Capitulo 28
Acacia
Hemos pasado muchas cosas para poder llegar a donde estamos. Nos ha tocado aprender quizá a la mala una que otra lección de vida; estamos hechos especialmente para adaptarnos a los cambios que significa todo eso en cuestión.
En este momento me siento más enfocada que nunca, más ansiosa de cambios que en toda mi vida. Nunca había tenido la fiereza que hoy poseo para decidir que ya fue suficiente de esto.
Hoy yo misma provoco el cambio en mi vida, hoy yo misma me adapto a mis condiciones.
—¿Estas segura que no quieres que te ayude con las demás cajas?—me dijo Cali.
—Sí, son pequeñas. No te preocupes, estaré bien—le decía mientras acomodaba mejor el celular en mi oreja y dejaba una caja sobre el desayunador de la pequeña cocina.
—¡No seas terca y déjate ayudar! Suficiente tenemos con no verte ya todos los días, sabemos que eres autosuficiente. Solo déjanos al menos apoyarte —Decia Daphne a través del celular. Estaba en una llamada "compartida" donde nos daba aliento según sus palabras cuando contesté su llamada, después de leer el mensaje donde me decía que si no contestaba su llamada iba a asesinarme, ya que no pudo venir a ayudarme con mi mudanza. Habló con nosotras un poco más antes de despedirse pues tenía trabajo pendiente, prometió venir por la tarde una vez culminara sus pendientes.
El tiempo pasa volando. Una semana pasó para presentar mi renuncia en la empresa, tres semanas pasaron para encontrar rápidamente un nuevo empleo también como asesora centrada más en el diseño de interiores. Y un mes pasó para por fin completar mi mudanza.
Un mes en el que he trabajado mucho y me he prestado mucha atención. Donde he pensado en mi, me he impuesto cambios agradables para un nuevo comienzo que necesitaba.
El último mes habia estado más fuera que dentro del departamento que compartía con Francesca, por lo que no la volví a ver. Sabía que ella seguía quedándose ahí por el movimiento de las cosas, más nunca quisimos coincidir. Hoy en la mañana cuando empecé a sacar mis cosas, ella no estaba en casa. Me despedí de ella en silencio y en su ausencia, esperando que fuera feliz.
No volví a ver a Luciano. No tenía noticias suyas ni por Francesco y los tres estábamos conformes con eso. Una especie de acuerdo silencioso donde todos conocíamos los límites.
Franco sin embargo, aunque tampoco habiamos vuelto a vernos, ha estado atento a mi como siempre. Quizá estábamos un poco más alejados, pero siempre me hacía saber que se preocupaba por mi y que a pesar de todo, seguía queriendo mi bienestar.
Sus mensajes, aunque no son frecuentes siempre aparecen en un momento crítico de mi día. Lo que me hace saber que se pone al día con Cali y Daphne. Pese a la circunstancias, agradezco y valoro el calor de mi pecho al saber que no importa qué, seguirá cumpliendo con su promesa de apoyo conmigo.
Todos mis conocidos estaban al tanto de mi mudanza, es por eso que mi pequeña salita estaba llena de regalos, hasta mamá y su esposo me obsequiaron unas ollas. Me dió risa por un instante, lo admito.
—¿Quieres que me quede contigo hoy? Puedo cancelarle al rufian de mi novio para que estrenemos juntas el departamento—me dijo Cali sacudiendo sus manos luego de dejar la gran caja que tenía.
—Eso se oyó fatal —ella soltó una carcajada seguida de un suspiro.
—A mi ya hace mucho tiempo me mandaste a la friendzone. No porque ahora te vea sola y vulnerable voy a aprovecharme, no soy de esos, cielo.
Ahora era mi turno de reír, ella se unió a mi risa enseguida dando una palmada en su muslo para doblarse ante la fuerza de sus carcajadas.
—Permiteme dudarlo—ambas suspiramos, ella se acercó a la cocina donde me encontraba, era un departamento justo para mi, la cocina estaba de cierta forma cercana a la sala, separada por un pasillo en dirección horizontal que daba la impresión de un espacio más amplio de lo que era. En la sala había un gran ventanal hermoso que dejaba entrar mucha luz, era un depa muy lindo. Apoyé la cadera en la pared mientras me cruzaba de brazos —Estaré bien, puedes ir con el prometido al que llamas rufián y el que por cierto, nos ayudó a traer mis cajas, no le voy a pagar mal quitándole el placer de tenerte hoy, no soy de esas.
Ella sonrió y se pasó ambas manos por el cabello, estirándose.
—Ah bueno, ni modo. Tendré que sacrificarme y pagar el favor que nos hizo; favor con favor se paga—me guiñó un ojo mientras movia las cejas de arriba abajo, su sonrisa se profundizaba cada segundo que pasaba.
—Eres una cerda—manoteé el aire intentando quitar esa imagen de mi mente mientras ella volvía a doblarse de la risa.
Les preparé bocadillos a su rufián y a ella, el prometido de mi amiga la esperaba en el auto frente al edificio donde ahora vivía, ya habíamos entrado todas mis cosas al departamento. Nos despedimos en la puerta mientras ella sorbia de una soda que había tomado de mi refrigerador.
—Mañana vendré a ayudarte para organizar.
—Está bien, dile a tu rufián que le doy las gracias nuevamente—asintió dejando un beso sonoro en mi mejilla y se fue a pedir el ascensor, agitó la mano al subirse y la miré desaparecer entre las puertas del aparato metálico.
Tenía mucho trabajo por hacer y no se iba a hacer solo. Daba gracias al cielo que el prometido de Cali se ofreciera a ayudarme con los muebles grandes. Ya tenía todo en el departamento, solo hacía falta organizarlo.
Pasadas las tres de la tarde ya tenía organizado el cuarto de lavado y mi habitación, aún estaba doblando ropa para acomodarla en el gran clóset. Estaba agotada y aún faltaba la sala y la cocina. A las 4 de la tarde el timbre sonó, seguramente Daphne había salido del trabajo directo hasta acá.
Me levanté de la cama y caminé directamente a abrir la puerta. Al abrirla su aroma explotó en todo mi rostro, dejándome sedada por un segundo.
—Hola, ex-empleada—su cara se iluminó con una sonrisa, podría jurar que sus mejillas estaban un poco rosadas. En una mano tenía hortensias, una planta de hortensias para ser exactos. En la otra mano tenía una especie de canasta con frutas, chocolates, carnes frías y quesos.
No salía de la sorpresa que tenía en el cuerpo, jamás me dijeron que vendría. Tenía tiempo sin verlo.
—Hola, Franco.—le sonreí, pasmada.
—¿Puedo pasar?
—Yo... Sí, claro. Qué modales, eres bienvenido—me aparté de la puerta dejándolo pasar.
—El desempleo cambia a las personas—me dijo de forma jocosa, reí junto a él. Aún frente a mi, me ofreció la cesta—es para ti, Daphne se quejó de que no tuviera vino incluído, me llamó tacaño.
—Es algo que Daph haría. Raro que no te haya impuesto agregarla.
Él negó con la cabeza.
—No lo permití. Sé que odias el alcohol por más fino que sea, detestas el sabor.
Lo miré con una sonrisa, carraspeé y miré la maceta con la planta.
—¿Y eso?—pregunté estirando la mano para tocar las hojas con la punta de los dedos.
—Ah... También es para ti. Las plantas son un buen regalo para un nuevo hogar.
Él no quería decir lo que yo sabía que significaba ese regalo, pero aún así lo haría decirlo.
—Te agradezco, era más que suficiente con la cesta. No te hubieras molestado.
—Sé que son de tus flores favoritas.
—Así es—tratando de no sonreír le quité el jarrón con cuidado yendo a ponerlo cerca del ventanal para que le diera bastante luz.
—Y alguna vez dijiste que si alguien ha de regalarte tus flores favoritas, mejor te regalaran una planta, pues te pone triste pensar que te estarían regalando flores muertas.
Volví a sonreír.
—Entonces decidiste comprar la planta que da mis flores favoritas.
Él asintió quitando la mirada de mi para mirar el apartamento mientras se arremangaba las mangas de su suéter. No quería incomodarme, es por eso que no dijo nada más y cambió enseguida el tema.
—Bueno... Vine a ayudarte en lo que necesites y veo que necesitas mucha ayuda, Daphne venía conmigo, pero le surgió algo a última hora y no quería dejarte sola hoy, entonces vine solo. Si tu aceptas mi ayuda para mí será un gusto.—puso las manos en su cadera analizando seguramente cómo acomodar el lugar— Daphne aseguró venir por la noche, por si prefieres esperarla.
—No.
Él mordió su labio inferior volteando a verme, dudando de qué quise decir. Era el tipo de persona que desprendía belleza con cualquier gesto que hiciera.
—¿No qué?—preguntó enseguida.
—Estaré muy agradecida si me ayudas, por favor. Podemos esperar a Daphne juntos, si nos da tiempo podemos...
—Preparar la cena—completó con una sonrisa. Asentí en su dirección. En algún momento ambos descubrimos que nos gustaba cómo cocinaba el otro, se volvió costumbre cocinar para ambos o planear qué llevaríamos de almuerzo.
Ambos acordamos empezar por la sala y terminar en la cocina para que estuviera lista para hacer la cena.
—Manos a la obra, ex-empleada.
Organizamos la sala entre chistes y risas. En algún momento Franco sacó su celular para poner música mientras hacíamos todo. Él instalaba los clavos y los estantes, mientras yo organizaba los libros y cuadros.
Entre los dos acabamos rápido, a las 6 de la noche Franco y yo sabíamos exactamente qué íbamos a cocinar.
—Lasaña de berenjenas.
—Pollo con vegetales—dije al mismo tiempo que él. Nos miramos conteniendo la risa.
—Lasaña de pollo y vegetales serán.
Asentí contenta.
—Vamos a terminar cenando a las 10 de la noche.
—Mañana es domingo, podemos cenar a las 10.
Aunque parecía que nos tardaríamos una eternidad, nos había rendido el tiempo, ya estábamos metiendo la lasaña al horno cuando menos nos dimos cuenta.
—Gracias por venir a ayudarme, Franco. Te lo agradezco mucho.
—Siempre que me necesites, así somos. Aunque ya no formes parte de la empresa, sabes que tienes una pequeña familia que se preocupa por ti. Estoy muy feliz de los nuevos cambios que estás teniendo en tu vida, a todos nos da mucho gusto verte feliz, gracias a ti por permitirme formar parte el día de hoy—me dijo sentado en el desayunador, ambos esperando la lasaña—aunque terminamos hechos un desastre.
—Me hace feliz que estés aquí y agradezco todo el cariño que me brindan. Gracias por adoptarme—él me dió una sonrisa de boca cerrada. Nos quedamos en silencio un rato sin saber qué decir, más no era incómodo. Pero tenía razón ambos estábamos sudados, algo sucios y cansados. A este punto sentí vergüenza por aceptar su favor— Puedes tomar un baño si quieres, organicé temprano el baño. Sabes que tengo camisas grandes por ahí—él río. Seguro recordando mi costumbre de comprar camisetas de hombre para dormir.
—Por favor—dijo riendo—me encantaría. Lo haré mientras está la lasaña.
Le indique al final del pasillo y él se encaminó al baño. Aproveché para ordenar un poco las cosas que usamos y un momento después sonó el timbre nuevamente en este día.
Abrí la puerta no sin antes asegurarme de que era Daphne tras la puerta. Me miraba avergonzada y alzando en su mano una bolsa grande llena de golosinas.
—Siento la hora de llegar, tuve una urgencia pero para disculparme traje tus dulces favoritos para una noche de películas porque obviamente como llegué tarde, me invité a pasar la noche aquí—me abrazó y pasó al departamento como si lo conociera de toda la vida, se quitó en abrigo dejándolo en el recibidor y caminó a la cocina sacando un helado de la bolsa y guardándolo en el refrigerador.
—Yo feliz de una pijamada improvisada.
Ella se echó el cabello a un lado asintiendo contenta. Estaba vestida espectacularmente como siempre, con una falda lisa hasta sus rodillas color gris, con una camisa con vuelos de color blanco y sus infaltables tacones finísimos en color negro.
—El departamento está monísimo. Te quedó genial, me encantaría que Cali hubiera podido venir, pero está con su señor grasiento.
Le restó importancia con la mano mientras yo empezaba a regañarla por hablar así del prometido de nuestra amiga, quien era dueño de varios camiones de comida rápida. Nos quedamos hablando un poco más, no supe en qué momento Daphne ya tenía una copa de champagne en la mano sentada en el sofá mientras yo escuchaba al horno avisarme de la lasaña. Lo que me hizo recordar que Franco aún no salía del baño.
—Espera un momento, Daph. Iré a ver si Franco necesita algo.
—¿Aún sigue aquí?—alzó una de sus perfectas cejas y escondía una sonrisa al acercar la copa a su boca— Vaya.
La miré interrogante y ella negó.
Caminé por el pasillo hacia el baño y justo cuando iba a tocar Franco abrió la puerta.
—Joder.—se quejó cerrando la puerta inmediatamente. Tragué saliva cerrando la boca pues había formado una "o" al verlo—lo siento, de verdad. No había toallas en el baño, me daba vergüenza e intenté llamarte pero no me oiste—habló pero apenas le entendí con esfuerzo, seguía atontada por él mismo—pensaba taparme con mi ropa para ir a la puerta siguiente por una toalla, terminó saliendo mal, no fue mi intención.
—No... No te preocupes, ya te traigo una ¿Bueno? Discúlpame, olvidé colocar toallas—fui apresuradamente por una antes de tocar la puerta del baño.
Ya nada iba a borrar la imagen de Franco recién bañado tapando lo que podía de su cuerpo con su propia ropa. Era un hombre hermoso, con agua corriendo por su cuerpo y cabello mojado. Claro que no podría olvidar eso.
Él abrió solo un poco y le tendí la toalla lo más que pude. Él la tomó y yo fui a mi habitación para dejarle ropa para que se cambiara. Volví a ir al baño, sabía que no saldría hasta que yo me fuera.
—Fran, en mi habitación dejé la ropa. Ya puedes ir a cambiarte. Te esperamos para cenar.
Él murmuró un gracias y yo me volví a la cocina.
—¿Por qué traes esa cara?—ladró Daphne—más vale que Franco te haya ayudado mucho hoy mientras no estuve, debía ayudarte por los dos. Si vas a ir con él otra vez dile que haremos pijamada hoy y él se quedará—impuso.
Negué con la cabeza aún nerviosa mientras preparaba los platos para iniciar a servir la cena.
—No, no iré. Él ya viene.
Un momento después Franco salió del pasillo que daba directo a la sala justo al lado del sofá, se inclinó para saludar a Daphne con un beso en la mejilla antes de sonreir en mi dirección articulando un "gracias" señalando la ropa.
—Ya era hora de que salieras a saludar, hoy nos quedaremos con Acacia y no podemos perder el tiempo—él se quedó inmóvil y la miró mientras se rascaba la nuca, iba a replicar pero ella volvió a hablar mirándolo fijamente:—es su primera noche sola... Lo menos que podemos hacer es acompañarla en su primera noche—presionó.
Él me miró, esperando que dijera algo. Desvié la mirada sin poder borrar su imagen saliendo del baño.
—No lo sé—suspiró. Ella alzó de nuevo su ceja.
—A menos que quieras que te presione para que vengamos toda la semana... Me debes unos cuantos favores, no lo olvides. Es más, me los pienso cobrar en esta ocasión, quieras o no.
Él tragó saliva, pasando su cabello húmedo hacia atrás con la mano.
—No seas intensa.
—Ya está, nos quedaremos entre semana. Si yo no puedo venir, vendrás solo a hacerle compañía, ¿Me oiste?—decidió.
No iba a mencionar nada, no quería que sintiera que quería que se fuera. Me limité a esperar lo que él dijera.
Él se tomó el puente de la nariz, sin saber cómo lidiar con Daphne. Era extraño que ella actuara de esa forma en esta situación, Daphne era imponente y era cierto que solía intimidar si algo quería, incluso a Franco; con el tiempo también desarrollaron un tipo de confianza y amistad.
Asumí que ella no tenía nada qué ganar con su comportamiento, simplemente era una amiga que se preocupaba por hacerme sentir acompañada y apoyada a su manera. Si Cali estuviera aquí, también la obligaría a quedarse, así era ella: una mujer muy protectora, autoritaria e intimidante. Solo por eso sonreí en su dirección viendo cómo se miraban en un duelo de miradas. Ambos voltearon a mirarme suavizando sus rostros cuando mi sonrisa se convirtió en carcajadas.
Franco sonrió y Daphne bufó ante su sonrisa, viéndolo de una forma extraña. Se conocían desde hace mucho más tiempo, en ocasiones tenían su forma de comunicarse. Ella le susurró algo que no alcancé a escuchar y él asintió.
—Buen provecho —dije dándoles los platos mientras nos sentábamos en el desayunador.
Agradecieron la comida antes de volver a crear una charla amena en la que los tres disfrutamos.
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