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36

A medida que pasaban los días, Rachel se sumergió en su trabajo con una renovada dedicación. Trataba de distraerse de la pena que aún la acompañaba, y encontrar consuelo en la rutina diaria.
Su mente estaba constantemente ocupada con proyectos y tareas, lo que le permitía evitar pensar en el vacío que había dejado su padre. Sin embargo, no podía evitar sentir la presencia de Evan en cada momento. Él estaba allí, siempre dispuesto a escuchar, a ofrecer una sonrisa o un abrazo reconfortante. Su presencia era como un bálsamo para su alma herida, y ella comenzó a depender de él cada vez más.
Él se convirtió en su refugio, su lugar seguro. Estaba siempre disponible para hablar, para compartir historias o simplemente para estar en silencio juntos. Se sentía cómoda con él, como si hubieran compartido una vida entera juntos.

A medida que pasaban más tiempo juntos, su conexión se profundizó. Evan se convirtió en su confidente, en una persona más cercana. Rachel le contaba todo, desde sus miedos y preocupaciones hasta sus sueños y aspiraciones. Él la escuchaba con atención, ofreciendo consejos sabios y apoyo incondicional.

La casa del rubio se convirtió en un segundo hogar para la chica. Maggie, su hija, se convirtió en alguien muy especial para ella, y se encontraba pasando horas jugando con la niña, riendo y olvidando su dolor por momentos.

Evan observaba a Rachel con una mezcla de admiración y compasión. Veía la fuerza y la resiliencia que había en ella, y se sentía orgulloso de ser su apoyo en momentos difíciles. Su conexión emocional se estaba volviendo cada vez más intensa, y Evan comenzó a preguntarse si sus sentimientos hacia Rachel iban más allá.

Ella, por su parte, no podía evitar sentir una creciente atracción hacia Evan. Su bondad, su paciencia y su comprensión la habían conquistado. Comenzó a cuestionarse si estaba lista para dejar atrás su dolor y abrirse a la posibilidad de un nuevo amor.

El tiempo parecía haberse detenido para ellos. Solo existían en ese momento, juntos, compartiendo la pena y la alegría. Y en ese espacio, su conexión se estaba convirtiendo en algo más profundo, más intenso y más significativo.

Y después de pasar unos días en la ciudad, la abuela Mary decidió regresar a su granja. La muchacha la acompañó al aeropuerto, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio. Aunque extrañaría a su abuela, sabía que necesitaba volver a su rutina y reflexionar sobre sus sentimientos hacia Evan.

Al despedirse, Mary tomó las manos de su nieta y la miró con sus ojos claros.

—Rachel, hija mía, siempre tendrás un hogar en la granja. Si necesitas escapar de la ciudad o encontrar paz, ven a mí. La puerta estará siempre abierta.

Sonrió, sintiendo gratitud hacia su abuela.

—Gracias, abuela. Significa mucho para mí. —y la envolvió en un fuerte y reconfortante abrazo.

—Recuerda que la vida es corta, Rachel. No dejes que el miedo te impida seguir tu corazón.

La joven se sintió intrigada por las palabras de su abuela. ¿Estaba hablando de Evan?

Después de despedirse de su abuela, Rachel regresó a su apartamento, sintiendo una sensación de tranquilidad. Sabía que siempre tenía un refugio en la granja, y que su abuela estaría allí para apoyarla.

...

Mientras Rachel jugaba con Maggie en el salón, se escuchó como alguien entraba por la puerta, era la voz de otra persona.

La castaña se levantó, expectante, y se encontró con una mujer elegante y sofisticada en la entrada. Su cabello rubio brillaba bajo la luz del sol y su ropa parecía salida de una revista de moda. Un collar de diamantes resplandecía en su cuello, y sus zapatos de diseño parecían recién sacados de la tienda.

—¡Mamá! —exclamó Maggie, corriendo hacia su madre.

Pero Christin no respondió con el mismo entusiasmo. Se limitó a sonreír débilmente y a besar a su hija en la mejilla, sin mirarla realmente. Su mirada se centró en Rachel, evaluándola con una mezcla de curiosidad y desdén.

—Supongo que tú eres Rachel —dijo la rubia, su voz era como el hielo—. La niñera que contraté.

Rachel se sintió incómoda bajo la mirada de Christin. Había algo en su actitud que la hacía sentir inferior.

—Sí, señora Peters —respondió Rachel, intentando ser respetuosa.

Christin se rió  fría y calculadamente.

—Por favor, llámame Christin. No necesitamos formalidades aquí.

La señora Jenkins se acercó, sorprendida.

—Señora, su regreso nos tomó por sorpresa. —dijo esbozando una sonrisa, pero la rubia se encogió de hombros.

—París me aburrió.

—De saber su llegada, le hubiéramos preparado algo. —dijo Rachel.

Christin sonrió burlonamente.

—No necesitabas saber nada, querida. Solo debes cuidar de mi hija.

Maggie miró a su madre, emocionada.

—Mamá, quería mostrarte mi dibujo.

Christin se encogió de hombros.

—Después, cariño. Quiero descansar.

Rachel se sintió conmocionada por la actitud de Christin hacia su hija. ¿Cómo podía ser tan desinteresada?

La señora Jenkins intervino.

—Señora ¿no quiere pasar un rato con Maggie? La ha extrañado mucho.

Christin se rió.

—Tal vez luego. Primero, necesito descansar. Este viaje ha sido agotador.

Maggie se alejó, decepcionada, y se refugió en los brazos de la castaña. Justo entonces, la puerta se abrió y entró el rubio. Al ver a su esposa, su rostro se tornó serio.

—Christin, al fin vienes a dar la cara. —atacó Evan, su voz estaba tensa. La rubia se levantó del sofá, sonriendo débilmente.

—Por Dios, Evan. No quiero escuchar tus quejas, me duele la cabeza.

—¿Por qué no llamaste a Maggie? Ni una sola vez en todo el tiempo que estuviste fuera preguntaste por ella. —se acercó más a ella.

Christin se encogió de hombros.

—Estaba ocupada.

Evan se sintió enfurecido.

—Ocupada... —repitió perdiendo la paciencia— ¿Con qué? ¿Con tus eventos y tus amigos? ¿No te importó cómo estaba nuestra hija? —la mujer giró los ojos.

—Evan, no seas dramático.

Rachel se sintió incómoda, observando la tensión entre Evan y Christin. Maggie, aún en sus brazos, se agarró a ella con fuerza.

—Disculpen, pero Maggie... —la rubia la miró con furia y la interrumpió.

—¿Acaso no ves que estamos hablando? —preguntó incrédula— Tu trabajo ya terminó por hoy, vete. —le ordenó la mujer mientras se retiraba del lugar.

Evan, a punto de explotar, siguió a su esposa por detrás a grandes zancadas. Rachel por su parte, le dió un beso a la niña y se retiró del lugar.

Ojalá les gustee!

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