¡¡¡EMULSION!!!, eso es lo que él era. ¿Cuantas horas llevaba sentado en la terraza del aquel café pensando solo en aquella palabra? y con resignación caía en la cuenta de que Félix Agreste era una emulsión.

Desde su más temprana edad el rigor de sus enseñanzas había sido siempre encausado a convertirlo en lo que era o más bien había sido, años y años de profesores particulares, actividades extras, una estricta educación y lo peor de todo un enclaustramiento al roce social. ¿Todo para qué?, para convertirlo en el excelso heredero Agreste forjando en él una personalidad fuerte y determinante que no daba lugar a banalidades.

Pero desde hacía unos meses todo aquello que lo definía se había venido abajo como un endeble castillo de naipes, él siempre había perseguido un poco de libertad y cuando al fin se vio recompensado con poder estudiar en un instituto como cualquier chico normal de su edad jamás se imaginó como aquello trastocaría su mundo entero.

Todo comenzó con un sencillo "hola" y a partir de ahí su metamorfosis interior comenzó, aunque en un principio él fue reacio a cualquier tipo de interacción más allá de lo meramente cordial, sin saber cómo ni cuándo acabo siendo parte de aquel curioso grupo.

De la mano de aquella menuda chica emprendió un viaje de descubrimiento donde por mucho que se esforzara por hacer prevalecer su recia personalidad siempre acababa cediendo ante aquellos vivaces ojos azules. Su manera de ver las cosas se había suavizado, había nacido en él una necesidad de relacionarse y conocer mejor a la gente que lo rodeaba, disfrutaba de aquellos detalles por pequeños que fueran que la vida le ponía enfrente.

Ya ni siquiera en su casa era el de siempre, su propio padre más de una vez le había hecho algún comentario al respecto pero era algo que no podía evitar, eso que no sabía explicar ya formaba parte de su nuevo él y aunque le costara reconocerlo le gustaba y lo disfrutaba.

Aquella personalidad que decía quien era Félix Agreste se basaba en tres sencillas "s"...serenidad, sobriedad y seriedad, mientras que Bridgette era todo el abecedario y más, no había día que aquella chica no lo sorprendiera con una nueva faceta pero siempre envuelta con su carismático entusiasmo.

Su personalidad era un aceite estático aglutinado de emociones que no se separaban y que a la vez no permitía que nada se mezclara con él y la de ella era el agua que fluía libre, refrescando todo a su paso y regando de alegría todo lo que conocía.

Si, él era una emulsión donde dos elementos inmiscibles se habían podido mezclar, donde aceite y agua se habían combinado a la perfección, su acérrima personalidad Agreste ahora casaba con los matices extrovertidos de la personalidad de Bridgette. Ahora era capaz de reír a los chistes de Claude o incluso bromear con Allegra, hasta su indumentaria mostraba su nueva personalidad pasando de su lineal gris a tonalidades más variadas.

- ¡Amor! - la exclamación a lo lejos lo hizo voltear solo para verla a ella acercarse con una gran sonrisa dibujada en los labios.

En cuanto la azabache llegó hasta él se sentó en su regazo depositando un sutil beso en sus labios. El solo podía ver alegre al pequeño catalizador de la emulsión que era ahora su nueva personalidad.

FIN