Capítulo 19
Jin dejó caer la ropa sobre el suelo de la habitación y se recostó en la cama, a pesar de que generalmente no era tímido sus mejillas se habían vuelto rojas de vergüenza ante la intensa mirada que Jungkook le dedicaba mientras pintaba, sus manos ya estaban repletas de rastros de color y solo estaba comenzando a trazar las primeras líneas.
En el piso de abajo su padre no dejaba de refunfuñar acerca de que ahora eran dos los encerrados, algo que los hacía reír de vez en cuando perdiendo de esa forma la intensidad del momento. La estampa era casi familiar para Seokjin, había sido dibujado por Jungkook en muchas ocasiones. Ni siquiera era la primera vez que posaba desnudo para el artista, pero nunca antes había visto las manos del pintor repletas de manchas coloridas. Tampoco se habían arriesgado de ese modo con su padre en el piso de abajo, en realidad jamás antes se habían atrevido a acercarse más de lo necesario ante la presencia del doctor Kim.
—Jungkookie. - Jin lo llamó sintiendo el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Le gustaba ese chico, estaba encantado con su mandíbula marcada, su mirada masculina y su piel muy levemente tostada. Cada vez que lo observaba se preguntaba si era acaso posible que Jeon Jungkook reuniese todo eso que le gustaba en los hombres.
Ese chico era su tipo, si es que acaso se podía decir que Seokjin tenía un estilo concreto. Lo único que sabía era que el pintor se asemejaba bastante a su sensación de lo ideal, Jungkook no solo era bonito sino que también estaba repleto de talento, caracter y una amabilidad que continuamente lo volvía mucho más humano de lo que su imagen callada podría revelar a simple vista.
Y por supuesto era versátil, el tipo de hombre al que le dan igual los estereotipos. Ese que se permite disfrutar de cualquier posición en la cama siempre que la otra persona le aporte confianza.
—Mmm... - contestó Kook entusiasmado con el inicio de su pintura. Se trataba de algo completamente diferente pero los colores llegaban solos hasta sus manos cuando pensaba en el hijo del doctor y lo que este podría representar a través de las gamas cromáticas.
Un poco frío con azul cobalto. Un poco cálido con el naranja del atardecer.
La nieve del invierno y las mandarinas que siempre eran acomodadas con cuidado sobre el frutero de la mesa de la cocina. Todos los colores que envolvían a la persona que se encontraba ante sus ojos estaban siendo plasmados en la pintura. Jungkook no solo dibujaba escenas, él ponía sentimientos en cada elección y trazo.
—Ven aquí, ya estoy cansado de posar.
En otra ocasión habría protestado diciendo que tenía que acabar su dibujo, que si lo dejaba para luego ya no sería lo mismo. Sin embargo a esas alturas estaba necesitado de Jin, los besos no eran suficientes y menos todavía observarlo. Necesitaba tocarlo, sentirlo suspirar en su oído hasta volverlo loco. Lo necesitaba a él, completamente.
Así que dejó los pinceles a un lado y las mezclas de pintura para obtener los colores exactos que las mejillas de Jin le regalaban. Se quitó la camiseta y con una sonrisa calmada caminó hacia el chico, bastó con acercarse para que este sostuviera sus manos con la intención de atraerlo más. Lo permitió, con su cuerpo rozando el de Seokjin atacó sus labios.
Los dos se besaron con tranquilidad renovada, nada importaba cuando estaban bien. Las sonrisas siempre eran atrapadas entre miradas cálidas, esas pocas ocasiones en las que ninguno de los dos se sentía exhausto de la vida, se comían de felicidad, se divertían a su forma sin miedo de ser atrapados. Si el humor de ambos lo permitía podían pasarse horas colgado el uno del otro hasta que alguien les exigía bajar a la cocina o ayudar a limpiar. Pero en esa ocasión no importaba nada, porque su padre creía que seguían hablando y Dae parecía más ocupado que nunca con esos proyectos del colegio que le quitaban horas de descanso. Y porque Jungkook lo necesitaba, él realmente estaba rogando internamente por un poco de apoyo.
De ese apoyo que de alguna manera tan solo el hijo del doctor parecía saber aportarle del modo adecuado. Con besos encadenados y caricias improvisadas.
—No te voy a perdonar por esto. - la mano de Jin acarició con lentitud el cabello de Jungkook, había crecido lo suficiente como para que el flequillo tapase sus ojos cada vez que se inclinaba para besarlo. Y era bonito, en conjunto con sus brillantes ojos lo hacía todavía más precioso de lo frecuente. - He dejado mi turno en el trabajo por ti. Si me despiden te mataré, lo juro.
—No lo harás. - Jungkook sonrió divertido y tomó la mano de Jin - Porque te compensaré. Apuesto a que estabas muy preocupado.
Seokjin dejó escapar una carcajada de sus labios y negó con la cabeza, su nariz rozando el cuello del pintor.
—Yo supongo que tú estabas necesitado de mí y no sabías cómo decirlo sin perder el orgullo. Por eso has montado toda una escena. - sonrió con los ojos brillantes.
—Tal vez... Necesitaba a alguien con quien hablar, eso es cierto.
Antes de que Jin pudiese contestar con alguna burla que camuflase lo cómodo que últimamente se encontraba, sus labios se unieron nuevamente en un beso. Las manos de Jungkook dejaron ir las del cocinero para acariciarle el torso, manchas de pintura en tonalidades vivas se dispersaban formando obras abstractas con el roce de sus cuerpos. Piel con piel, como a ellos más le gustaba charlar. Los besos podían llevar en los labios millones de palabras.
—Hazlo. - Jin sonrió al notar las manos del pintor rozar sus zonas más sensibles y gimoteo encantado cuando con delicadeza se llevó los dedos a la boca para humedecerlos. Había actos de Jungkook que podrían convertirse en sus imágenes favoritas, momentos que si él supiese dibujar sin duda lo haría.
El pintor lo tocaba de una forma especial pues su miedo por lastimar a las personas lo había obligado a convertirse en un hombre delicado. Sus dedos levemente ásperos podían llevarlo hasta placeres casi desconocidos, sus labios calmados hacían maravillas en las zonas de su cuello que tan solo Jungkook tenía permitido marcar. Y Jin, él se dejaba hacer, como envuelto en ese hechizo que los colores del pintor le provocaban. Ya no había blanco y negro, solo matices de gamas tremendamente luminosas.
—Amarillo. - Jungkook levantó la mirada confuso al escuchar las palabras inesperadas de Seokjin. - Eres amarillo, quiero decir, me recuerdas al amarillo.
—Como los Simpson, ¿se supone que es un cumplido Jinnie? - el pintor introdujó el primero de sus dedos, comenzando a dilatar a Seokjin tras aplicar el suficiente lubricante sobre la entrada de este. Lo observó arquear sus caderas buscando el mayor contacto posible, de la misma manera que observaría la obra de arte más explícita.
—No... Como la primavera... El sol y... Los crisantemos silvestres.
Ambos sonrieron casi sin pretenderlo, había algo entre los dos que había crecido de forma inevitable tras compartir abrazos y lágrimas. Sus dolores más profundos, esos que destrozan el alma por dentro mientras atacan tu mente a todas horas.
Ellos ni siquiera sabían acerca de la conexión que los unía, no sabían acerca del tema del cariño porque lo cierto es que todavía no se habían hecho falta sin poder estar juntos. Lo único que sabían era que se complementaban, que cuando hablaban las sonrisas siempre llegaban a sus labios y sin duda, les gustaba estar juntos.
—Ah, hazlo de una maldita vez. - las mejillas de Jin se enrojecieron todavía más por la espera.
El pintor lo miró un segundo más antes de colarse entre sus piernas y comenzar un ritmo lento de estocadas profundas. Sus bocas estaban tan sólo a un centímetro de distancia, sus frentes pegadas y las intensas a la par que brillantes miradas, conectadas en ese juego de placer que los llevaba hasta el mismísimo cielo cuando se acariciaban.
—Kook. - Jin gimió su nombre con la voz ronca mientras enrollaba los brazos tras su cuello y rompía la distancia entre sus bocas.
Estaban calientes, sudoroso y manchados de los restos de pintura que el agorafóbico llevaba en sus manos. Las ventanas de la habitación se encontraban ya completamente empañadas por sus respiraciones aceleradas, debido a los suspiros inevitables. En esos instantes nada importaba, ya no era tan solo sexo porque lo que menos le importaba a ambos era llegar al orgasmo. Ahora era una excusa para fundirse en los más profundos abrazos mientras el caluroso placer se asentaba en su bajo estómago.
—Jin... Ah. - Jungkook gimió cerca de su oído logrando erizarle la piel con sólo una palabra. Las estocadas cada vez más rápidas estaban llevando a Seokjin a la locura, sus manos abandonando la seguridad de su nuca para aprenderse cada zona de la espalda de Kook. La piel tan suave y apetitosa, los chupones marcados a fuego en los cuellos de ambos.
Volvieron a mirarse, fijamente sus ojos se encontraron cuando finalmente el clímax llegó a sus cuerpos y sonrieron. Felices, más a gusto que nunca. Juntos podían contra todo el miedo, se creían invencibles incluso sin serlo.
—Que poco aguantas. - el cocinero sonrió al ver la cara de Jungkook y lo apartó, las cosas se estaban poniendo demasiado íntimas y cariñosas. Así era su turno de romper la atmósfera que los dos estaban creando sin darse cuenta, el instante perfecto para bromear. Debido a que aquello lo asustaba demasiado. - Te has vuelto blando Jungkookie, vas a tener que recuperar tus fuerzas para mantenerme en tu cama.
—¿Qué...? - el pintor suspiró. Tal vez fuese cierto, había tratado a Jin con la delicadeza que trataría a un novio. No podía olvidar que el muchacho todavía sentía cierto rencor hacia el hecho de que su padre dedicase más tiempo a su tratamiento y a los pacientes en general, que a sus propios hijos.
Lo observó unos segundos, estaba sentado sobre la cama sin mirarlo, con la espalda repleta de manchas de pintura y arañazos. Pero también podía entenderlo, veía en la mirada asustada de Seokjin el reflejo de lo que él también sentía cuando la intimidad los envolvía con calma.
—Lo siento. - lágrimas, Jin estaba llorando y su voz sonaba cansada. - Yo... No puedo evitarlo. Aún sigues siendo tú... Y sabes que a mi solo me importa Daehyun. Mi hermano, es la única persona a la que quiero.
—¿Entonces por qué estás disculpándote? - el pintor fingió una sonrisa - Eso ya lo sabía.
No le permitió contestar, esa manía de ambos por usar actos en lugar de palabras era ya casi rutinaria.
Jungkook lo estiró en la cama, lo penetró con fuerza. Como Jin quería, como ambos habían acordado en un inicio, sexo, tan simple como eso. Y al igual que el placer las lágrimas también llegaron. Ambos rotos por la sensación de que cada vez que intentaban unirse, algo los separaba.
—Jungkook. - lloró entre el placer Jin, sin que el pintor le hiciera caso del todo. Sexo, solo eso. - ¡Jungkook!
—¿Qué? - gritó de igual modo el artista - Solo te estoy dando lo que has pedido. Quiero mantenerte en mi cama así que debo hacerlo bien, fuerte.
Su voz cargada de ironía y rencor quebró algo en el interior de Seokjin. Los dos estaban demasiado agitados por las emociones que ese día les había ocasionado.
—Eres un idiota, siempre lo has sido. No vales para nada. - las estocadas del pintor se hicieron más intensas. - Eres igual que yo, no podemos mezclar sentimientos o nos mataremos el uno al otro. Somos exactamente iguales.
Nadie dijo nada tras eso, el sexo se volvió frío. Y aún con placer ya no había calor, ni mejillas sonrojadas. Ya no había nada a parte de gemidos, ni siquiera besos o pintura verde, esperanza.
Por eso Jungkook frenó sus movimientos y se dejó caer a un lado del hijo del doctor. Con el dolor en su corazón fincando con fuerza en su pecho.
Daehyun tomó algunas latas de la nevera y las escondió en su abrigo aprovechando la distracción de su padre. Las manos le temblaban mientras tocaba la puerta de madera del sótano, estaba asustado. No por Zelo, él jamás lo lastimaría. Si no por su padre. No podía imaginar lo que le haría si descubriese que estaba escondiendo a un paciente fugado. No quería ni siquiera imaginarlo.
En cuanto el muchacho abrió la puerta se tiró a su brazos buscando ese cariño tan adictivo que encontraba en el loco asesino. Solo que Zelo no era un loco y quizás fue un asesino, sin embargo se arrepentía cada día de su vida por tal acto.
—Has tardado. - el grande inspeccionó al pequeño. - Pensé que te habían descubierto. ¿Qué eran esos gritos?
—¿Recuerdas el chico con agorafobia del que te hable? - Zelo asintió aún abrazando por la cintura a Dae. - Ha tenido un ataque de pánico, eso es todo. ¿Me das un beso ahora? He obtenido comida.
Zelo sonrió enternecido, le llevaba varios años a Dae pero la ternura que desprendía el pequeño, lo había enamorado por completo.
—Todos los que quieras precioso.
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Hiii
Nuevo episodio de Agorafobia , espero que os haya gustado. La verdad es que personalmente estoy disfrutando bastante de versionarla.
Un beso,
os amo
Mel
💜
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