Capítulo 15
Acacia
Una de las cosas más rojo pimentón a su lado
•••
Seguimos caminando sin rumbo, solo disfrutando de nuestra compañía, del viento refrescando nuestros rostros, del césped mojado y ese característico olor a tierra mojada. No dijimos más después de eso, tal vez estamos procesando las cosas un momento... O tal vez estamos disfrutando de nuestro momento de paz. Quiero decirle tantas cosas, volteo a verlo y él también está mirándome, haciéndome saber que también tiene cosas qué decirme.
Patea una piedra del camino, con las manos metidas en los bolsillos delanteros de sus pantalones y la capucha de su chaqueta de cuero marrón puesta; la cuál me ha ofecido mil veces. Hace rato que del cielo cae un delicado rocío, algunos de sus cortos mechones húmedos se mueven con la tenue brisa en su frente; mira el piso como si estuviera reclamándole alguna desdicha pero yo sé que en realidad se concentra en no pisar las grietas de la acera y también sé porqué lo hace.
—Creo... que fue suficiente silencio. ¿Me contarás qué te aflige?
—Estoy bien, Acacia —intenta evitar el tema—. En realidad, no deseo hablar de lo que justo ahora tengo en mente... pero te prometo que estoy bien.
En general, las mentiras son muy comunes. De hecho, te mienten mas de 10 veces al día, es decir es algo que sucede todos los dias, en todo el mundo. Me atrevería a decir que no hay nadie que no haya dicho una mentira en su vida y eso asusta.
Y tu puedes saber todo esto, tenerlo más que claro y es algo obvio pero a veces no sabes cuándo te están mintiendo. Una vez que lo descubres, no puedes parar de imaginar la cara que de seguro pusiste el día que lo aceptaste, el día que lo creíste.
Es como cuando alguien te pide perdón por herirte y lo termina con un "te quiero" para volver a herirte el día siguiente.
Ahí te preguntas.
¿Cuál es la verdad y cuál es la mentira?
¿Qué es real y qué no?
Es difícil confiar en las palabras, para mi es difícil. Pero sí existe la verdad, existen personas sinceras y auténticas. Capaces de hacerte ver y hacerte creer cosas en las que ni pensabas, como él.
Él que me enseñó a soñar y a creer que soy capaz, él que siempre me ha hecho florecer cada vez más y en quién más confiaba a pesar de que habiamos dudado de nosotros mismos, me hace sentir feliz que de alguna manera sigamos estando juntos.
Porque aunque él al parecer no lo viera, yo sigo viendo al niño tremendamente soñador pero inseguro de si mismo, egocéntrico pero atento con los demás, irritante pero... irritante y hermoso; lleno de luz, aunque esa luz justo ahora se encuentre opaca.
Y eso, definitivamente no me gustaba. Sabía que le pasaban cosas, pero estaría aqui lista para cuando él quisiera hablarlo.
A fin de cuentas, nada puede ser tan fuerte como lo es él.
Le sonreí, confirmandole con eso lo que pensaba de su corta respuesta.
Yo decido confiar. Confiar y querer es lo único que me queda ahora que he vivido en carne propia lo que pasa, cuando no estas preparado para algunas situaciones, entonces te das cuenta de que a pesar del tiempo es increíble que aún puedas crecer. Y así es, no importa cuánto tiempo pase siempre vas a seguir aprendiendo hasta el final de tus días, porque las cosas que hay por aprender son infinitas y nunca deberíamos tener suficiente de eso.
— Ya... —asiento alzando mis manos en signo de paz, él me sonríe dulcemente— ¿Dónde has estado? Fran ni siquiera mencionó que te ha visto en el hotel —me aventuro como quien no quiere la cosa, él no tiene porqué saber que Fran ni a mi me ha visto estos días.
Él carraspea antes de responder.
— En realidad yo no he ido al hotel.
Bingo, mi cara de sorpresa debe ser un completo espectáculo.
— ¿Qué? ¿Y dónde estuviste?
— Tranquila, estuve bien —Toma mi mano y le da una casi imperceptible caricia—. Deja de preocuparte, con lo del festival, el hotel estaba a reventar y sabes que lo mío no es el gentío.
— De acuerdo...—él no suelta mi mano, un escalofrío pasó por mi columna tan rápido que pasados segundos me dí cuenta de eso.
Ha de ser por estas brisas raras que pasan cada tanto.
Claro.
— ¿Te incomoda? —pregunta dejándome perdida.
— ¿Qué?
Se queda mirando en dirección a nuestras manos, también las miro.
— Antes... Al principio fingiamos que esto nos daba asco —sonrie aún mirando nuestras manos perdido en sus recuerdos antes de soltarla para volver a meter la suya en su bolsillo delantero. La palabra fingir se quedo en mi mente un momento, luego otro y otro— Jamás me daría asco tocarte, Acacia... —Trago fuerte, lo dijo de una forma tan... Íntima. Otro escalofrío ¡Jodida brisa, me pone de los nervios! — Cuando crecimos un poco más, jalarnos de la mano a cualquier lugar era común.
— Yo... Solo quería herir tu pequeño ego cuando era niña, en realidad amaba tenerte a mi alrededor —confieso, pensando si decir lo siguiente que tengo pensado:— Deberías dejar de vivir en el pasado, podemos crear recuerdos en el presente igual de increíbles.
Él ríe.
— Sí, pero me gusta recordarte. No me gusta que pienses que en todo este tiempo que pasamos sin vernos no lo hice, porque no es cierto.
—Entiendo. Gracias por intentar aclarar lo posible. Sé que sientes mi inseguridad pero, ¿Entonces realmente por qué...
— Lo sé. Fue un error mío no comunicarme contigo, sinceramente tenía miedo. — interrumpió.
— ¿De qué?
— Tengo que aceptar que estaba celoso... —arrugue la nariz, él voltea su rostro— Estabas estudiando y tenías amigos geniales a los que adorabas y yo pensé... Pensé que...
Ni siquiera lo dejo terminar esa estupidez.
— Pensaste mal, no por eso dejaba de necesitarte en mi vida, Luciano.
— Me dí cuenta muy tarde de eso, solo quería volver para que me dijeras que me extrañaste tanto como yo a ti. Descubrí que no importa cuanta distancia haya ni cuanto tiempo pase, estar contigo siempre se sentirá y será igual que siempre.
— ¿Cómo?
— Como estar completo, tibio y en casa —le sonrío y con la cara como un pimentón rojo de seguro, soy yo la que esta vez toma su mano.
— Me alegra que hayas vuelto... Me alegra que estemos bien.
—No tanto como yo. Y esta vez, no voy a seguir fingiendo ni escondiendo nada más.
Sus palabras me dejaron pensando un rato de nuevo.
—Tampoco yo—.le digo mirándolo profundamente.
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