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22. CONFIANZA

Sin prestar mucha atención a la conversación miraba pensativo una vez más las dos líneas de aquel mensaje de texto que había recibido ese medio día.


"Lo siento amor, no podré acudir a nuestra cita.

Me ha surgido un trabajo de último momento y tengo que terminarlo para mañana."


-¿Félix? – inquirió curioso Alan al ver la distracción en el rostro de su amigo.


Le pareció más que oportuno que su amigo de instituto le llamara para quedar a tomar un café, él lo había intentado varias veces pero la agenda de Félix era un tanto complicada. Entre el negocio familiar, su nuevo proyecto de expansión hacia nuevos mercados y su novia, escasamente disponía de tiempo para él.


Y ahora que finalmente podían reunirse a disfrutar de una taza de fragante arábigo, donde predominaba aquel sutil gusto amargo envuelto en aromas de chocolate, miel y caramelo, y a la vez de ponerse al día de su vida, Félix estaba completamente ausente con su mente a años luz de ahí.


- ¿Eh? - el rubio miró a su amigo aun obtuso al momento.


- Ja, ja, ja - rió divertido Alan al ver como su amigo seguía en la inopia – será mejor que nos marchemos, hoy tu cabeza está en la luna. – recomendó irónico.


Félix entendió la referencia y sin más se puso en pie mostrando una sutil sonrisa. Tenía que reconocer que aunque fue él quien propuso ese encuentro no era capaz de mantener su atención a la conversación con su amigo, había algo en el mensaje de Bridgette que lo tenía inquieto. Desde siempre ella nunca faltó a una de sus citas, en todo caso había sido él quien en más de una ocasión no había podido acudir por cumplir con alguna exigencia de su padre o por algún tema relacionado con la empresa...pero ella...


Agradeció la fresca brisa que con suavidad golpeó su rostro, despejando por poco que fuera su pesado embotamiento y dejando que aquella injustificada intranquilidad se fuera desvaneciendo lentamente.


- Félix, ¿no es aquella chica Bridgette? - preguntó dubitativo Alan, entornando los ojos para enfocar mejor a la chica que estaba al otro lado de la calle con toda su atención puesta en el escaparate de una de las tantas tiendas que ahí había.


Su gris mirada se clavó fija sobre la chica de cabello azabache, mostrando el mismo semblante pétreo que lo había caracterizado otro tiempo atrás. Se le veía inquieta, podría decir que ansiosa, lo que trastocaba aun más su frágil imaginación y dejaba de lado cualquier reflexión sobre aquella escena. 


- Voy a llamarla. – indicó animado Alan.


Rápidamente levantó su brazo en señal de saludo y antes de que pudiera pronunciar palabra alguna notó como Félix asía su muñeca y bajaba en un lento movimiento su brazo. Se giró hacia su amigo extrañado por aquella reacción y se sorprendió al ver la intensidad de su mirada en aquellos empequeñecidos ojos.


Una sensación de desasosiego poco a poco se iba apoderando de él, su corazón había aumentado su ritmo sin él quererlo, todo por lo que en esos momentos se estaba formado en su confusa cabeza. Ahí frente a él veía como Claude salía de la tienda sosteniendo lo que parecía ser un regalo y se lo entregaba a una más que exultante Bridgette, quien de inmediato lo tomó y lo apegó a su pecho con la felicidad marcada en su rostro, y sin dudarlo un segundo respondió en un cariñoso abrazo hacia el castaño.


- ¿Félix, ...? – cuando Alan quiso continuar la pregunta se percato de que su amigo ya no estaba junto a él, solo alcanzó a ver como giraba en la esquina manteniendo la seriedad en su semblante.


En la oscuridad de su salón, aquella que solo se atrevía a romper la tímida claridad de una luna llena, Félix movía inquieto el teléfono en su mano. Ya no sabría decir cuántas veces había leído ya aquel mensaje que hiriente perturbaba a su aturdida mente al no conseguir descifrar el porqué de la escena que en autoimpuesto mutismo había sido espectador en primera fila.


Y aun con todo aquello más allá de sentir la vesania del momento era el recuerdo lo que copaba su mente. Un recuerdo que nació del empecimiento de una pizpireta chica y de la transigencia de su propia cabezonería. En su mundo Bridgette y él era son dos piezas de un puzle que nunca encajarían, pero fue la confianza de ella la que llevó a aquella sinergia de errantes corazones a vislumbrar un futuro juntos, aquella misma confianza que ahora flaqueaba y lo orillaba a rozar el miedo.


El, siempre seguro tenía miedo a perderla, miedo a pensar en que había vivido el último abrazo de sus cálidos brazos. Aunque fuera de toda lógica su pecho se encogía apesadumbrado y su corazón ya la echaba de menos.


Era ya de mañana y después de una noche inquieta tenía que esforzarse por mostrar su mejor cara a aquellos clientes que lo habían citado en el lobby del hotel Le Grand Paris. Su atención se sostenía por un filo hilo ya que era otro el asunto que ocupaba todo su interés, un nuevo mensaje era el que a primera hora había puesto ya el punto y final de aquel día.


"Buenos días Félix, lamento no haberte llamado ayer pero tuvimos mucho trabajo en el estudio.

Hoy tampoco podre quedar a comer contigo, te llamo cuando haya terminado mi trabajo.

Te quiero."


Como si de filosas navajas se tratara cada palabra de ese mensaje iban dejando pequeños pero hirientes cortes en su abatido corazón, haciendo mella en su de por si confusa imaginación.


Su expresión se tensó y sus ojos se abrieron de más al escuchar una alegre risa que por sí sola desprendía calidez, una que el bien conocía. Sin decir nada a sus desconcertados contertulianos se puso en pie y avanzó hacia el pasillo que llevaba a los ascensores. Al girar la última columna se freno de golpe,  sintió la descarga de diez mil voltios que a su paso calcinaban lo que quedaba de su corazón y de su razón.


Sin ser capaz de pronunciar palabra alguna veía incrédulo como Bridgette se abrazaba en cariño gesto al brazo de Claude y ambos entraban sonrientes al ascensor.


Y así, tal cual una epifanía comprendió que nadie te enseña a ser fuerte, es la confianza en algo o en alguien la que da la coraza a la insensatez y la disfraza de valor, pero cuando la confianza se resquebraja ¿que es lo que queda?...es la vida quien te señala la senda a seguir con sus altibajos, pero no te prepara para un corazón roto.


Enclaustrado en su oficina miraba impertérrito el gran ventanal, intentando abarcar con la vista allende del horizonte como queriendo encontrar en aquel lejano punto una respuesta a lo que ahora le carcomía.


Impetuoso comenzó a sonar su teléfono, trayéndolo de vuelta a su lacerante realidad, desganado tomó la llamada.


- ¿Diga? - su voz apocada se dejo escuchar al otro lado del auricular.


- ¿Señor?, ¿Esta bien? - inquirió preocupada su asistente.


- ...Si,...estoy bien Marie, ¿que es lo que quería? - apuró a decir apático.


- Ha llamado la señorita Bridgette, - los ojos de Félix se abrieron de más ante aquella noticia, busco rápidamente su teléfono y comprobó de que no había ninguna llamada o mensaje de ella - ha dicho que lo espera a las siete en el hotel Le Grand Paris.


Su rostro mostraba una expresión desencajada, como si de una mala broma se tratara ella lo citaba en el lugar donde unas horas antes la vio en actitud cariñosa con el que pensaba era su amigo.


- ¿Señor? - preguntó desconcertada su asistente ante su silencio.


- Si, si, gracias por el mensaje Marie. - sin más terminó la llamada.


Se dejo caer pesado en la silla, ¿y era así como todo terminaría entre ellos?, su historia de amor tocaría a su fin en aquel frio lugar, únicamente rodeados de las caras apáticas de un puñado de desconocidos.


Un profundo suspiro rompió sus pensamientos, sin dar más vueltas a algo que ya estaba escrito miró su reloj, marcaba las seis y diez minutos. Se puso en pie y tomó su americana, una última mirada al pequeño marco que decoraba su escritorio donde se podía apreciar la foto alegre de quien hasta este ese momento era el amor de su vida. Y más por obtener una respuesta que por propia convicción salió a su encuentro.


Al entrar al hotel sintió la pesadez de un ambiente que consumía el aire a su alrededor, con esfuerzo avanzaba lento hacia su cita. Sus sentidos se cerraban imitando al niño que cierra los ojos con la esperanza de que no lo vean, deseando que eso que ahora lo acongojaba no fuera verdad.


Hermosa, feliz, radiante, ahí estaba frente a él restregándole lo que estaba a punto de perder. Inspiro profundo y haciendo acopio de sensatez, que por mucho que le doliera era lo único que le quedaba, lo que ella pudiera decir a esas alturas estaría de más, el sello de la confianza que los unía había desaparecido dejando sin soporte a su amor.


- ¡Amor! - avanzó alegre hacia su novio.


- Por favor, no es necesario que finjas. - la frenó distante sin mostrar un ápice de alegría.


- ¿Félix? - dio un paso más, confundida por su actitud arisca.


- Lo sé todo Bridgette y considero irónico que me lo digas justo en este lugar. - sin apartar el muro de hielo que había levantado contra ella hacía el esfuerzo por parecer sosegado a fin de cuentas no había sido él quien rompiera la confianza entre ellos.


- ¿Lo sabes? - sus azules ojos se desorbitaron ante la confesión, no siendo capaz de ocultar su sorpresa.


- Yo...yo intente de que no lo supieras hasta hoy. - se excusaba compungida.


- No es necesario de que digas nada más, la cuestión es que me he enterado. - indicó dolido, miró atento a ambos lados de la gran recepción del hotel - Me extraña que él te haya dejado sola para decírmelo, debería dar también la cara, ¿no te parece?. - demandó secamente.


- El está esperando en el primer piso. - indicó cabizbaja.


- Vamos, tengo algo que decirle. - ordenó con voz impostada.


De pie frente a la puerta doble que lo separaba de aquel que pensaba era su amigo se devana en cómo encararlo, sus manos se apretaban con fuerza en sendos puños apremiado por dar fin a aquello y retirarse roto a ser lo que nunca debió dejar de ser.


Se giro hacia Bridgette y su pecho se encogió al ver la desilusión en su cara. Dejo escapar pesado el aire y tomando ambos picaportes empujo las puertas conteniendo el ansia de partirle la cara a Claude en cuanto lo viera.


- ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS FELIX!!! - una intensa luz que de golpe se encendió llegó a cegarlo momentáneamente para después notar como en aquel salón meticulosamente adornado solo había caras conocidas que con una franca sonrisa levantaban sus copas hacia él, incluso su padre estaba ahí presente.


- ¡Feliz cumpleaños estirado! - Claude fue el primero en dar un abrazo a su amigo, quien aun sorprendido correspondió.


- Feliz cumpleaños amor. - se giró hacia la tenue voz para ver como Bridgette aun con la decepción en su semblante le entregaba un regalo.


Sus ojos se abrieron al reconocer el paquete que su novia le daba, era el mismo que ayer Claude le entregaba fuera de la tienda.


- Abrelo, - pidió mostrándole una tímida sonrisa - tarde en encontrarlo pero gracias a un amigo de Claude pude conseguirlo a tiempo.


Con movimientos torpes fue quitando el papel del envoltorio, hasta que a la vista quedó un perfecto ejemplar de la primera edición de "Hojas de hierba" de Walter Whitman. Levantó la sorprendida vista de su regalo y miró todo a su alrededor, el salón, los adornos, sus amigos, todo aquello lo había hecho ella.


Avergonzado a la vez que aliviado veía los acuosos ojos de su novia, tenía tanto que decirle pero su voz parecía negarse a cooperar.


- ¿Te gusta?, se que lo estabas buscado. - una vez más la triste sonrisa se resaltaba en sus finos labios.


- Lo siento, - se disculpó con la taciturna mirada puesta en él - quería darte una sorpresa pero veo que no pude ocultarte el secreto.


- No...no lo sabía. - pronuncio en un fino hilo de voz.


- Pero tú me has dicho que lo sabías todo.


Bridgette extrañada notó el fuerte rubor en las mejillas de su novio,  si algo tenía claro era que Félix no era una persona fácil de avergonzar...salvo que fuera él quien hiciera algo realmente abochornante.


- Félix, ¿que es lo que sabias? - inquirió curiosa y ya más tranquila.


El rubor se intensifico más si cabe en las mejillas del rubio ante la atención que ahora ponía Bridgette en él.


- Yo...yo... - sus ojos titilaban nervios, moviéndose de un lado a otro hasta que se posaron sobre Claude.


Bridgette no perdía detalle de las expresiones de Félix, seguía con atención la mirada de su novio hasta que esta se detuvo sobre Claude. Intrigada alternaba su mirada entre Félix y Claude intentando entender lo que su novio le contaba. Y fue ahí cuando esa innata intuición femenina hizo acto de presencia, sus ojos se abrieron sorprendidos.


- ¡Félix! - ¿acaso pensaba que yo y...y...? - señalaba repetidamente hacia el castaño.


- ¡No!, no, no... yo...yo - intentaba evitar mortificarla contándole la verdad, todo aquel cortometraje que el solo había formado en su cabeza, pero no sabía cómo decirlo.


Resignado inclinó la cabeza, dejando escapar un profundo suspiro de claudicación.


- Fue muy difícil ¿sabes?, he estado muerto en vida al pensar que tú... - habló pausado, sincero y nervioso con la mirada temblando sobre los azules ojos de ella.


Sin esperarlo Bridgette lo abrazó cariñosamente, queriendo reconfortarlo. Por su parte Félix se sentía obnubilado ante la cercanía de su niña, el calor de su abrazo, la dulce fragancia que la envolvía, toda ella era la confianza que él necesitaba para afrontar su vida...una vida junto a ella.


- Eres un tonto. - susurró melosa a su oído.


En un cariñoso movimiento Félix estrechó el abrazo dejándose perder en el embelesador elixir que para él era Bridgette.


Aun disfrutando de la cercanía de Bridgette entrecerró los ojos clavando una mirada afilada sobre cierto castaño. Una cosa era mantener la plena confianza en su novia pero otra muy distinta era recordárselo a cierto amigo.


- Brrrrrr - se estremeció Claude al sentir un inusual frio que recorría su cuerpo desde la cabeza hasta los pies - deben de haber abierto alguna ventana que de pronto se ha sentido frio. - comentó aun temblando a Alan.


FIN

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