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Capítulo 17

Acacia

Burbuja efecto Luciano

•••

Miro mi silueta una vez más en el espejo. Debajo de la fina tela de mi vestido veraniego tengo puesto mi bikini favorito, no es gran cosa, es clásico de color blanco. Estoy ansiosa por sentir la arena en mis pies y el agua fría erizandome el cuerpo. Por sentarme frente a la playa y solo escuchar...

Entrar en trance total concentrandome en el calmante y debastador sonido de las olas ir y venir. Junto con la arena en la orilla siendo presa de soportar el asalto del agua.

—Toc, toc —en seguida me sobresalto y escucho su risa—. Perdona, saliendo del hotel me encontré con Francesca, ella sabía que venía a buscarte y también sabía que te quedarías horas frente al espejo, sus palabras fueron: Si no quieres perderte el festival más vale que la despegues del espejo. Me dió las llaves de su lindo hogar; a mi, la maldad en persona.

Ruedo los ojos y le respondo con una sonrisa—: Me alegro que te hayas dado cuenta de su desagrado a tu persona, Luciano. Y la única maldad que haces es la de existir.

—¿Como no darme cuenta con esas muecas suyas? Respecto a eso último, cuando yo ya no exista estarás tan enamorada de mi que querrás morir conmigo.

Mi cuerpo entero se ablanda y la descolocacion baña mi rostro con un toque gigante de nervios. Él vuelve a reír, se me acerca, deja un beso en mentón y susurra—: ¿Luciano te comió la lengua, Florecilla?

Ojalá.

Es decir... ¿Quién carajos es este tipo y qué le está haciendo a mi cuerpo? Dios, es un brujo. Eso es. ¡Dile, Acacia! ¡Dile que no puede lanzarte un maléficio así como así! Ese descarado, porque solo los imbéciles hacen juegos de este tipo. Es más, dale un guantazo.

—Esto... ¿Qué? — estúpida.

—Ojalá sí lo hubiera hecho, pero no, nada —me sonríe con dulzura. Muevo la cabeza de un lado a otro saliendo de la que ahora conozco, como una nueva burbuja, la burbuja efecto Luciano.

¿Qué?

—No, no estoy en ninguna burbuja. Me impresionó tu forma de responder, es todo.

—Uhm, no pregunté.

Hablé sin pensar.

—¡Bueno! ¿Y qué? Quise aclararlo.

—Está bien. ¿Nos vamos? —me ofrece su mano con la sonrisa del gato de Alicia en el pais de las maravillas y con un nerviosismo impropio de mi, la tomo— ¿Estas temblando? ¿Te sientes bien? —Pregunta con preocupación.

Sí, estoy bien. La idiotez me gana nada más.

—Todo en perfecto orden —suelto su mano y me adelanto para salir—. Camina ya.

Estas cosas son nuevas, estas sensaciones no las habíamos encarado tan descaradamente como ahora.

Llegamos al hotel más rápido de lo esperado, cuando salimos del auto camino a la entrada del hotel yo aún seguía caminando un poco más rápido que Luciano. El hotel está divinamente hermoso. Hay elegantes arreglos de flores por todas partes junto con ese agradable perfume a mar que le daba cierto aire tropical a la decoración.

Había venido antes a este festival, una sola vez, un solo día porque no necesito más, pero valía. Al igual que hoy, solo pasaría este día para disfrutarlo al máximo, mañana Angelo me espera temprano en el trabajo. En el camino Luciano me ha expresado su emoción por este día más de una vez y sus comentarios extrañamente poco comunes junto con esa actitud cariñosa tan extraña que me hace recordar nuestro comportamiento en la adolescencia, cuando me cuidaba, me apoyaba y mostrabamos cuánto nos queríamos libremente. Cuando maduramos un poco más, fue diferente. Luego empezó el distanciamiento y el resto es historia.

Sin embargo, sus comentarios son más directos que otra cosa.

Al salir de mi casa.

«Estoy ansioso por que pasemos este día juntos»

«¡Ah! ¿Cómo es que una persona puede ser tan hermosa? ¡Dime tu secreto, mujer!»

En el auto.

«No puedo esperar a llegar, ¿Qué es lo primero que haremos?»

«Ni se te ocurra separarte de mi en la playa. Ni se te ocurra separarte de mi hoy»

Y justo ahora.

—¡Soy un tipo demasiado afortunado! —grita—. Hermoso panorama, un lindo hotel de fondo y tú como protagonista, ¡Este día sin dudas va a ser un sueño! Te prometo que lo será.

Le creo. Por alguna razón estoy feliz, me hace feliz estar asi con él y verlo de la misma forma. Sus actitudes me tienen nerviosa y como si mi cuerpo entero lo supiera, siento que estoy siendo cazada, estoy huyendo, sí, pero en algún momento me emboscará.

—Te tomo la palabra.

—Tengo hambre.—¿Hambre de qué?, ¿De presa?

—¿Te parece si desayunamos ya? —le respondo, él asiente, toma mi mano con extremada delicadeza y lentitud, como si tuviera miedo de mi rechazo pero en realidad en mi cuerpo no existe rechazo para él. Tantas cosas raras y ese tipo de pensamientos me estan confundiendo, esta molestandome—. Oye... ¿Qué significan estas actitudes tuyas? Desde esta mañana estás... —adorable, pienso—. Raro—le digo.

Pienso salir de esto ya, más vale que ponga una excusa creíble. Porque si vuelve a darme pretextos patéticos arderá Troya aquí y ahora.

—Desde ayer decidí que no quiero ni puedo esperar al tiempo, porque si tu no te das cuenta, yo sí. Me gustas, hace cuánto hará que me pasa eso. Si me lo preguntas, no podría responderte—dice de una vez. La garganta se me seca y empiezo a olvidar cómo se respira —. Lo siento, ¿Voy muy rápido, verdad?

Ahora, aquel pálido hombre seguro e hiperactivo con quien he compartido el inicio de mi mañana, desaparece y deja cancha libre para un hombre nervioso y eso no puede gustarme menos. Me gusta su seguridad, me gusta su coquetería.

Desde que Luciano se fue no ha sido lo mismo, mucho menos en sus casi nulas visitas, ni a su regreso, él y yo sabemos que hay algo diferente, ha estado ahí siempre, aunque yo pensé haberle dado definición hace poco, él está demostrandome, que esa sensación extraña sigue ahí, quieta, esperando el más mínimo de sus movimiento para palpitar. Por él.

No sé qué sea, ni lo que signifique pero sin dudas una gran parte de mi está corriendo, escondiéndose y la parte restante... Está esperando la emboscada con ansias.

Suelto un suspiro entrecortado y lo miro. Ojos verdosos, pestañas frondosas, cabello castaño, aquella minima cicatriz en su sien que se hizo a causa mía me saca una sonrisa y aquellos labios...

Con que eso era, decidió mostrarme sus sentimientos. Que él definió y admitió antes que yo, mucho antes.

—Sí —es todo lo que digo. Él asiente, toma mi nuca y deja un beso rápido en mi mejilla susurrando quedito un «Perdon» y vuelve a caminar. Lo detengo y me acerco a él. Justo ahora, no estoy dispuesta a aceptar lo que me han estado diciendo mi alma y mi cuerpo, pero si existe alguien a quien daría mi amor, por quien me volvería loca, si hay un hombre por el que lucharía con todas las fuerzas de mi espíritu, ese sería él.

—¿Qué sucede? —me dice sonrojado. Sonrío, ¿Dónde quedó aquel tipo atrevido que estuvo en mi habitación? —. Dios, no sonrías así —cierra sus ojos fuertemente y aprovecho para acercarme más y devolverle el beso en la mejilla.

—¿Te apetece una ensalada de frutas?

—Sí... —dice lejano y carraspea—. Sí, sí, seguro.

—Perfecto, vamos entonces —le digo empujándolo para que camine—. Luego iremos a la playa, muero por broncearme —él arruga la nariz, toma mi mano de nuevo y empieza a caminar a la par mío.

—Bueno, pero nada de ir a pedir bebidas al bar de la playa. Si quieres algo, voy yo.

—¿Qué? ¿Por qué? —le pregunté confundida.

Él murmura un par de cosas que no entiendo y después, cambiando el tema de forma "delicada" me dice claramente:—Te miras preciosa.

Ya volvió, supongo. El solo pensamiento me hace soltar una carcajada.

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