa por difamación. —declaro enojada.

—Estás exagerando. —dice arrebatándome el teléfono de las manos—. Tampoco es que como que hayan publicado fotos tuyas desnudas. Simplemente ven lo obvio.

—¿Y qué es "lo obvio"? —pregunto haciendo comillas imaginarias con los dedos.

—Pues que tienen algo.

—¿En serio seguirás con eso?

—Ana, eres mi hermana y por lo tanto quiero lo mejor para ti. No quiero verte sufrir por alguien que no vale la pena como la última vez, porque esa no eres tu, joder. La Anastasia que conozco no se deja pisotear por nada ni nadie. Y si te aconsejo es porque te quiero, y te mereces solo lo mejor de este mundo, por lo que quiero que pienses bien tu relación con ese tipo, por lo que sé está comprometido..

Abro la boca para repetirle otra ves que entre el magnate y yo no hay ninguna relación fuera de lo laboral pero..

»—Y no me lo niegues de nuevo, te conozco perfectamente y se cuando mientes, como también se que eres lo suficiente madura y grandecita para saber lo que haces, por lo que no te juzgaré y esperaré que me lo digas solo cuando estés lista.

¿Hermano mejor en el mundo? No lo creo.

Si algo amo de Samuel es su capacidad para decirte las palabras adecuadas en cada momento; aunque solo tenga dieciséis años, aparenta más por su madurez y el físico generado por la excelente genética de los Rumsfeld.

—¿En qué momento pasé a ser yo la hermana menor? —comento sarcástica.

—Eres insufrible, banana. —murmura negando con la cabeza.

Nos la pasamos interactuando y me dedico a regañarlo una vez más sobre el pesado incidente con su motocicleta. A pesar de que me haya contado su versión, vuelve a justificarse con que no vio el auto salir de la nada. Al parecer discutió con su "amiga" y tomó todo lo que pudo en la discoteca en la que se encontraba; se fue en su moto al verla besándose con otro olvidando el casco en el lugar y pues.. ya lo otro lo saben.

¡Adolescentes!

Le recrimino al no haberme informado sobre el tipo de relación que mantiene con su mejor amiga y el hecho de que haya tomado, aún cuando es menor de edad.

Papá desde que despertó le informó que le quitaría la moto —la cual es su preciado tesoro, regalado por su cumpleaños— y que solo se la devolvería al cumplir la mayoría de edad.

Ya imaginarán lo dramático que se puso, pero obviamente decidió aceptar al ver la necia actitud de papá, a regañadientes.

Como si lo hubieran citado, nuestro padre aparece junto con el doctor, el que se encarga de revisar su estado cada cierto tiempo desde que está ingresado.

Mamá aparece minutos más tarde trayendo algo de comida para los cuatro, de la cafeteria del hospital y gustosa lo acepto.

—Hija, creo que deberías descansar. —espeta mi madre—. Llevas la misma ropa de ayer y te quedaste toda la noche cuidando a tu hermano, necesitas una larga siesta.

—No me moveré de..

—Tu madre tiene razón —interfiere papá—, y no pongas esa cara, irás a tu departamento sí o sí, sino me encargaré yo mismo de encerrarte en el auto y llamar a Mario para que te lleve a tu departamento.

No tengo escapatoria.

—De acuerdo. —suspiro rendida—. Supongo que no tengo opción.

Me despido de los tres dejando un sonoro beso en la mejilla de mis padres y me acerco a Sam. Acuno su cara con mis manos y reparto cientos de besos por todo su rostro.

—¡Yaa! —grita dramáticamente provocándome una risa, al instante mis padres se unen y el doctor sonríe ante tal escena.

Salgo de la habitación encaminandome hacia el ascensor; pulso el número 1 y desciende hacia la Sala A.

Camino hacia mi auto y tras dejar mi bolso y celular en el asiento del copiloto, procedo a arrancar.

Frunzo el ceño cuando Believer de Imagine Dragons capta mi atención y paro en un semáforo tomando mi celular.

«Llamada Entrante de Thomás»

Debí suponerlo, ese es el tono de llamada que le puse al ser fan de dicha banda.

Conecto el celular rápidamente a los IPods y con esto luego de colocármelos en los oídos.

Mantengo la vista en la carretera mientras contesto.

—¿Si?.

—¿Estás ocupada justo ahora?

Su pregunta ilumina mi curiosidad, cada vez que hablamos se dedica a hacerme bromas o comentarios sarcásticos, pero la seriedad en su voz me indica todo lo contrario.

—Me dirijo a mi departamento, ¿por qué?

—Hay algo que debo enseñarte lo antes posible.

—¿Edward Williams?

—Exacto.

—Bien. En La Colombe en veinte minutos.

—Hecho.

Pongo la nueva dirección en el GPS y manejo hacia la cafetería. Suelo visitarla muy seguido por su buena atención y rápida entrega, eso sin contar el delicioso olor a vainilla que inunda el lugar.

Conduzco ansiosa y en menos de lo previsto aparco frente al enorme cartel con letras marrones.

La campanita encima de la puerta suena indicando mi llegada al entrar; miro hacia todos lados buscando a Tom con la mirada hasta que el susodicho levanta su brazo y lo reconozco en las últimas mesas.

—Ni un solo minuto tarde.

—Al grano.

—Primero algo de comer, ¿no?

Acepto, el pastel de nutella que hacen ahí es de los dioses, jamás me cansaría de probarlo.

—Ahora si, dime lo que tengas que decirme. —digo cuando el mesero toma nuestras órdenes y se marcha.

Toma la mochila que hasta ahora noto que se mantiene sobre el asiento a su lado y la abre sacando una carpeta totalmente blanca.

—Lo que si te puedo asegurar belleza, es que aquí hay gato encerrado. —dice al darme la carpeta.

Procedo a abrirlo y sacar las fotos del mismo tamaño que contiene dentro. Seis en total.

Edward Williams y un hombre salen en todas las fotos.

Juntos en una cafetería, en un puente completamente desolado y en un parque lo mas alejados posible de las demás persona.

—¿Un amante? —pregunto confundida, en estos momentos no dudo nada de nadie y muchos menos juzgo por sus preferencias sexuales.

—No lo creo.

—¿Por qué lo dices?.

—Instinto. —dice serio y le creo, su intuición nunca se equivoca.

—Esto es misterioso.

—Concuerdo contigo, belleza.

Detallo mejor las imágenes. Y me fijo en algo que no he notado hasta ahora..

—No se le ve el rostro al sujeto.

—Algo más que sospechoso.

—Así es mas difícil descubrir de quien se trata.

—Lo sé, pero hasta que no deje ver su cara no puedo hacer nada.

La situación me agobia, pero se que tiene razón, no puedo pedirle que haga magia.

Esto es más peligroso de lo que pensé. Si Edward se ve con el sujeto pidiéndole que oculte su cara es porque esconde algo, y puedo deducir que no es necesariamente bueno.

La conversación que tuvimos el día de la cena con el jefe de ISOMAT en Atenas llega a mi mente como balde de agua fría derramado sobre mi cuerpo..

Salgo del restaurante riendo aún por el último mensaje de Isabella, desde que le conté mi situación con Christopher, no ha parado de pedirme fotos del antes nombrado. Somos amigas, obviamente tenemos confianza para hablar de nuestros ligues con total simpleza, y aunque no me pide una foto de paquete la cual tampoco le daría, eso solo me permito verlo yo—, me manda a tomarle algunas fotos de su trasero.

¿Novio?

Una voz a mi lado me saca de mis pensamientos..

Edward.

Oh no no, una amiga.

Asiente.

Debo decir que me ha dejado asombrado. —lo miro con confusión—. Es muy buena para los negocios, muy eficiente. Sus padres deben estar orgullosos de usted.

Y si que lo están, tantos los verdaderos como los adoptivos.

Gracias. Y por favor, tuteéme, no soy tan vieja. —río bromeando haciéndolo imitar mi acción, entrando en confianza.

Me recuerdas a alguien. Era justo como tú; empezó joven en la industria pero su empresa estalló en el éxito en el menor tiempo de lo esperado.

¿Quién si se podría saber?.

Vacila ante mis palabras.

Un viejo amigo. —responde serio—. Lastimosamente murió hace unos años.

¿Acaso estaba hablando de..?

Pienso seguir abordando en el tema pero recibe una llamada.

Me hace una señal con la mano y asiento indicándole que puede tomarla.

Se alejó uno pasos, pero pude escuchar perfectamente lo que dijo..

¿Todo listo? —hace una pausa, deduzco que la otra persona está hablando—. Perfecto. Nada puede salir mal y lo sabes. Tenemos un az bajo la manga con él de cebo, no será difícil convencerlo.

¿Cebo? Esto me huele a podrido..

»—De acuerdo, nos mantenemos en contacto, Vólkov.

Me hago la desentendida caminando hacia Christopher quien me abre la puerta de auto y me espera con una sonrisa reluciente en el rostro.

Pero mis pensamientos siguen en la conversación anterior.

¿Hablaba de mi padre como su "viejo amigo"? ¿Quién era ese tal Vólkov?

Y justo ahí reacciono.

—No estoy totalmente segura pero creo saber quien puede ser.

—Habla. —me indica prestándome atención.

—No estoy segura de que sean las mismas personas pero tengo unas leves sospechas.

Asiente.

»—Busca a todos los hombres viviendo en Estados Unidos con el apellido Vólkov. A simple vista se ve que es ruso por lo que pensando en las características de los rusos, tal vez podría ser rubio y extremadamente pálido. Observando bien la foto se ve que es un hombre musculoso y aproximadamente de más de un metro noventa de estatura.

—Bien, investigaré todo lo que pueda.

—Te enviaré el cheque a tu cuenta y..

—¡Alto ahí, belleza! Ya te dije que no necesito que me pagues, eres mi amiga, nunca te cobraría por mis servicios.

—Aún así insisto.

—Pero..

—Vuelve a replicar y mandaré el doble de la cantidad, y así haré cada vez que me lo niegues hasta que te vuelvas asquerosamente millonario, ¿de acuerdo?

Resopla.

—Si no hay opción..

En ese momento llegan nuestros pedidos. El camarero deja la porción de tarta delante de mi junto al batido de manzana, mientras que me dedico a estudiar de nuevo las fotos, pude haber pasado desapercibido algo y..¡Espera!.

—¿Qué es esto? —susurro mientras observo el dibujo en la mano del hombre encapuchado.

Supuse que era un tatuaje, pero lo que más captó mi atención fue de lo que trataba.

Un oso.

La cara de un oso cubriendo toda su mano.

Un tatuaje malditamente conocido.

Lo he visto antes pero no recuerdo donde.

¿Será posible que lo conozca?

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