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Capítulo 30

El día en el que Jin dejó la isla de Jeju, Jungkook no pudo hacer nada a parte de encerrarse en su habitación para pintar. Una vez más el arte era su único escape del dolor, porque lo cierto es que le dolía dejar ir a Seokjin. El hijo del doctor había sido la única persona a su lado después de tantos años de aislamiento y había supuesto un rival, amigo y novio, todo a la vez. Los dos lograron llegar a complementarse mutuamente de alguna forma, por lo que dejarlo ir se sentía como un arma de doble filo. Kook estaba entre la espada y la pared, pues aunque sabía que Jin no se estaba marchando para abandonarlo… En cierta forma su interior parecía asustado por esa posibilidad.

Su mente se encontraba sumida en el debate de si lo correcto sería expresar sus sentimientos en voz alta o no. Quizás pedirle de nuevo que se quedase a su lado sería egoísta, él sabía que su pareja estaba tratando de reconstruir la relación con su madre. Pero callarse era agobiante y lograba que su garganta doliese demasiado.

Su conexión existía, era lo suficientemente fuerte como para que ambos tuvieran que girar la cabeza y mirar hacia atrás. Las cosas que ahora estaban abandonando eran momentos que nunca volverían a recuperar.
Ni siquiera ellos dos sabían si lo que les sucedía se podía llamar amor o más bien se debía a la necesidad de ambos de sentirse parte de algo.

Parte de una casa, de una relación amistosa, de un amor… de cualquier cosa que les permitiera dejar los malos momentos a un lado o los ayudara a distraer sus mentes enfermas de ansiedad por unos minutos. Después de todo fue el miedo y la desesperanza lo que los empujó a unirse desde el primer instante. Más allá de su química, más allá del cariño que se tenían… fueron las circunstancias las que los invitaron a buscar consuelo en los brazos del otro.

Jungkook tomó el bote de pastillas y tras poner una pizca de falsa felicidad bajo su lengua dejó que el sabor amarguisimo calmase cada zona de su cuerpo. Estaba aprendiendo a controlar sus dosis, ahora que un psiquiatra de verdad ponía atención sobre su mente y no sobre su cuerpo o atractivo.

—Es un buen dibujo. - su madre estaba apoyada en la puerta de su habitación, probablemente llevaba varios minutos observando su trabajo ya que últimamente aquello se había convertido en un apoyo silencioso por parte de esta. Sin embargo, él estaba inmerso en recordar cada detalle de los rasgos de Jin. Estaba dibujandolo de nuevo, esta vez con colores fríos.

Y era quizá un poco absurdo el modo en el que lo echaba tanto de menos teniendo en cuenta que sus conversaciones telefónicas eran largas y rutinarias.

—No es la mejor pintura que he hecho de Jin. - Jungkook suspiro y miró a su madre. - ¿Crees que el amor joven es real?

Su madre se encogió de hombros y se acercó, habían tenido que pasar muchas cosas para que la mujer apreciase el gran talento de su hijo.

—Si algo me has enseñado es que el amor es amor hijo, da igual cuál si es sano y sincero.

Jungkook asintió mientras apretaba el pincel entre sus manos. Podría decir en voz alta que sentía amor por Jin, pero sentía que al alzar tales palabras tan pronto toda la ilusión del primer enamoramiento podría romperse. Su relación, o lo que fuera que tuviesen en esos instantes, era tan frágil como el cristal.

Solo conocían las partes vulnerables del otro, habían estado encerrados en la burbuja que suponía aquella casa, se habían calmado el uno el otro y habían crecido durante los últimos nueve meses. Pero la mayoría del tiempo, sin duda, estuvieron perdidos en sueños e ilusiones que quizás no fuesen posibles cuando caes sobre el mundo de la realidad.

Pasaron días hasta que Jin volvió, al comienzo las visitas eran tranquilas. Siempre se besaban en la terraza de la casa del pintor e intentaban pasear por varios minutos en las calles cercanas al piso de sus padres, el hijo del doctor no parecía ceder en su empeño por ayudarle a seguir avanzando. Sin embargo, la agorafobia de Jeon Jungkook continuaba presente en muchos ámbitos y eso lo complicaba todo. Incluso cuando Seokjin ponía su mano alrededor de la cintura de su novio y lo animaba a caminar más allá de la línea marcada con tiza azul que cada semana dibujaba para comprobar hasta dónde habían llegado. Al final esa fuerza de voluntad de Jin causaba discusiones entre ambos en cada una de las ocasiones en las que Kook se sentía demasiado débil como para seguir intentándolo.

Y quizás fue así como los meses pasaron diluidos entre discusiones estúpidas, llamadas a distancia, períodos de felicidad, besos pasionales y otros casi forzados. Eran dos chicos perdidos que trataban de encontrar el camino para el otro sin tan siquiera conocer el suyo propio. Fue así también como cuatro meses después de comenzar el intento de relación a distancia, ambos se vieron forzados a tomarse un tiempo.

Durante la separación Jungkook aprendió a disfrutar del color negro de nuevo, sus paisajes coloridos no regresaron. El blanco era la única muestra de claridad en sus cuadros y tal vez por la tristeza que demostraban el mundo comenzó a prestarle un poco más de atención. En un mundo triste la colorida belleza a veces causa rechazo.

Sus pasos eran cada vez más largos y el pintor abandonó la agorafobia con éxito tras dos años enteros sin ver a su primer amor. Jin era solo un recuerdo placentero que llegaba cada vez que se sentía solo en la noche mientras garabateaba bocetos, aún lo echaba de menos. Todavía se sentía atado a todo lo que ese muchacho representaba, aún pintaba sus manos recordando el tacto de estas sobre su cuerpo desnudo. Cuando cerraba los ojos podía escuchar sus gemidos susurrantes como si el cocinero estuviera colgado de sus brazos enterrando las uñas en su espalda.

Jungkook sabía que se debía a que no habían tenido un final digno, porque si lo hubieran tenido tal vez superarlo hubiese sido más sencillo. Preguntarse a diario qué podrían haber hecho mejor era el motivo de que todavía pensase en este de vez en cuando.

—¿Han llamado para decirte el horario de la exposición de pinturas? - y contra todo pronóstico esa madre que odiaba la naturaleza de su hijo se convirtió en su mejor aliada. - Deberías enviarle una invitación a ese chico, es uno de los motivos de tu éxito.

Jungkook chascó la lengua y llevó la comida hasta su boca. Jin era el tema de gran parte de sus obras pero se negaba a admitir que era el motivo de su éxito. Incluso Sehun había comenzado a mencionar esas palabras cada vez que lo visitaba para ayudarle con el estudio que estaba montando en el centro de la isla.

Sehun le había hablado en multitud de ocasiones de las musas que los pintores tomaban como inspiración, pero Kook se negaba a pensar en Seokjin como su musa.

—No creo que le interese. - dijo el pintor, centrándose en la carne sobre el plato. Incluso la comida sabía diferente ahora. - He escuchado que tiene una nueva pareja… Daehyun me lo comentó cuando visitó mi última exposición. Seokjin sabía que estaba en su ciudad natal para presentar mis obras y no vino a verme. Eso deja claro que ya no hay rastro de sentimientos hacia mí de su parte. Está ocupado con su restaurante y su pareja. Con su vida.

—Quizás deberías hacer lo mismo entonces, no puedes seguir limitando tus días a pintar su rostro de formas distintas. Por mucho que modifiques las perspectivas, sigue siendo evidente de quién se trata.

Una sonrisa ocupó la cara de Jungkook, a su madre le costaba hablar de su arte porque la gran parte de esta estaba repleta de imágenes eróticas y totalmente sugerentes. Había sido censurado en más de una ocasión, así de tabú podía resultar el cuerpo de su ex novio cuando lo pintaba.

—Quizás le envie una invitación, después de todo han pasado casi tres años. Él no sabe nada del Jungkook actual, no tiene ni idea de quién soy ahora. Sus argumentos para terminar la relación se basaban en que yo aún era un niño necesitado de atención que no aceptaba ayuda, ni quería curarse… Pero la atención es difícil de dar a distancia y supongo que ambos hemos crecido lo suficiente como para poder hablar sin miedo o rencor. Yo también puedo enseñarle que he encontrado amor en otras personas y...

—Jungkook. - su madre lo reprendió malentendiendo las palabras de su hijo. - Si planeas hacerle daño…

—Nunca le haría daño, él es quién más se perjudica con todas esas dudas estúpidas. Solo quiero enseñarle la evolución del chico necesitado de atención que él dejó, quizás tenía razón en ciertas cosas. Los dos estábamos demasiado centrados en el dolor como para lograr llevar adelante una relación. Solo había discusiones al final. Ni siquiera una llamada o una sola palabra desde que terminamos, ambos hemos sido cabezotas al momento de admitir errores. Fue una de las razones por las que nos hundimos.

La madre de Jungkook suspiró, sabía que su hijo seguía dolido por el resultado de su relación con Seokjin. Ella misma los había visto pasar del amor al odio en unas semanas. De amarse a lastimarse. De besarse a empujarse con reclamos. Eran más jóvenes que ahora y el Jungkook de dieciocho años no sabía mucho acerca de devolver el amor que se le regalaba. Ahora con veintiún años de edad parecía más centrado que nunca. Menos egoísta.

En cuanto a Kim Seokjin, sus relaciones seguían siendo un desastre y su vida familiar podía considerarse como un nuevo comienzo más calmado pero igual de rutinario. Seguía discutiendo con su madre acerca de la homosexualidad incluso si ya no había faltas de respeto de por medio, en la boca de su progenitora nunca faltaba ese estúpido consejo de tratar de probar una relación con una buena chica. La mujer jamás dejaba de intentar tirar de su hijo hasta un lugar que este había descartado hace mucho.

Sin embargo Jin estudió, le concedió ese deseo a su madre y mientras llevaba un humilde restaurante se dedicaba a repasar apuntes de economía y memorizar cada sencilla palabra de los mismos. Era como si su mente se negase a aprender pero su cuerpo se negase a rendirse. Nunca había sido tan constante y responsable como en el presente, a veces bromeaba con que tuvo que ver a su padre matando a una persona para despertar de su sueño eterno aunque lo cierto es que nunca nadie reía de eso, todos sabían que era su escudo para aquellas situaciones que lo superaban.

Aún pensaba en Jungkook, era imposible no hacerlo cuando sus pinturas adornaban los anuncios de cada ciudad en Corea, cada sala de exposición se peleaba por esos dibujos del misterioso muchacho que se convirtió en musa para el nuevo artista adorado. Había captado miradas y posturas de su personalidad que solo alguien que lo conociera bien podría averiguar. No se atrevía a llamarlo, a pedirle perdón por el momento en que lo insultó e hizo que su relación definitivamente se estancara.

Juntos eran como fuego y gasolina, era peligroso porque siempre terminaban causando una explosión descontrolada.

Se gustaban, se querían… Ninguno de los dos lo negaría porque sería sencillamente una hipocresía, si se peleaban y mataban al uno al otro con palabras, era precisamente porque las pequeñas disputas resultaban enormes en sus corazones. Dolían demasiado.

—Jin, han dejado esto para ti en la entrada del restaurante. - Seokjin alzó la mirada hacia Jaehwan y sonrió, lo único que se llevaba de Jeju eran los bonitos paisajes y a ese amigo que jamás lo abandonaba, el mismo que durante un tiempo había sido su jefe.

—Estoy algo ocupado. - dijo poniendo su mirada en la cocina - ¿Es importante?

—Parece una invitación para una exposición de arte… de Jeon Jungkook.

Los dos amigos se miraron, los ojos de Jin sorprendidos a la par que brillantes. Hacía demasiado que no escuchaba ese nombre siendo pronunciado en voz alta.

—Para la semana que viene, en Jeju. ¿Irás?

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Hiii!!

Nuevo capítulo como cada lunes. Os aviso desde ahora que amo los finales felices así que no perdáis la esperanza.

Un beso,
os amo
Mel
💜

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