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Capítulo 04

Francesca

Soledad

•••

Miré por... Ya perdí la cuenta cuántas veces ví el reloj.

8:30 a.m.

Acacia ya debe estar en el aeropuerto esperando a Luciano; Trataba de hacerme una buena imagen del tipo, después de todo también es su amigo y yo vivo con ella, no quiero generar algún percance entre nosotras a causa de mi desconfianza. Debo aceptarlo, no tengo derecho de controlar su vida es algo que detesto que hagan y por mucho que me preocupe Acacia, debo respetar sus desiciones.

Un pensamiento cruza mi mente y automáticamente sonrío. Sé dónde se quedará ese tipo, lo que me da la perfecta oportunidad de tenerlo vigilado... Al menos el tiempo que decida hospedarse aquí.

Miro el lobby y noto a una pareja acercarse al mostrador, les doy una sonrisa amable.

—Hola buen día y bienvenidos al hotel Costa Azura ¿En qué puedo ayudarles?

—Hola —Me responde la mujer apoyada en el pecho de su pareja devolviéndome la sonrisa, tiene una manera rara de hablar lo que me hace saber que son extranjeros—. Nos gustaría hospedarnos acá una semana.

—Claro, por favor denme sus datos personales y firmen aquí —Hacemos todo el procedimiento y ellos pagan.

—Gracias, estabamos ansiosos de conocer su país. Es hermoso —Me dice emocionada la mujer y me tiende la mano—. Disculpa mi atrevimiento pero, soy Vanessa y él es mi esposo Dante —Ambos me saludan—. Venimos desde Canadá por nuestra luna de miel.

Con que son Canadienses, de ahí su pronunciación. Ahora entiendo la emoción de la mujer; están en su luna de miel, por eso me soltó todo aquello.

La verdad es que me he encontrado con muchas personas en lo que llevo trabajando aquí, desde mujeres chillonas por su despedida de soltera, hasta novias que quieren casarse en el hotel, viajes en familia y si están muy emocionados sueltan todo sin tú preguntar absolutamente nada.

A veces creo que eso ha provocado que quiera saber todo de cada persona que pisa este lobby.

—Felicidades, bienvenidos y un placer —acepto su mano—. Mi nombre es Francesca y estaré aquí para lo que necesiten —Les entrego la llave de su habitación y ellos agradecen—. Les deseo una hermosa luna de miel, disfruten su estadía y no duden en llamar si algo les hace falta.

—Seguro ¡Nos vemos luego! —Se despiden y se van.

Los miro mientras se alejan haciendo bromas y riendo, no puedo evitar que mí corazón se hunda. Creo que yo nunca llegaré a tener aquello, a enamorarme, casarme para escojer un lindo vestido y planear una mega boda, a salir de viaje en mi luna de miel...

Estoy segura de que Acacia se ofrecería más que feliz a ayudarme con todo.

Pero eso no va a pasar.

—Fran —Me llama Giorgio, mi jefe—. ¿Cuento contigo para el festival celeste? —Asiento—. Genial, necesito que todos vayan corriendo la voz. Por la tarde vendrán a poner la publicidad, estoy encargandome de ponerlas en las redes; Necesito que supervises todo.

—Seguro, Giorgio. Ayudaré en lo que pueda tu solo pídelo —Le guiño un ojo.

—Eres la mejor, te dejo —Me lanza un beso y se va.

Giorgio es el mejor jefe que he tenido en la vida, me gané la lotería con él. Es decir, no es un Franco D'angelo pero sigue siendo increíble. Es muy amable y considerado con sus empleados, desde que estoy aqui lo admiro mucho.

Su hotel, este hotel; Siempre ha sido en uno de los mejores hoteles de Italia desde que su padre: Fabricio Abagnale, lo fundó. Últimamente ha ganado mucha popularidad internacionalmente, de hecho Giorgio está planeando expandirse.

Él es de esas personas que siempre dice «Si quieres que algo salga bien, hazlo tú mismo» Se ha encargado personalmente de la dirección del hotel desde la muerte de su padre y de llevarlo a dónde está ahora. Es una persona muy inteligente y centrada además de una completa escultura griega; es literalmente el hombre perfecto, ese tipo de hombre con el que quieres tener hijos, dos perros y una casa.

También ha creado sus propias tradiciones. Llevo tres años trabajando aquí, por su puesto que sé muchas cosas.

El festival celeste es una celebración que se hace cada año en honor al mar, al cielo, la arena y el sol. Todos saben el amor que tiene la familia Abagnale por el mar.

Aunque nadie sabe la verdadera razón de la fecha de este festival en el que todos deben vestirse de blanco y usualmente siempre hay flores por todas partes, hay eventos especiales y un sin fin de particularidades más.

Aún falta una semana para que ese día llegue y es normal ver a Giorgio más tenso de lo habitual, a veces quisiera detenerlo, tomarlo de los hombros y darle un masaje por horas. Siempre intento estar a su disposición... Alentada por un enamoramiento que escondo con todas mis fuerzas. A veces como hoy, estoy tan distraída que él mismo es quien viene a pedirme alguna cosa.

Supongo que ya es costumbre, de alguna manera me he ganado esa confianza.

A lo largo de la mañana recibo a varias personas más hasta que es la hora del almuerzo

Planeo ir al café que está  enfrente, preparan los mejores sándwiches del mundo. Me inclino para buscar mi billetera dentro de mi bolso.

—¿Estas libre para tu almuerzo? —Me sobresalto y me golpeo la cabeza con el mostrador. Me quejo—. Dios, Fran lo siento ¿Estas bien?

Mi mano se va a la zona que me golpeé... Ahí definitivamente tendré un enorme cuerno.

—Giorgio, ¿Qué necesitas? —No me responde, se adentra en el recibidor y va al mini refrigerador que está al fondo. Saca un pañuelo de su saco y pone varios hielos en él

—Déjame ver eso —Se acerca y pone el pañuelo con hielos donde me dí aquél golope—. Bueno... Esto es algo único en la historia del hotel.

Fruncí mis cejas.

—¿A qué se refiere? —Él ríe jovial y fresco.

— Jamás tuve a un unicornio trabajando para mi —Sonríe y yo ruedo los ojos, luego me di cuenta de un aire constante en mi cara.

—¿Qué necesitas? —Volví a preguntar. Él me miró, dió tres pasos hacia atrás y solo ahí pude darme cuenta de que ese aire constante en mi cara, era su respiración.

—Queria acompañarte a almorzar,  Fran. Siempre estas sola, aún no entiendo cómo es que no tienes amigos aquí.

Eso me descompuso, él en serio notó aquello. De no ser por su lástima jamás me acompañaría a almorzar.

No debe sentirse así, no es como si no tuviera amigos fuera del hotel. Que las personas de aqui no lo sean no dice nada, solo que no dejo entrar a cualquier persona en mi vida así como así. Valoro mucho mi estabilidad y no es como si aquí tuviera mucho tiempo para socializar.

Sé que él me considera su amiga desgraciadamente y por muy raro que sea, he notado siempre su consideración y protección todos estos años. No sabe casi nada sobre mi vida personal y aunque me moleste, comprendo su actitud pero no es algo que necesite. Odio que me tengan lastima por el simple hecho de estar sola.

—Estoy bien, no tienes por qué hacer eso —Bajo la mirada y froto mis manos sudadas en el pantalón que llevo puesto. Está cerca, muy cerca para mi propio bien.

—Entonces... Acompáñame tú a almorzar —Mi corazón se acelera, mis cachetes se calientan y por más que intento huir, él insiste en buscar mi mirada— Fran, seré sincero por primera vez contigo. Me gustas. Me encantas desde el primer día que llegaste aquí con tanta eficiencia, quisiera que me concedieras un poco de tu tiempo, deseo que seamos más cercanos que ahora... Mucho más —toma mi mano y sonríe. Ay, no—. Perdona si hasta ahora lo pregunto pero, ¿Quieres ser mi pareja en el festival celeste?

Carajo, ¡Sí!

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