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Capítulo 32

Acacia


Tenía la sensación de que me faltaba algo, la certeza de que algo se me escapaba. ¿Habría dejado la tetera hirviendo hasta evaporar el té otra vez? No, dudaba mucho que eso me ocurriera dos veces a mi.

Escuché la vibración de mi celular en alguna parte, estaba sumergida en lo profundo de mi sueño y esa sensación de incertidumbre. La vibración se detuvo y la profundidad de mi inconsciencia fue mayor.

El teléfono de mi modesto apartamento también sonó lo que me pareció una eternidad, cuando acabó con su sonido irritante, la voz de Daphne se extendió por todas partes despertandome rápidamente.

-Hola, bella durmiente. Probablemente estés en tu quinto sueño aún, pero quería avisarte que tuvimos que irnos, no te alarmes, fue algo del trabajo. ¡Ah! Pero ni creas que te desharas de nosotros. Somos tu sombra. Estaremos ahí para la cena, Franco invita. Debo irme, hablamos más tarde.

El teléfono quedó en silencio luego de eso y miré a mi alrededor sin saber qué pensar.

Los recuerdos vinieron como una ola furiosa en una noche con tormentas y me arrastraron con una fuerza impresionante. Mi estómago giró un montón de veces y una sensación de adrenalina corrió a su antojo por mi cuerpo.

Tenía un pensamiento seguro, el más seguro que había tenido en mucho tiempo: me había unido a Franco y estaba extasiada con ese hecho.

Si le dijera a mi yo de hace un año seguramente no me creería, ella jamás me creería que lo sentí tan mío. Yo misma aún digería lo que ese hombre me hizo sentir.

Me senté en el sofá cama, perdida en mis pensamientos. Miré mi celular en la encimera de la cocina, bendita encimera.

Como si lo hubiera invocado, la pantalla se iluminó y al acercarme el nombre de Franco brillaba en ella.

Contesté enseguida pude controlar mis nervios.

-Hola, preciosa.-Fue lo primero que dijo y lo único que necesitó para ablandarme.

-Hola...-le respondí con algo de timidez sin saber qué hacer. De él salió un sonido nasal que me hizo saber que estaba sonriendo. Desearía verlo, perderse una sonrisa de Franco, era perder en el mejor sorteo del mundo.

-¿Cómo te sientes?

Una calidez se extendió en mi pecho y una chispa revoloteaba de aquí para allá. ¿Cómo le explicaba eso?

-La verdad es que me siento genial.

Él rió.

-Es un placer saberlo.

-El placer definitivamente fue mío.-pude oír el momento exacto en el que contuvo su respiración lo que me hizo soltar una carcajada.

-Yo...-carraspeó.-Deseo verte. ¿Me das tu aprobación para ir esta noche?

-¿Me echas de menos tan pronto, Franco?

-Me quitaste dos meses de ti, te pido que no me prives más tiempo, por favor.-respondió en tono serio y me deleité con lo aterciopelado de su voz.

Sonreí, sintiendo como esa calidez se expandía más y más.

-Lo que mi ex jefe ordene, entonces.

-Acacia...-advirtió. Tenía el talento de ponerlo de los nervios y eso no era culpa mía.

-¿Si?-pregunté divertida.

-Te necesitaba tanto...-susurró.

Mi cuerpo entero se agitó y me hubiera muerto de la vergüenza si él hubiera podido verme.

-No demores en llegar hoy, Franco.-tragué saliva.- Estaré esperando por ti.

-No te haré esperar, lo prometo.

Y ambos sabíamos el peso de esas palabras.

Luego de despedirme de Franco y recordarle que él invitaba la cena, tuve un día de spa en casa exclusivamente para mi.

Pensar en Franco me hacía pensar en mí anterior trabajo.

Sabía que él quería que volviera a la empresa, estaba consciente de que las chicas me extrañaban por como me decían lo que hubiera pasado si yo hubiese estado ahí. Me entristecía no estar con ellos, pero también era feliz con lo que hacía y tenía la certeza de que ellos también estaban a gusto con eso.

(...)

Mi apartamento quedó organizado y perfectamente limpio, con las cosas listas para compartir una rica cena. No iba a admitir que a lo mejor había puesto un poco más de empeño en mi apariencia, quería sentirme hermosa y quería que Franco también lo viera.

Las flores que me regaló estaban felices y tenían una fragancia delicada que inundaba mi apartamento.

No las dejaba de admirar.

El timbre sonó y mi corazón se disparó. Lo sentía, extrañamente, sentía la presencia de Franco cerca.

Miré la hora. Seis de la tarde en punto, su puntualidad me saco una sonrisa.

Al abrir la puerta mis ojos quedaron prendados de los suyos que me sonreían brillantes.

-Lo siento.-Dijo pasito.

Tomé aire para hablarle pero antes de que pudiera hacerlo lo ví poner esa sonrisa delicada en su rostro y enredar sus manos en el cabello de mi nuca, dándome un húmedo beso que hizo temblar mis piernas y el cual devolví como si muriera de ansiedad por sus labios.

Su olor, sus labios y sus manos acariciando mi cabello, no podía pedir más.

Fue difícil recordar que se supone que Daphne venía con él, abrí los ojos, sorprendida e intenté separarnos.

- Daph...-intenté mirar tras él, pues era tan grande que ocupaba toda mi puerta, él me cedió espacio, sonriendo de forma dulce y yo solo alcancé a observar al lado de la puerta, su bolso de trabajo y unas cajas con comida dentro de una bolsa.

-Resulta que no va a poder venir, pero su presencia no hubiera sido impedimento para besarte.

Rodé los ojos al terminar de escuchar su forma diplomática de hablar.

-Presiento que me vas a sacar unas cuantas canas.

-Confia en tus instintos, entonces.-dijo burlonamente y yo entrecerré los ojos en su dirección.

-Qué descaro. En mi propia casa, Franco D'angelo. Esas no son palabras de un caballero, ¿Qué diría tu madre de este comportamiento?

Él rió, tomó mi cintura y se acercó a mí, regalandome su atención.

-Ella diría que mi comportamiento deja mucho qué desear.

Sonreí, derretida por el embrujo que significaba su presencia.

-Y yo estaría de acuerdo con ella.

Él sonrió.

-¿Tienes hambre?-preguntó dándome un beso en la frente y volviéndose por las cosas que había dejado en la puerta. Cerró una vez que entró y fue directo a la cocina iniciando a desempacar las cosas.

-¿Te quedarás hoy también?

Me acerqué a él con la intención de ayudarle a servir la comida.

-La verdad es que no quiero invadir tu espacio u atosigarte y dado que hoy Daphne no puede amenazarme, me tomaré la libertad de ir a casa luego.-me miró con una pequeña sonrisa.-¿Estás de acuerdo?

-Seria algo muy prudente que diría Franco D'angelo.-asentí en su dirección.-No invades nada, Franco. Mi casa es la tuya también.

Su mirada era expresiva y cálida.

-Gracias, pero conozco a mi pequeña ex empleada y sé cómo trabaja su mente. Si no voy más despacio ahora, se abrumará pronto de mi.

-Franco, eres como mi familia. Si hubiera querido escapar de tu presencia lo habría hecho hace años.-bufé.

-Solo quiero hacer las cosas bien a partir de ahora. No quiero que sientas que entre nosotros pasa como esas relaciones pasajeras donde solo comparten la cama, Acacia, yo quiero todo. Todo contigo.-dijo despacio.- A menos que tu sí quieras una compañía pasajera, yo no estoy diciendo que tenemos una relación. Tu eres libre...-divagó.

Tomé su mentón con una mano y acaricié sus labios con el pulgar. Sus cejas se juntaron y su mano tomó mi muñeca, acariciándola.

-Si tanto te preocupa.-lo acerqué a mi y lo besé lentamente, largo y tendido. Como siempre había querido besarlo, lamí sus labios con gusto y admiré su rostro perdido seguramente en las secuelas de mi beso.-Vayamos despacio entonces.

-Me gustas muchísimo, desde hace mucho tiempo.-susurró.

Un escalofrío corrió por mi columna vertebral.

-Franco...-volví a acariciar su boca.

-Acacia.-Cerró los ojos fuertemente, tragó saliva y asintió abriendo los ojos, mirando hacia otro lado para después mirarme a mi.-No importa si algo entre nosotros pasa realmente o no, es justo que sea honesto contigo, te debo eso y más desde el día en el que me negué a mostrarte mis sentimientos pensando que no era algo que tu hubieras querido tener.

Su mano seguía dando caricias en mi muñeca y me miraba como siempre, como si yo fuera la luz de sus ojos.

-Tu ya fuiste honesto conmigo, Franco.-lo tranquilice.

-En un pésimo momento, en un momento donde no estaba acostumbrado a la sensación de que iba a perderte y como un egoísta fui a decírtelo todo.-dijo con pesar.-Perdóname. Quise devolver el tiempo para no haberlo arruinado así apenas las palabras salieron de mi boca.

-Era un mal momento para los dos, los dos nos equivocamos. Gracias por tus disculpas, Franco, pero yo te perdoné ese mismo día. Perdoname tu tambien.

-No tengo nada que perdonarte, bonita.-no estaba de acuerdo con eso y él lo supo.-Y en caso de que sí, también te perdoné ese día.

Reí.

-Ese día también agradecí internamente que me ayudaras tanto, tu siempre me das lo mejor de ti incluso estando dolido, enojado u herido conmigo. Gracias a ese día y gracias a ti, pude resolver mis dilemas, Franco.

-Lo único que agradezco es que eso nos haya traído a este momento porque de verdad no sabría qué hacer sin ti.-puso su frente en la mía.

-Entonces... Empecemos otra vez.-sugerí.-Lo que pasó entre nosotros no fue algo pasajero para mi, Franco. Me conoces mejor que nadie.-lo miré fijo, para que mis palabras se tatuaran en su cabeza.-No me arrepiento de nada, nada que esté relacionado contigo es motivo de arrepentimiento para mí. ¿Quedó claro?

Él me dió una mirada intensa, me alejé un poco de él provocando que ambos nos incorporaramos uno frente al otro.

-Quedó claro.

Le sonreí y le tendí mi mano.

-Franco D'angelo, te propongo volver a ser nosotros contra el mundo. ¿Aceptas?

Él también sonrió, tomó mi mano pero me haló en su dirección haciendo que chocara contra su pecho, sus manos se deslizaron a mi cintura con delicadeza.

-Solo tengo una duda.-dijo él.

-¿Cuál?

-Dijiste que era como tú familia...

-Sí...-lo alenté a continuar.

-No quiero ser tu hermano, ni tu primo, ya no quiero ser tu amigo...-acercó su boca a la mía, rozandolas con saña.

-Franco.-suspiré.

-Quiero que por el momento, me veas como un hombre. Un hombre que muere por uno solo de tus besos, un hombre que anhela estar contigo. Soy yo, Acacia.-con su dedo índice delineó mi mandíbula, se acercó a mí oído y susurró:-Soy un hombre deseando que seas tan suya como solo yo sé cuán tuyo soy.

Su mano bajó tomándome de la rodilla y encajandola en su cadera, él admiraba como la tela de mi vestido cedía ante el movimiento, deslizándose por mi muslo, no tardó en acariciarlo delicadamente mientras yo seguía embobada admirandolo a él y solo a él. Sus ojos me miraron, embrujandome, hechizandome.

-Mierda.-dijo Daphne.

De la impresión casi me caigo, por lo que Franco me ayudó a estabilizarme, aplané mi vestido con la mano y me giré rápidamente hacia ella.

-¡Daphne!-le reproché. Ella se puso roja.

-¡Perdón! Estaba abierto así que solo pasé y yo... Yo... ¡Mierda!-se tapó los ojos y se dió la vuelta maldiciendo, quedándose de espaldas

-¿Por qué te tapas los ojos? ¡No estamos desnudos, Daphne!-exclamé de los nervios.

-¡Pero casi! Me quedaré traumada, con razón son tan buenos amigos. ¿De esa forma muestran su cariño fraternal? ¡Cochinos!

-Dios...-Franco se tomó el puente de la nariz apoyándose de la encimera.

Sí, estaba teniendo noches memorables en mi nuevo apartamento.




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