Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 01

Acacia

Yo en serio no le creía nada, es decir, era prácticamente imposible. ¿En esta ciudad tan pequeña? ¿Un restaurante? ¡Dios, si por algo se fue de aquí! Será un desastre, no saldrá como él espera y entonces su sueño se hará pedazos.

No quería que se decepcionara, había tenido esa ilusión toda la vida. Pero yo no era quién para impedir que lo cumpliera como él lo deseaba.

Lo que no entendía era que siempre soñó con Roma y todo lo que haría allá. ¿Por qué volvía aquí? Lo que menos quería era que pensara que no deseaba que viniera, pero era simplemente una locura para mí.

—Acacia... —él suspiró— ¿No quieres que vaya? ¿Es eso?

Exactamente eso era lo que no quería que pensara. Lo extrañaba, en serio lo extrañaba. Me hacía falta, siempre lo hacía. Era mi mejor amigo y de repente ya no estaba.

Una parte de mí estaba extasiada de que él volviera para quedarse, era la misma parte de mí que se preocupaba por él; pero la otra simplemente estaba llena de reproches y era algo que lamentablemente no podía evitar.

Él volvía de la nada, solo llamaba un día y quería hacerme ver que los años no habían pasado; que él seguía siendo mi mejor amigo y que aún teníamos promesas por cumplir. Me sentí incómoda un momento, sin explicaciones, sin excusas, sin disculpas.

—¡No! Por Dios, quiero decir... —bufé y me acomodé el teléfono en la oreja— Luciano, estoy feliz de que vuelvas, en serio no sabes cuánto; pero...

—¿Pero qué, Acacia? —Me interrumpió, se calló y resopló. Lo estaba alterando, no podíamos alterarnos los dos. Si no recordaba mal, éramos un par de dramáticos.— Perdón, es importante para mí que estés de acuerdo conmigo. Pensé que me destruirías los tímpanos y planearías una fiesta o que te pondrías a llorar de la emoción. Obviamente me equivoqué —rio—. Mira, sé que es algo... arriesgado, pero quiero triunfar desde ahí. Quiero que mi primer restaurante sea en el lugar donde nací. Me dí cuenta de lo mucho que quiero volver, necesito que me apoyes, sé que te preocupas por mí; pero te prometo que todo estará bien. Y no quería llegar a esto pero... lo prometiste a los 12 años, que me apoyarías cualquiera que fuera mi locura—Volvió a reír. Carajo.

Conocía a Luciano desde que tenía cinco años. Prácticamente sabía todo sobre él y él sabía todo sobre mí, o así era hasta que se fue.

Al graduarnos del instituto, no pasó mucho para que hiciera maletas y me dijera que iría a Roma a realizar sus estudios universitarios. Se despidió de mí siendo feliz diciendo que iba a cumplir su sueño de ser el mejor chef profesional de Italia. Lo apoyé en eso también.

Luego, el tiempo pasó y aunque al inicio nos juntábamos cuando coincidían nuestras vacaciones, con el paso de los meses eso también cambió. La última vez que vi a Luciano fue en una fiesta de navidad que organizaron nuestros antiguos amigos. A pesar de que nuestras familias eran unidas, hace mucho no veía a Luciano.

Recordar nuestra adolescencia juntos y lo duro que fue, solo me hacía recordar que existió un momento en el que éramos el lugar seguro del otro, solo estábamos seguros entre nosotros. Nos apoyábamos en todo y prometimos hacerlo siempre. Esperábamos que toda la vida fuera así, ahora él quería ponerlo a prueba sin dudar ni un segundo cuando ya éramos adultos.

Su llamada fue tan sorpresiva como la noticia que me dio de que volvería a esta ciudad, por razones divinas, abandonando su sueño de tener un restaurante famoso en la gran y hermosa Roma. No puede culparme por reaccionar de esa forma cuando él mismo me dijo en el pasado que aquí no había nada que lo llevara a dónde él quería llegar.

—Te apoyo, claro que lo hago y lo sabes. Es injusto lo que dices —Regañe. A lo que él soltó otra risa que me hizo sonreír inevitablemente.—Me preocupan tus ataques de locura...—dije la verdad a medias, evitando esa sensación extraña que se estaba formando en el fondo de mi estómago— pero de acuerdo, si es lo que deseas.

—¡Martha! —Le gritó a su compañera de trabajo de repente haciendo que alejara la bocina del celular de mi oído un poco, aún no salía del restaurante en el que trabaja— ¡Me debes diez billetes, dijo que sí!

—¿Hiciste una apuesta? —le pregunté mientras escuchaba quejas, ruidos y silencio otra vez.

—¡Acacia! —Gritó Martha tomando el teléfono. Tenía tanto tiempo sin escucharla, el mismo que tenía sin escucharlo a él— Me sorprendes linda, que débil eres cuando se trata de este moco con patas —Solté una carcajada cuando escuché las quejas de Luciano al fondo.— Yo aposté a que dirías que no, obviamente. Y ya sabrás lo que apostó tu amigo, aunque llevaba la ventaja; ustedes se conocen desde que eran espermas.

—Hola, Martha. Siempre es un placer hablar contigo. ¿También vendrás?

—Me gustaría; pero Víctor aún está en el colegio, cuando tome vacaciones da por hecho que iré a visitarlos.

—Estoy ansiosa por verlos.

—¡También yo! —rio— Te dejo, querida. Según Luciano le consumo el saldo, pequeño tacaño. Cuidate ¿bueno? Y cuida al traidor de nuestro amigo. ¡Besos! —No me dió tiempo de despedirme cuando Luciano ya estaba de nuevo al teléfono. Martha es unos años mayor que Luciano, aún así tiene un alma joven y brillante.

—Nos vemos el viernes. Tenemos que cerrar. Tú... ¿estás bien?

—Sí, tranquilo. Estaré aquí esperándote, escríbeme una vez que estés aquí.

— ¡Claro que sí! —Nos despedimos y colgué.

Se escuchaba feliz.

Me adentré de nuevo a la habitación y cerré el ventanal del balcón.

Estaba aún descolocada, había sido como si el tiempo no hubiera pasado al hablar con él y no sabía si eso me hizo sentir feliz o herida.

Lo extrañaba, a veces mis pensamientos se volvian egoístas. A veces sentía celos de Martha y me sentía molesta con él por irse sin mirar atrás. Hace muchos años que no nos veíamos, que no llamaba. Tampoco habia querido interrumpir en su vida y aún así... Sabía que son pensamientos insanos, entonces me retractaba enseguida me daba cuenta por dónde iban.

Creía que todos tenemos ese lado dañino por más que lo neguemos. Esa clase de pensamientos que nos llegan cuando nos quedamos mirando fijamente un lugar sin darnos cuenta, esa clase de pensamientos que son los primeros que salen cuando algo te altera.

Es como si estuvieramos hechos de luz y oscuridad al mismo tiempo.

Pensaba que tal vez las personas que muestran más oscuridad, las que se dejan llevar más por ese lado dañino, que se dejan dominar por el, también les ocurre lo mismo. Y al mismo tiempo creía que más de una vez tienen pensamientos buenos corriendo por su mente, pensamientos que intentan corregirlos pero simplemente los dejan pasar.

También pensaba que son solo boberías que inventaba para justificar que estaba loca.

No lo sé, la verdad es que siempre he querido tener todas las respuestas.

—¿En qué piensas? —Francesca apareció apoyada en el marco de mi puerta.

Estaba tan perdida en mi mente, que no me había dado cuenta siquiera cuando abrió la puerta de par en par.

A eso me refería, pensamientos extraños, sin sentido, sin pensar en realidad.

Francesca era mi roomie, era una amiga que hice hace ya un tiempo. Teníamos una conexión magnífica, incluso había llegado a considerarla una hermana. No existía ningún secreto entre nosotras. Era lo que más me gustaba, vivía en un país de cristal junto a ella. Con aguas claras y burbujas. Era una mujer que admiraba mucho.

—Luciano llamó —fue todo lo que dije. Ella abrió mucho sus ojos. Yo seguía parada frente al ventanal del balcón. Ella personalmente no lo conocía pero sabía lo que significaba para mí, le había hablado de él.

—Eso lo explica todo, ¿Qué quería? — La miré mal y ella bufó— ¿Qué? No adornes las cosas, hacía mucho tiempo que no llamaba. Algo debía querer—me dijo de forma mezquina mientras se cruzaba de brazos y rodaba los ojos, apoyándose aún más en el marco de la puerta.

Recordaba el inicio de nuestra conversación, cuando contesté su llamada. Luciano saludó brevemente, se disculpó y me pidió que lo ayudara pero yo no había pensado como ella. Sé que aunque le había contado sobre él, no se fíaba. Hace mucho tiempo le había prometido a Luciano que lo apoyaría en cualquier sueño que tuviera, que si era su meta yo estaría ahí para sostenerlo, como él lo estuvo para mi en todo momento. Sospechaba que era mi promesa más sagrada.

—Va a venir, de hecho va a quedarse. Y no es todo, planea montar su restaurante aquí. ¿Puedes creerlo?

Intenté expresarme con emoción y ocultar todas esas emociones y pensamientos que me hacían sentir extraña, otra vez se estaban formando en mi estómago.

—Por amor a Dios, Acacia no me digas que... —Me miró desconfiada. Ahí supe que no se lo podía ocultar, que no podía ocultar de ella que también tenía inseguridades al respecto, quizá no por las mismas razones que ella pensaba, ella no lo conocía, cuales quiera que sean las cosas que estaban pasando por su mente— Déjame adivinar, te pidió que fueras su socia o algo así porque quiere que hagas todo el trabajo, ¿No? Porque no encuentro qué otra cosa podrías hacer específicamente.

—Fran, no—negué con la cabeza. Ella lo entendía menos que yo, aún así. Él contaba conmigo, siempre.—Me necesita en esto y sé que si yo fuera la que lo necesitara el haría lo mismo por mi. Te pido por favor que no insinúes cosas raras. También eres mi amiga y también lo haría por ti. Piensa en eso.— Caminé fuera de mi habitación con dirección a la cocina, pasando por su lado en el proceso.

—¡Acacia pero... —Ella me siguió, la miré y enseguida cerró la boca, tomando aire en el proceso.— De acuerdo, tienes un buen punto. Solo no quiero que se aprovechen de ti, sé que no lo conozco pero aún así.

—Tranquila, Fran. Cuando lo conozcas verás que en realidad no es como te lo estas pintando —Le sonreí llegando a la cocina, antojada de un té de jamaica. Fran siempre fue muy desconfiada, pero ella ha vivido cosas que la han hecho ser así—. Además, conociéndote  lo más probable es que tengas un flechazo con él —ambas reímos. Ella no muy segura de mis palabras.

Confiaba en Luciano, él podría ser muchas cosas pero no era una mala persona ni un mal intencionado; todo lo contrario, y yo tenía la obligación de entenderlo en todo momento, o al menos tratar.

Entender por qué volvía  luego de haberlo dejado todo, luego de haber despreciado todo lo que significaba la ciudad donde nacimos.

Solo espero, poder esconder mi lado dañino de él y que en lo posible esto no se me salga de las manos.

Tragué saliva con fuerza.

—Tengo solo unas horas para planear algo, una bienvenida.—se me ocurrió enseguida. Francesca se encogió de hombros, ella también se había servido una taza de té. Sorbió de su taza antes de alzar su mirada en mi dirección con aburrimiento.

—Muy bonito, pero sea lo que planees tienes que primero pedirle permiso a tu jefe.—dijo con una mueca maliciosa, volviendo a concentrarse en su taza. Me mordí el labio.—Tu bonito jefe que está enamoradísimo de ti.

Un estremecimiento corrió por todo mi cuerpo. Volví a negar con cabeza.

—Solo somos amigos, Francesca.—dije firmemente, también direccionando mi atención a mi taza. Ella se quejó.

—Uju. ¿Y qué? No he dicho mentiras, solo que te incomoda hablar de eso siempre. Me pregunto qué habrá pasado entre ustedes cada día de mi vida—acusó con su dedo en mi dirección.

Nada.

—Nada, no pasó nada.—Ella alzó una ceja.

—Y ese es el problema según veo.

Me tomé lo último que quedaba de mi té rápidamente, girandome para lavar la pieza de porcelana donde había bebido. Siempre tenía listo té de jamaica, no podía faltar en mi cocina, me encantaba. Ignorando su insistencia en el tema e ignorando que al parecer estaba esperando una respuesta de mi parte.

—Iré a llamar a Franco.—dije viendo la hora en el reloj de la cocina.

—Huye, pequeña rata.—no le respondí y ella tampoco me puso atención una vez que se concentró en su celular. La miré un momento, sentada en la encimera de la cocina con unas trenzas estilo boxeadora armadas en su hermoso cabello negro. Tenía el rostro bañado de unas pecas casi imperceptibles y rasgos marcados. Ella poseía una belleza que podría catalogar como "fuerte".

La dejé en la cocina y entré a mi habitación nuevamente. Tomé mi celular y fui directamente a buscar su contacto a pesar de saberme el número de memoria. Después de tres tonos, respondió.

—Hola, empleada. Estas llamándome fuera del horario de oficina, ¿Esto puedo considerarlo acoso laboral unque yo sea tu jefe?—me dijo alegremente y con un tonito que indicaba que se divirtió diciendo aquello. Mi pecho se infló y sonreí imaginando su rostro iluminado, mordiendo su labio para contener la risa.

—Hola, Franco.—respondí simplemente.

—¿Como estás? Próximamente estarás demandada, claro está.

—¿Por qué razón?—pregunté, ansiosa por su respuesta.

—Porque me siento acosado por tu persona.

Solté una risa y él no tardó en reír conmigo.

—Deberias dejar la empresa y dedicarte a ser comediante.

—Eres una genio, empleada.

Ambos reímos.

—Oye, Fran. Necesito pedirte algo.

—¿Qué es lo que necesitas, bonita? Haría cualquier cosa por ti.—dulcificó su voz y mi boca se estiró.

Franco me consideraba la mejor de sus amigas y me lo decía siempre que podía.

—Esto no va a gustarte pero necesito días libres. Dos días máximo.

—Tenias razón, ya no me gustó. Ya no quiero hacer nada.

—No seas pesado—reí.

—Cuentame, ¿Por qué razón me quieres dejar sin tu presencia por dos días?—cuestionó.

—Vendrá un amigo, necesitamos hacer unas cosas pues piensa inaugurar un restaurante pronto, me convertí en su socia de ideas. Seré algo así como una empleada que inaugura un restaurante, piénsalo. No cualquier jefe puede presumir eso.—le dije de forma divertida.

—Está bien, me convenciste.

Sonreí.

—Genial. Los tomaré a partir del viernes; Mandaré un mensaje a Cali para que me supla un poco con lo que pueda.

—De acuerdo.—oí como movía unas cosas a través de la línea, seguramente apenas entrando a su casa.—te voy a echar de menos.

—Lo sé, soy muy necesaria para ti. Indispensable e irremplazable.—bromeé.

—No sabes cuánto.—dijo con un tono de voz más serio. Mi pecho volvió a llenarse mas no le contesté.—Debo irme, Fiore. Apenas estoy llegando a casa y tengo que atender una reunión que me está esperando en el computador.

—Sí. No te preocupes, que te vaya bien. No olvides cenar.—le advertí.

—No lo haré, lo prometo. Qué descanses, nos vemos mañana.

—Gracias, Franco. Te quiero.—le dije con una sonrisa en la cara.

—Y yo a ti, empleada.

Reí antes de colgarle.

—«Te quiero», «solo somos amigos»—se burló mientras me imitaba desde la puerta.— mírate nada más la cara de estúpida.

—¡Ya lárgate!—me apresuré a tirarle uno de los cojines de mi cama mientras ella salía corriendo de mi habitación cerrando la puerta. Tenía un talento único para entrar sin que me diera cuenta.

Aproveché de una vez para mandarle el mensaje a Calíope.

Acacia:
Hola, Cali. ¿Me haces un favor de mejores amigas del trabajo?

Calíope era mi compañera de oficina y de campo por decirlo de alguna forma.

Ella, Daphne y yo compartíamos oficina cuando debíamos gestionar y organizar un montón de citas que debíamos cumplir.

Empecé a organizarme mientras mentalmente planeaba qué haría en el poco tiempo que tenía para inventarme una fiesta de bienvenida.

Cali:
Tu mejor amiga del trabajo es Daphne>:( la prefieres sobre mi. No voy a hacer favores.

Acacia:
Te llevo tu café favorito mañana.

Cali:
Mejores amigas del trabajo ❤️ los amigos son amigos para siempre y por siempre.

Rodé los ojos soltando una pequeña risa. Cali definitivamente era increíble.

Acacia:
Necesito que me ayudes un poco en el trabajo, tengo dos días libres.

Cali:
¿Lo sabe nuestro señor jefe? O.o?

Acacia:
.

Cali:
De acuerdo, amiga. ¡Cuenta conmigo! Besos xoxo

Luego de cubrir el trabajo, debía ponerme como máquina para organizarle una bienvenida a Luciano junto a su familia.





Editado

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro