1. PRIMER ENCUENTRO
Las vacaciones de verano llegaban a su fin, pocos días faltaban para que diera inicio el nuevo año escolar y con él la diaria rutina de miles de estudiantes. Era por ello que se valoraba cada minuto, cada segundo que se pudiera pasar con los amigos compartiendo momentos alegres y divertidos.
Eso era lo primordial para aquellos grupos de jóvenes que se reunían en la plaza de los Vosgos y que a la sombra de sus tilos reían y hablaban alegremente. Y mientras otros lo pasaban bien con diversas actividades un solitario chico compartía su banca con un libro de tapas gruesas que cada tarde era su única compañía, su mirada grisácea se perdía entre las palabras de aquel austero compañero de verano.
Dada su situación se conformaba con lo que le permitían, sobre todo teniendo en cuenta que sería una época de cambios importantes en su vida. Aquel tiempo de esparcimiento al aire libre, aunque no tuviera mayor contacto con alguien que no fueran los personajes de su libro, era algo que apreciaba mucho. Procuraba siempre abstraerse en su lectura a fin de olvidarse que unos metros más atrás estaba su guardaespaldas siempre observándolo y así poder disfrutar de la suave brisa que contrarrestaba el ambiente cálido del estivo y disfrutar de la voces de la gente que lo alejaban del silencio de su casa.
De vez en cuando levantaba la vista por encima del libro para ver a los distintos grupos de chicos y chicas de su edad que con sus risas y voces en alto lo distraían de su actividad , pero esa tarde un grupo en concreto atrajo poderosamente su atención, tal vez fuera por la forma de hablar y de reír a carcajadas de aquel chico alto y cabellos castaños mientras que una simpática chica de cabellos rubios constantemente le daba pequeños golpes en el hombro a modo de reclamo. Por otra parte le parecía agradable el compañero de estos que se veía de porte serio pero informal con su gorra y sus auriculares al cuello, al parecer él también reprendía al más alto. Y por último aquella chica de cabello azabache y semblante risueño que reía también en alto a lo que el castaño contaba, mostrándose entusiasta y divertida.
Era un cuarteto bastante peculiar que se podría decir que resaltaba por encima de todos los demás chicos que estaban en la plaza. Con una última mirada hacia ellos bajo los ojos y continuo con su lectura.
- Ja, ja, ja, ja, ¿se han fijado en aquel? - con aire gracioso el más alto de los cuatro señalaba hacía el chico rubio que se mantenía sentando al resguardo de una sombra y leyendo su libro.
- Si, lo hemos visto todos los días, ¿pasa algo con él? - replicó su compañera rubia en tono más serio.
- ¿Pero lo has visto bien?, siempre está solo y con ese libro, ¿quien trae un libro a un parque en verano?...y su ropa...¿se han fijado en su ropa? - sus tres compañeros se fijaron ahora en el solitario chico que se mantenía concentrado en su lectura - si parece que lo ha vestido Matusalén.
Todos empezaron a reír al último comentario, todos menos la pequeña azabache que ahora miraba más interesada al joven rubio, sin saber porque le parecía interesante a la vez que desconcertante verlo ahí solo inmerso en su propio mundo.
- A mí me gusta, - dijo la azabache sin dejar de mirarlo - parece más...sofisticado.
Sus tres compañeros se vieron entre si antes de romper a reír con más fuerza ante el comentario de su amiga.
Mostrando un gesto de desaprobación se levantó. - Voy a invitarlo a que se siente con nosotros. - miraba ahora con determinación a sus amigos, los cuales habían parado de reír tratando de comprender lo que pretendía su amiga.
- Creo que es tarde para eso. - advirtió la chica rubia.
Al voltear vio como el "elegante" chico se había levantado y caminaba ahora custodiado por el fornido hombre en dirección a un lujoso auto.
- Puff. - resopló con frustración.
- No te agobies, lo más seguro es que no lo volvamos a ver.
Los tres chicos se levantaron para irse mientras su compañera aun mantenía sus azules ojos puestos en el rubio hasta que el coche desapareció por la esquina.
Al entrar por la puerta se tenso al sentir el frio de la soledad con el que su casa siempre lo recibía, no había nadie que esperara por él. Cuando se disponía a subir hacia su habitación una voz de mujer lo detuvo.
- Ya has vuelto, he dejado en tu habitación todo el material que necesitaras para el colegio. Este lunes será tu primer día de clase y tu padre ha dicho que te acompañe. En una hora se servirá la cena. - sin decir nada más la diligente mujer desapareció por la puerta del estudio de su padre.
- Gracias. - se escuchó en un cansado murmullo y con lo mismo subió a su habitación.
Era por fin lunes y había decidido madrugar, tanto así que faltaba aun media hora para el inicio de clases y él ya estaba sentado en uno de los tantos asientos de aquella aula, en concreto en uno de la primera fila.
Uno a uno veía como los que serían sus nuevos compañeros iban entrando, se notaba que todos ellos ya se conocían porque escuchaba sus conversaciones de cómo había sido su verano mientras que el permanecía invisible para todos ellos.
Afuera en el pasillo escuchó una carcajada que le resulto familiar, pudo ver desde la puerta como el chico alto de pelo castaño que estaba aquel día en el parque reía sin control.
Aun riendo miró hacia adentro de lo que sería su nueva aula y su cara no oculto la sorpresa de lo que veía.
- No se lo van a creer. - dijo a sus tres compañeros sin apartar la vista del rubio que permanecía sentado en la primera fila.
Los tres se asomaron a la vez al interior de aula, y la misma expresión de sorpresa se dibujo en sus rostros, pero en el caso de la azabache esta venía acompañada de una gran sonrisa.
Sin decir nada tomó a su compañera de la mano y tiró de ella para en un santiamén pararse frente al chico nuevo.
- ¡¡¡Hola!!! - exclamó efusiva - Soy Bridgette.
El chico la miraba extrañado y antes de que pudiera decir algo el resto del cuarteto estaba frente a él.
- Ella es Allegra, - tomando por los hombros a su rubia amiga y sin dejar de sonreír la acercó a ella - , él es Alan - señalaba al moreno quien hacía un ademan con su gorra a forma de saludo - y el alto de aquí es Claude - que agitaba su mano por encima de la cabeza de Bridgette.
Los miraba dubitativo y extrañado, lentamente sus labios se separaron.
- Es un placer, soy...Félix.
La moneda estaba en el aíre y ahora sería la diosa fortuna la que se encargue de todo.
FIN
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Este primer capítulo está dedicado a LadyDoptera por la brillante iniciativa de este reto.
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