32
Evan se paseaba por la casa de campo, sintiendo una creciente frustración. Habían pasado días desde que Rachel dejó de contestar sus llamadas y mensajes. No entendía qué estaba pasando. ¿Algo había salido mal?
Miró su teléfono por enésima vez, esperando ver un mensaje de ella, pero nada. La pantalla permanecía vacía y silenciosa.
—¡Maldición! — exclamó Evan, golpeando la mesa con el puño.
Su hija, Maggie, se asomó desde la sala contigua, asustada.
—¿Papá, estás bien? —él suspiró y la miró, forzando una sonrisa.
—Sí, cariño. Estoy bien.
La señora Jenkins se acercó a él.
—Señor, ¿necesita algo?
El rubio negó con la cabeza.
—No, gracias, señora Jenkins. Solo necesito... — se detuvo, sin saber cómo continuar.
La mujer asintió con comprensión.
—Entiendo, señor.
Él se dirigió a su estudio, cerrando la puerta tras de sí. Se sentó en su escritorio, mirando la foto de Rachel que había guardado en su teléfono.
¿Qué había hecho mal? ¿Por qué Rachel lo evitaba?
La frustración y la incertidumbre lo consumían. Sabía que debía hacer algo, pero no sabía qué.
De pronto, su teléfono sonó, rompiendo el silencio de su estudio. Miró la pantalla y vio un número desconocido.
—¿Sí? ¿Quien habla? —preguntó Evan, con curiosidad.
—Señor... —la voz al otro lado del teléfono temblaba— Soy Grace, amiga de Rachel.
Él se sintió confundido.
—¿Grace? Lo siento, no recuerdo....
—No importa —dijo ella, con su voz temblorosa—. Solo necesito decirle algo. El padre de Rachel falleció...
Evan se sintió como si hubiera recibido un golpe en el estómago.
— ¿Qué? No puede ser... — exclamó, sintiendo una profunda tristeza.
—Ella está devastada — continuó Grace, sollozando —. Se siente sola y abandonada. No ha contestado llamadas ni mensajes de nadie.
Se levantó de su silla, sintiendo una mezcla de tristeza y culpa.
—¡Carajo! —dijo, frustrado— ¿Cómo está? — preguntó
—Mal... muy mal — dijo ella, entre sollozos —. Su padre era todo para ella. Ahora debe sentirse sola.
Evan se sintió abrumado por la situación.
— ¡Mierda! No sabía... —repitió, sin saber qué decir.
—Solo quería que supiera. —dijo Grace, antes de colgar el teléfono.
Él se quedó con el teléfono en la mano, sintiendo una profunda tristeza y culpa. No sabía cómo ayudar a Rachel en ese momento difícil. Se sentó en su silla, sintiendo el peso de la culpa y la tristeza. No había estado allí para ella en su momento de necesidad. No había sabido sobre la muerte de su padre.
Se levantó y se dirigió a la ventana, mirando hacia el jardín. La belleza del paisaje no podía calmar su dolor interior.
—¿Por qué no me dijo nada? —se preguntó a sí mismo.
La respuesta era clara: Evan había estado demasiado absorto en sus propios problemas para darse cuenta de la lucha de Rachel. Se sentía culpable por no haber sido más considerado, más atento. La chica había necesitado su apoyo y él no había estado allí.
La imagen de la castaña sola y llorando en su habitación lo atormentaba. Evan sabía que debía hacer algo para enmendar su error. Pero ¿qué podía hacer ahora? ¿Cómo podía hacer que Rachel supiera que estaba allí para ella?
La oscuridad de la noche parecía reflejar su estado de ánimo. Evan se sentía perdido y sin dirección.
Al día siguiente, Rachel se despertó temprano, con un peso en el pecho que no podía sacudir. Era el día del velorio de su padre. La realidad de su muerte aún no había penetrado completamente en su conciencia.
Mientras se preparaba para el día, ella sintió una sensación de vacío y desorientación. Cada paso que daba, cada decisión que tomaba, parecía automático, como si estuviera en un sueño.
Al llegar a la funeraria, Rachel se enfrentó a la cruel realidad. El ataúd de su padre estaba allí, en el centro de la sala, rodeado de flores y arreglos florales. Su corazón se derrumbó al verlo. Grace la acompañó en cada paso, ayudándola a tomar decisiones y a recibir a los conocidos. se sentía agradecida por su apoyo, pero en el fondo, se sentía sola y abandonada.
Mientras organizaba los detalles del velorio, Rachel recordó momentos felices con su padre. Su sonrisa, su risa, su forma de abrazarla. Cada recuerdo era un cuchillo que le rasgaba el alma.
La sala comenzó a llenarse de amigos y compañeros de trabajo que iban a rendir homenaje a su padre. La muchacha los recibió con una sonrisa débil y ojos llorosos. Y en medio del dolor y la confusión, se sintió abrumada por la responsabilidad de decir adiós a su padre. ¿Cómo podría vivir sin él?
La mañana pasó en un borrón de lágrimas y abrazos. Rachel se sentía como si estuviera en un túnel oscuro, sin salida.
El funeral comenzó, y la castaña se sentó en la primera fila, con Grace a su lado. El pastor hablaba sobre la vida de su padre, Simon Smith, y sus logros. Ella escuchaba, pero las palabras se perdían en un mar de dolor.
De repente, una figura anciana se levantó del fondo de la sala. Era su abuela Mary, la tía de su padre. Rachel no la había visto en años, pero la reconoció instantáneamente.
La anciana se acercó a su nieta, con pasos lentos y doloridos. Su rostro estaba arrugado por el tiempo y la tristeza.
—Rachel, mi niña — dijo la abuela Mary, abrazándola —. Lo siento mucho. Tu padre era un hombre increíble.
Ella se sintió abrumada por la emoción al ver a su abuela. Era la única familia que le quedaba.
—Abuela... — sollozó Rachel, abrazándola con fuerza.
La mujer mayor se sentó a su lado, tomándole la mano.
—Estoy aquí para ti, hijita. No estás sola — dijo, con voz suave.
Rachel se sintió agradecida por la presencia de su abuela. Era un recordatorio de que aún tenía familia, aunque fuera solo una persona.
Espero les gusteee!
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