Capítulo 07
Franco D'angelo
Cosas que noté ese día
•••
Suspiré.
Por fin acabé con los contratos de hoy, organicé y llené la agenda completa hasta el mes de Diciembre. Estamos en Septiembre, asi que tenemos mucho trabajo por delante.
Estos son los meses más pesados y ajetreados de la empresa. Son los meses buenos, todos lo saben. Es de suma importancia que cada persona que forma parte de ella esté completamente centrada en su trabajo para poder ejecutar las cosas correctamente y como bono extra, un poco más rapido. Aquí se tiene claro que un trabajador eficiente deja buenas impresiones, no por nada somos una de las mejores empresas con los mejores asesores de imagen del país.
Tomo mis cosas, ordeno todo para mañana y salgo de mi oficina. He pensado en remodelarla o cambiarla por una nueva, quizá una más cerca de mi personal, específicamente frente a la 205 con más luz y una bonita vista de la vecina de enfrente.
—Jefe D'Angelo —Me saluda Daphne cuando salgo del edificio, está cayendo un suave rocío junto con una fría brisa. Ella se encuentra aún en el toldo de la entrada, resguardandose; lleva puesto un deforme y grueso abrigo color rojo sangre con muchos flecos que se mueven con la brisa, lo que hace que parezca un enorme y vibrante corazón.
Le di una sonrisa cansada. Pensar que aún me queda una cosita por hacer, pero lo vale. Todo de ella lo vale.
—¿Cómo les fue hoy? ¿Algún incidente del cuál pueda reírme? —Le pregunto, ella bufa.
—Lo usual, ese par siempre causa sensaciones en los clientes. Parecen el bien y el mal trabajando juntos. Se lo he dicho, el día que Calliope salga sin ningún problema de una contratación y Acacia con un insulto será el día del apocalipsis.
Me río, justo por eso las puse juntas. Es interesante ver como terminan las cosas, a pesar de eso sé que ambas son magnificas en su trabajo, por lo que estoy más que seguro de que no les afectaría en sus contrataciones. De hecho, un gran porcentaje de personas viene preguntando solo por ellas dos. Son de mis asesoras más buscadas.
—Cuéntame —Y así lo hace.
Río hasta que mi barriga se queja de los espasmos y me calmo porque la novia en algo tuvo razón:
Acacia es un ángel.
Tanto por fuera, como por dentro.
—Me alegro de que terminara, D'Angelo —Ella arruga la boca.
—Si no te conociera, diría que te caen mal. Pero como sí te conozco, sé que las adoras —Le dije y ella suelta una pequeña risa asintiendo. Luego me mira con sospecha y sonríe como si supiera algo que yo no, sonríe como si hubiera visto a través de mi y hubiera descubierto mis secretos más oscuros. Levanta una ceja y pregunta:
—¿Irá? —tardo en entender a qué se refiere.
—Claro que iré, debo ver con mis propios ojos la razón del porque una de mis mejores asesoras dejará de trabajar por dos días —su sonrisa se hace más grande.
—O... Quieres conocer la competencia —Susurra—. Bueno, lamento no poder acompañarte —Asiento.
—¿Quieres que te lleve a alguna parte?
—No. Mi hermano pasará por mi para ir a la cena de aniversario; se le hizo tarde pero con solo imaginarme como mi padre le tiene el teléfono sé que se está apurando —Le sonrío asintiendo, iba a decirle que me iba a quedar para hacerle compañía pero justo un auto se para frente a nosotros pitando varias veces. Ella rueda los ojos y dice que es su hermano.
—Feliz aniversario para tus padres, Daphne —Ella agradece, nos despedimos y voy directo a mi auto luego de ver como arrancaba el de su hermano.
El rocío ya ha parado, ahora solo queda una fina capa de agua por todas partes siendo iluminada por las luces de la calle y los autos que pasan por la carretera junto con un hermoso cielo oscuro.
Busco en mi teléfono la ubicación y conduzco hasta llegar al la pintoresca urbanización Rosales, me detengo en la casa con el número que me indica el mensaje de Acacia.
Me estaciono, miro la casa y apreto el volante. Doy un largo suspiro, salgo del auto, le pongo seguro y avanzo hasta la puerta principal. Desde afuera puedo escuchar el ruido lejano que hay dentro, una música de fondo y personas riendo.
Toco el timbre y meto las manos en los bolsillos de mi pantalón. No tardan mucho en abrir.
—¡Franco! —me abraza. Yo se lo devuelvo—. Sabía que tú vendrías —susurra en mi pecho.
Mí corazón se hunde.
Ella nos había invitado a los tres: a Daphne, Calliope y a mi para la bienvenida de su famoso amigo.
Pero las primeras dos no podían venir, Calliope tenía planeado viajar temprano con su novio para visitar a los padres de él y hoy es el aniversario de los padres de Daphne.
La verdad, en la empresa somos sus único amigos cercanos, fuera de ella no sé a quién más invitó que la dejó plantada.
—Claro que sí, ¿Crees que dejaría al aire la invitación de una mujer tan maravillosa? —Ella ríe y se separa de mi. Tomo su cara entre mis manos y me mira—. Eres tú, no te dejaría sola en algo tan importante para ti. Además, tengo que ver que si vayas a encargarte de un restaurante para faltar al trabajo y no me estés mintiendo para irte de fiesta por ahí.
Sé que aunque ella lo niegue si pregunto, está decaída por los rechazos a su invitación. Según me contó, la mayoría de personas aquí son amigos que ella no conoce del tal Luciano, su familia los había invitado. Es una de las cosas que me impulsaron a venir, ella ha planeado esto junto con la familia del chico y yo, no quiero que se sintiera sola en ningún momento.
—Casi... Casi creo que tienes sentimientos, D'Angelo —le revuelvo el cabello y ella suelta un gruñido que para mi se escucha como un queja de gato recién nacido.
Nadie más que ella sabe, que tengo sentimientos, hemos pasado por etapas tan delicadas que solo recordarlo hace que mi pecho se sienta presionado.
—¿Me dejarás pasar o debo amenazarte con despedirte?
Ella me jala hacia dentro cerrando la puerta y me guia al patio, lo primero que noto es que todo está decorado elegantemente de una forma varonil, da un aire de calor humano que me hace sentir bienvenido. No me sorprende, esto no hace más que llenar el orgullo que siento por ella, tiene ese talento. Hace que las personas sientan cosas con solo poner un poco de ella en cada cosa que ordena, en cada sitio que decora y en cada persona que conoce.
Lo segundo que noto es a un hombre mirándonos intensamente a veinte pasos de nosotros aproximadamente, en su mano tiene un vaso con alguna bebida y a su lado está una muchacha que no me resulta familiar. El hombre deja de mirar nuestras caras para bajar su mirada a nuestras manos, por auto reflejo yo también lo hice.
Lo tercero que noto es la mano de Acacia, entrelazada con la mía.
Mi querida Acacia. A quien respeto y admiro por su talento y esfuerzo para llegar a donde está y por quién siento cosas que ese niño ya notó.
—¡Mi niño! —llega de nada, se me tira encima y me abraza fuerte—. ¡Estas guapísimo!
—Señora Fiore —Tomo su mano y la beso sonriéndole con cariño—. Gracias, pero no más que usted.
—¡Ay, que cosas dices! —Exclama Antonella Fiore, sonrojada y restándole importancia con la mano—. Dime, ¿Cuando piensas hacerme tu suegra?
—¡Mamá! —Acacia Fiore, sonrojada, viendo a su madre y seguro deseando que se la trague una anaconda del campo.
—¡Silencio! Si no lo hago yo ahora, tu jamás lo harás. Como que te he parido yo, ya me lo agradecerás —Le responde y yo pierdo la cuenta de cuántas carcajadas he soltado.
—Padre santo—se tapa la cara.
—Jamás la había visto sonrojada, señorita Fiore —La pico y si las miradas mataran, la anaconda del campo me habría tragado en este mismo instante.
Su mamá se ríe y me le uno.
—Los dejo para que planeen la boda. Disfruta la velada, mi niño. Te veo al rato —Me dice dándome un beso en la mejilla y se va de volada.
—Perdon por eso. Aunque, no parecías tan incómodo riendote a mi costa —Se cruza de brazos y me mira esperando mi respuesta.
Pongo mi mano en su hombro y la jalo a mi haciendo que quede en mi pecho como un abrazo a medias, la vuelvo a despeinar y ella resopla intentando arreglar su cabello.
—Eres un pesado —Me dice—. Un jefe de lo más pesado.
Río.
—Lo he disfrutado, por varías razones —Le susurro. Ella da un paso hacia atrás, mirándome.
—¿Y cuáles son esas misteriosas razones, eh?
—Bueno, te diré solo la principal: Me ha gustando ver como pierdes los nervios, señorita control —Ella arruga la naríz y eso me hace sonreír.
—¡Yo no soy... —Alzo una ceja riendo y ella ríe conmigo para después suspirar.
—¿Sabes? Estuve pensando en cambiar de oficina, ya no me gusta el fondo del pasillo, a lo mejor tome la 205 —Dije de repente.
—¿Frente a mi oficina? ¿Estas loco? Me saldrían canas de arcoiris —Reímos.
—No estaría tan mal, admítelo —susurro mirándola y ella niega con la cabeza.
—Como usted prefiera, es el jefe después de todo —Sonríe—. Ven vamos, te presentaré a...
Pero no termina lo que dice, no lo termina porque alguien corta sus palabras y estoy seguro de que es el alguien que quiere presentarme.
—Acacia... ¿Interrumpo algo? —pregunta aquél hombre viéndonos raro.
Y de repente me dí cuenta de la cuarta cosa de la noche, estamos cerca.
Ella y yo estamos tan cerca que si él no supiera de qué hablábamos que no lo hace pensaría mal y sería demasiado obvio que sí, en efecto está interrumpiendo algo.
De igual forma vino aquí.
Y eso me hace pensar, que lo ha hecho con esa justa intención. Lo cual, lo deja al descubierto... Al menos a mis ojos.
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