Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20

 

Acacia

De amar amores

La arena cubría los dedos de mis pies. Veía las olas rebeldes venir desde lejos para terminar acariciando la punta de mis dedos con un dócil y suave movimiento. El viento soplaba fuerte, enredaba mi cabello pero lo disfrutaba. Sentir la brisa siempre ha hecho sentir; sentir un recuerdo, un aroma y hasta a mi misma. Me sentía como ella: ligera y libre. Cerré los ojos y disfruté la sensación.

—Brisa... —dijo él, a mi lado—. Siempre has escrito sobre eso.

Abrí los ojos, me voltee ligeramente en su dirección y lo miré, con una clara interrogante en en la mirada que no pude callar.

—¿Cómo sabes de eso?— él se encogió de hombros con una sonrisa intercalando entre lo avergonzada y lo traviesa.

Estábamos sentados en la arena, poco quedaba ya del cumulo de besos y sensaciones que fuimos hace ya rato, más sin embargo el ambiente seguía sintiéndose correcto y cálido. Hablamos de todo y de nada, o simplemente no se escuchaban nuestras voces ni el silencio, solo el mar.

—Lo leí. Los leí todos —al ver que yo seguía confundida, explicó:—Tus poemas. Tiraste tu diario de poemas en algún momento, no sabía que era tuyo hasta que leí el primer poema, era sobre la brisa. Teníamos quince años si no me equivoco y yo me enamoré de cada cosa que escribiste.

Helado. Así estaba mi cuerpo, ¿él había guardado mi libreta de poemas? No recuerdo haberla tirado, podría haber jurado que estaba entre las cosas que mi madre guardaba en su casa.

—¿Por qué no lo devolviste?

—No quise.

Ah.

—¿Por q...

—Porque de una forma u otra tenía una parte tuya que nadie más tenía, me dí el trabajo de guardarlo como un tesoro, como si fuera el guardián de tu más profundo secreto —me interrumpió, se acercó más mirándome fijo—. ¿Por qué ahora no escribes? Habían poemas de muchos años atrás, de hecho, las fechas entre uno y otro eran muy lejanas pero sin duda hermosos.

Lo miré un largo rato, ya empezaba a darme frío realmente, el vestido no ayudaba y pensar en el vestido me hacía recordar donde estuvieron los labios de Luciano hace menos de 30 minutos.

Su teléfono sonó en ese momento, al oírlo hablar y rodar los ojos supe que era Federico quien llamaba. Hablaron brevemente, colgó, se levantó y mientras sacudía la arena de su pantalón me tendió la mano, la tomé y me levanté con su ayuda.

—Federico dice que ya hay unos bailes sensacionales, quiere que volvamos —pasaba con parsimonia y delicadeza su mano por mi trasero, quitando la arena de mi vestido—. Listo. ¿Preparada para volver?

Con suerte logré asentir en ese momento, siendo presa fácil de su mirada. Me dió un suave beso en la mejilla y ya me tenía suspirando.

¿Dije fácil? Lo que seguía de fácil.

•••

Habían pasado casi dos horas desde que estábamos en medio del festival, he perdido la cuenta de cuantas flores me colocaron en el cabello y había perdido la cuenta de cuantos collares a Luciano.

Estábamos bailando, los tambores retumbaban y la arena parecía tener vida propia mientras todos danzaban entre carcajadas y las bailarinas de danza oriental movían sus caderas al compas de los sonidos por la música en vivo.

Luciano fue en busca de un muy borracho Federico a punto de lanzarse desnudo al mar.

Estoy sentada, en una mesa pequeña con un toldo de palmas mientras observo lo que queda del festival. Personas ebrias y felices. Alguien me toca el hombro y me tapa los ojos con las manos.

Su perfume es inconfundible, reconocería su olor donde sea. Pongo mis manos en las suyas y vuelvo a confirmarlo, unas manos grandes y suaves que casualmente huelen a la crema de Pera que dejé en la guantera de su auto para que usara.

—¿Franco?

—Hola, empleada. ¿Qué tal van las cosas? —soltamos una pequeña risa—. Me dijeron que las cosas iban increíbles en la feria. No podía perdermela, después de todo soy el alma de la fiesta, ¿No?

Siento su abrazo por la espalda y giro para verlo con una sonrisa. Tenía que fingir que nada pasaba frente a Franco, aunque conociéndolo y conociéndome él, no sería una tarea facil

—Gracias por estar aquí —le digo y seguido lo abrazo con fuerza.

—Cariño... ¿Qué sucede? Pensé que estarías feliz.

—Lo estoy.

—¿Pero...?

Diablos. Me atrapó, tiene esa mirada que hace que sienta que está escarbando dentro de mi para averiguar lo que me aqueja, esa mirada llena de convicción con una profunda preocupación escondida.

—Luciano y yo... Se complicó,—y quizá un poquito más que eso—. Nos está pasando esta cosa rara que no sé qué es pero que ojalá pueda disfrutarlo más tiempo. La verdad tengo miedo.

Él me mira sorprendido.

—¿Por qué habrías de tener miedo de algo bueno que te pasa con otra persona?

—Temo que mañana ya no sea el Luciano que está hoy aquí conmigo. Tengo la extraña sensación de que se me escapa de entre los dedos.

Él se quedó callado un momento, aún abrazados empezaba a sentir angustia por todo.

—¿Le correspondes? Tu y él tienen una historia larga, como amigos pero ¿Qué sentía la Acacia de diez años por él?

—¿Principalmente? Desagrado

Soltó una risa desganada.

—¿Y sinceramente?

Lo pienso, no es que tenga que pensarlo mucho. Sí, he tenido fuertes sentimientos por Luciano toda mi vida, que se han transformado a lo largo de ella. Más sin embargo, nunca se habían sentido de esta forma hasta el día que volví a verlo. Aunque lo atribui al largo tiempo que estuvimos lejos del otro, algo se sintió diferente. Solo pasó y siguió demoliendome minuto a minuto.

Tengo mil fotografías mentales de Luciano, de niños, de adolescentes y de adultos.

El como el viento sacudía su cabello al jugar en el jardín trasero, junto con su cara fruncida y expresión amargada.

Recuerdo el sonido de su risa infantil, solía compararla con suaves tintineos. Lo feliz que me hacía escuchar su risa juvenil a los quince años y vivo en carne propia, lo débil que son mis piernas con su risa varonil.

El como los rayos de sol tocaban sus iris y se volvió mi color favorito, mi espectáculo personal y mi gusto culposo por años.

Recuerdo cada riña, cada juego y carcajada. Recuerdo sobre todo, la evolución de nuestra relación, lo estrechos que llegamos a ser y lo mucho que me esmeré en engañarme a mi misma todos estos días, cuando solo tenía pensamientos para él.

—Le he dedicado mil poemas —le digo, con una sonrisa. Me mira profundamente, una mirada que en parte no sé definir. Abre la boca y toma aire para responder.

—¿Interrumpo algo?

Me sobresalté al escuchar la ronca voz de Luciano, Franco sustituyó el abrazo por rodear mis hombros de forma protectora.

—No —respondió él por mi—. Aunque ya que estás aquí, sin intención de interrumpir, claro está; quizá le haga bien que le hables con claridad en lugar de...

—Franco—susurré—. Por favor.

Él suspiró de forma resignada, carraspeo y miró a un muy tenso Luciano.

—Estaré cerca, volveré cuando acaben—solo entonces me miró antes de soltarme—. No te estoy dejando sola. Jamás —susurró.

—Lo sé.

Sus palabras iluminaron mi corazón, asentí mientras el dejaba un beso en mi frente y se marchaba en dirección a Francesca. Nos había estado mirando.

—Florecilla, perdón.

—¿Qué?

—El imbécil tiene razón. Debí ser más claro antes de besarte.

—No, Luciano—cierro los ojos con fuerza y lo miro—. Quería eso, lo deseaba.

Contemplo su sorpresa, admiro su expresión descolocada y sus ojos llenos de mil ilusiones.

—Eso es perfecto, porque pensé que jamás tendría la oportunidad de ganarme el corazón de mi mejor amiga.

—Ya la tienes, no la desperdicies.

Se acerca a mi de un suspiro tomándome de la cintura y me apreta a su abdomen con fiereza.

—¿Me creerías si te dijera que vine aquí a casarme contigo?

Ambos lanzamos una carcajada, paso mis brazos por sus hombros, mis manos acariciando su cabello y su frente uniéndose a la mía.

—No —me dió una sonrisa que no supe interpretar. Y antes de que pudiera decir que era un imbécil por ese chiste malo, me besó en la mejilla.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro