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Capítulo 05

Acacia

Estuve en la muerte de sus lágrimas

•••


Acerco la taza a mis labios, tomo un pequeño sorbo al mismo tiempo que el sabor amargo y caliente invade mi boca.

No soy amante del café, en realidad son muy pocas las veces que lo tomo. En esta ocasión simplemente me provocó, supongo que es la ansiedad haciendo estragos en mi estómago porque tampoco he probado bocado.

Me acomodo en la silla que ocupo, personalmente siempre me han incomodado estas sillas altas de barra.

Se suponía que Luciano debió haber llegado hace una hora y media, odio esperar. La puntualidad es algo que valoro mucho, le había mandado un mensaje hace mucho y ni eso ha respondido. No sé si estoy preocupada o irritada, siento que me voy a tener un colapso en cualquier momento. Sé que su vuelo sí aterrizó a tiempo.

Francesca diría algo como
«la crisis de la dramática controladora» Porque es común que me sucedan estas cosas, ella dice que soy una loca perfeccionista.

Pero no es que sea una amargada o algo así, me gusta que las cosas se hagan bien ¿Eso qué tiene de malo? No me agrada la mediocridad y admito que soy dura en este tema; Se hace bien o no se hace, punto.

Claro que también existen esos casos de arroparse hasta donde la cobija te alcance Hay veces en las que se hace lo que se puede, pero bien ¿No?

Mi celular suena dentro de mi cartera, en seguida lo saco esperando que sea Luciano y así es, acaba de responder el mensaje que le dejé.

Acacia
¿Llegaste? Estoy en un café del aeropuerto.
9:31 a.m. Visto

Luciano
Compruébalo tu misma.
11:05 a.m. Visto

Mis cejas se hunden, no entiendo ¿Quiere que vaya hasta allá dentro? Eso no es posible, ni siquiera pude llegar hasta donde las personas esperan a sus conocidos del vuelo. Fui allá hace rato y me sentí una bacteria; Jamás me vería allí, había demasiada gente. Quizá por eso mismo es que no ha podido salir.

Estaba apunto de responder cuando él envío otro mensaje y ésta vez mis cejas se alzan.

Luciano
Mira al frente, florecilla.
11:04 a.m.

Y eso hago.

Mis ojos se cristalizan en cuanto lo veo y mi cuerpo empieza a tener temblores. Ni siquiera me interesa ya la explicación de su tardanza.

Ahí parado, con un bolso en su espalda y una maleta en cada mano. Estaba un poco más cambiado desde la última vez que lo vi hace tres años. Estaba algo ojeroso, pero supongo que no ha dormido bien estos días.

También había bajado un poco de peso y le sentaba de maravilla. Su palida piel estaba solo un poco más morena y resaltaba en ese sueter azul, sus ojos de un castaño verdoso desde aquí se veían más claros de lo usual por la luz natural que entraba. Mi estómago se revolvió

Voy a vomitar.

Tragué fuerte.

Sentí que había recuperado algo que se me perdió hace tiempo. Sentí, que lo que había recuperado ya no me pertenecía; que nunca había sido mío en realidad.

Era una mezcla extraña de felicidad, frustración y tristeza. No entiendo, realmente no entiendo.

¿No vendrás a abrazarme?

Articula con sus labios mientras suelta las maletas en sus manos y estira sus brazos en mí dirección. Salí de mi trance. Y claro que iba a hacerlo, me hizo sentir tanto verlo que me había tardado.

Me bajo de la silla mientras me sujeto de ella dando una respiración profunda, estiro mi chaqueta quitando las arrugas inexistentes para inicar mi camino hacia él de forma relajada.

Un paso, dos, cuatro, ocho... Y cuándo menos lo espero ya estoy corriendo.

Corro hasta que lo tengo en frente y salto encima de él enrredando mis piernas en su cadera y escondiendo mi cara en su cuello.

Ambos reímos, por poco lo hago caer. No se lo esperaba.

-Dios, te extrañé tanto -Me dijo, me apretó más a él y me reí.

-Y yo a ti -Sorbi por la nariz, estaba llorando.

-Mi flor, no llores -Lo abracé más fuerte, si eso era posible-. Perdóname -Dice con voz temblorosa y fruncí las cejas. Saque mi cara de su cuello, me bajé de él, lo miré confundida y quedó un espacio entre nosotros que enseguida borró tomándome de la cintura apretándome a él de nuevo. Me sorprendí, por alguna incómoda razón esa acción hizo estragos en mi cuerpo- Por mi ausencia, por no estar contigo en tus logros... Por alejarnos tanto -me sonríe triste con lagrimas retenidas en sus ojos, lágrimas que se sujetan de ellos como si sus vidas dependieran de ese agarre y así es. Si soplara, apostaría a que se caerían al abismo y morirían. Él sentía lo mismo que yo, no hacia falta que le dijera nada porque él lo sabía. Suspiró de alivio- Gracias. También me hiciste muchísima falta.

—Tambien perdoname. Entre nosotros no ha pasado el tiempo. Te extrañé muchísimo—.le digo—hagamos como que siempre estuvimos con el otro.

Él asiente, sonríe y un profundo calor se instala en mi corazón víctima de hipotermia, suspirando de alivio.

Le devuelvo la sonrisa y pongo mis brazos al rededor de su cuello, un brillo cruza su mirada. Ni siquiera soy consciente de los movimientos de mi cuerpo, al parecer había algo más grande que yo controlándolo.

¿Lo raro?

Muy pocas veces hubo este tipo de acercamiento entre nosotros, pero algo me mueve y me dice que lo sujete tan fuerte como pueda. Es como si el hecho de verlo de nuevo fuera tan improbable que ahora no quiero soltarlo. Mis sentimientos están a máxima intensidad y empiezo a creer que es por culpa del castaño verdoso de sus ojos, simplemente no me dí cuenta cuándo les cedí el control.

Sé que también sintió lo mismo que mi corazón, sé que él entendió con ese simple gesto que estamos bien. Yo haría cualquier cosa por Luciano, porque él era mi recuerdo de felicidad. Él era la brisa que jamás quería que dejara de soplar y mientras él me dé la oportunidad, siempre lo querré en mi vida.

-No es momento de estar tristes, horrible sapo -él ríe. Soplo sus ojos y el baja la mirada mientras sus lágrimas retenidas caen, muriendo tal y como lo supuse-. No es justo que solo mis lágrimas mueran, ¿No crees?

-Totalmente de acuerdo, Florecilla venenosa -Me mira extraño. Díganme profundos iris, ¿Qué quieren decir con esa mirada? ¿Qué más quieren de mi si les he cedido todo? -. Yo, esto... -me suelta incomodo y como si de un hechizo se tratara con ese gesto, se rompe-. Y bueno dime, ¿Cuántas horas piensa secuestrarme, mi señora?

-Las que sean necesarias, bufón -reímos-. Déjame te ayudo con eso -le digo a punto de tomar una maleta, pero él la aleja y se niega diciendo que está bien- ¿Qué quieres hacer?

Empezamos a caminar hacia el estacionamiento a buscar mi auto, pienso llevarlo a almorzar a un lindo restaurante, luego iríamos al parque dónde está el puesto de helados que siempre solíamos frecuentar hace años. Lo llevaría al hotel para que se aloje y se refresque, conocerá a Fran y finalmente lo llevaré a casa de sus padres.

Debo aprovechar este día para pasar tiempo con él, como siempre, como antes. Reponer el tiempo perdido, ponernos al día y calmar la incertidumbre que me produce toda esta situación. Su auto no llega sino hasta mañana y cuando eso pase cada uno estará en lo suyo, ahí iniciaremos con los planes del restaurante.

-Estoy cansado, pero sé que hiciste una lista de cosas que hacer hoy -Me sorprendo y se nota ¿Cómo es que está tan seguro? Él se carcajea-. Tú no cambias.

-¿De qué hablas? Claro que he cambiado -Me cruzo de brazos, me mira.

-Por supuesto que sí, estas hermosa. Aunque jamás pensé que diría eso.

Y yo jamás diré que él está guapísimo. Me lo tomaré como una venganza personal.

-Esto debe quedar en la historia, Luciano Cabassi me ha dicho hermosa-El resopla y sonríe.

Una vez llegamos al estacionamiento, nos subimos a mi auto para ir directamente al restaurante. No sé qué pasó al volver a vernos pero estoy segura que sea lo que haya sido... Desató algo que me dará más de un dolor de cabeza y será mejor que lo ignore. Muchos sentimientos encontrados por hoy.

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