39
Rachel limpiaba el piso. Últimamente hacia esas tareas para ayudar a la señora Jenkins, ya que era una mujer mayor y en varias ocasiones se quejó de su adolorida espalda.
—Deseo tener una espalda como la tuya. —dijo la anciana mientras limpiaba las fotografías que estaban puestas sobre un buró.
—Bueno, mí juventud no durará para siempre —se levantó mirando con felicidad el piso bien brilloso—. ¡Ahh! ¡Mí espalda! —llevó su mano a su espalda baja.
—Eres joven ¿Y ya te duele la espalda? —preguntó entre risas.
—Creo que voy a envejecer muy rápido.
Ambas fueron hasta la cocina y dejaron los productos de limpieza en su sitio.
Hace dos días Evan estaba en Seattle. Era extraño ver a Christin en esa casa en vez de él. La rubia siempre la observaba con detenimiento. No iba a negar que le intimidaba la forma en que le hablaba y ordenaba las cosas.
Mientras ambas mujeres charlaban animadamente, se escuchó un fuerte portazo, junto con unas fuertes pisadas que se acercaban. Christin era quien fue hacia la cocina, y una vez más, miró de pies a cabeza a Rachel.
—Hazme un sándwich de jamón, Señora Jenkins. —le ordenó de manera tosca.
La chica observó lo adolorida que estaba y quiso ayudarla.
—Yo le haré su sandwich, señora. —caminó hacia el refrigerador y la rubio alzó una ceja.
—No te lo pedí a ti —interrumpió con la voz prepotente—. Se lo pedí a la señora Jenkins.
La mayor asintió mirando a la joven, le dió una sonrisa para tranquilizarla.
La cocina quedó en silencio. Christin tenía la mirada puesta en la castaña, su vista viajaba desde los pies hasta la cabeza. Pensaba en todas las cosas que ella podría haber hecho en su casa con su marido. Era tan repugnante.
Y con una mirada despectiva y amenazante se acercó.
—Retirate, Rachel. —le ordenó.
—Pero Maggie aún no regresó, sería mejor que yo me-
—No —demandó fríamente—. Te he dicho que te largues, de Maggie me encargaré yo.
Su tono era glacial, su mirada era una mezcla de desdén y desprecio. La castaña se sintió humillada.
La señora Jenkins se levantó de su silla, su rostro reflejaba su indignación.
—Señora Christin, no creo que sea necesario hablarle de esa manera a Rachel —dijo la señora Jenkins, su voz era suave pero firme.
Pero la rubia no se inmutó, solo se limitó a mirar a Rachel de manera despectiva.
—No se meta en esto, Señora Jenkins —dijo Christin, su voz era cortante—. Esto no le concierne.
La señora Jenkins se calló, su rostro reflejaba su tristeza e impotencia. Rachel, por su parte, se sintió como si hubiera sido humillada y degradada.
—Esta bien..
Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, lista para escapar de la casa de los Peters y de la cruel Christin.
...
Rachel cerró la puerta de su departamento detrás de sí y se dejó caer en el sofá, exhausta y emocionalmente agotada. Miró a su alrededor, sintiendo la soledad y la vacuidad de su hogar. Su mirada se posó en su teléfono, que estaba sobre la mesa de café. Lo tomó y comenzó a revisar los mensajes que había recibido.
Evan le había enviado varios mensajes, preguntándole cómo estaba y qué había pasado en la casa de los Peters. Ella se sintió un poco culpable por no haberle respondido antes, pero no sabía qué decirle. No sabía cómo explicarle la situación con Christin y cómo se sentía.
Mientras revisaba los mensajes, comenzó a sentir una sensación de inquietud y duda. Nada estaba bien. Su relación con Evan parecía no tener un rumbo claro. No sabía qué sentimientos tenía él hacia ella, ni qué esperaba de su relación. Todo parecía muy confuso.
Rachel se sintió un poco decepcionada y triste. Había esperado que su relación con Evan fuera algo más, algo que la hiciera sentirse segura y amada. Pero ahora se daba cuenta de que no sabía qué pasaría con ellos.
Mientras pensaba en eso, recordó a su abuela. La mujer le había ofrecido vivir con ella en su granja y Rachel rechazó la oferta, pero se dió cuenta de que quizás había sido un error. Quizás debería haber aceptado la oferta de su abuela. Quizás debería haberse ido de la ciudad y haber empezado una nueva vida en el campo.
Se sintió un poco tentada por la idea. Se imaginó a sí misma viviendo en la granja de su abuela, rodeada de naturaleza y tranquilidad. Se imaginó a sí misma trabajando en el jardín, cuidando a los animales y disfrutando del sol y del aire fresco. Pero entonces se acordó de Evan. Se acordó de la forma en que la miraba, de la forma en que la tocaba. Se acordó de la forma en que se sentía cuando estaba con él. Y se dio cuenta de que no podía dejarlo. No podía dejarlo.
...
La castaña cerró la puerta con cuidado de no hace ruido, como siempre, llegaba a la mansión de los Peters a las 8 am, preparada para comenzar su labor. Sin embargo, al caminar por el pasillo, se dió cuenta de que algo estaba mal. La señora Jenkins no estaba en la cocina, y el silencio en la casa era muy incómodo.
Rachel se dirigió hacia el living, y allí se encontró a Christin sentada en el sillón, con un vaso de whisky en la mano. La miró con una sonrisa sarcástica.
—Buenos días, Rachel Smith...
Tragó en seco, sabiendo que debía prepararse para lo peor.
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