𝙏𝙧𝙤𝙥𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙙𝙧𝙚𝙖𝙢: Take you 'round the world, they don't have to understand
"¿Entraste las maletas en el auto?", preguntó Jennie, mientras se acomodaba los lentes de sol con elegancia y un dejo de entusiasmo en la voz.
"Ya está todo", respondió Lisa con una sonrisa.
Ambas novias se preparaban para emprender su camino hacia el aeropuerto Van Nuys. El destino esperado era Humacao, Puerto Rico, donde aguardaban unas merecidas vacaciones. Los rayos del sol pintaban de dorado el día, anticipando una aventura emocionante.
Para Jennie, Lisa irradiaba encanto con su atuendo: una camiseta blanca que resaltaba su piel, unos jeans negros que realzaban su figura, su corta, pero hermosa cabellera rubia que brillaba bajo la luz matutina, y unos lentes de sol que le conferían un toque de misterio y estilo.
Jennie cruzó la majestuosa entrada de su mansión, dejando tras de sí la imponente fachada que revelaba la opulencia de su hogar. Con elegancia, se adentró en la espaciosa residencia, decidida a verificar que todo estuviese perfectamente en su lugar antes de partir hacia su tan ansiado viaje.
Recorrió con paso firme las habitaciones, asegurándose de que cada detalle estuviera en su sitio. Observó el salón lleno de lujosos muebles, los cuadros colgados con precisión en las paredes, y la atmósfera de sofisticación que envolvía cada rincón de su hogar.
Al llegar a su impecable dormitorio, Jennie revisó una vez más que nada se hubiera quedado atrás. Tomó las últimas pertenencias que le faltaban, asegurándose de no olvidar nada esencial.
Con determinación, sacó su teléfono y tecleó algunas órdenes rápidas a el ama de llaves, asegurándose de que todo siguiera funcionando con la misma precisión y atención a los detalles durante su ausencia.
Satisfecha de que todo estuviera bajo control, Jennie cerró la puerta de su mansión con un sonido sólido y se dirigió hacia su auto. El día estaba lleno de expectativas y el sol brillaba con fuerza, anticipando un viaje emocionante.
Al llegar al lugar donde Lisa esperaba pacientemente junto a su elegante Mercedes Benz GT 63 color gris, Jennie notó la figura grácil de su novia recargada en el lujoso vehículo. Ella con su aura de confianza, parecía lista para la aventura que les aguardaba.
Jennie se aproximó al auto, lista para entrar, pero antes de que pudiera hacerlo, la rubia la detuvo suavemente por el brazo. En un instante, la atrajo hacia sí, rodeándole la cintura con sus brazos fuertes. La intención se materializó en un beso mojado que hizo que incluso hizo soltara un suave gemido de sorpresa y placer.
"Mucha urgencia, eh", bromeó la actriz, dejando que la risa rompiera la tensión del apasionado momento.
Lisa respondió con un gesto juguetón y le dio otro besito en la mejilla. "Sube al auto", le indicó con un guiño mientras se movía hacia el vehículo. Con elegancia, abrió la puerta del auto para su amor, gesto que le causaba mariposas a su tan apreciada novia.
Una agradecida y aún sonriente Jennie, entró al lujoso interior del automóvil. Ella se acomodó en el asiento del piloto con confianza, iniciando el motor con un suave rugido. Ambas compartieron un último vistazo coautor antes de ponerse en marcha hacia el aeropuerto Van Nuys.
De camino al aeropuerto, ambas iban sumergidas en una atmósfera de emoción y relajación. El sonido suave de la música ambiental creaba una agradable melodía en el interior del automóvil, acompañando sus risas y conversaciones animadas.
"A Alison casi le da algo cuando se enteró de las fotos", comentó Jennie con una risa mientras recordaba la reacción de su amiga.
"Tienes a la pobre Alison con los nervios de punta, eh", rio Lisa.
"En parte también es tu culpa, Manoban", agregó Jennie.
"¿Culpa mía?", rio Lisa con una chispa traviesa. "Creo que fuiste tú la que me besó de esa forma tan sexy", ronroneó.
Jennie, entre risas, le golpeó juguetonamente el brazo. "Claro que tienes culpa", dijo con una pequeña risa.
"Al menos ya tienen claro que esto es real", dijo la rubia con ternura mientras conducía con cuidado.
"No creo que se detengan las críticas por el momento, esto pica y se extiende", señaló con una mezcla de resignación y humor.
"Lo importante es que tú y yo estemos tranquilas y felices, Nini", afirmó, buscando su mano para entrelazar sus dedos.
"Así es", respondió con un suspiro. "Aunque debo decir que muy tranquila no estoy, eh", añadió mirándola de reojo. "Todavía me duele el culo, Lisa".
"Te pregunté si te podía partir en dos y dijiste que sí", recordó.
"Pero ya han pasado dos días y todavía me duele", se quejó en tono de broma.
"Es normal, cariño. Tu trasero no está acostumbrado a mi polla", fue interrumpida por una risa divertida de Jennie.
"Y es una pena", continuó con toda la seriedad del mundo mientras la diva se partía de la risa.
"Una pena será cuando te deje sin sexo por tres meses por graciosa", amenazó.
"No te harías eso a ti misma", respondió con una seguridad majestuosa, sabiendo que estaba en lo cierto.
"Pero créeme, no tendrás mi trasero cada vez que quieras", concluyó Jennie.
"Con tenerte a ti, tengo suficiente", le sonrió y Jennie se inclinó para darle un casto beso.
Ahora ambas estaban paradas en un semáforo, con un poco de tráfico que apenas ralentizaba su entusiasmo.
"¿Qué planeaste para nosotras, hmm?", cuestionó la rubia, su mirada curiosa reflejando la anticipación por la sorpresa que Jennie le tenía preparada.
"Eso es sorpresa, tontita", se acercó al rostro de Lisa y le picó la punta de la nariz con un dedo.
"¿Habías ido antes a Puerto Rico? "
"La vez que grabamos 'Tempest Code' junto con A24 fue en Ponce", reveló Jennie, recordando momentos pasados en la isla caribeña.
"¿Y qué tal el lugar?".
"Es hermoso, realmente hermoso, pero eso lo vas a confirmar cuando estemos allí", dijo Jennie con una mirada coautora, aumentando aún más la expectativa de Lisa. El semáforo cambió a verde, y el auto avanzó nuevamente, llevándolas hacia su destino.
Después de ocho extensas horas de vuelo, durante las cuales las mujeres se sumergieron en diversas actividades para hacer el tiempo más llevadero, finalmente llegaron a Humacao. A lo largo del vuelo, fluían las conversaciones mientras compartían momentos de relajación. Durmieron para vencer el jet lag, disfrutaron de una comida juntas, jugaron cartas para pasar el tiempo, se dieron cariño y bromearon sobre anécdotas en común.
Con gran anticipación, habían elegido Palmas del Mar en Humacao como destino para disfrutar de unos días de vacaciones. Este lugar, seleccionado cuidadosamente por Jennie, prometía ofrecer un refugio tranquilo y pintoresco para ellas. La emoción creció a medida que se acercaban a su destino, ansiosas por explorar el lugar que por lo general discrepaba mucho de su lugar de residencia.
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Al aterrizar, la brisa cálida y la atmósfera tropical dieron la bienvenida a Jennie y Lisa, marcando el inicio de unas vacaciones llenas de momentos memorables.
El lugar prometía mucho y lo iban a aprovechar al máximo.
El lugar desbordaba belleza, con una arquitectura verdaderamente pintoresca que dejaba a Lisa fascinada. Cada rincón parecía una obra maestra, desde los vibrantes colores de los edificios hasta los murales que adornaban las calles, creando un ambiente vibrante y acogedor. Los puestos en las calles ofrecían una variedad de productos locales, desde artesanías hasta delicias culinarias que invitaban a probarlo absolutamente todo.
A medida que avanzaban hacia el hotel en un taxi, Lisa no podía dejar de admirar la escena que se desplegaba a su alrededor. El calor, aunque significativo, tenía un toque familiar al de California, lo cual era reconfortante para ellas. Se sentía como si hubieran encontrado un pedazo de paraíso que combinaba la exuberancia tropical con la familiaridad de su hogar.
Mientras tanto, Jennie, a pesar de la belleza del entorno, mostraba cierto nerviosismo. Lisa, conocida por su habilidad para encontrar la alegría en cada momento, estaba lista para disfrutar las vacaciones de cualquier manera que se presentara. Su enfoque sin preocupaciones y su capacidad para apreciar las pequeñas cosas la convertían en la compañía ideal durante los periodos de descanso. Sin embargo, esta vez, algo era diferente: ella quería elevar la experiencia vacacional a un nivel completamente nuevo.
Eso significaba simplemente compartirlo con quien ahora era su amor su
Tras unas horas llenas de vistas hermosas de los encantos de Puerto Rico, Jennie y Lisa finalmente llegaron a su alojamiento en el hotel. La elegancia y comodidad del lugar les proporcionaban un refugio acogedor después de sus emocionantes actividades. Después de registrarse, sintieron el reconfortante abrazo del aire acondicionado al ingresar a su habitación, lo cual fue un alivio del calentón que había.
La apetitosa fragancia de la comida puertorriqueña las tentó, así que decidieron dirigirse al restaurante del hotel para probar la gastronomía local. Saborearon el clásico arroz con habichuelas. Entre risas y charlas animadas, disfrutaron de una comida que no solo satisfizo sus paladares, sino que también les brindó la oportunidad de sumergirse más en la cultura culinaria de la isla.
Una hora después, emocionadas por la perspectiva de pasar varios días en Palmas del Mar, Jennie y Lisa se dirigieron hacia el gran complejo de casas cerca de la costa. A medida que se acercaban, quedaron impresionadas por las casas que se alineaban a lo largo de las calles, con sus colores vibrantes y arquitectura única que reflejaba la rica herencia de la Isla del encanto. Las palmas mecidas por la brisa creaban un ambiente relajado y tropical, que instantáneamente envolvió a las dos mujeres en una sensación de tranquilidad y bienestar.
Por su puesto, a Jennie le recordó a sus vacaciones en Punta Cana, al ser islas vecinas, el ambiente era bastante similar.
Continuaron su travesía, dejando que sus pasos las llevaran más allá de los senderos bordeados de vegetación. A medida que avanzaban, el susurro de las hojas de los árboles y el canto de las aves se fusionaban en una melodía armoniosa que acompañaba su caminar. El sendero las guiaba con suavidad, revelando poco a poco la prometedora visión de la costa que se extendía ante ellas.
Mientras más cerca, más escuchaban el rugido distante del océano. La expectativa crecía con cada paso, y finalmente, emergieron de entre la vegetación para encontrarse con la expansión de arena y mar que se desplegaba ante ellas.
La inmensidad del océano se extendía hasta el horizonte, donde el cielo se encontraba con las aguas en una fusión de colores que iban desde el azul profundo hasta los tonos dorados del sol danzando en la superficie. La playa, con su arena fina y dorada, invitaba a la exploración y al descanso, mientras las olas acariciaban la costa en una danza perpetua de retirada y avance.
Mientras ambas novias paseaban por la playa bordeada de yates, el sol pintaba destellos dorados sobre las aguas turquesas. El ambiente relajado contrastaba con la chispeante conversación entre Lisa y Jennie.
Lisa, con su cabello ondeando al compás de la brisa marina, no pudo evitar sonreír ante la pregunta de Jennie. "¿Te ha gustado Puerto Rico?".
Peinó su cabello con gracia. "¿Qué pregunta es esa? Hasta estoy pensando en comprar una casa aquí". Su respuesta estaba llena de un encanto divertido, como si la sola idea de tener un pedacito de este paraíso caribeño fuera irresistible.
Jennie agarró le agarró la mano de mientras se dirigían hacia el muelle. "No mientas, no dejarías California, Lisa-Yah", bromeó.
"No para vivir aquí, pero para vacacionar", explicó, dejando entrever que, aunque Puerto Rico le había conquistado el corazón, su lealtad a California seguía siendo firme.
Con una expresión de enfado fingido, la actriz dijo en tono de broma: "Tú ni vacacionas, si no es porque te invité, no tomarías vacaciones".
Lisa no pudo evitar reírse un poco avergonzada ante la acusación. "Pues para tu información, una vez fui a Canadá de vacaciones", confesó.
La curiosidad brilló en los ojos de Jennie. "¿Y qué tal?", preguntó con interés genuino.
Riendo un poco más abiertamente ahora, admitió: "Duré una semana, pero pasé tres días encerrada porque no soporté el frío". La revelación desató la risa de ambas.
El suave susurro del mar y la brisa marina acariciaban sus rostros mientras ambas continuaban caminando y finalmente comenzaron a pisar por el muelle, sus manos entrelazadas. El viaje había dejado cierto cansancio en ellas, pero la emoción de la aventura se reflejaba en sus ojos al acercarse al imponente yate que se alzaba majestuosamente en la distancia.
Lisa, con los ojos brillando de admiración, exclamó: "Joder, mira esa hermosura, Nini". La impresionante embarcación se extendía en el horizonte, destacando su esplendor y atrayendo la atención con su presencia imponente.
El yate era una obra maestra flotante, un testimonio del lujo y la elegancia en el mundo marítimo. Se diferenciaba mucho de los demás y a medida que se acercaban, la magnitud del yate se revelaba en toda su gloria. La cubierta superior, visible desde la distancia, invitaba a la imaginación con la promesa de momentos de esparcimiento bajo el cielo abierto.
Conforme se aproximaban, Lisa señaló hacia la cubierta superior y comentó: "La zona de entretenimiento al aire libre es increíble. Imagina las vistas desde allí". Su frenesí era contagioso, y Jennie no podía sino dejarse llevar por la emoción.
La proximidad al yate permitió apreciar más de cerca los detalles de su diseño. La cubierta superior, decorada con cómodos asientos, parecía un espacio diseñado para disfrutar de la brisa marina mientras se observa el horizonte. Los acabados exquisitos, desde la madera pulida hasta los detalles en metal reluciente, conferían al yate una estética que combinaba sofisticación y comodidad.
La brisa marina jugueteaba con los mechones de cabello de su novia mientras ambas contemplaban el imponente vehículo. Lisa, con admiración en los ojos, comentó: "Es precioso, es un Sunseeker". Jennie, observando la reacción de su novia, sonrió con una felicidad auténtica.
"¿Te gusta?".
"Claro, está enorme, es una hermosura", respondió, su asombro palpable en cada palabra.
"Lo es", coincidió Jennie, volviéndose hacia ella con una mirada juguetona.
"¿Te has montado en uno de estos antes?".
"No, pero lo haré", respondió Jennie, anticipando con entusiasmo la experiencia que les esperaba. Con una sonrisa cómplice, luego comentó: "Quería dejar la sorpresa para mañana, pero ya que estamos aquí...".
"¿Qué?", preguntó, genuinamente confundida.
"Lo he comprado, el yate", anunció con orgullo, mirándola, quien quedó estupefacta.
"Pero... Pensé que rentarías uno", expresó, tratando de procesar la noticia.
"Pues lo he mandado a comprar", dijo Jennie con simplicidad, sus ojos brillando de emoción. "Para que tú y yo lo podamos disfrutar todas las veces que queramos".
La seriedad se apoderó del rostro de Lisa. "Jennie", dijo con tono reflexivo.
"Jennie nada. Lo merecemos, Lili", respondió, cruzándose de brazos con determinación. La rubia aun procesando la sorprendente revelación, se volvió a mirar el yate, tratando de asimilar la magnitud de la decisión.
"No puedo creer lo que has hecho, ¿cuánto te ha costado?", preguntó, con una mezcla de incredulidad y preocupación.
"Poco, casi quince millones de dólares", reveló Jennie con una sonrisa que denotaba que, para ella, el valor de la inversión se traducía en la posibilidad de compartir momentos inolvidables con la persona que amaba. La expresión de Lisa cambió en un segundo, mostrando una sorpresa que iba más allá del valor monetario del yate.
La rubia se giró para abrazar a su novia con dulzura.
El abrazo entre ellas se convirtió en un torbellino de emoción mientras los besos de felicidad pintaban sonrisas en sus rostros. Lisa no podía contener su entusiasmo y agradecimiento. "Eres increíble, de verdad no puedo creer que hayas comprado un yate de esa cantidad", expresó con admiración al separarse.
Jennie, aún envuelta en la alegría del momento, respondió con ligereza: "Yo compré el yate, tú compras la casa de la que estuviste hablando". La broma añadió un toque de humor a la conversación, pero también reveló la naturaleza juguetona y equitativa de su relación.
Lisa, continuando con la broma, preguntó con un tono teatral: "¿Y los hijos?".
Jennie, sin perder el ritmo, respondió con un guiño travieso: "Esos los trabajaremos las dos".
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Después de disfrutar del sol y la brisa marina, decidieron regresar al hotel para relajarse y prepararse para una cena memorable. Ambas se sumergieron en una rutina despreocupada, eligiendo ropa cómoda y casual que reflejara la relajada esencia de sus vacaciones. Se vistieron con prendas ligeras y coloridas, perfectas para la noche cálida que les esperaba.
El destino elegido para la cena fue el encantador restaurante Pura Vida, especializado en delicias caribeñas. Al llegar, el lugar exudaba una atmósfera acogedora y vibrante. Luces suaves se filtraban entre las hojas de las palmeras que adornaban el exterior, añadiendo un toque de magia a la entrada del restaurante. El nombre "Pura Vida" estaba iluminado en una llamativa fuente, creando un ambiente tropical y festivo.
Al abrir la puerta, un murmullo alegre y el aroma tentador de especias caribeñas les dieron la bienvenida. El interior del restaurante estaba decorado con colores vivos y detalles que evocaban la riqueza cultural del Caribe. Las mesas adornadas con manteles coloridos y las sillas de mimbre conferían un toque auténtico y relajado.
Las luces colgantes emitían una suave luminosidad, creando un ambiente íntimo y cómodo. El sonido de la música típica caribeña flotaba en el aire, añadiendo una banda sonora perfecta para la velada. Las risas y charlas animadas de otros comensales llenaban el lugar, contribuyendo a una sensación de calidez y comunidad.
Lisa y Jennie fueron guiadas a su mesa con una vista privilegiada, donde pudieron disfrutar de la mezcla de aromas exquisitos y la música envolvente.
Ambas estaban viendo el menú, lleno de platillos que parecían apetitosos, reconocieron algunos que ya habían probado antes cuando llegaron.
"¿Qué vas a pedir?".
Lisa, aun intentando descifrar el menú con ciertas dificultades, respondió a la pregunta de Jennie con una mezcla de curiosidad. "Tos... ¿Tostons?", murmuró mientras recorría las opciones con el dedo.
"Tostones", corrigió Jennie con una risa suave ante la ocurrencia de su rubia.
"Eso mismo, con pescado frito", agregó Lisa, generando otra risa cómplice entre ellas. Jennie levantó la vista del menú y, con una expresión de inocente, preguntó, "¿Sabes lo que son?".
"No", respondió simplemente.
En ese preciso instante, una mesera se acercó a la mesa, trayendo consigo una energía cálida y una sonrisa amable. "Buenas noches, bienvenidas a Pura Vida. Mi nombre es Victoria y seré su mesera esta noche", anunció con una pronunciación de su acento que cautivó a Lisa. "¿Ya decidieron que van a ordenar, damas?".
"Buenas noches", respondió Jennie amablemente. "A mí me gustaría ordenar un mofongo de pollo y para tomar un jugo de parcha".
Lisa, fascinada con el acento de la mesera, comentó con interés: "He escuchado eso antes, las parchitas". Jennie la miró de reojo.
La mesera, girándose hacia la rubia, preguntó con una sonrisa: "¿Y usted, ¿qué desea ordenar?".
"Patatones", dijo con seguridad.
"Tostones, mi amor", corrigió Jennie una vez más.
"Toscones con pescado frito y una Coca-Cola", finalizó, mirando a la mesera.
Jennie, notando que su acompañante no estaba familiarizada con el término, dirigió una sonrisa a la mesera y preguntó amablemente: "Aquí la joven no sabe lo que son los tostones, ¿podría explicarle, por favor?".
La mesera, con paciencia y amabilidad, se inclinó hacia adelante para compartir detalles sobre este platillo caribeño. "Claro. Los tostones están hechos de plátanos verdes, que se cortan en rodajas, se fríen en aceite bien caliente, se machacan y se vuelven a freír hasta quedar crujientes", explicó la chica con una expresión que indicaba su gusto por compartir la riqueza culinaria de su región.
Lisa, intrigada por la descripción y decidida a probar algo nuevo, respondió con entusiasmo: "Entonces sí los quiero, los tostones".
La mesera, mostrando profesionalismo y atención, confirmó la orden: "Perfecto, gracias por su elección. Para confirmar, usted ha pedido el mofongo de pollo con un jugo de parcha y usted los tostones con pescado frito con una Coca-Cola. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudar?".
Jennie agradeció con una sonrisa y negó "Eso sería todo, gracias".
Después de que su orden llegó, se dispusieron a disfrutar de una deliciosa comida. El aroma tentador de los platos recién preparados llenaba el aire, creando una atmósfera acogedora y apetitosa. Sentadas alrededor de la mesa, compartieron risas y conversación mientras se preparaban para saborear cada bocado.
Las chicas se sumergieron en el deleite de los sabores caribeños, disfrutando cada bocado de sus elecciones culinarias. Lisa, con su entusiasmo característico, saboreó especialmente los tostones y no pudo resistirse a compartir su emoción.
"Sabes, deberíamos comprar un camión de plátanos y hacer tostones en casa", sugirió Lisa, con chispa en los ojos.
Jennie rio ante la idea y respondió con un toque de picardía: "Oh, no te preocupes, cariño. Los podemos comprar en California y hacerlos en casa".
Al finalizar su cena, la mesera, que había seguido atentamente su experiencia culinaria, les ofreció la oportunidad de disfrutar aún más de la cultura caribeña. "¿Les gustaría pasar al salón de entretenimiento? Estamos poniendo música típica. Es una experiencia que no querrán perderse", les invitó con una sonrisa.
Ambas estuvieron de acuerdo de inmediato. Aunque se tomaron un momento para relajarse después de la deliciosa comida, respondieron alegremente a la propuesta de la mesera.
Luego de reposar un rato, ambas se dirigieron al lugar con hermosas luces, mucha gente bebiendo y disfrutando. Fueron a pedir dos cervezas, bebieron estas y se fueron a la pista de baile. Obviamente tenían miradas extrañas sobre ellas. Jennie sabía que solo tenía que hacer una llamada a Alice para que enviara un guardaespaldas a protegerlas en caso de necesitarlo, pero ella solo esperaba pasar su tiempo ahí sin tener que ser supervisada.
Decidieron llevar la alegría y la energía al siguiente nivel dirigiéndose a la pista de baile. La música vibrante llenaba el ambiente, invitándolas a moverse al ritmo y dejar que el espíritu festivo las envolviera. Ignoraron las miradas curiosas que se dirigían hacia ellas, enfocándose en disfrutar el momento y liberar la diversión que se acumulaba en sus cuerpos.
La música se transformó en una salsa clásica, la pegajosa "¿Qué Hay de Malo?" De Jerry Rivera llenó el lugar. Sin dudarlo, Lisa agarró las manos de Jennie, y ambas comenzaron a bailar al compás de esa legendaria salsa. Los movimientos eran fluidos y llenos de alegría, y pronto se perdieron en la música, creando su propia burbuja de diversión en medio de la multitud.
La conexión entre Lisa y Jennie era evidente, a pesar de las miradas curiosas. Bailaban con tanta diversión y entusiasmo que pronto llamaron la atención de los presentes. La música, el baile y el ambiente animado se combinaron para crear una experiencia inolvidable, demostrando que lo que realmente importaba era la alegría que compartían entre ellas en ese momento.
Después de disfrutar de varias salsas animadas en la pista de baile, ellas decidieron tomarse un breve descanso. Se dirigieron a la barra para recargar energías con más cervezas y se acomodaron en un área más tranquila para descansar sus pies después de tanto bailar.
Fue entonces cuando comenzó a sonar la melódica bachata, específicamente "Te Invito" de Aventura. Las miradas de ambas se entrelazaron y entendieron lo que seguía, mientras se dirigían nuevamente a la pista de baile. La sensualidad de la bachata llenó el lugar, y ambas se dejaron llevar por la magia de los movimientos coordinados al compás de la música.
Jennie, sorprendida por la destreza de su novia en el baile de bachata, no pudo evitar expresar su admiración en medio de los movimientos sensuales. "Joder, qué bien bailas. No tenía idea de que sabías bailar así", comentó junto al oído de Lisa.
"Los años que duré en New York no fueron en vano", respondió Lisa con coquetería, revelando un lado de ella que Jennie no había explorado completamente. La complicidad y la sensualidad se fusionaron en un baile magistral que atrajo las miradas de quienes las rodeaban.
Continuaron deleitándose con la bachata, entregándose a la música. El tiempo parecía detenerse mientras disfrutaban de cada momento de sus cuerpos juntos.
Cuando finalmente se sintieron cansadas, pero satisfechas, se tomaron lo que quedaba de sus últimas cervezas y salieron del establecimiento, risueñas y con una alegría palpable. La brisa nocturna les acariciaba el rostro mientras esperaban un taxi para llevarlas de regreso a su hotel.
Mientras Lisa y Jennie se acomodaban en el taxi, la sensación de seguridad y tranquilidad las acompañaba. Las primeras horas en Puerto Rico habían sido una experiencia encantadora y libre de preocupaciones. La noche se extendía ante ellas, y el viaje de regreso al hotel ofrecía la oportunidad de disfrutar de los paisajes nocturnos de la isla.
El taxi se deslizaba por las calles iluminadas, llevándolas a través de lugares animados con música y vida nocturna. Vieron algunos Four-Wheels, vehículos todo terreno, zumbando por las calles con la emoción característica de la isla. La velocidad y la energía de la noche se fundían con la brisa cálida que penetraba por las ventanas del taxi.
Las chicas aprovecharon el trayecto para absorber la esencia de la vida nocturna de Puerto Rico. Calles iluminadas, gente disfrutando de la música y la animación que caracterizaba el lugar.
Finalmente, el taxi llegó a la entrada del hotel, y ambas bajaron con la misma sensación de seguridad con la que habían iniciado su noche. La calle se presentaba tranquila. Se despidieron del taxista con gratitud y se dirigieron hacia la entrada.
A medida que Lisa y Jennie se acercaban a la entrada del hotel, notaron un bullicio inusual. Un grupo de personas se había congregado allí, y sus expresiones emocionadas indicaban que reconocían a Jennie. La noticia de la presencia de la famosa actriz se había extendido rápidamente, generando un pequeño tumulto en la entrada.
El murmullo de voces se intensificó cuando la multitud notó la proximidad de Jennie y Lisa. La emoción y la curiosidad pintaban los rostros de quienes esperaban con ansias un vistazo de la conocida estrella. Algunos intentaban capturar el momento con sus cámaras, mientras que otros simplemente querían saludar y expresar su admiración.
Lisa, percibiendo la tensión en el ambiente y notando que Jennie podía sentirse abrumada, tomó suavemente la mano de Jennie y le susurró con dulzura: "Todo estará bien". Con esas palabras, trató de transmitirle calma y seguridad, recordándole que estaban juntas y que, pase lo que pase, enfrentarían la situación como equipo.
Jennie asintió, agradecida por el apoyo de su amor. Juntas, avanzaron con gracia y determinación.
Jennie, con su habitual amabilidad, saludó con simpatía a aquellos que se le presentaron de manera amistosa. Sin embargo, la atmósfera cambió repentinamente cuando, entre los murmullos del lugar, una voz desagradable gritó desde algún rincón: "¿Con esa mierda estás saliendo?". El comentario provocó que Jennie se sintiera incómoda, pero decidida, continuó avanzando.
La situación empeoró cuando otro comentario ofensivo resonó en el aire: "Mira tú, puerca". Lisa, detectando la incomodidad de Jennie, la agarró del brazo y trató de calmarla, instándola a no reaccionar ante los comentarios hirientes.
Pero la hostilidad no se detuvo ahí. Un grupo de hombres desconocidos elevó el tono con palabras ofensivas y sexistas: "Mira acá, zorra. Ven para que pruebes lo que es un verdadero hombre y no ese fenómeno que te cuelga de la mano". La rabia creció en Jennie, quien se zafó del agarre de Lisa, decidida a enfrentar la situación.
Dando unos pasos hacia adelante, se plantó frente a los agresores, sin preocuparse por las cámaras que grababan la escena. Los hombres continuaron con sus insultos, pero Jennie, furiosa, no dudó en responder: "Miren acá, váyanse a meter de nuevo dentro de la vagina de sus madres, pedazos de mierda inservibles", les espetó, acompañando sus palabras con un gesto provocador al levantar el dedo medio.
Después de desafiar a los agresores, se volteó y se dirigió hacia Lisa, quien la miraba con una mezcla de sorpresa y preocupación. La valentía de Jennie dejó una marca, pero también generó incertidumbre sobre las posibles consecuencias de enfrentarse a la hostilidad.
La vibra en el ascensor era tensa mientras Jennie y Lisa se dirigían a su habitación. Jennie estaba molesta por los insultos y la confrontación anterior. Una vez que la puerta del ascensor se cerró, Lisa decidió abordar la situación.
"Nini", comenzó la rubia con suavidad. "Déjalo, Lisa. No importa", respondió Jennie cruzándose de brazos. Lisa se volteó para ponerse frente a ella, tomó sus manos con ternura. "Sí importa, cariño. No está bien que te pongas así y menos por unos imbéciles que no merecen tu atención", expresó con cuidado.
Jennie suspiró, sintiendo el apoyo de la rubia. "Lo siento", dijo, y en ese momento, Lisa no pudo resistirse y la abrazó. Jennie hundió su nariz en el cuello de la rubia, buscando consuelo. "Está bien, mi vida. Todo estará bien", aseguró.
Jennie se separó lentamente del abrazo, mostrando preocupación. "No creo que lo esté. Me grabaron, y creo que esto será tema de conversación durante un buen tiempo", su voz temblaba un poco. Se sentía impotente por la situación anterior.
"¿Y eso importa?", preguntó Lisa des complicada. "Con un manejo en crisis por parte de tu equipo, esto estará bien. Lo demás importa un carajo", afirmó, tomando las mejillas de Jennie con sus manos. "Que estemos bien, eso es lo que importa, mi Nini", añadió, dándole un pequeño beso en los labios. En ese instante, la puerta del ascensor se abrió, habían llegado al piso de su habitación.
Ambas tomaron sus manos nuevamente, preparándose para enfrentar nuevas situaciones y un desafío añadido a su relación. Aunque sabían que tendrían que manejar las consecuencias de la confrontación, la fuerza de su unión y el apoyo mutuo les daban la confianza necesaria para superar cualquier obstáculo que se presentara en su camino.
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