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Agridulce

En medio de los murmullos, las luces se vuelven tenues y en el escenario, dos elegantes figuras hacen su entrada. Una esbelta chica se posiciona en el piano, mientras que un chico de porte galante acomoda el violín en sus brazos. La gente esta atenta y con paciencia, esperan a que ambos sincronicen sus miradas, dandose el visto bueno para comenzar a tocar. El piano da los primeros pasos, siendo seguido por la danza de cuerdas finas que alzan la majestuosidad del violín.

«Nocturne de Chopin» Reconoce Biel en la melodía. Esa era y siempre será una de sus composiciones favoritas, entre otras tan exquisitas como lo eran La danza de los duendes y La risa del diablo.

Esa delicada postura del piano le conmovia, pero se arruinaba junto al impetuoso violín que tenia por compañero. Biel ya no encontraba la nostalgia de sus recuerdos de niñez, cuando su padre lo deleitaba con esa fresca interpretación de Nocturne, sino que ahora, en todo su pesar, solo notaba dureza del chico contra su instrumento. Un afán horrendo por querer cambiar el sentimiento de la clásica música melancólica. Insultante.

Tocadas las últimas notas, el lugar se somete al único silencio que un artista no desea escuchar. Absoluto, sin atrevimiento alguno, nadie quiere ser el primero en coronar a ese próximo rey del violín. Pero, de entre el gentío, un aplauso resuena en el eco del vacío. Como monos, todos comienzan a aplaudir y lanzar rosas al escenario, dejando ver las alabanzas de todos los estudiantes que estaban presentes en aquella cena.

La academia Soléne, reconocida internacionalmente por sus extraordinarios dotes descubriendo futuros talentos, es igual conocida por organizar la Cena Platinum, un evento de clase alta exclusivo para promesas de la música. Su fundamental y más grande propósito, era establecer conexiones entre ellos para poder asegurarse mecenas y uno que otro aliado. En la extravagante ceremonia, suelen haber tres presentaciones y un dueto encargado de brindar entretenimiento durante la noche.

El dueto de ese año era el más prometedor de todos.

«Terrible decepción.» Piensa Biel caminando hacia el enorme buffet central. «No merecian ese precioso escenario.»

Llendo hacia la mesa, escucha los comentarios alegres sobre la anterior presentación y siente un nudo en el estómago.

«¿Acaso soy el único que odio esa versión?»

Tomando una copa de champagne espumoso, repasa los pasos de lo derivaron a esa inminente sensación de disgusto total. Y bueno, no hay que ir lejos, ya que todo se remonta hace unos cuantos meses de haber aprendido a tocar el violonchelo. Sus más cercanos se habian sorprendido por la precisión y belleza que evocaban sus interpretaciones, así que decidio lanzarse a la aventura e ingresar en la Academia Soléne. Tuvo que pasar muchas pruebas, incluyendo el gran estrés y la incertidumbre sobre su futuro.

«Solo los mejores pueden permitirse vivir de la música.»

Para su fortuna, fue aceptado con honores por sus maestros y siendo considerado un prodigio, tuvo que redoblar practicas y ensayos. Elevo sus espectativas en todas las áreas, teniendo un control severo sobre cada nota que salia de su querido amigo, fiel socio en su labor. Contrarrestando esa limpia versión de la historia, era bueno recordar lo exigente que se habia vuelto y esa sensación de prepotencia que emanaba cada vez que daba su opinión. Era solo un estudiante de Soléne, pero sus críticas daban en los puntos correctos y eso le habia dado fama de ser autoritario con sus colegas.

«¡Malditos envidiosos!» Reprochaba Biel tomando su segunda copa de champagne rosa. «Uno quiere ayudarles a mejorar y así me tratan.» Un sorbo prófundo. «¡Basura hueca!»

Dejando su copa en la mesa, dirige su andar hacia la zona del Resort Green, una amplia mesa destinada a los vegetarianos y veganos. Hay sirven un apetitoso Ratatouille que seduce a sus papilas gustativas, así que ignorando las conversaciones de los demás invitados, llega con rapidez hacia una esquina donde le ofrecen una copa de vino tinto. La recibe por cortesía, buscar puede esperar un poco.

«¡Que buen vino!»

Ya terminando la copa, observa que el plato de Ratatouille esta colocada detrás de cierta persona sobrevalorada.

«No me jodas...»

Era ese chico del pésimo violín, aunque parecia algo confuso y desorientado. Volteaba con disimulo hacia todo lados, ojeaba la comida de rato en rato y cuando parecía decidido, volvia al mismo círculo vicioso de toda la vida.

«¿Qué demonios le pasa?»

Biel no piensa acercarse hasta que ese mal músico se aleje, así que toma otra copa de vino y espera. Seguro que pronto sabría elegir, abandonaria esa posición indecisa e intentaria irse del lugar. Predicción perfecta, solo debe tener paciencia. Además,  esa era una de sus más grandes virtudes.

«¿Qué puede salir mal?»

Sentado en una silla, esperó por la oportunidad silenciosa que solia otorgarle el destino en esas atípicas situaciones.

«¡Ven a mí, providencia!»

Mientras esperaba, fijo su vista en el deshonorable. Estaba en un estado de suspenso, a la espera de algo importante. O solo se encontraba eligiendo el tipo de champagne que iba a tomar esa noche especial.

«Elige el rosa, hoy es ideal un rosa.»

Eligio un semiseco desabrido que de solo beber un sorbo, no quiso terminarlo. Mejor no tomar alcohol esa noche.

«Idiota.»

Para quitarse el mal sabor, se preparo una infusión de Anís y Manzanilla. Todo iba bien, sino fuera porque se distrajo con una conversación sobre su presentación, olvidando el azúcar y tomando de golpe esa taza. La cara que puso en ese minuto no tenía precio, sacandole varias risas interiores a Biel.

«¡Ni para eso sirves!» Se burlaba en su cabeza.

Desde el otro lado de la balanza, Marc esta incomodo por la mirada que el chico de smoking granate esta teniendo contra su persona en esos momentos. Hace poco que llego a la mesa vegetariana y siendo un amante de los vegetales, al ver tanta variedad de comidas preparadas, no supo elegir la indicada y le tomo más tiempo del necesario poder comer. Luego estaba ese desastre con el champange, un suceso que planeaba jamás contar a sus padres.

«¿Por qué me miras tanto?» Se pregunta inquieto en su lugar, preocupado. «¿Acaso ya sabes sobre...? No, eso es imposible.»

De reojo, podia apreciar que ese chico era singular y llamaba mucho la atención, sobretodo su cabello anaranjado rojizo y sus ojos celestes. La sensualidad natural que soltaba con ese porte tan educado, sentado en la silla, bebiendo vino, le daba ganas de acercarse y tratar de ganarselo como amigo. Eso era lo mínimo que podia hacer en un sitio como ese, pero, todos parecian conocerse entre sí. No seria educado ir sin saber ni su nombre.

«Tendre que preguntar por él.»

Saliendo de esa mesa, fue hacia un grupo de personas que lo felicitaron anteriormente e hizo la pregunta del millón.

—¿Saben el nombre de ese pelirrojo?

Todos se miran entre sí y luego al recién llegado.

—¿No sabes quién es Biel Renaldi?

—¿Debería?

—Tranquilos, es nuevo en esto de las reuniones —dice una joven rubia de vestido negro—. Sí quieres sobrevivir en este mundo, grábate su nombre en tu memoria. Eso te ayudara para abrirte paso en este duro sendero...

—¿Es tan importante?—cuestionó sorprendido.

—Se dice que su crítica es tan importante como la de cualquier profesional—le explica un pelinegro—. Tiene trato de prodigio y esta respaldado por su apellido familiar.

—Quinta generación de músicos maestros...—resalta la chica del vestigo negro.

Marc voltea y mira que Biel esta comiendo un platillo, se da cuenta que debe haber estado hay desde hace un minuto.

«¿Era por eso que me observabas? ¿No querias incomodarme con la comida?»

—No te recomiendo ir—dice el pelinegro leyendo sus actos—. Entre nosotros lo llamamos el Habanero y no especificamente por su estatura.

 —Ese chico es un maldito sueño húmedo—dice alegre una de las chicas ebrias en ese grupo—. Pero escuche que su carácter es como el de un chihuahua gruñon. Además, una amiga me dijo que se queja de todo y solo esta contento con su trabajo.

—Eso mismo me contaron...—prosiguio el chico pelinegro.

Marc decidio apartarse del grupo cuando siguieron detallando lo insoportable que les parecia Biel. Hecho un vistazo al reloj de su celular y casi se le salen los ojos cuando vio la hora.

«No voy a llegar a tiempo» Penso saliendo discretamente del edificio campestre.

Asistir a esa Cena Platinum no le interesaba, sino el bosque de la propiedad. Su gemelo le habia contado maravillas sobre el claro del bosque y como una preciosa música de la naturaleza sonaba cada medianoche.

«¡Puedo llegar, puedo llegar!» Penso mientras se apresuraba lo más que podía.

Y llego justo a tiempo, igual que otra persona.

—¿Qué haces aquí?—escucho decir a sus espaldas.

Fue una sorpresa encontrarse con esa cara bonita y ese porte educado en aquel rincón.

—Biel...

—Sabes mi nombre...—respondio Biel acalorado por seguir el paso del violinista—. Bueno, no es una sorpresa.

Marc examino a Biel y llego a la conclusión de que era bonito en apariencia y diabólico en actitud. Interesante combinación de persona. Al instante, el relajante sonido de las aves trinando se hizo presente. Marc sonrio.

—¿Podrías no ignorarme y responder...

Pero Biel no pudo completar la oración, porque una mano en su boca habia sido puesta. Marc necesitaba escuchar esa bella sonata, no iba a permitir que Biel lo arruinará. Este último dio algo de fuerza debido al susto, pero luego tambien cedio y solo le quedo escuchar esos cantos salidos del mismo paraíso.

«Hace tiempo no escuchaba tal proeza.»

Terminada la melodía, Marc solto a Biel con gentileza y en un esfuerzo por no arruinarle la noche, le conto la verdad.

—Espera un segundo—dijo Biel atontado por el vino—. ¿Me estas diciendo que te hiciste pasar por tu gemelo durante esa horrible presentación, la maldita velada y ahora... Solo para poder escuchar esto natural que dices?

—Naturaleza—corrigio Marc tratando de evitar el fuerte olor a vino que desprendia Biel—. Y sí, que yo no soy violinista como él, pero me dijo que podía tomar su lugar por esta noche.

—Con razón eras un asco en el violín—el estado de Biel hace que olvide los filtros en sus comentarios y sea sincero—. Sigo sin comprender los aplausos que recibiste. Seguro era por tu físico.

—Eso es cierto—acepta Marc obviando eso último—. Pero soy un experto bailarín y nadie puede negarlo—aclara coqueto, guiñandole un ojo.

—Si tocas el violín como bailas...—se burla Biel entre susurros.

—¿Quieres comprobarlo?—dice extendiendole una mano y mostrando una de sus sonrisas más seductoras.

«Solo por esta noche...»

—Acepto tomar el riesgo—responde Biel igual de sensual y se impulsa hacia él confiado—. ¿Qué vamos a bailar?

Su pregunta vuelve a ser ignorada y Marc pone
Sway en su celular. La música se reproduce, dando inicio a esa danza de provocación entre ellos. Biel se aferra a Marc siguiendo sus pasos, hipnotisado por la genialidad del jazz combinado con ese ritmo tan cambiante en la canción. La voz del cantante le termina relajando bastante, olvidandose de la perfección y bailando junto a ese impostor.

Marc esta encantado con los movimientos de Biel, siendo tan atractivo como cualquier chica de su interés. Michael Bublé fue un esplendida elección para esa ocación, podiendo ver la figura completa de ese lindo pelirrojo. Bailar como una salsa era ideal, ya que le permitia liderar y Biel quedaba perfecto en la posición de acompañante.

Con cada vuelta, ese cabello pelirrojo solo podía enamorarlo cada vez más. Eran como olas de fuego, fuertes y audacez, tan libres como solo su portador podía serlo. Entonces, Marc dijo:

—Eres hermoso.

—Lo sé—contesto mirandolo con esos ojos azules sin parar de bailar.

La luna en su punto más álgido, invitaba a vizlumbrar esas dos candendes figuras. Ardientes en emociones inconmesurables y frescos en sentimientos que palpitaban sobre todo ambiente natural. Eran ellos y sus deseos haciendose realidad, dejando ir sus miedos, organizando el desastre de sus pensamientos.

Dos seres agridulces que luego de sonreirse, se abrazaron con absoluta felicidad.

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